EL TERCER SECRETO Y EL CONCILIO
Por MONS. DOM TOMÁS DE AQUINO, OSB
11 de febrero de 2017
Los
que estudian seriamente Fátima, saben que la llamada “revelación del Tercer
Secreto” es una falacia.
Entre
varios argumentos en apoyo de lo que digo, hay uno al cual me gustaría
referirme y del cual, desgraciadamente, se habla poco: la causa por la que los
Papas desde Juan XXIII hasta Francisco se negaron a revelarlo.
Indaguemos
con toda simplicidad cuál sería el contenido allí existente que los haría
callar tan obstinadamente.
¿Cuál es
la “niña de los ojos” de estos Papas? ¿Acaso no es, evidentemente, el concilio
Vaticano II? Sí, estimado lector, y eso es lo que quiero decir: estoy
personalmente convencido de que en el Tercer Secreto está la “palabra mágica”
“concilio”. Y ciertamente esta palabra figura allí en términos no elogiosos,
sino como siendo la causa de la “desorientación diabólica” (1) en la cual
vivimos; ese concilio, sin embargo, es considerado por los Papas mencionados
como la “primavera de la Iglesia” (y ¡ay de aquel que lo cuestione! ¡¡¡ Aunque
sea la Madre de Dios !!!).
Sepa también el lector que esta
convicción personal mía no es gratuita ni sin fundamento. Aduzco a su favor dos
testimonios de dos personas de gran peso: el cardenal Oddi y Sor Lucía.
El
Cardenal Oddi dijo: “Conforme a lo que conozco, está escrito que
aproximadamente en 1960 el Papa convocaría un concilio del cual, contrariamente
a lo que se esperaba, se derivarían muchas dificultades para la Iglesia” (2). A
las palabras “conforme a lo que conozco”, con toda seguridad podríamos
añadirles: “por lo que escuché de los que leyeron el Secreto”.
La
Hermana Lucía, respondiendo a las preguntas que le hicieron, acerca de si el
Secreto tenía que ver con el concilio y sus consecuencias, ella respondió: “No
puedo decirlo, no puedo hablar”. “Leí algunos documentos del concilio, pero no
todos.” “Leí sobre algunos problemas, pero no leí todo” (3). Respuestas
evasivas de quien no quiere responder a lo preguntado. ¿Por qué no lo haría? Si
la respuesta fuese “no” sería muy simple de hacerlo. Pero si la respuesta fuese
“sí” ella estaría ante dos problemas: 1) Ella no podía desobedecer a quienes
tenían autoridad sobre ella, los cuales con toda certeza eran defensores
acérrimos del Vaticano II y le tenían prohibido decirlo; 2) ella no podía
mentir. De allí sus respuestas típicamente evasivas.
¡Qué
bueno sería si todos los católicos estuviesen convencidos de la realidad de la
tesis que defiendo! Por respeto y obediencia a las palabras de Nuestra Señora
rechazarían el Vaticano II y las reformas posconciliares y volverían a lo que
la Iglesia siempre enseñó antes del concilio y se adherirían a la Tradición
bimilenaria.
Quiera
Dios que así sea con la contribución de este modesto artículo.
U.I.O.G.D.
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1- Palabras de la Hermana Lucía, citadas en “Fátima joie intime événement
mondial”, pág. 409.
2- 30 Giorni, noviembre de 1990.
3- Cf. Controverses,
abril de 1995.
Fuente:http://syllabus-errorum.blogspot.com/2017/02/mons-tomas-de-aquino-osb-la-voz-de.html