Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 17 de mayo de 2025

ESPECIAL CENTENARIO CANONIZACIÓN DE SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS 1925 - 2025

 



Incluimos el siguiente material:

 

®HOMILÍA DE LA CANONIZACIÓN DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS Y LA SANTA FAZ POR S.S PIO XI: 17 DE MAYO DE 1925 (Tomado de la página oficial del Vaticano).

®BULA DE CANONIZACIÓN POR S. S. PÍO XI (Tomado de la página oficial de los Archivos del Carmelo de Lisieux).

®EL GRAN TRIUNFO DE SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS. SERMÓN PREDICADO EN LA CAPILLA DEL CARMELO DE LISIEUX EL DÍA DE LA CANONIZACIÓN DE LA SANTA, 17 DE MAYO DE 1925. POR EL PADRE GABRIEL MARTIN. (Hasta donde conocemos este sermón se publica por primera vez en Internet. Del libro Les gloires de Sainte Thérèse de l’Enfant Jésus. Sermons et Panégyriques prononcés par le R.P. Martin dans la Chapelle du Carmel de Lisieux, Imprimerie S. Pacteau, 1926).

®SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, POR HUGO WAST.

®SANTA TERESITA Y EL PADRE PIO DE PETRELCINA (Del libro de Emanuelle Brunatto Padre Pio. Mon Père spirituelle).

®SANTA TERESITA Y EL PADRE CASTELLANI (Del libro Castellani maldito. 1949-1981, S. Randle).

®SANTA TERESITA, EL PADRE CALMEL Y LA ACTUALIDAD.

®BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA SOBRE SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS.

 

®Material extra sobre este y otros temas en nuestro canal de Telegram (si el lector no es muy tímido lo invitamos a acceder y suscribirse).

 

HOMILÍA DE LA CANONIZACIÓN DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS Y LA SANTA FAZ POR S.S PIO XI: 17 DE MAYO DE 1925

 

Celebración eucarística

en honor de

SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS

 

BENEDICTUS DEUS

HOMILÍA DE SU SANTIDAD PIO XI

 

Domingo, 17 de mayo de 1925

 

 


 

Venerables Hermanos, amados Hijos,

 

 “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación” [1], que, entre las muchas solicitudes del oficio apostólico, nos ha concedido este consuelo, es decir, ser los primeros en inscribir en el padrón de los Santos a aquella Virgen que también nosotros, después del comienzo del Pontificado, elevamos al honor de los Beatos. Se trata de aquella que se hizo niña en espíritu: de aquella infancia que no puede separarse de la grandeza de alma, pero cuya gloria, según las mismas promesas de Jesucristo, es absolutamente digna de ser consagrada en la Jerusalén celestial y con la Iglesia militante.

Igualmente estamos agradecidos a Dios por habernos permitido hoy, como Vicario de su Hijo Unigénito, repetir e inculcar a todos vosotros, desde esta Cátedra de la verdad y durante los ritos solemnes, una advertencia muy saludable del divino Maestro. Habiéndole preguntado los discípulos a quién consideraba el más grande en el reino de los cielos, «llamando a un niño, lo puso en medio de ellos» y pronunció aquellas memorables palabras: “En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”[2].

Teresa, la nueva santa, habiendo absorbido vivamente esta doctrina evangélica, la tradujo a la práctica de la vida diaria; en efecto, con la palabra y el ejemplo enseñó a las novicias de su monasterio este camino de infancia espiritual, y a todos los demás por medio de sus escritos: escritos que, difundidos por todo el mundo, nadie lee sin querer releerlos una y otra vez, con la mayor alegría del alma y con provecho. En efecto, esta cándida muchacha, que floreció en el huerto cerrado del Carmelo, habiendo añadido a su propio nombre el del Niño Jesús, expresó en sí misma la imagen del Niño Jesús; por eso hay que decir que quien venera a Teresa, venera y alaba el ejemplo divino, que ella copió en sí misma.

Hoy, pues, esperamos que en el alma de los fieles haya un cierto deseo de practicar esta infancia espiritual, que consiste en esto: en que todo lo que el niño piensa y hace por naturaleza, lo pensemos y hagamos también nosotros por el ejercicio de la virtud. Porque así como los niños, no manchados por ninguna culpa y prevenidos de todo esfuerzo pasional, descansan seguros en la posesión de su propia inocencia (y privados en absoluto de todo engaño y doblez expresan sinceramente sus pensamientos y obran rectamente mostrándose exteriormente como son de hecho), así Teresa apareció más angélica por naturaleza que humana, y adquirió la simplicidad del niño, según las leyes de la verdad y de la justicia.

Porque en la memoria de la virgen de Lisieux estaban bien impresas las invitaciones y las promesas del Esposo divino: “El que es pequeño, venga a mí” [3]. “Te llevaré en mi pecho y te acariciaré en mis rodillas. Como una madre acaricia a alguien, así te consolaré yo” [4], así Teresa, consciente de su propia fragilidad, se encomendó confiadamente a la divina Providencia para que, apoyándose únicamente en su ayuda, pudiera alcanzar la perfecta santidad de vida, incluso a través de duras dificultades, habiendo decidido luchar por ella con la abdicación total y gozosa de su propia voluntad.

No es de extrañar, pues, que en la santa hermana se cumpliera lo que Cristo dijo: “Quien se haga tan pequeño como este niño será el más grande en el reino de los cielos” [5]. En efecto, complació a la benevolencia divina enriquecerla con el don de una sabiduría casi singular. Habiendo sacado en gran parte la verdadera doctrina de la fe de la instrucción del Catecismo, la ascética del libro de oro de la Imitación de Cristo y la mística de los volúmenes de su Padre Juan de la Cruz, alimentando su mente y su corazón en la lectura asidua de las Sagradas Escrituras, el Espíritu de la verdad le comunicó y le manifestó lo que suele ocultar “a los sabios y prudentes” y revelar “a los pequeños”; de hecho, ella -según el testimonio de Nuestro Predecesor- estaba dotada de tal conocimiento de las cosas celestiales como para mostrar a otros el camino seguro hacia la salvación. Y de esta participación de la luz divina y de la gracia divina, ardía en Teresa un fuego de caridad tan grande que, llevándola continuamente casi fuera de su cuerpo, acabó por consumirla, hasta el punto de que, poco antes de dejar la vida, pudo declarar cándidamente que “no había dado a Dios más que amor”. También parece que, debido a esta fuerza de ardiente caridad, existía en la joven de Lisieux la intención y el compromiso de “trabajar por amor a Jesús, únicamente para agradarle, consolar a su Sacratísimo Corazón y promover la salvación eterna de las almas, que entonces amarían a Cristo para siempre”. Que esto comenzó a hacer y a conseguir tan pronto como llegó a la patria celestial, se comprende fácilmente por aquella mística lluvia de rosas, que por concesión divina, como ingenuamente había prometido en vida, ya esparció en la tierra y sigue esparciendo.

Por eso, Venerables Hermanos y amados Hijos, deseamos encarecidamente que todos los cristianos se hagan dignos de participar de esta amplísima efusión de gracias, auspiciada por la pequeña Teresa; pero mucho más deseamos que la miren con diligencia para imitarla, comportándose como niños pequeños, pues si no son tales, según dice Cristo, quedarán excluidos del reino de los cielos. Si este camino de infancia espiritual es recorrido por todos, todos verán con qué facilidad puede realizarse esa corrección de la sociedad humana que Nos hemos propuesto desde el comienzo de Nuestro Pontificado, y especialmente con la proclamación del Gran Jubileo.

Por eso, hagamos nuestra aquella oración con la que la nueva Santa Teresita del Niño Jesús concluía su preciosa autobiografía: “Te suplicamos, oh buen Jesús, que mires el gran número de almas pequeñas y elijas para Ti en la tierra una legión de víctimas, dignas de Tu caridad”. Así sea. 

 

[1] Ep. II ad Cor., I, 3.

[2] Mateo, XVIII, 2-3.

[3] Prov. IX, 4.

[4] Is., LXVI, 12-13.

[5] Mateo, XVIII, 4.

 

CANONIZACIÓN DE SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS - SERMÓN DEL PADRE MARTIN EN EL CARMELO DE LISIEUX

 

 EL GRAN TRIUNFO DE SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS

 

Su canonización triunfo de la humildad y del amor.

  


Sermón predicado en la capilla del Carmelo de Lisieux

el día de la canonización de la santa, 17 de mayo de 1925.

 

Por el PADRE GABRIEL MARTIN (1873-1949)

Missionaires diocesaines aux oblates de Lisieux.

 

 

“…se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz. Por eso Dios le sobreensalzó y le dio el nombre que es sobre todo nombre”.

(Filip. II, 8)

 

Reverendas Madres, Hermanos,

 

¡Qué bello es el espectáculo que el universo nos regala hoy!

En Roma, las grandiosas celebraciones de la canonización culminan en una apoteosis.

Aquí, nuestras almas saborean en la contemplación y en la paz una alegría que no es de esta tierra.

De un polo a otro, millones y millones de cristianos aplauden el triunfo de su querida santita.

Pero hay algo aún más hermoso que quisiera ver.

Me gustaría ver lo que ocurre en el cielo. Porque también el cielo, todo el cielo, está de fiesta.

Los ángeles están celebrando -¿y cómo no iban a estarlo?- este gran triunfo de su hermanita en la tierra.

La gloriosa procesión de las vírgenes, de las que la Virgen de Lisieux es uno de los más bellos adornos, está de fiesta.

Se celebra también a los mártires, de quienes ella fue émula en tan alto grado.

Celebran los confesores, los apóstoles, los profetas y los patriarcas, a quienes un día pidió tan encarecidamente que le alcanzaran su doble amor, y que hoy ven ese mismo amor honrado y coronado en su persona.

Y, sin duda, el grupo más gozoso no eran los innumerables niñitos y otros «ladrones del paraíso», a los que había tomado como modelos y protectores y que, no sin legítimo orgullo, podían decir a todos los grandes héroes de la santidad: no fue imitándoos a vosotros, gigantes, sino siguiendo las huellas de nosotros, los pequeños, como llegó a ser tan santa y a elevarse tan alto.

Pero fue también siendo una perfecta carmelita. Y la familia carmelita del cielo, entre todas las demás, se regocija al ver a Santa Teresa de Ávila y a San Juan de la Cruz recibir a su lado y coronar con sus manos a la primera santa de su Orden, canonizada desde la Reforma.

¿Qué decir ahora de la alegría inefablemente dulce de todas esas pequeñas víctimas del Amor misericordioso de Dios, cuya legión, alistada a su voz y bajo su estandarte, es ya tan numerosa en el cielo?

Pequeñas almas de las cuales muchas nos son conocidas y cuyos nombres recordamos tan dulcemente en esta hora; que tanto la amaron en la tierra y que tanto deben alegrarse de su triunfo.

Pero, ¿dónde encontrar la parte más conmovedora de este hermoso y gozoso misterio, sino en el corazón del amado padre y de la amada madre, a quienes, después de Dios, debe Teresa gran parte de la gloria que le corresponde en este día, y que ellos mismos triunfan en la coronación de su amada hija?

En cuanto a ella, la pequeña reina y grandísima santa, objeto de tanto amor, mimada por la tierra y por el cielo, amada como creemos que nunca ha sido amada ninguna santa, no piensa reservarse ni su felicidad ni su gloria.

Quiere compartir su felicidad con nosotros. Y con qué amor baja su mirada hermosa y dulce hacia su amado Carmelo de Lisieux, que fue el campo cerrado donde obtuvo su victoria.

¡Con qué ternura os mira a vosotras, sobre todo a vosotras que fuisteis dos veces sus hermanas y que, después de haberla ayudado a santificarse, contribuisteis tanto a hacerla gloriosa!

¿Qué os está diciendo, mis veneradas Madres y Hermanas? Ese es su secreto y el vuestro. Pero ¿me equivoco al pensar que os está recordando deliciosamente una de esas asombrosas profecías que Dios seguramente le inspiró al final de su vida: «¡Ah, lo sé bien -dijo entonces-, todo el mundo me amará! En verdad, ninguna palabra profética se ha cumplido mejor. Y eso, ¿no es verdad?, es lo que os llena de una alegría indecible. Sí, ¡qué alegría para vosotras, pero también para todos nosotros, ver a nuestra querida santita tan querida por el cielo y por la tierra!

Pero ella no quiere guardar para sí su gloria, como tampoco quiere guardar su felicidad. Se apresuró a devolvérsela a Dios, que se la había dado. Y, en esta hora en que la Iglesia de la tierra y el cielo le prodigan sus alabanzas y ternuras, me parece verla, de la mano y el corazón sobre el corazón de la Virgen María, que entona y canta con ella el cántico de gratitud:

“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador”.

“Porque ha mirado la humildad de su esclava, todas las generaciones me proclamarán bienaventurada”.

“El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas y su misericordia se extiende de generación en generación”.

“Ha mostrado el poder de su brazo... Exalta a los humildes y colma de bienes a los hambrientos” (1)

Y ahora, al cantar estas hermosas palabras, la humilde Teresa acaba de darnos el secreto de su triunfo.

Ella es tan grande sólo porque el Todopoderoso hizo grandes cosas en ella, y las hizo sólo porque miró con amor la humildad de esta pequeña criatura.

Repito: hoy asistimos al triunfo de la humildad y al triunfo del amor.

Eso, y sólo eso, es la explicación de tanta gloria. Porque la causa es siempre proporcional al efecto y grande como él. Pero aquí el efecto, y me refiero a la gloria, es inmenso. Y cuando examino la vida de santa Teresa del Niño Jesús, sólo encuentro dos cosas que estén a la altura de esta inmensidad: su humildad y su amor. Porque, por una parte, se rebajó hasta los límites de la humildad y, por otra, sus ardientes deseos parecían sumergirla en un abismo de amor sin límites.

BULA DE CANONIZACIÓN DE SANTA TERESITA POR S. S. PÍO XI

 


17 mayo 1925

PÍO OBISPO

SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS


Para la memoria perpetua

Es con sentimientos de vehemente alegría y de vivaz regocijo que en este día, y durante este año de misericordia, Nosotros, que hemos incluido entre el número de Vírgenes Beatas a la joven Teresa del Niño Jesús, Monja de la Orden de las Carmelitas Descalzas, y la hemos propuesto a los amados Hijos de la Iglesia, como modelo amantísimo, celebramos, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y por Nuestra autoridad, su solemne Canonización.

Esta Virgen verdaderamente sabia y prudente anduvo el camino del Señor en la sencillez e ingeniosidad de su alma, y, consumada en poco tiempo, proveyó una larga carrera. Todavía en la flor de su juventud, voló al Cielo, llamada a recibir la corona que el Esposo celestial le había preparado para la eternidad. Conocida por pocas personas durante su vida, inmediatamente después de su preciosa muerte, asombró al universo cristiano con el ruido de su fama y los innumerables milagros obtenidos de Dios por su intercesión. Como había predicho antes de su muerte, pareció esparcir una lluvia de rosas sobre la tierra. Es por estas maravillas que la Iglesia decidió concederle los honores reservados a los Santos, sin esperar los plazos ordinarios y fijados.

Nació en Alençon, ciudad de la diócesis de Séez, el 2 de enero de 1873, de padres honorables: Louis-Stanislas Martin y Marie-Zélie Guérin, notables por su singular y ferviente piedad. El cuatro del mismo mes recibió el bautismo con los nombres de Marie-Françoise-Thérèse.

A los cuatro años y siete meses, con inmenso dolor, le quitaron a su madre y la alegría se apagó en su corazón. Su educación fue confiada entonces a sus dos hermanas mayores, Marie y Pauline, a las que se esforzó por ser perfectamente sumisa, y vivió bajo el cuidado asiduo y vigilante de su amado padre. En su escuela, Thérèse se apresuró como un gigante en el camino hacia la perfección. Desde sus primeros años se deleitaba en hablar a menudo de Dios, y vivía en el pensamiento constante de no entristecer en modo alguno al Niño Jesús.
Habiendo concebido, por una benevolencia del Espíritu divino, el deseo de llevar una vida enteramente santa, tomó la firme resolución de no negar nunca a Dios nada de lo que parecía pedirle, y permaneció fiel a ello hasta la muerte.
Cuando cumplió los nueve años, fue encomendada para su instrucción a las Religiosas del Monasterio de la Orden de San Benito, en Lisieux. Pasó todo el día allí para asistir a las lecciones y por la noche regresó a casa. Si cedió en edad a sus compañeras de internado, las superó a todas en progreso y piedad. Aprendió los Misterios de la Religión con tanto celo y penetración que el capellán de la Comunidad la llamó “la teóloga” o la “doctorcita”. Desde entonces aprendió de memoria y en su totalidad el libro de la Imitación de Jesucristo, y las Sagradas Escrituras se le hicieron tan familiares que, en sus escritos, las citaba a menudo con autoridad.

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA SOBRE SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS

 


La bibliografía sobre Santa Teresita es abundantísima.

Hasta el año 2012 se contaban sólo en francés más de 450 libros y estudios publicados. En español también abunda la bibliografía, aunque en gran parte son traducciones, y abundan las bazofias.

Además de la obra completa de nuestra santa, corpus de enseñanza permanente de la más alta espiritualidad, podemos recomendar algunos libros selectos. No son biografías sino estudios sobre su vida y espiritualidad. Lamentablemente, casi ninguno está traducido al español.

 

--Retraite avec sainte Thérèse de l’Enfant Jésus – Ab. Liagre (hay ediciones en portugués)

--La “Petite voie” d’enfance spirituelle. D’après la Vie et les écrits de Sainte Thérèse de l’Enfant Jésus – R.P. Martin (hay edición en portugués)

--Pour aimer le bon Dieu comme Sainte Thérèse de l’Enfant Jésus – R.P. Martin.

--Pour aimer la Sainte Vierge comme Sainte Thérèse de l’Enfant Jésus – R.P. Martin.

--Introduction a la spiritualité de Sainte Thérèse de l’Enfant Jésus – Abbé André Combes.

--Sainte Thérèse de l’Enfant Jésus et la souffrance – Ab. André Combes.

--En retraite avec Sainte Thérèse de Lisieux – Ab. Combes.

--Sainte Thérèse de Lisieux et sa mission – Ab. Combes.

-Sainte Thérèse de Lisieux. Une Renaissance spirituelle. – L.H. Petitot, O.P.

-- Sainte Thérèse de Lisieux: "Une voie toute nouvelle" – Philipon, M-M. O.P.

--La espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux, Alberto Barrios Moneo.

--Via da infancia espiritual na escola de Santa Teresinha – P. Ascanio Brandao.

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS – POR HUGO WAST

 


De todas las cosas hoy vivientes sobre el inmortal suelo de Francia, nada más palpitante de vida sobrenatural que la tumba de Teresita, visitada a todas horas por gente de todos los pueblos del mundo y cubierta de flores frescas y al abrigo de la cruz y de las palabras que dijo el Señor cuando sus discípulos rechazaban a los niños: “Nisi efficiamini sicut parvuli, non intrabitis in regnum”: si no os hiciereis como niños, no entraréis en el reino. Aquella jovencita que moría a los veinticuatro años, en la enfermería de un convento donde se sepultó a los quince, no conocía al mundo, ni el mundo la conocía a ella. Pero según la palabra de Dios, “el Espíritu sopla donde él quiere” y estaba destinada su persona y su libro a conquistar en poquísimos años una prodigiosa popularidad. Por ella es universalmente glorioso el pueblecito de Lisieux, como Asís para Francisco, como Ávila por la otra Teresa, como Siena por Catalina. Sin salir apenas del lugar, el peregrino en pocos momentos recorre todos los pasos de aquella vida breve y oculta. Su tumba primero, donde se guarda su cuerpo; el cementerio donde estuvo sepultado antes de la canonización, en el cuadrado de tierra cubierto de cruces donde duermen en paz otras carmelitas; su casita natal en los Buissonnets; su dormitorio, con su camita de caoba y sus juguetes: una muñeca, una carretilla, un pianito, la jaula de un pájaro… ¡Es todo! Encantadora peregrinación que se hace con el corazón conmovido y la sonrisa en los labios, porque uno camina, envuelto no por una atmósfera de muerte, sino en un aire vivificante y glorioso. Ella adivinó su gloria. “Siento que mi misión va a comenzar”, dijo, al saber que se moría. “Quiero pasar mi cielo haciendo bien sobre la tierra”. Tuvo también, por inspiración divina, la intuición de que su libro, escrito como un borrador de colegiala, sería un poderoso instrumento para mover los corazones, y a su Priora se expresó con estas palabras: “Lo que yo leo en este cuaderno es enteramente mi alma. Madre mía, estas páginas harán mucho bien. Se descubrirá en seguida la dulzura del Señor…” Y con su amable e inspirada sinceridad agregó: “¡Ah, ya sé bien que todo el mundo me amará!” No se engañaba, no, la simple y juvenil doctora de la Iglesia, doctora a su modo y sin definición, porque había sido suscitada por Dios para enseñar a los hombres, no los grandes caminos de la santidad, como Teresa de Ávila, sino su caminito, como ella decía su petite voie d´amour… ¡Y el mundo entero la ama! Pensemos el significado de este amor que arrastra millones de peregrinos a su tumba, que es un viviente santuario, en los mismos días y bajo el mismo sol que alumbra la soledad y la triple muerte de otras tumbas sin epitafio y sin cruz. Nunca los santos son figuras anacrónicas en el tiempo de su vida mortal. Por el contrario, han aparecido siempre en los primeros en los momentos en que el mundo los necesitaba, y aunque vivieran en un desierto o en un claustro han ejercido sobre su época una acción inmensa, desproporcionada con su aparente debilidad. Recuérdense los nombres de Agustín, de Bernardo, de Francisco de Asís, de Domingo de Guzmán, de Ignacio de Loyola, de Juana de Arco, de Vicente de Paúl, de Teresa de Jesús, de Francisco de Sales, de Magdalena Sofía Barat. Cada época tiene sus necesidades espirituales y materiales y tiene su santo. En la época actual, como en todos los siglos de decadencia, las cualidades de forma, la gracia y la elegancia del estilo y de la persona ejercen una sugestión mayor que las grandes hazañas. Teresita de Lisieux, con la sonrisa exquisita de su rostro digno del pincel de Leonardo da Vinci, y con su libro, que es una flor de la literatura francesa, ha cautivado al mundo. Las gentes, sorprendidas de este imperio repentino y universal, se dejan arrebatar por la impetuosa corriente que las lleva hacia ella y se complacen en decir que ha llegado a ser santa sin hacer nada, lo cual parece verdad, aunque no lo sea; y la propia Teresita sonreirá, porque ella, hija de estos tiempos, sabe que hoy es más fácil conquistar y santificar a los hombres convenciéndolos de que no hay que hacer nada extraordinario, que mostrándoles el camino de la Trapa o el martirio. “¿Cómo quiere que la llamemos cuando esté en el cielo?”, le preguntaron un día las novicias, y ella contestó: “Llámenme Teresita”. Y a su hermana Paulina que la interrogaba: “Nos mirará desde el cielo?”, le responde: “No, bajaré a la tierra”. Lo ha prometido y lo cumple, y sus manos no se cansan de repartir gracias sobre los corazones que la invocan, porque creen en ella, ablandados por la misteriosa dulzura de esta gota de miel que ha caído sobre la impenitencia y amargura del mundo moderno.

Hugo Wast

SANTA TERESITA, EL PADRE CALMEL Y LA ACTUALIDAD

 


14/04/2021

https://adelantelafe.com/santa-teresita-el-p-calmel-y-la-actualidad/

 

De 1956 a 1957, el P. Roger Thomas Calmel OP (1914-1975) fue exiliado a España, víctima injusta del avance del modernismo dentro de la Iglesia, que no podía tolerar las posiciones firmes e intransigentes de este digno hijo de Santo Domingo sobre la doctrina y la moral católicas. Su estancia en España le puso inevitablemente en contacto directo con los grandes místicos de aquella tierra.

En San Juan de la Cruz, el P. Calmel vio, a través del camino místico, «al gran doctor del camino de la unión con Dios, del desamparo, de la docilidad al Espíritu Santo, junto a su hija, la pequeña Teresa«. Y es a esta última al que el P. Calmel dedicará páginas magistrales, mostrándola como la Santa dada a la Iglesia para nuestros tiempos de apostasía. Estudiando en profundidad la «pequeña vía» de la infancia espiritual, el P. Calmel muestra su actualidad en relación con la crisis desenfrenada de la Iglesia «en la que el Señor nos pide que demos testimonio«.

A quienes dudaban de los efectos de una posible «resistencia» a la creciente infiltración modernista en la Iglesia, el Padre Calmel respondía: «La pregunta de cuál será el fruto de nuestra resistencia no se pone en absoluto. Se sabe que Dios hace fructificar el testimonio de fe de quienes Lo aman. La verdadera pregunta es esta: ¿cómo dar santamente el testimonio que se debe dar? Al respecto la lección de la infancia espiritual es de un precio inestimable, ya que el cristiano cuya fe es de una sencillez infantil, tan pronto como ve en qué consiste el testimonio de fe, descansa en una perfecta rectitud y en una gran paz. El Padre Celestial, a través de su Hijo Jesús, le brindará la ayuda necesaria, día tras día. Saber si Él impide o no el mal, si la Tradición católica mantiene sus posiciones o si ella se detiene es una preocupación que no le puede ser ajena. Pero está lejos de invadir o poseer su alma; esta preocupación no tiene una repercusión formidable y trágica en su alma; la simple melodía de la confianza y del abandono nunca se ahoga en gritos de miedo.«

Recogemos en estas palabras la sabia aplicación que el P. Calmel había hecho de la doctrina de la infancia espiritual a las contingencias modernas: un espíritu de absoluta confianza en Dios y desconfianza en sí mismo, en el testimonio de fe llevado al extremo, según la propia vocación. El amor que Teresa nos enseña -señaló el P. Calmel- no supone necesariamente acciones extraordinarias, sino que exige que respetemos con extraordinaria atención las leyes de nuestra inserción en el Cuerpo Místico, cada uno según su propio estado de vida.

En nuestros tiempos de confusión y anarquía –sobre todo en tiempos de pandemia– en los que la caridad, sobre todo la caridad apostólica, sirve de pretexto para justificar la extravagancias, la profanaciones y traiciones de todo tipo, la voz del amor enseñada por la pequeña Teresa es «una voz de orden, no de desorden». ¿Entonces que hay que hacer? “Lo que el Señor nos pide es resistir: resistir respecto a la buena Misa y la buena Liturgia, sobre el Bautismo, el catecismo y la doctrina sagrada, como también sobre la moral. Lo que el Señor quiere hacer con sus amigos -no se puede dudar- es colmarlos cada vez más de su amor. Para lograr resistir, para perseverar, basta dejar que Él lo haga, ya que el amor que el Señor quiere poner en sus almas es fuerte como la muerte (Ct. 8,6) y es un alimento maravilloso e inagotable.«

SANTA TERESITA Y EL PADRE PIO DE PETRELCINA

 



“La devoción por san José iba acompañada, en el padre Pío, de una confianza sin límites…Las imágenes del cura de Ars, de santa Rita de Casia, de santa Teresa del Niño Jesús, de san Antonio de Padua estaban siempre en su breviario. Con un punto de malicia él decía del Cura de Ars:

-El único cura santo de la Iglesia.”

 

(Emanuele Brunatto, Padre Pio. Mon Père spirituel).

 

 

“-No, respondió Don Orione a una pregunta del joven hombre, yo no fui jamás a San Giovanni Rotondo…Pero yo lo vi al Padre Pio. Mira, yo lo vi, por ejemplo, en la basílica de San Pedro, cuando la canonización de santa Teresa del Niño Jesús. Yo acababa de entrar a la basílica cuando vi al Padre Pio avanzar en mi dirección, muy sonriente. Pero cuando él estuvo cerca de mí, desapareció…”

 

(Emanuele Brunatto, Padre Pio. Mon Père spirituel).

SANTA TERESITA Y EL PADRE CASTELLANI

 


“Constituye para mí una curiosidad observar que si bien Castellani le tuvo devoción de joven, no menciona a Santa Teresita en toda su obra publicada. Hay, sí, una referencia circunstancial en Dulcinea –p. 222- que muestra que Castellani leyó Historia de un alma, pero nada más. En una carta de 1929, señala que lo había leído, años atrás, ‘con provecho’. Luego, en oportunidad de su ‘tercera probación’ le dio por rezar una jaculatoria por él inventada. ‘Oh Teresita milagrosa/que en mi segundo noviciado/reflorezca como una rosa/lo que el primero ha marchitado’ (Borrador de carta al P. Pita, fechado el primero de octubre de 191). También visitará Lisieux en 1932 para pedir salud…pero ahí termina la cosa”.

(Castellani jesuita, 1899-1949, S. Randle, Ed. Vórtice)

 

“Anoche soñé con la Virgen Santísima, Santa Teresa y Santa Teresita (curiosa esta frase española “soñar con…”). Yo me porté humilde, natural y con inmensa reverencia; y me sentía feliz y puro como un niño –o como un resucitado.

Mis sueños son siempre bestiales pesadillas o dementes incoherencias. Nunca he tenido un sueño como éste.

Bah. Puede ser una simple euforia corporal producida por el narcótico o las píldoras –o un engaño cualquiera”.

 

(Diario, 13 de marzo de 1953).

 

[Nota del blog: exactamente sesenta años después, el 13 de marzo de 2013, nosotros tuvimos una bestial pesadilla, cuando escuchamos en vivo y en directo la nominación del nuevo papa Jorge Mario Bergoglio, q.e.p.d.]


martes, 13 de mayo de 2025

13 DE MAYO - NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA

 


¿LEÓN XIV, EL SÉPTIMO PAPA, PUEDE SER EL PAPA DEL TERCER SECRETO DE FÁTIMA?

 



Por IGNACIO KILMOT

 

Hablamos en un reciente artículo EL SEPTIMO PAPA, antes del cónclave que eligió al cardenal Prevost ahora papa León XIV, de que sería elegido el papa número 7 de los conciliares o posteriores a Pío XII, último de probada ortodoxia católica.

Hicimos referencia al sentido simbólico del 7 en las Sagradas Escrituras, y a que es el número de lo “completo” o una “totalidad”.

También referimos que el ciclo de los “Papas de Aviñón” (exilio de la Iglesia) abarcó el pontificado de 7 Papas, y que ahora la Tradición católica está exiliada.

Notamos que el cónclave para elegir al papa número 7 de los conciliares, comenzaría un día 7. Fueron 133 cardenales electores, es decir: 1+3+3=7. Y Francisco murió el 21-4: 2+1+4=7. En 2029 se cumplirán 70 años de la convocatoria del Vaticano II. Parece, dijimos, y deseamos que se cierre un oprobioso ciclo que se completa.

Recordamos además que 70 años duró el cautiverio del Pueblo de Dios en Babilonia, y casi 70 años duró el comunismo de la Unión Soviética…también el Templo de Jerusalén fue destruido en el 70 AD. La guerra de Israel contra Gaza en Medio Oriente (guerra final para construir el “Gran Israel” y reconstruir el tercer templo) comenzó un día 7 (el día del Santo Rosario).

Queremos agregar ahora que, coincidentemente con lo expuesto, el apellido del cardenal elegido, Prevost, tiene 7 letras, y el nombre que éste eligió también (en español): León XIV.

Si solo son coincidencias banales, resultan notables.

En todo caso, si nos disponemos a ver los hechos a la luz del misterio y los mensajes de Fátima, donde el número clave es el 13, primero podemos observar que Francisco, que fue quien más cerca estuvo de realizar lo pedido por la Virgen –pero que como hemos explicado largamente no hizo la consagración de Rusia esperada-, se mantuvo bajo el signo del 13: fue elegido un día 13 (del año 13), y fue enterrado un día 26 (13 x 2). Un día 26 se dio a conocer el “tercer secreto” (aparentemente incompleto), donde Lucía habla de “algo parecido a como la gente se ve en un espejo cuando pasa", un obispo vestido de blanco, "tuvimos el presentimiento de que era el Santo Padre". Es un papa pasando ante un espejo, puede ser imagen de la vanagloria, de la doblez liberal, de un anti-papa que parece el papa, o algo más. Lo cierto es que el espejo duplica la imagen, y el 26 duplica el 13. Es curioso cómo Francisco ha sido el anti-Fátima cabal (hasta un 13 de octubre llevó la estatua de Lutero al Vaticano).

Ahora, el nuevo papa ha sido elegido el 8 del mes 5, números que sumados dan 13. Y la fumata blanca hizo su aparición a las 6 y 7 de la tarde, lo cual sumado resulta en 13. Dos veces 13.

Otras circunstancias interesantes rodean esta elección: ya se ha notado que fue en una doble fecha mariana (en el mes de María), particularmente Ntra. Señora de Luján [como curiosidad personal nuestra, muy curiosa, daremos la siguiente circunstancia: 30 de abril visitamos un cementerio en Argentina, y al poco rato de andar por allí nos encontramos con una gran imagen de Ntra. Sra. de Luján, a la cual le faltaba la cabeza. ¡Horrible sacrilegio! Lo curioso es que 7 días después, en la fiesta de Ntra. Sra. de Luján, fue elegido el nuevo papa, para una Iglesia que entonces estaba sin cabeza]. También se destacó a Ntra. Sra. del Rosario de Pompeya, y la aparición de San Miguel Arcángel, cuya oración impuso el papa León XIII al final de la misa: coincidentemente el nuevo papa se llama León.

Lo que no se observó, es que hay un suceso crucial ocurrido el jueves 8 de mayo de 1884 (jueves 8 de mayo fue la elección del nuevo papa): en aquella fecha fue la primera comunión de Santa Teresa del Niño Jesús. Desde entonces reafirmó su imparable caminito hacia la santidad, que ha iluminado la Iglesia en todo el siglo XX y nos guía en este siglo. No olvidemos que es “la santa más grande de los tiempos modernos” (según S. Pío X) y que además está muy vinculada tanto a Fátima como a Rusia. Pero de ese tema nos ocuparemos en otro artículo, si Dios quiere.

En todo caso, si vamos a los antecedentes del cardenal Prevost, no son los mejores precisamente, puesto que es un cabal representante de la neo-iglesia conciliar. Se han señalado al menos 5 cosas inquietantes:

-Durante el confinamiento COVID, Mons. Prevost impuso la aberrante comunión en la mano y la confesión por teléfono.

-También volvió a publicar un llamamiento para que las vacunas de la COVID-19 estuvieran «disponibles para todos» y un mensaje de la USCCB que calificaba la vacunación de «acto de amor».

-Dio su apoyo a la sinodalidad y a la “iglesia sinodal”.

-Como jefe de la Congregación para los Obispos, el arzobispo Prevost contribuyó decisivamente a destituir al obispo Strickland de Tyler, Texas, y al obispo Rey de su diócesis de Fréjus-Toulon, dos obispos conservadores –y débiles- que desagradaban a Francisco.

-Ha colocado a obispos abiertamente heterodoxos en sedes episcopales de todo el mundo. El más famoso es el cardenal McElroy, instalado como arzobispo de Washington a pesar de su implicación en el encubrimiento de los abusos sexuales cometidos por el ex cardenal McCarrick.

Es obvio, pues, que Prevost es un producto de la nueva teología surgida del Vaticano II, por lo que ha de creer a pie juntillas estar en lo correcto. Repite lo que le han enseñado desde su primera juventud. Dios sabe qué clase de responsabilidad personal pueda tener en todo ello. No podemos meternos en su fuero interno. ¿Sirve a alguna logia, o lo han colocado allí para evitar males mayores? ¿Lo usarán para avanzar la Revolución más discretamente que Francisco, o significa un retroceso de la misma?

En todo caso, como papa tiene una autoridad que no tenía antes. ¿Podrían unas circunstancias extremas, peligrosas y un teatro de guerra mundial, disponerlo a abrir los ojos ante la realidad de la Iglesia y del mundo?

No es infrecuente que alguien que parece –y es- un liberal y un personaje aparentemente anodino y nada peligroso para las élites gobernantes, termina cambiando de parecer y actuando diestramente. Se señala en la Iglesia a Pío IX y León XIII. Si vamos a la política, el caso de Putin es paradigmático: lo eligieron de compromiso ante la debacle del derrumbado borrachín Yeltsin, pensando así los oligarcas judíos que seguirían desangrando Rusia a piacere. Pero “el tiro les salió por la culata”. Cuando Dios dispone algo, ni toda la conspiración del mundo puede impedirlo. No afirmamos por ello que sea eso lo que va a ocurrir, mas permanecemos abiertos a lo que Dios quiera. Por lo pronto, Prevost no tiene el perfil inicuo de Jorge Mario Bergoglio (una visión apenas superficial podría haber calibrado que se pasaba de un chabacano papa de la TV argentina a un bien producido papa de Netflix, pero, desde luego, el trasfondo es mucho más profundo y misterioso, en todo caso no olvidamos que estamos atravesando el misterio de iniquidad).

Por supuesto que enseguida han salido a las pantallas de internet muchos comentaristas, blogueros e incluso sacerdotes a explicar al detalle todo lo que va a hacer el nuevo papa, aunque este lleve pocas horas con la sotana blanca. Nadie se quedó sin decir su veredicto. Ellos, como grandes intelectuales que son, nunca tienen dudas. El poder en las sombras lo abarca todo así que Dios no puede obrar con “materiales de desecho”. ¡Qué va!

Normalmente todo debería seguir siendo un desastre (o sea anormal), de acuerdo, pero ¿y si mejor dejamos que las cosas pasen primero, para luego “condenar”? ¿Y si mejor rezamos para que vayan como deben ser? Lejos de ser esta una actitud ingenua, es la actitud realista de quien cree que es la Providencia quien al fin y por detrás de los poderes de este mundo, gobierna las cosas. Esto no nos lleva a cerrar los ojos y dejar de examinar críticamente lo que va ocurriendo. Pero hay que hacerlo tratando de no caer en el típico celo amargo que es una de las “especialidades de la casa” en las huestes tradicionalistas.

De los papólatras conservadores, que ahora aparecen exultantes, nos sería muy penoso decir alguna cosa. Su resobado “antilefebvrismo” los condena. Y de la estulticia, soberbia y desesperación de la postura sedevacantista,, ya se ha dicho suficiente. Basta considerar que Mons. Lefebvre la consideraba un error al que combatir.

Más allá de eso, y yendo al tema que más nos interesa, Fátima: por lo pronto Prevost no ha visitado nunca el santuario de Fátima, lo cual no es auspicioso, pero ya afirman desde allí que podría hacerlo en octubre próximo. ¿Ha de continuar la malandanza bergogliana, o dejará que la gracia toque su corazón? ¿Habrá escuchado en Genazzano el consejo que Ntra. Señora del Buen Consejo le habrá dado?

Hoy sigue siendo imperioso que Rusia se convierta. Más allá de los buenos oficios de Putin en la crisis mundial, Rusia está cerca pero al margen del Arca de salvación. Leímos en un sitio informativo que “el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha destacado que las relaciones con la Santa Sede siempre se han basado «en los valores cristianos que nos unen a todos» y confía en que el nombramiento del estadounidense Robert Prevost como nuevo Papa León XIV continúe esa estela de «diálogo respetuoso» y «entre iguales». Es claro que no puede haber igualdad entre un mandatario –aunque tenga los misiles más poderosos del mundo- y el Sumo Pontífice Romano. Sólo la consagración bien hecha, al Corazón Inmaculado de María, podría poner las cosas en orden.

Que el nuevo papa, lo imploramos rosario en mano, escuche la voz de Dios, ya fuere un susurro que pasa en su despacho solitario, o una señal ante el bramido de los misiles y los tanques asediando Roma. Entonces devendrá el papa mártir, que la Iglesia necesita para resurgir de su pasión, al fin erguida, luminosa y rozagante.

Lo pedimos también, en este 13 de mayo, a quien se llama como el nuevo papa Roberto: san Roberto Belarmino, en la excelente oración colecta de su misa:

Oh Dios, que para repeler las insidias de los errores y para defender los derechos de la Sede Apostólica, decoraste con admirable sabiduría y fortaleza a tu santo Pontífice y Doctor Roberto; por sus méritos e intercesión concédenos crecer en el amor a la verdad, y que los corazones de los extraviados vuelvan a la unidad de tu Iglesia.

 

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