Por MARCELO RAMÍREZ
¿Una época de cambios o un cambio de época? Seguramente esta es la
principal cuestión que Occidente olvida preguntarse y ser sincero en la respuesta.
Ya no son especulaciones: el sostener que Rusia se ha levantado contra el orden
cuasi hegemónico anglosajón de los últimos siglos. Las acciones que ha venido
tomando pueden ser irracionales o no, dependiendo desde dónde hagamos nuestro
análisis. Rusia ha sido un país complejo para el Occidente dominado por los
anglosajones, una nación con riquezas inmensas, poco poblado en función de su
extensión y con gran resiliencia a las invasiones extranjeras.
Seguramente fruto de estas características, así como un clima riguroso en gran parte de su territorio, le han dado características marcadamente propias, una identidad muy fuerte que a veces coincide con la occidental, pero otras difiere y mucho. Sus características euroasiáticas, las invasiones mongolas y su tierra habitada por pueblos de distintas nacionalidades ha dado como resultado unos rasgos particulares que podemos definir como el “ser ruso”, algo que en el Oeste no se comprende demasiado bien.
La propia identidad avasallante de los anglosajones, su modelo social
imperial y la concepción de superioridad que les concede el derecho a decidir
sobre otros pueblos —cómo deben organizarse y hasta pensar—, los lleva a
ignorar y subestimar a otras naciones poderosas. Rusia, desde su concepción, es
un pueblo bárbaro que controla demasiados recursos, por lo que debe ser
subdividida en Estados menores y controlables. Este proyecto varía con el
tiempo, pero mantiene su esencia, y ha generado una resistencia histórica en el
país que ahora se está haciendo indisimuladamente visible.
Occidente insiste en ver a Rusia como una tierra dividida entre
fanáticos y comunistas que no han evolucionado en sus ideas. Claro que es un
comunismo muy diferente al que se presenta en el propio Oeste al servicio de
los poderosos en una falsa dualidad izquierda / derecha. La realidad es que el
poder que encara Putin es fruto de las ideas eurasianistas que rechazan el
capitalismo occidental como así su modelo de vida. En este punto comenzamos a
llegar al eje central de la pregunta inicial. Las diferencias son profundas y
exceden al control de los recursos o el tipo de capitalismo en juego.
El rechazo de este grupo, que controla Rusia con un apoyo del 80 % de la ciudadanía, es lo que ahora se expresa en el conflicto ucraniano
y en Siria. Los rusos han decidido recuperar su propia identidad, buceando en
la historia y rechazando la ideología marxista que no es más que otra visión de
la ideología liberal de Occidente. El modelo ruso simplemente rechaza los
valores que el liberalismo ha impregnado en gran parte del mundo. Para Rusia es
inaceptable cambiar sus tradiciones y ajustarse a los valores que promueve el
liberalismo anglosajón. Por ese motivo es que vemos cómo es cada vez más claro
el rechazo a las ideas LGBT, al materialismo, al individualismo, al hedonismo y
a todo lo que destila este Occidente Colectivo.
Las concepciones rusas se centran en el rescate de sus valores
tradicionales y allí juegan un papel claro el lenguaje y las costumbres. Se
valora entonces la presencia de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Moscú,
que ha mantenido sus principios sin ningún interés en adaptarse a los tiempos
modernos, como ha hecho la Iglesia Católica. Esto le ha valido consolidar su
papel en una Rusia que venía de siete décadas de ateísmo y hoy se reafirma al
observar como Roma se desdibuja en las sociedades nominalmente católicas en
función de sus indecisiones y dudas. Esta política que no le ha posibilitado
reafirmar sus fuerzas y ha envalentonado a sus enemigos que van por el
desmantelamiento de los dogmas más sagrados en virtud de su visión humanista
moderna. La Iglesia rusa sabe que el camino es opuesto al del Vaticano. Su
carácter de Iglesia nacional, como son las ortodoxas, la ha llevado a una
alianza con el eurasianismo, a ser parte de ese mismo modelo que emerge. Por
ello es que vemos que ha conseguido construir algo que el socialismo no pudo y
es la unidad interna detrás de un mismo objetivo.
Seguramente hay diferencias en Rusia sobre los medios necesarios, sobre
los caminos a seguir para llegar al objetivo, pero no en cuál debe ser este
último. La época soviética, influida por las ideas del liberalismo, no
comprendió la importancia de sostener la Fe enraizada en la sociedad y eso
produjo tensiones que variaron según las administraciones, pero que aun en las
épocas más favorables, siempre ocasionó la falta de una consustanciación real.
El discurso, que predominantemente rescata valores religiosos y que los
considera inseparables de la identidad rusa, marca una diferencia
irreconciliable con la propuesta anglosajona. Esto se suma a las diferencias en
otros campos históricos y nos llevan hacia el cuadro actual. Londres ha visto a
Rusia como un enemigo eterno, ambicionando sus riquezas. Y que hayan estado en
un mismo bando en las guerras mundiales del siglo XX, no cambia este hecho, no
debemos confundir lo táctico con lo estratégico. En Rusia sostienen que la
estrategia anglosajona ha sido implosionar a la nación por dentro, y ha sido
bastante exitosa cuando la actual Federación de Rusia tiene apenas dos tercios
del territorio, que alcanzó el Imperio Ruso y la URSS. Y van por más, con las
propuestas de decolonización, término de moda en el wokismo estadounidense y
europeo, quieren dividir a la Federación en 35 Estados distintos, aunque el
número varía.
Las posiciones se han radicalizado en Rusia, la presión de Occidente
avanzando con la OTAN sobre las fronteras rusas desde los 90 ha agotado el
tiempo de espera. A sabiendas de una realidad que impide a los países tomar
decisiones soberanas que les permita un desarrollo propio para ganar poderío y
bienestar para sus poblaciones, Putin ha mantenido un perfil bajo para permitir
el avance de su país sin confrontar. Desarmar la década de los 90 donde el
gobierno pro-Occidental de Yeltsin llevó a desmantelar instituciones pero sobre
todo, la capacidad industrial existente. Rusia se enfocó en lo que el modelo
liberal necesitaba, ser un proveedor de materias primas baratas para Occidente.
Reorganizar el país tenía como prioridad recuperar la voluntad de tener
el control político de su propio destino. Putin avanzó por ese camino, priorizó
las bases culturales de su país para conseguir la unidad detrás de un proyecto
de soberanía. Occidente lo apoyó mientras no mostró sus verdaderas intenciones.
El discurso de Múnich en el 2007 permitió entrever que planeaba algo distinto
para Rusia, sin embargo, la soberbia occidental le permitió a Putin continuar.
Simplemente, nadie tomaba en serio a su país, no inserto más que en forma
marginal en el esquema globalista. Si bien contaba con armas nucleares, la
propaganda lo presentaba como un país corrupto y atrasado que no era rival para
nadie. Esa misma propaganda mostraba que el PIB ruso era menor al de
California, apenas un Estado de Estados Unidos, y no consideraba historia, tecnología
militar ni nada que contradijera el discurso oficial. Todavía resonaban las
palabras de Fukuyama sobre el fin de la historia y la victoria definitiva del
capitalismo liberal.
En el 2014, Putin dio un paso más audaz y se opuso a que la OTAN
destruyera a Siria y deponga su gobierno, como había hecho sostenidamente desde
Yugoslavia en los noventa. Interpuso su flota, reactivó las bases de Tartus y
de Jmeinin en Siria. Interpuso su flota entre el Mediterráneo, donde estaba
preparándose la flota de la OTAN contra Damasco. El resultado es el que vemos,
Siria se sostuvo y soportó luego los ataques del DAESH y otras guerrillas de
Occidente como los kurdos. Paralelamente, recuperó Crimea y permitió que el
Donbass de ucranianos de origen ruso frenara al gobierno golpista surgido del
Euro Maidán. Recién allí Occidente comenzó a prestar atención, en el 2018 Putin
presentó una nueva generación de armas desarrolladas a partir de tecnología soviética.
Este desarrollo fue bastante silencioso, siempre apoyado en el desprecio
de Occidente por lo ruso. Burlas acompañaron el anuncio de Moscú. Las armas
hipersónicas, los drones con cargas nucleares, una nueva generación de tanques
y cazas, desarrollo tecnológico avanzado en guerra electrónica, nada inquietó a
Occidente. No obstante, el desarrollo cambiaba las reglas del juego. Occidente
basa su poder en el recurso militar para forzar situaciones y en el aislamiento
económico y las sanciones como forma de presión. El control del sistema
financiero y comercial se basa en el dólar, con ello se financian desde la
campaña psicológica y de prensa hasta la red de ONG que cumplen un propósito
decisivo.
El mundo anglosajón basa su poder en una propaganda que sobredimensiona
su poder real, tanto económico como financiero y militar. El control de las
mentes resuelve muchos problemas porque mina la voluntad de rebelión y lucha de
sus enemigos, se vencen guerras antes de que se dispare un solo cañonazo. Por
ello Putin hizo lo que hizo, se centró en recuperar esa voluntad política. Una
vez conseguida la misma se puede empezar la reconstrucción de la trama
productiva y tecnológica, pero se necesita una Inteligencia real que advierta
los peligros de desestabilización y unas fuerzas armadas que puedan garantizar
la seguridad.
Occidente comenzó a perder liderazgo, la caída del proyecto en Siria,
que frenó la desestabilización en Medio Oriente, la imposibilidad cada vez más
manifiesta de encuadrar y disciplinar a Rusia, a lo que luego se suman China e
Irán, crea desconfianza. Ahora Occidente debe usar su fuerza real, destruir a
Rusia y a China, económicamente y si no es posible, militarmente. Si no lo
hace, su supremacía se pondrá en duda.
En definitiva, la mayoría de las naciones sigue a quien controla las
reglas, quien puede premiar, pero sobre todo sancionar. Occidente abusó de su
capacidad de castigar y desde la caída soviética consideró que no necesitaba
más premiar, la política del palo y la zanahoria simplemente perdió la
zanahoria. Sin zanahoria, la tentación de inversiones y comercio chino crecen,
pero Occidente suma un segundo problema que es que el garrote se ha revelado
apenas un pequeño bastón incapaz de imponer disciplina. Rusia con su rebeldía
resquebraja este esquema armado durante siglos, Occidente comienza a rebelarse
frágil e incapaz, sus medidas son cada vez más radicales pero ineficientes. Las
sanciones son más nocivas para sus amigos y para sí mismo que para los
enemigos, la presión militar no asusta como antes y las acciones bélicas son
neutralizadas por Rusia con un esfuerzo mucho menor que el de la OTAN.
Eso explica la escalada tanto de sanciones económicas así como acciones
militares, solo mantiene la supremacía en la propaganda, pero eso también tiene
un límite. Se puede engañar; sin embargo, se necesita una base real, o el
tiempo, tarde o temprano, expone la mentira. Rusia sigue disparando municiones
y arrojando misiles, pese a que la propaganda aseguraba que había agotado sus
existencias. Mientras tanto, el ejército ucraniano ha sido destruido y
sobreviven sus restos apoyados en el pulmotor de la OTAN que ve a su vez cómo
sus recursos se desvanecen. La guerra no puede ser ganada por Ucrania aun con
todo el apoyo de la organización atlántica, algo que cada día resulta más
evidente a pesar de la propaganda. Así, se corroe la idea de la superioridad
militar de EE. UU. sin rivales, basadas en los números presupuestarios. Rusia
se muestra más eficiente y eso devela que el complejo militar industrial de
Washington y el resto de Occidente ha degenerado en una red de corrupción
política-empresarial-militar que funcionaba mientras nadie la desafiaba. Cuando
Putin decidió avanzar con la operación militar, esto quedó a la vista de todos.
Si la OTAN no expulsa a Rusia y destruye sus FFAA, la credibilidad se
habrá perdido, pero militarmente se muestra incapaz de hacerlo. Puede apelar al
uso de armas nucleares, pero en ese campo también Rusia es superior y
probablemente sea destruida si da ese paso. La OTAN, el verdadero corazón del
mundo anglosajón, está en una disyuntiva que no parece tener solución y la
incompetencia e inmoralidad de sus élites políticas no encuentran otra idea que
seguir acelerando. No podemos saber si hay en ellos simplemente una
incomprensión de la realidad o es una apuesta excesivamente arriesgada contra
la coalición sino-rusa. Moscú ofreció compartir el control global en un mundo
multipolar, Occidente se ha rehusado. La oferta rusa se va endureciendo a medida
que sus enemigos avanzan en las acciones y la retórica bélica.
Rusia ha debido hacer un gran esfuerzo en vidas y material, por eso ya
no está dispuesta a negociar un acuerdo. Hoy espera una rendición en términos
duros de la OTAN y si no lo hace, está lista para la guerra total. Occidente
nunca ha conseguido comprender las razones rusas. No es un cambio lo que
reclama Putin, es otro sistema, otros valores.
Cómo un hábil jugador de ajedrez, ha previsto varios movimientos por
delante y en cada una de las acciones políticas del mundo anglosajón, simplemente
ya tiene una respuesta adecuada. Ha bloqueado todos los caminos, no hay
movimientos posibles para torcer el rumbo. La partida se ha inclinado
definitivamente contra sus enemigos y solo queda saber si habrá una rendición o
una derrota. Rusia se ha preparado durante años para esta confrontación que
Occidente subestimó. Ahora es tarde para lágrimas.
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