por JEAN MADIRAN
Como
reacción a la alocución papal del 24 de mayo de 1976, Jean Madiran escribió el
siguiente artículo que apareció por primera vez en el Supplément-Voltigeur de
Itinéraires del 15 de junio de 1976. La siguiente traducción fue realizada por
el Padre Urban Synder y apareció en The Remnant del 21 de julio de 1976.
«En su
alocución al Consistorio del 24 de mayo de 1976, donde menciona varias veces
por su nombre al arzobispo Lefebvre, Pablo VI parece cortarle el rollo y sin
embargo no lo hace. Acusa al arzobispo de «ponerse fuera de la Iglesia». ¿Pero
qué Iglesia? Hay dos. Y Pablo VI no ha renunciado a ser el Papa de estas dos
Iglesias simultáneamente. En tales condiciones, 'fuera de la Iglesia' es
equívoco y no corta nada.
Que ahora
haya dos Iglesias, con un mismo Pablo VI a la cabeza de ambas, no lo decimos
nosotros, no nos lo inventamos, sino que simplemente constatamos cómo son las
cosas.
Muchos
episcopados, que se declaran en comunión con el Papa, y a los que el Papa no
rechaza de su comunión, están objetivamente fuera de la comunión católica.
El
episcopado de Holanda, en un documento oficial, ha puesto explícitamente en
duda la concepción virginal de Nuestro Señor, pero no han sido emplazados por
el Papa a retractarse o a dimitir. Al contrario, han difundido por todo el
mundo su «catecismo holandés», que no contiene lo que es necesario saber para
la salvación, y que inspira todos los nuevos catecismos.
El
episcopado francés, desde 1969, somete a los fieles, 'como recuerdo de la fe',
a la falsa enseñanza de que en la misa 'se trata simplemente de un memorial'.
Ninguna de nuestras protestas o súplicas ha conseguido hacerles desmentir o
siquiera explicar esto. Es en nombre del Concilio, del Papa y de los obispos en
comunión con él que ahora, desde hace diez años o más, y sin ningún desmentido
eficaz, se nos imponen todos los discursos y, decisiones que instalan la
apostasía inmanente, la autodemolición permanente, la capitulación ante el
mundo, el culto al hombre, la apertura al comunismo. No se trata aquí de un
puñado de disidentes marginales, como insinúa el Papa en su alocución. Se trata
de la mayor parte de los actuales titulares de la sucesión apostólica.
¿Titulares legítimos? Sí, pero prevaricadores, desertores, impostores. Pablo VI
permanece a su frente sin desautorizarlos ni corregirlos. Los mantiene en su
comunión, preside también su Iglesia.
El
arzobispo Lefebvre no se encuentra en su situación actual por culpa suya. No ha
innovado nada, no ha inventado nada, no ha revocado nada; simplemente ha
conservado y transmitido el depósito que recibió. Ha mantenido las promesas de
su bautismo, la doctrina de su catecismo, la misa de su ordenación, los dogmas
definidos por Papas y Concilios, la teología y la eclesiología tradicional de
la Iglesia de Roma. Sólo por su existencia, por su propio ser, y sin haberlo
querido, es así testigo de una crisis que no es obra suya, sino de un Papa
incierto a la cabeza de dos Iglesias al mismo tiempo.
El
cardenal Suenens declaró en 1969: «Podríamos elaborar una lista impresionante
de tesis, enseñadas ayer y anteayer en Roma como verdades únicas (seules valables),
y que fueron eliminadas por los Padres conciliares». ¡Una formidable revolución
doctrinal! El cardenal Suenens se alegra de ello. La mayor parte de los
actuales titulares de la sucesión apostólica piensan y hablan sobre este punto
como el cardenal Suenens. Ni él ni ellos son desautorizados. Pablo VI permanece
a su cabeza y los mantiene en su comunión; una comunión en la que profesan que
la Iglesia, ayer y antes de ayer, se equivocó. Pero en todos estos puntos en
los que enseñan que la Iglesia se equivocó, ¿quién o qué puede garantizarnos
que no son ellos mismos los que, hoy, se equivocan y nos engañan?
No sirve de nada asegurar que el Concilio está mal interpretado y el Papa mal entendido. Si el Concilio ha sido constantemente interpretado como lo ha sido, es con el consentimiento activo o pasivo de los obispos en comunión con el Papa. Así se establece una Iglesia conciliar, distinta de la Iglesia católica. Y ningún obispo, por escandalosos que sean sus excesos postconciliares, ha recibido de Pablo VI las severas reprimendas públicas que ha reservado sólo para el arzobispo Lefebvre, y por la única razón de que el arzobispo permanece inconmoviblemente fiel a la religión católica tal como era hasta 1958.
Si la
religión católica, tal como era en 1958 a la muerte de Pío XII, contenía
algunas cosas facultativas, variables, que (supongamos) se han vuelto
anacrónicas en 1976, permanecer apegado a ellas no constituye, de todos modos,
un delito. El anacronismo no es necesariamente en sí mismo algo que te pone «fuera
de la Iglesia». Si vamos a hablar de anacronismos puros, simples e ilimitados,
están en los nuevos catecismos de los que se han extirpado las cosas necesarias
para la salvación; están en las misas vernáculas, acompañadas de cantos
marxistas y danzas eróticas; están en la falsificación de las Escrituras
impuesta por el episcopado, como cuando una lectura litúrgica (francesa)
proclama que «para vivir santamente es necesario casarse»; están en todas las
demás cosas infames de este tipo de las que, durante los últimos diez años,
ninguna ha sido retractada por los culpables, o condenada por una autoridad
superior. Hay realmente crímenes en la Iglesia, los que acabamos de mencionar,
pero se consideran menos criminales que preservar la religión católica tal como
era en 1958 a la muerte de Pío XII.
Todo esto
presupone una nueva religión, otra comunidad eclesial, que sin embargo está
instalada en los puestos de mando de la administración de la Iglesia, y se
jacta de la comunión con el Papa Pablo, teniendo al mismo tiempo, por decirlo
suavemente, el consentimiento del Papa Pablo.
¿El
arzobispo Lefebvre «fuera de la Iglesia»? Fuera de la que se acaba de
mencionar, ciertamente. Pero sobrepasa la creencia que una persona 'se ponga
fuera' de la Iglesia católica, sin moverse, o simplemente permaneciendo en la
religión católica tal como era a la muerte de Pío XII en 1958.
Hay dos
Iglesias bajo Pablo VI. No ver que hay dos, o no ver que son extrañas la una a
la otra, o no ver que Pablo VI hasta ahora preside ambas, participa de la
ceguera y en algunos casos quizás de una ceguera invencible. Pero cuando se ha
visto una vez, no decirlo sería añadir complicidad por silencio a una enorme
monstruosidad.
Gustave
Corcao en la revista Itineraires del
mes de noviembre de 1975, y luego el padre Bruckberger en L' Aurore del 18 de marzo de 1976, comentaron en prensa:
Cito:
La crisis
religiosa no es como la del siglo XIV, cuando se tenían, para una sola Iglesia,
dos o tres Papas simultáneamente; hoy, más bien, se trata de un solo Papa para
dos Iglesias, la católica y la postconciliar.
Pero
pertenecer simultáneamente a dos Iglesias tan contrarias es imposible. Es
imposible incluso para un Papa, por la propia definición de su cargo. Si Pablo
VI no se desmarca, va a haber como resultado un inevitable estallido (choc en
retour)».