Por THIERRY MEYSSAN
La teoría según la
cual el calentamiento climático ya sería visible en todo el planeta y
tendría la actividad humana como causa fue popularizada por el Grupo Intergubernamental
de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC), una comisión de las Naciones
Unidas.
No tengo ningún
conocimiento sobre el estudio del clima y no me atrevo a opinar
en cuanto a si esa teoría es cierta o falsa. Pero como experto en política
internacional, sí puedo evaluar el trabajo de esa comisión de la ONU.
Hace ya una decena
de años escribí que, como indica su nombre, el GIEC no es una academia de
sabios sino un grupo intergubernamental [1]. Por consiguiente,
las conclusiones del GIEC no son resultado de un trabajo científico
sino de un debate político.
El GIEC fue creado
en 1988 por iniciativa de la entonces jefa del gobierno británico Margaret
Thatcher, para respaldar su lucha contra los sindicatos de mineros.
Así que no es sorprendente que el GIEC llegara a la conclusión de que
el carbón era malo para el medioambiente mientras que la energía nuclear era un
desarrollo positivo. No se trata de una conclusión científica sino de
una posición política.
Además, en aquel
momento señalé que la creación de “derechos” de emisión de gases de efecto
invernadero no fue una iniciativa intergubernamental sino una idea de la
Joyce Foundation puesta en práctica por la Climate Exchange Ldt. [2]. Cada
Estado redacta su propia legislación al respecto, se le otorga cierta
cantidad de derechos de emisión, que el Estado reparte entre las empresas
como mejor le parece. Las empresas que no utilizan todos sus
“derechos de emisión” pueden revender la parte no utilizada en una
bolsa especializada, cuya sede está en Chicago.
Los estatutos de esa bolsa fueron redactados por un jurista de la Joyce Foundation –un tal Barack Obama–, un desconocido que acabaría convirtiéndose en presidente de Estados Unidos. El llamado a los inversionistas para el lanzamiento de esa bolsa fue organizado por Al Gore –el futuro vicepresidente de Estados Unidos– y por David Blood, ex director de Goldman Sachs. ¿Debemos considerar a esos personajes como militantes ecologistas llenos de buena fe o como estafadores de cuello blanco? Eso es una cuestión de punto de vista.
Con el tiempo, el
dispositivo político comenzó a cubrirse con un maquillaje de ciencia mezclada
con buenas intenciones, lo cual hizo que fuese cada vez más difícil
cuestionarlo.
Pero hay una
teoría científica alternativa que explica el calentamiento climático.
Esa teoría está lejos de ser nueva ya que fue enunciada por el
geofísico croata Milutin Milankovic durante el breve intermedio de paz entre la
Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Milankovic
explicaba que la órbita de la Tierra varía en función de 3 ciclos
naturales: su excentricidad, su inclinación axial (oblicuidad) y la precesión
de los equinoccios. Cada una de esas variaciones sigue un ciclo,
entre 20 000 y 100 000 años, perfectamente calculable. Esas tres
variaciones combinadas influyen sobre la exposición de la Tierra a los rayos
solares y, naturalmente, influyen sobre el clima. La teoría de
Milutin Milankovic se vio confirmada, en 1976, por el estudio de
muestras de hielo, los llamados “testigos de hielo”, obtenidas en la Antártida
mediante perforaciones del sustrato a diferentes profundidades.
Sin embargo, la teoría de Milancovic no explica todo.
La Academia de
Ciencias de Rusia acaba de enunciar una tercera teoría, igualmente basada en la
observación de la naturaleza. Según esta tercera teoría, «la principal causa
de las catástrofes climáticas locales es la emisión creciente de hidrógeno
natural ocasionada por las fuerzas gravitacionales alternas de la Luna y
del Sol, que provocan huecos en la capa de ozono. La elevación de las
temperaturas resultante y la mezcla de ozono y de hidrógeno son las principales
causas de los incendios en bosques y estepas» [3].
La Academia de
Ciencias de Rusia no se limita a cuestionar el dogma del GIEC.
También pone en tela de juicio el dispositivo que supuestamente debería
reducir el hueco de la capa de ozono, o sea la Convención de Viena y el
Protocolo de Montreal «cuya aplicación ha arrasado subindustrias enteras de
la industria química sin reducir el hueco de la capa de ozono, que
no ha cesado de aumentar».
La teoría de la
Academia de Ciencias de Rusia se basa en la idea de que el calentamiento
climático no se manifiesta de la misma manera en las diferentes regiones
del mundo. De hecho, en contradicción con el famoso cliché del
calentamiento climático, se acaba de comprobar que el Pacífico está
enfriándose [4].
Los trabajos de la
Academia de Ciencias de Rusia serán presentados en la 28ª Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de Dubai (COP28), que comenzará a
finales de noviembre. Pero ya ha comenzado una batalla política cuyo verdadero
objetivo es silenciar a los científicos.
Esa batalla es la
designación de la persona encargada de presidir la conferencia, quien tendrá la
posibilidad de permitir que los “inoportunos” digan lo que quieren decir o
de evitar que hablen. Por supuesto, la designación del presidente de la
COP28 está en manos de Mohamed ben Zayed, el presidente de
Emiratos Árabes Unidos y emir de Abu Dabi, quien escogió a
su ministro de Industria, Sultan al-Jaber. Inmediatamente, congresistas
estadounidenses y parlamentarios de la Unión Europea escribieron al secretario
general de la ONU, Antonio Guterres, para exigirle que se oponga a la
designación del ministro emiratí. Como siempre, el argumento que esgrimen
no tiene nada que ver con su objetivo: señalan que Sultan al-Jaber es
también el presidente de la Abu Dhabi National Oil Company (Adnoc),
afirman que al-Jaber sería por ende “juez y parte” y que habría que
designar en su lugar a un defensor de las energías no provenientes de
combustibles fósiles… quien sería igualmente “juez y parte” pero a favor
del bando contrario.
Si finalmente los
científicos rusos logran hacerse escuchar en la COP28 es muy probable que los
participantes se dividan en dos bandos, pero no en función de
criterios científicos sino por razones políticas. Así que es posible
que la COP28 se convierta en un enfrentamiento entre los aliados de los
anglosajones y los defensores de Rusia, que representan a la enorme mayoría de
la población mundial.
A fin de cuentas,
lo más probable es que el dogma del GIEC no tarde en convertirse en la
obsesión de las potencias occidentales y en el hazmerreír de la mayor parte del
mundo.
[1] «1982-1996: La ecología de mercado», por Thierry Meyssan, Оdnako (Rusia), Red Voltaire,
25 de abril de 2010.
[2] «1997-2010: La ecología financiera», por Thierry Meyssan, Оdnako (Rusia), Red Voltaire,
28 de abril de 2010.
[3] Fuente: Comunicado del
presidente de la Academia de Ciencias de Rusia.
[4] Systematic
Climate Model Biases in the Large-Scale Patterns of Recent Sea-Surface
Temperature and Sea-Level Pressure Change, Robert C. J. Wills, Yue Dong,
Cristian Proistosecu, Kyle C. Armour y David S. Battisti, Geophysical
Research Letters, DOI: 10.1029/2022GL100011.
FUENTE: