Made it to the top.
Por IGNACIO KILMOT
Dicen que León XIV tomó el nombre de León debido a
la doctrina social de León XIII. Cabe dudar si no habrá sido por el
“Ralliement” o acomodo que tantos perjuicios le trajo a Francia y Europa
entera. ¿Puede tenerse la esperanza de que en tanta ambivalencia, el nuevo papa
termine cerrando el ciclo malvado del Vaticano II, iniciado por aquellos
demonios que vio su predecesor el 13 de octubre –fecha de Fátima- de 1884?
“A
partir del Concilio Vaticano II la penetración americanista en el seno de la
Iglesia aceleró su ritmo y destruyendo las viejas estructuras teológicas de la
Iglesia la prepara para una útil conversación con el mundo moderno”. Esto es lo que muy bien decía el maestro Calderón
Bouchet, en el escrito que incluimos en entrada aparte de nuestro blog (LA
AMERICANIZACIÓN DE LA IGLESIA).
Y
continúa nuestro autor: “En los EE.UU. esto corría de suyo y no traía, como
inmediata consecuencia, actitudes subversivas en el seno de la cristiandad.
Muchos creyeron, no estoy seguro de la sinceridad puesta en esa fe, que en
Europa ocurriría algo semejante. Muerto el fascismo, la democracia podría
discurrir sobre un cauce limpio y cristalino. La ayuda norteamericana
levantaría el nivel económico de los pueblos puestos bajo su protección, como
efectivamente ocurrió, y esto haría entender a Rusia los errores de su planteo
colectivista y las bases falsas sobre las que asentaba su política. Con un poco
de buena voluntad y la colaboración de- las Iglesias, habría
democracia para exportar hasta la Siberia”.
En efecto, ese americanismo, incluso de manera
simbólica, queda patente ante nuestros ojos. Allí mismo en un museo de
Washington, la capital mundial de la Democracia, se exhibe como una antigualla
la tiara papal que Pablo VI depuso y mediante la cual oficialmente descoronó a
Nuestro Señor Jesucristo, para adoptar la democracia en la Iglesia (conciliar).
El papa Juan Pablo II, por su parte, visitó los EE.UU. nada menos que siete
veces. Benedicto XVI también visitó Washington y propició a través de un
documento la necesidad de un gobierno mundial. Y allí en Washington, Francisco
fue el primer papa recibido en el Capitolio, entre vítores y aplausos. No podía
terminar esto sino directamente con un papa (norte)americano. Aspiración a que
el “orden” instaurado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial –bipolar- sea
hegemónico en cuanto a la idea ecumenista global. A pesar de lo cual la
insistencia de tal proyecto sigue estrellándose contra un muro (que no el de
los “Lamentos” de Jerusalén).
Ayer como
hoy, pero hoy con mayor éxito, el copamiento del Vaticano por parte de los yanquis es indudable. Ahora que han
llegado a colocar un papa de los suyos, parecen tocar el cielo –o la luna- con
las manos. El reciente encuentro entre el vicepresidente estadounidense y el
papa, dejó en claro que la indeleble marca liberal a los yanquis no se les
borra con nada (ver el ejemplo de Vance explicado por él mismo: https://x.com/i/status/1925403500139438192).
Se dice
que Vance ha sentenciado la multipolaridad y los expertos en geopolítica –que de
religión no entienden nada- vaticinan contentos que estamos ante “el regreso de las grandes civilizaciones
frente a la barbarie que prohijó la decadente y derrotada globalización
financierista que sólo dejó ruinas a su alrededor y que para conservar su
nefario modelo estaba dispuesta a desencadenar una tercera guerra mundial
nuclear” (como sentencia Jalife Rahme).
Si la China ultramaterialista que adora la tecnología es una gran
civilización, estamos fregados. Nos dice este analista: “Hoy el renacimiento de facto del nacionalismo cristiano que
prosigue Trump 2.0, se percibe como una gran coalición que engloba al
proyectado renacimiento del nuevo catolicismo del papa León XIV
agustino/estadunidense/peruano, al unísono de los católicos anti-globalistas,
el vicepresidente JD Vance y el secretario de Estado Marco Rubio, cuando el
catolicismo, quizá hereje (ya lo decretarán los exegetas teólogos de siempre)
de Biden/John Kerry (agenda verde) /Nancy Pelosi fue secuestrado por la nefaria
soroscracia (Alexander Dugin dixit).
No hay nada más geopolítico que la estructura del catolicismo que impera desde
el emperador romano Constantino desde el siglo IV d.C. ¿Viene la gran coalición
del nacionalismo cristiano entre el “guadalupanismo”, eminentemente
mexicano, católico, y los WASP (White
AngloSaxon Protestant) con Trump 2.0?”. Lenguaje periodístico efectista
pero vacuo: quien no tiene en cuenta las vistas teológicas, la conjuración
anticristiana, el mensaje de Fátima y el Apocalipsis seguirá tanteando a
oscuras, y de hecho los pasos rocambolescos de Trump ayudan a esa falta de definiciones
respecto del futuro. El papel que se le da a la Iglesia en la historia, no es
un detalle más, y la existencia o no de un “katejon” configura la situación
global.
Precisamente,
del otro lado, el obstáculo: Rusia, aunque, en este caso, otra Rusia de aquella.
Una que le está destinada a Nuestra Señora, para cumplir su obra de apostolado
con la Europa devastada y apóstata, tras la exitosa “pax americana”.
Seguramente el diablo sabe esto y, al empujar a esa Europa masonizada hacia la guerra suicida contra Rusia, no columbra que en
realidad está acelerando el triunfo del Corazón Inmaculado.
Otro
hubiese sido el cantar de haber triunfado la maniobra de exportar esa democracy americana hasta Siberia, en
los años 1990. Sin embargo, el Cielo tenía dispuesta otra cosa. La democracy allí no cuajó –los oligarcas
judíos se cebaron con los pobres rusos, que no los toleraron- y el ecumenismo
cato-protestante encontró un muro, no el de Berlín ya caído, sino el del
Kremlin. De allí que el problema para el Occidente liberal anglosionista, es
uno solo: Rusia.
Quizás
León XIV, el séptimo
papa,
sea finalmente el papa del “Tercer secreto” de Fátima.
No hay
que olvidar que con los yanquis en acción siempre tenemos garantizado un clamoroso
espectáculo.