Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 15 de febrero de 2025

DEL "MITO DE LA SUSTITUCIÓN" A LA RELIGIÓN NOÁQUIDA

 


Por Michel Laurigan

 

La crisis que actualmente sacude la Iglesia de Dios, vista desde los cielos, se inscribe necesariamente en el combate multisecular entre la Iglesia y la Sinagoga de Satanás (Ap 2, 9).

A este respecto, el siglo XIX fue testigo de la elaboración de un nuevo plan de asalto contra la ciudadela católica, estrategia revelada en 1884 por Elías Benamozegh.
Este rabino cabalista de Livorno, maestro del pensamiento judío contemporáneo, propuso entonces no borrar de la superficie de la tierra el catolicismo sino "transformarlo" según los criterios de la ley noáquida 
(2).

¿Fue el Vaticano II un intento de aplicar este plan? Esa es la cuestión que Michel Laurigan aborda en el presente artículo.

El lector percibirá toda su actualidad consultando en los documentos del presente número de La Sal de la Tierra el mensaje dirigido a la B' nai B' rith por Mons José Doré, arzobispo de Estrasburgo.

Le Sel de la Terre, nº 40. Otoño, 2003

 

"Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia" (Gn 3, 15).

 

Con motivo de la entrega del premio Nostra Aetate (3) el 20 de octubre de 1998 en la sinagoga Sutton Place (Nueva York) que conceden conjuntamente Samuel Pisar y el Centro para el Entendimiento entre judíos y cristianos de la universidad del Sagrado Corazón de Fairfield (EE.UU), el cardenal Jean M. Lustiger, arzobispo de París, hizo una declaración (4) de título prometedor: El mañana de judíos y cristianos. Esta declaración, cuya importancia a nadie escapó en su momento, aún hoy merece nuestra atención. Frente a los adalides del mundo judaico, el cardenal presentó un panorama histórico de las relaciones judeocristianas e hizo un profundo análisis de la obra de salvación de la humanidad. Se podía esperar que recordase algunos datos de la teología católica sobre la historia de la salvación. Lejos de ello, fue más bien el debut de una nueva teología de la historia. Unas pocas citas del cardenal permitirán entender la gravedad de sus observaciones e introducirán este estudio.

En el momento de entrar en el tercer milenio de la era cristiana, ha comenzado una nueva época en la historia de la humanidad. Se está dando una vuelta de página en la historia de la humanidad. En las relaciones judeocristianas, los cristianos por fin abrieron sus ojos y sus oídos al dolor y a la herida de los judíos. Quieren llevar el peso sin transferirlo a otros y no pretenden aparecer como inocentes (5).

¿Cuál es el pecado en virtud del cual cristianos deben llevar una carga? El cardenal se encarga de responderlo en el capítulo titulado "La elección y los celos", que debería citarse por entero al describir tan erradamente la historia de la salvación. 

 "Con Nostra Aetate los obispos de la Iglesia Católica presentaban por primera vez una imagen positiva y atrevida de los judíos infieles".

La elección recae sobre el pueblo judío infiel; jamás ha sido revocada en razón del "escogimiento del pueblo elegido". Los celos, es cosa de los cristianos:

Los celos frente a Israel son tales, que rápidamente asumió la forma de una reivindicación de herencia. ¡Eliminar al prójimo, esto es, a alguien diferente de uno mismo! Los paganos convertidos tuvieron acceso a la Escritura y a las fiestas judías. Pero un movimiento de celo humano, muy humano, los condujo a poner al margen, o bien fuera, a los judíos (es decir, a su judaísmo (6), sus prácticas, sus ritos, sus creencias).

En efecto, dice el cardenal, "la cantidad y la fuerza de los paganos convertidos vino a trastornar, invertir la economía de la salvación." Este movimiento tendió a vaciar la existencia judía de su contenido concreto, carnal e histórico, concibiendo la vida de la Iglesia bajo la figura de una realización definitiva de la esperanza y de la vida judaica (7). Así se desarrolló la “teoría de la sustitución” (8)

El cardenal Lustiger avanza, intentando probar que los cristianos desposeyeron a los judíos de su papel de pueblo elegido y de pueblo sacerdotal, portador de la salvación a los hombres:

Cuando Constantino garantizó a los cristianos una tolerancia que equivalía a un reconocimiento del cristianismo en la vida del Estado y lo estableció como religión del Imperio, los judíos fueron violentamente marginados. Éste era un modo simplista y grosero de rechazar los tiempos de la redención (9) y su trabajo de parto.

El mito (10) de la sustitución del pueblo cristiano por el pueblo judío se alimentaba, pues, de un secreto e inconfesable ataque de celos, y legitimaba la apropiación de la herencia de Israel, cuyos ejemplos podrían multiplicarse. Para citar sólo uno: la pretensión de los reyes de Francia de ser descendientes de David, que determinó a sus consejeros a hacer celebrar sus consagraciones según el ceremonial de los reyes de Israel, tal como nos lo narra la Biblia  y se había hecho en Bizancio (11).

Hacia el fin de su panorama histórico y de su singular teología de la historia, el cardenal tranquiliza a los auditores. Las épocas han cambiado: el tiempo del menosprecio se extingue para dar lugar al del aprecio (12). Pronto la herencia será devuelta a su legítimo propietario, el pueblo judío, verdadero Israel, que vuelve a convertirse en pueblo sacerdotal (13), que traerá la auténtica salvación a las naciones, la paz a los gentiles y… aquella unidad de que el mundo tiene necesidad. Su conclusión remata en esta esperanza:

La Iglesia Católica condensó esta toma de conciencia en la declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, que desde hace treinta años viene dando lugar a numerosas tomas de posiciones, especialmente bajo el impulso del papa Juan Pablo II. Pero a esta nueva comprensión aún le cabe transformar profundamente los prejuicios e ideas de tantos pueblos pertenecientes al espacio cristiano, cuyo corazón no está todavía purificado por el espíritu del Mesías. La experiencia histórica nos lo muestra: se precisa una larga "paciencia" y un gran esfuerzo de educación "para poseer el alma" (Lc 21, 8). Con todo, el rumbo emprendido es irreversible.

En pocas palabras, se trata de que los cristianos celosos se apropiaron de la herencia de los judíos, suplantándolos en el papel de pueblo de Dios e instrumento de salvación del mundo; de la admisión y confesión de esta falta en el siglo XX, después de la toma de conciencia que tuvo lugar en el Concilio Vaticano II en cuanto a que esa herencia debe ser devuelta a los judíos desposeídos; y de la necesidad de reparar la falta cometida, dando tiempo al tiempo a fin de cambiar el espíritu de los cristianos. El movimiento de la historia es irreversible.

Más recientemente, en el año 2002, el cardenal Lustiger intervino en un congreso judío europeo (14), en un congreso judío mundial (15) y ante el Comité Judío Norteamericano (16) exponiendo una "reflexión sobre la elección y la vocación de Israel y sus relaciones con las naciones".




Su judeocristianismo sincretista (16) parece agradar a las élites del judaísmo, sin que nadie en el mundo católico se conmueva realmente por la heterodoxia de su pensamiento.

¿Cómo puede ser que un cardenal se permita reescribir la historia de la salvación hacia fines del siglo XX, al punto de negar toda la obra redentora de Jesucristo continuada por su Iglesia? ¿Cómo se operó la subversión espiritual del siglo XX? ¿Fue en el Concilio Vaticano II, como sugiere el cardenal Lustiger? Si la Iglesia ya no es el verdadero Israel, ¿qué ocurre con en esta nueva teología de la historia? Este estudio intenta responde a estas importantes preguntas.

 

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