Por LUIS ÁLVAREZ PRIMO
Desde nuestra última nota del 15 de diciembre del 2024 nada demasiado
significativo ha ocurrido en la escena geopolítica mundial excepto la
incorporación de un nuevo protagonista, Donald
J. Trump, como presidente de los
Estados Unidos, luego del desastroso
gobierno del corrupto Joe Biden,
quien a último momento realizó su último acto inmoral de gobierno ejerciendo la
potestad del indulto preventivo para
librar de cárcel segura a varios de los
delincuentes e inmorales que lo acompañaron, empezando por su propio hijo Hunter y otros
miembros de su propia familia hasta el cínico logiado responsable de la
seudo pandemia COVID 19, Anthony Fauci.
Vergonzoso. Los reinos sin
justicia son grandes latrocinios, diría San Agustín.
Desde su asunción, Trump ha integrado su administración con funcionarios
políticos cuyo denominador común es su declarada militancia sionista al
servicio de Israel, y se ha dedicado a firmar decretos para deconstruir el
legado de Biden de una cultura política basada en las aberraciones de la
ideología de género y el empoderamiento de minorías, por encima y con desprecio de toda idoneidad o mérito para los cargos llamada DEI ( diversidad, igualdad e inclusión), la cual
ha llevado al caos administrativo nacional estadounidense. Así mismo, Trump
también procura revertir la caótica política de inmigración promovida por Biden
con el fin de favorecer la promoción electoral del partido Demócrata en
diversos estados. En ese contexto, el histriónico agente inmobiliario
neoyorquino devenido presidente de los EE.UU. por segunda vez en el marco de
una compleja situación judicial, no ha podido o mejor, no ha sabido aún abordar
su principal desafío internacional: la relación con Rusia y la paz en Ucrania.
Trump no se sabe si por error o por método, hace declaraciones contradictorias,
o bien da información equivocada o amenaza con nuevas sanciones, completamente
improcedentes frente a un gigante de la cultura y el arte de la gran política
como es Rusia bajo el gobierno de Vladimir Putin. El nuevo presidente
estadounidense y su entorno parecen desconocer el ABC de la diplomacia: por
ejemplo, mal puede querer negociar con Putin si no da el “placet” al Embajador
ruso en Washington D.C. Putin le va
marcando suavemente la cancha, como si guiara a un niño para que no se
equivoque: así, por ejemplo, le recuerda que Volodymyr Zelenski carece de toda
legitimidad, lo cual lo inhabilita para firmar cualquier acuerdo. Al parecer,
EE.UU. y la OTAN ya están comprendiendo que han perdido la guerra en Ucrania y
que deberán aceptar todas y cada una de las condiciones de Rusia. Trump sabe
que la inicua guerra promovida por los fanáticos neoconservadores judíos del
corrupto gobierno de Biden en combinación con la cleptocracia de la Unión
Europea no es su guerra. Lo único que le interesa, en la medida de lo posible,
es evitar la humillación de la derrota y una pérdida aún mayor del alicaído
prestigio de los EE.UU. Su secretario de Estado, Marco Rubio, está dando alguna
señal de realismo al reconocer que ya no se debe hablar de un orden mundial
unipolar sino multipolar. Mientras
tanto, Putin observa con toda calma y seriedad, como diciendo: Donald nosotros
te vamos a guiar para salir de este marasmo para que no caigas ni lleves al
mundo al abismo. Pero cuidado: tenemos los mejores misiles hipersónicos del
mundo, imposibles de detener para los EE.UU. y el mejor ejército del mundo.
Rusia obra conforme a derecho y no acepta políticas imperialistas ni ninguna
que comporte una amenaza existencial para el pueblo ruso.
Todas las sanciones de EE.UU. y
la UE impuestas a Rusia además de fracasar, la han fortalecido. Rusia no está
sola. Tiene una muy sólida relación con la China de Xi Jinping y lidera los
BRICS, la avanzada comercial y demográfica del mundo. La derrota de EE. UU. y la OTAN en Ucrania no
tiene parangón en la historia de los desaciertos geopolíticos mundiales de este
siglo. Cuanto más tarden los EE.UU. y la cleptocracia europea en reconocer la
debacle de la OTAN en Ucrania, tanto peor será para ellos y, en especial, para
el régimen de Zelenski que sigue perdiendo territorio a medida que sus fuerzas
armadas se desintegran y se desangran (las bajas ucranianas superan el millón
de hombres): miles de soldados desertan a diario (más de 150.000 en los últimos
meses) y los que están en el frente están agotados y no tienen reemplazo. Es
patético ver a los bravucones reclutadores de las fuerzas de seguridad
ucranianas cazando hombres jóvenes en las calles como si fueran gatos o perros. Los criminales de guerra neonazis del régimen
títere del payazo judío Zelenski, dirigidos por agentes mercenarios de Estados
Unidos, Gran Bretaña y Francia, impotentes y desesperados, solo atinan a atacar
objetivos civiles de la población rusa en Kursk y otras regiones del territorio
ruso, generando respuestas demoledoras inmediatas de la fuerzas armadas rusas
como el reciente golpe asestado con un nuevo misil ISKANDER al Hotel Bristol de
Odesa, donde un nutrido grupo de esos asesores de la OTAN quedaron sepultados.
Mientras tanto, la crisis energética europea por falta de gas y petróleo
ruso golpea y divide a la UE que se apresta a sufrir el duró látigo de las
nuevas exigencias de Trump. Es el destino de todos los vasallos que no tienen
la hombría de defender su dignidad. Los europeos creen que su problema es la
inmigración musulmana. No ven las causas profundas del mal. Son sus propias
políticas belicistas y genocidas en el norte de África y en Medio Oriente,
inspiradas por la judeo-masonería globalista, las que la han promovido. Es el odio masónico ilustrado a las raíces
cristianas de Europa el que ha traído esos lodos. Entre los payasos al estilo de Macrón, Boris
Johnson, Pedro Sánchez, Scholz, Ursula von Der Leyen, Kaya Callas, Meloni,
títeres puestos por la plutorcracia judía a su servicio, tal como dijo Putin,
falta cerebro y la altura de políticos europeos de antaño como Chirac o
Shroeder, sin ir más lejos. La maniobra para instalar democráticamente a esos
payasos (también en la Argentina) tiene un nombre: “disidencia controlada”.
Mediante esta técnica de manipulación el sistema maneja la opinión pública
idiotizada por los medios. Así, por
ejemplo, el pueblo alemán, que desde el fin de la segunda guerra mundial ha
sido sometido al más brutal proceso de ingeniería social que se conozca, tiene
hoy como nueva alternativa electoral a un partido (AfD) que está liderado por
una lesbiana, Alice Weidel, quien cría dos niños adoptados con su pareja. ¿Qué
se puede esperar? Volveré a este importante asunto en otra nota.
La
otra gran derrota de los EE.UU. está teniendo lugar en Israel donde el “cese
del fuego” es frágil. Israel no comprendió que, en un enfrentamiento entre un
ejército convencional y una fuerza insurgente, si esta sobrevive el tiempo
suficiente se lleva la victoria. La liberación de rehenes por parte de Hamas ha
asestado al régimen genocida judío un espectacular golpe propagandístico: los
rehenes israelíes liberados por Hamás se
muestran en perfecto estado de salud, sonrientes y con múltiples
manifestaciones públicas de agradecimiento a Hamás, lo cual comporta un
fenomenal contraste con los prisioneros palestinos liberados por el gobierno de Netanyahu luego de meses y
años en las mazmorras del sionismo, brutalmente tratados por sus
carceleros, y con el telón de fondo de
destrucción en Gaza, lo cual ha comportado la muerte de más de 100.000
palestinos, muchos niños, jóvenes y mujeres. Los mismos rehenes israelíes se
preguntan por la racionalidad de la reacción bélica del gobierno de Netanyahu
ante los hechos del 7 de octubre del 2023. ¿Fue necesario? ¿Fue proporcionado?
¿Fue justo? Nadie puede justificar el
genocidio palestino subsiguiente ni el régimen de apartheid que oprime
injustamente a dicho pueblo desde hace décadas: una vez más la injusticia y la
brutalidad judía ha quedado expuesta ante la opinión pública mundial.
Lo cierto es que Israel ha sufrido una
derrota estratégica, quizá la más grande desde su creación en 1948. ¿Cuál es el
destino de este estado sionista judío? Difícil decirlo. Veremos que logra Netanyahu
en su visita a Trump en Washington D.C.
Netanyahu debe presentarse todas las semanas a rendir cuentas ante la
justicia en Israel. Se lo ve debilitado.
Tiene instalado un marcapasos. Ariel
Sharon, otro gran genocida israelí, vivió los últimos 8 años de su vida en
estado vegetativo. ¿Cuál es el futuro de B. Netanhyahu? ¿Vivirá para preparar
la llegada del Anticristo?