“Déjame pasar mi vida junto a ti, oh Madre mía, para
hacer compañía a tu triste soledad, a tu profundo dolor; déjame sentir en mi
alma la queja dolorosa de tus ojos y la desolación de tu corazón.
Lo que yo quiero es el camino de la vida y no la alegría
de Belén; lo que yo quiero no es adorar al Niño Jesús en tus manos virginales;
no quiero gozar en tu humilde casa de Nazaret de la amable presencia de
Jesucristo, ni juntarme al coro de ángeles en tu gloriosa Asunción.
Quiero en mi vida los sarcasmos y mofas del Calvario,
quiero la lenta agonía de tu Hijo, el desprecio, la ignominia, la infamia de la
Cruz. Lo que yo quiero, oh Virgen dolorosa, es estar de pie a tu lado para
fortificar mi espíritu por medio de tus lágrimas, consumar mi sacrificio por tu
martirio, animar a mi corazón recordando tu soledad, amar a mi Dios y a tu Dios
por la inmolación de mi ser”.
P. Miguel Pró, mártir cristero.