Iglesia
y Sinagoga.
Por
FLAVIO MATEOS
El
combate entre la Iglesia y la Contra-Iglesia parece poder compendiarse en
ciertas fechas llamativamente coincidentes, que son como jalones en esa guerra
sin cuartel que está llegando a su culmen, y que nosotros para este tiempo
hemos denominado “Agenda Fátima
contra Agenda 2030”, “Cristianismo contra Comunismo” o “Iglesia
de Cristo contra Sinagoga de Satanás”.
Una de
esas fechas que merecen destacarse –aunque nadie lo haga- es la del 13 de junio.
Vamos a ver de qué manera. Los hechos señalados no serán encontrados por el
lector en las habituales efemérides de la prensa masiva:
Con fecha
de 13 de junio de 313 se dio a
conocer el famoso edicto de Milán, por el cual el emperador Constantino, ¡luego
de tres siglos de feroz persecución! dio libertad a los cristianos. El mismo
Constantino había tenido una señal del Cielo (la Cruz, “in hoc signo vinces”) y
recibiría posteriormente el Bautismo. Esto, por supuesto, no cayó en absoluto
bien a los judíos, que bregaban por la persecución y exterminio de los
cristianos. Según el cardenal Lustiger, de origen y mentalidad judía, nada
menos que Arzobispo de París, los cristianos desposeyeron a los judíos de su
papel de pueblo elegido y pueblo sacerdotal: “Cuando Constantino garantizó a los cristianos una tolerancia que
equivalía a un reconocimiento del cristianismo en la vida del Estado y lo
estableció como religión del Imperio, los judíos fueron violentamente
marginados. Éste era un modo simplista y grosero de rechazar los tiempos de la
redención y su trabajo de parto. El mito de la sustitución del pueblo cristiano
por el pueblo judío se alimentaba, pues, de un secreto e inconfesable ataque de
celos, y legitimaba la apropiación de la herencia de Israel, cuyos ejemplos
podrían multiplicarse” (Discurso con motivo de la entrega del premio Nostra Aetate el 20 de octubre de 1998
en la sinagoga Sutton Place de New York).
Podría
decirse que ese 13 de junio fue la gran victoria de la Iglesia contra el
imperio de Satanás y el comienzo de lo que sería la Cristiandad. Fue un golpe
mortal al espíritu revolucionario judío, que sólo volvería a resurgir con
fuerza a partir de la Revolución protestante.
Pasemos
al 13 de junio de 1917. Casi un mes
antes, habían llegado a Rusia cuatro revolucionarios para organizar la toma del
poder: Lenin, Zinoviev, Radek y Sokolnikov. Mientras tanto en Fátima, Portugal
se producía la segunda aparición de la Santísima Virgen, donde la Madre de Dios
afirmaba que Dios quería establecer en el mundo la devoción a su Inmaculado
Corazón. Aparentemente los dos hechos, en uno y otro extremo de Europa, no
tendrían nada que ver. Pero se vería que sí, y más claramente lo haría entender
el Cielo poco después.
En
efecto, el 13 de junio de 1929, ya
habiendo triunfado la Revolución bolchevique en Rusia, y amenazando expandirse
a todo el mundo, la Virgen apareció a la hermana Lucía en Tuy, en una teofanía
trinitaria donde solemnemente pidió que el papa y los obispos del mundo entero consagrasen
a Rusia a su Inmaculado Corazón. Todos los males traídos por la revolución:
comunismo, naturalismo, ateísmo, crímenes en masa y persecución a los
religiosos, y el desarrollo posterior de todos esos errores que perduran hasta
hoy, sólo podían ser contrarrestados y vencidos mediante el triunfo del Corazón
Inmaculado, al cual debía serle consagrada Rusia. Pero los papas no obedecieron
al llamado de Ntra. Sra del Rosario de Fátima, no exactamente como lo había
pedido. La diplomacia, los enemigos internos, diversas circunstancias y
debilidades hicieron que no se cumpliese con la consagración. Vino entonces,
tras la terrible Segunda guerra mundial y la expansión del comunismo, la Revolución
dentro de la Iglesia: el concilio Vaticano II (sobre el cual parece
advirtió la Virgen en la tercera parte del Secreto que Roma jamás ha revelado).
Llegamos entonces al año clave: 1960, ya con el Concilio en preparación.
Nuevamente en la misma fecha tiene lugar un hecho de capital importancia. El
activista judío Jules Isaac consigue, luego de haber manejado los hilos
convenientemente a través del Cardenal Bea, una audiencia con el papa Juan
XXIII. Recordemos: Jules Isaac había fundado en 1948 la “Amistad
Judeo-Cristiana” destinada a “la rectificación de la enseñanza cristiana”. Y
había llegado a exponer al papa Pío XII los “Diez puntos de Seelisberg”,
conferencia que se había organizado en Suiza para estudiar el problema del “antisemitismo”
en la Iglesia. Pero Isaac no obtuvo entonces buenos resultados.
Con Juan
XXIII los judíos cosecharían excelentes frutos. Isaac le entregó el memorándum
titulado: “Necesidad de una reforma de la
enseñanza cristiana respecto a Israel” exactamente el día 13 de junio de 1960. Ese día fue el
comienzo oficial del cambio de actitud de la Iglesia hacia los judíos, que
sería coronado por el documento Nostra
Aetate en el Concilio, refrendado en sus acciones por todos los papas
posteriores. Desde entonces se ha trabajado intensamente a favor del
“Noaquismo”, una religión de sustitución del Catolicismo, del cual empezaron a
vaciarse los dogmas para que restase una culpabilizada organización parecida al
protestantismo, capaz de unirse con las “religiones monoteístas”. La Iglesia llamada
despectivamente “triunfalista”, que con Constantino excluyó a los judíos y los
llamó deicidas, ahora, en una misma fecha, empezaba a golpearse el pecho por
aquel gran pecado de origen.
Pero el
13 de junio está vinculado tanto a la Revolución como a la Contrarrevolución.
Es interesante comprobar que esa fecha guarda relación notoria con dos hechos
de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, la congregación fundada por Monseñor
Marcel Lefebvre, el campeón de la contrarrevolución en la Iglesia del siglo XX.
Fue el 13 de junio de 1988 cuando el
Arzobispo dio a conocer en público en Écône a los cuatro sacerdotes que serían
consagrados obispos el 30 de junio de ese año, comenzando así el “Operativo
Supervivencia” de la Tradición.
Y de
signo contrario, fue el 13 de junio de
2012 en que estuvo a punto de caer la FSSPX. ¿Qué pasó o iba a pasar ese
día en Roma? Vayamos a los antecedentes. Tras el Vaticano II, la Tradición
católica estaba amenazada de muerte por los liberales y modernistas
conciliares. Un solo Arzobispo –a quien luego se le unió Monseñor Antonio de
Castro Mayer- se había levantado para sostener la bandera de la Tradición y muy
especialmente del Santo sacrificio de la Misa: Monseñor Lefebvre. Se lo había
intentado reducir al silencio, se había procurado corromperlo, comprarlo y
hasta atentar contra su vida. Pero el Obispo no retrocedió. Finalmente se lo “excomulgó”,
pero su obra continuó: la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Particularmente
molesta resultaba, para los judíos que habían infiltrado el Vaticano, esa
resistencia. Luego, cuando muerto ya Lefebvre, y tras muchos años de ablande –y
quizás también de infiltración- lograron que esa irreductibilidad se cambiara
en una actitud amistosa y conciliadora, a través del “levantamiento de las
excomuniones” que en verdad eran inexistentes. Los mandantes de Roma decidieron
ordenar una depuración de los elementos “antisemitas” dentro de la FSSPX. Así
es como realizaron una campaña mediática internacional contra uno de sus
obispos, Monseñor Williamson, por supuestamente haber negado uno de los dogmas
fundamentales sino el principal de la nueva religión: la “Shoa”, el
“Holocausto”. La cúpula de la Fraternidad se plegó genuflexa a la condena y el
maltratado obispo fue enviado al ostracismo. Desde entonces la vuelta de la
FSSPX dentro de las murallas vaticanas, donde estaría mejor controlada, iba en
lento pero franco progreso. Entonces llegó el 13 de junio de 2012: ese día
estaba estipulado para la concreción del acuerdo entre Roma modernista y la
FSSPX, a la cual se le había propuesto una prelatura personal, a la manera del Opus
Dei. Con ese fin había viajado su Superior general Mons. Fellay hasta el
Vaticano. Sin embargo, a último momento, debido sobre todo a las filtraciones
que hubo de los términos del acuerdo, y una creciente resistencia al interior
de la FSSPX, se decidió suspenderlo hasta tiempos mejores. Luego de lo cual la
FSSPX comenzó a deshacerse de los más recalcitrantes antiliberales, expulsó a Mons.
Williamson y cambió –suavizó- más aún su lenguaje público en relación a las
autoridades romanas. Tanto que Mons. Fellay llegó a ser vapuleado por un
entrevistador judío sin dificultad y sin escándalo. El 13 de junio podría haber
sido una gran victoria de los enemigos de la Iglesia que querían someter de una
vez y para siempre la obra de Mons. Lefebvre. Era la fecha elegida para el
“Operativo Suicidio”.
Un año
más tarde, el 13 de junio de 2013,
sucedió otro hecho llamativo que, al igual que todos los que venimos
destacando, tienen como protagonistas a los talmúdicos enemigos del Mesías, N.
S. Jesucristo. Helo aquí: Vladimir Putin, presidente de Rusia, afirmó
públicamente –y no precisamente como un elogio, y ante un auditorio judío- que
el 80% del gobierno revolucionario comunista de Rusia estaba compuesto por
judíos. Se trataba del primer jefe de estado que hacía público ese hecho. De
tal modo quedaba claramente establecido algo que los historiadores calificados
de “antisemitas” siempre habían enseñado. También para todo aquel que quiere ir
más allá de las motivaciones políticas o económicas de la Revolución, se podía
entender así el componente “místico” de la misma. Y si a eso le sumamos que
para contrarrestarlo, la Virgen pidió se difundiese la devoción a su Inmaculado
Corazón y la consagración de Rusia, entendemos mejor que se trata de una
guerra ante todo religiosa, y que el comunismo –y toda su serie de errores
que se esparcieron desde 1917 con fuerza por todo el mundo- tienen que ver con
otra “cosmovisión” religiosa, protagonizada e impulsada por los mismos que se
sintieron “excluidos” cuando Constantino y el Imperio Romano abrazaron la fe
cristiana.
Pero la
extraña serie de coincidencias no se termina allí, puesto que el 13 de junio de 2019, la ONU y el Foro
Económico Mundial (o Foro de Davos) firmaron un Memorando de Entendimiento
sobre una asociación estratégica de ambos organismos internacionales, para acelerar
conjuntamente la satánica “Agenda 2030”. Pocos meses después estalló la
“pandemia” del llamado Covid-19, y luego la guerra de la OTAN contra Rusia. El
Occidente apóstata y anticristiano que obedece los mandatos de la Sinagoga de
Satanás, junto con el Vaticano, se han apostado, cada uno a su modo, contra
Rusia, pues terminó volviéndose un obstáculo para el proceso de reunificación
tan avanzado en pro de un gobierno mundial. Incluso en materia religiosa, los cismáticos
rusos se niegan a bregar por un entendimiento amistoso con los ecumenistas romanos,
lo cual significa otro obstáculo más para la realización de loa ansiada “Agenda
2030”.
Estas
concordancias y otras que hemos señalado en otros artículos, nos sirven como un
llamado de atención para comprender mejor lo que la Providencia nos quiere
decir y así poder elaborar una síntesis más comprensiva del combate total que
desde el inicio de los tiempos sostenemos los cristianos contra las fuerzas del
infierno. En esta fecha señalada aparecen marcados la victoria de la Iglesia
que pasó a regir sobre el poder secular, la devoción que el Cielo nos trajo en
Fátima para que esos poderes de las naciones volviesen a someterse al poder
espiritual de la Iglesia, particularmente a partir de la consagración de Rusia,
y también la triunfante resistencia al interior de la Iglesia contra las
fuerzas de la Revolución. Y esa misma fecha ha venido a señalar acontecimientos
que van en el sentido contrario: la toma del poder de la Iglesia por parte de
la Contra-Iglesia, el intento de destruir la Reacción de la Tradición, y el
impulso final hacia el gobierno mundial anticristiano.
Por todo esto una vez más nos animamos a
afirmar que lo único que puede oponérsele y vencer a la “Agenda 2030” o “Gran Reinicio”
anticristiano es la “Agenda Fátima”, que traerá –el momento sólo Dios lo sabe- el
triunfo del Corazón Inmaculado de María.
Recordemos,
finalmente, que el 13 de junio de 2029
se cumplirán los cien años del pedido de consagración de Rusia al Corazón
Inmaculado, solicitud del Cielo que jamás ha sido atendida de acuerdo a los
términos e intenciones manifestadas por la Virgen. Y N. S. Jesucristo trazó un
paralelo entre este incumplimiento –que se hará pero tarde- con la
desobediencia del rey de Francia al pedido de consagración de su reino a su
Sagrado Corazón. Cien años después, día por día, estalló la Revolución francesa
de 1789. ¿Llegará el 13 de junio de 2029 el gran castigo y de qué modo? ¿Será
el Anticristo? ¿Vendrán los tres días de oscuridad y a continuación el triunfo
del Corazón Inmaculado de María? Podríamos pensar en esto último, si
consideramos la fecha en que Dios quiso hacer el pedido de consagración de
Rusia, en una solemne teofanía trinitaria, coincidente con el edicto de Milán
que fue el triunfo público y resonante del Cristianismo frente al gran imperio
romano. El futuro tiene la respuesta.
¡Viva el
Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María!