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domingo, 27 de octubre de 2024

TENSIONES GEOPOLÍTICAS: ¿ESTAMOS AL BORDE DE UNA GUERRA MUNDIAL?

 




Por MARCELO RAMÍREZ

23 de octubre de 2024

KontraInfo

 

Las recientes declaraciones de Donald Trump, advirtiendo sobre la posibilidad de un conflicto global inminente, reflejan un escenario internacional donde la escalada bélica parece inevitable. La alarma sobre una posible guerra mundial no es simplemente parte de la retórica electoral de Estados Unidos; es el resultado de una serie de tensiones y movimientos estratégicos que podrían desencadenar un conflicto en cualquier momento.

En los próximos meses, los ojos estarán puestos en las elecciones presidenciales de 2024, un punto de inflexión para la política exterior norteamericana. Con Trump señalando que la actual administración podría llevar al mundo a una guerra, el escenario electoral se complica aún más. Estamos hablando de un período donde cualquier cambio en la Casa Blanca puede hacer que la situación global se tense aún más, especialmente si consideramos la influencia de Estados Unidos en los principales conflictos actuales.

Si analizamos la alianza entre Irán y Rusia en este contexto, vemos cómo ambos países están estrechando lazos estratégicos que aumentan la tensión internacional. No se trata solo de la cooperación en el ámbito espacial, donde Rusia se encargará de poner en órbita satélites iraníes con capacidades de teledetección. Es difícil creer que en medio de esta crisis global, esos satélites solo tengan un uso civil, cuando claramente su potencial militar es evidente. La capacidad de monitorear a Israel y sus aliados occidentales convierte a estos satélites en herramientas clave en el tablero de juego geopolítico.

La colaboración entre Moscú y Teherán no solo refuerza sus vínculos, sino que también envía un mensaje directo a Occidente: las potencias emergentes están organizándose en áreas sensibles, como el desarrollo tecnológico y militar, mientras Estados Unidos y sus aliados enfrentan sus propios dilemas internos. Si nos enfocamos en la situación de Israel, podemos ver las consecuencias directas de estos movimientos.

El conflicto en Medio Oriente no solamente ha debilitado a Israel militarmente, sino que también ha afectado gravemente su economía. El puerto de Eilat, esencial para el comercio israelí, lleva paralizado desde 2022, lo que ha sumido a su infraestructura en una crisis de difícil solución. La destrucción reciente de un radar de alerta temprana en Tel Aviv, valuado en 500 millones de dólares, es un claro ejemplo de las vulnerabilidades de Israel ante ataques iraníes. La pérdida de este radar no solo es costosa en términos económicos, sino que también afecta profundamente la capacidad defensiva de Israel, dejando al país en una posición cada vez más precaria.

Este debilitamiento económico y militar de Israel nos lleva a plantear un escenario aún más alarmante: la posibilidad de que Israel recurra al uso de armas nucleares en su próximo enfrentamiento con Irán. Algunos expertos ya advierten que esta opción está sobre la mesa. Si Irán decide responder con fuerza a un nuevo ataque israelí, podríamos estar ante un punto sin retorno, donde la utilización de armas nucleares desencadenaría una crisis de proporciones globales.

Es aquí donde Estados Unidos juega un rol crucial. Las advertencias de Biden a Irán, señalando que cualquier intento de atentado contra Trump sería considerado un acto de guerra, no hacen más que añadir tensión a un contexto ya delicado. Esta dinámica, sin embargo, no se limita al Medio Oriente; si volvemos la mirada hacia Europa del Este, vemos cómo las tensiones también están escalando peligrosamente.

La retórica belicosa proveniente de Polonia y los países bálticos, quienes han llegado a amenazar con un ataque preventivo a San Petersburgo, solo agrava la situación. Estas declaraciones, lejos de disuadir a Rusia, garantizan una respuesta devastadora. Rusia, con su capacidad militar y nuclear, no dudaría en actuar de manera contundente ante un ataque a uno de sus centros estratégicos. Este tipo de amenazas nos muestra cómo, poco a poco, las tensiones en Europa del Este también están al borde de descontrolarse, sumando más incertidumbre al panorama global.

En este punto, la pregunta clave es si el mundo está preparado para lo que parece inevitable. Las tensiones entre potencias, las alianzas estratégicas y la posibilidad de que se utilicen armas nucleares nos colocan en un escenario similar al de la Guerra Fría, aunque más complejo y peligroso. Rusia, por su parte, juega al desgaste, consciente de que un conflicto prolongado beneficia su estrategia, mientras que Occidente, con Estados Unidos y la OTAN a la cabeza, busca una victoria rápida y decisiva, sin medir las consecuencias a largo plazo.

A medida que avanzamos en este escenario global cada vez más volátil, el juego de poder entre estas grandes potencias no parece dar tregua. Los próximos meses serán decisivos, no solo para Estados Unidos y sus aliados, sino para todo el mundo, que observa con preocupación cómo las tensiones se acumulan, llevando a la humanidad al borde de un conflicto de escala mundial.

 

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