Por LUIS
ALVAREZ PRIMO
Donald J. Trump, siempre el showman
optimista y ganador hombre de negocios, en cuanto gobernante se muestra
inseguro, errático y contradictorio. Esa conducta no es un método de
negociación sino una faceta de su personalidad, al frente de una tarea que lo
supera y para la cual sus instintos mercantiles no alcanzan (la formación de un
genuino estadista requiere otros hábitos, intelectuales y morales, otra cultura
y otro cursus honorum). Al respecto,
el respetado politólogo ruso Andrei Martyanov ha dicho: tenemos buenos
psicólogos en Rusia y conocemos bien a Trump:
no sólo su narcisismo sino también una cierta esquizofrenia que
caracteriza su ‘forma mentis’. Igualmente grave es el hecho de que Trump se
rodea de un conjunto de ineptos e incompetentes, además de los que forman parte
de los diversos estamentos del gobierno estadounidense, salvo excepción. Por
ejemplo, dice Martyanov, el general Keith Kellog es tan inepto que en Rusia no
podría conducir ni un batallón.
Trump se
ha cansado de repetir el absurdo de que la guerra en Ucrania no es su guerra.
Por un lado, parece desconocer la continuidad del Estado en cuanto institución
cuyas obligaciones perduran más allá de los magistrados circunstanciales.
También olvida Trump que no fue Obama sino él quien en el 2018 aportó los
primeros misiles antitanques a Ucrania. Y aún sigue proveyendo armas e
inteligencia al ilegítimo régimen de Kiev con lo cual no hace sino prolongar la
guerra que él dice no ser la suya, y esto a pesar de sus promesas de paz,
anteriores y posteriores a su reelección.
Luego del
diálogo telefónico con Putin durante más de dos horas (la traducción fue
consecutiva, no simultánea, de manera que Putin, quien sabe inglés, corrió con
ventaja) se vio a Trump visiblemente consolado por la claridad y la finura
argumentativa de Putin, por otra parte, repetida hasta el cansancio desde hace
tiempo. Impresionado por la estatura de estadista del presidente ruso, quien
tiene bien asumido el pasado y el destino de la Madre Rusia, Trump debió
escuchar una vez más lo que la Federación de Rusia quiere y puede: por una
parte, una paz duradera que remueva de raíz las causas del conflicto, esto es,
la amenaza de la OTAN a la seguridad de Rusia, el respeto a la identidad
cultural de la población rusa en Ucrania, y la desmilitarización de los
ideólogos seguidores de Stephan Bandera en el gobierno de Zelensky. Por otro
lado, Putin sabe que ha ganado la guerra que la OTAN le impuso usando
cobardemente “hasta el último ucraniano” (ya han muerto cerca de 1.5 millones).
Putin también sabe y ha advertido a Trump y al régimen de Kiev que cuanto más
demoren en conseguir una paz negociada, más territorio va a perder Ucrania: a
las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, se sumarán las de Sumy y
otras hasta Odessa con lo cual una amplia zona de amortiguamiento (buffer zone) quedará cerrada, cual la
semi boca de un caldero.
Tan
visiblemente impresionado quedó Trump con la conversación con Putin que amenazó
a sus socios de la OTAN y a Zelensky con apartarse de la mediación si no se
sentaban a negociar la paz. (Se espera próximamente el intercambio de sendos
memorandums en Istabul). Trump necesita el fin de la guerra en Ucrania y no
tolera la probabilidad de un fracaso de su peculiar gestión “mediadora”.
Tampoco quiere seguir cargando con el peso de una guerra que complica y altera
sus planes de gobierno internos y externos. A los globalistas belicistas judíos
estadounidenses que impulsaron la guerra, la gestión de Trump les tiene sin
cuidado. Como tampoco les importa la suerte de Ucrania o de Europa, que se castiga
a sí misma imponiendo sanciones a Rusia u oponiéndose a la reconstrucción del
gasoducto Nord Stream, cuya destrucción terrorista por la CIA toleraron, con el
consabido y desastroso aumento de los costos de la energía. Lo que los cínicos
burócratas europeos necesitan es la continuación de la guerra, sin lo cual les
llegará el momento de rendir cuentas. El objetivo de fragmentar Rusia no sólo
fracasó, sino que produjo el efecto contrario: fortaleció a Rusia en todas las
áreas (política, militar, económica, tecnológica, comercial, diplomática,
cultural) y aceleró la decadencia del imperio judeo-masónico
angloestadounidense. Hoy los BRICS liderados por Rusia y China están en franco
crecimiento y todo el sur global encuentra en esa asociación una oportunidad para
el desarrollo y la colaboración solidaria.
No
obstante ello, los alucinados cocainómanos de la UE y la OTAN, cleptócratas,
psicópatas y ruso-fóbicos, hoy día están agitando peligrosamente un fantasma de
desinformación y propaganda mediática escandaloso a fin de hacer creer a los
idiotizados europeos que Rusia se prepara para invadir Europa una vez que la
guerra en Ucrania concluya. Da vergüenza asistir a esa cacofonía de
estupideces. Los males reales que la Unión europea enfrenta son de su propia factura.
Hace décadas que se están cocinando a fuego lento en el caos masónico-liberal
que ellos mismos han generado al repudiar las raíces cristianas de Europa.
Amordazados por la “narrativa del holocausto”, el colectivo occidental no ve ni
quiere ver (la Iglesia católica incluida) que el problema es el espíritu
revolucionario de los judíos que los domina, controla y avasalla.
Así las
cosas, el inmenso dolor y sufrimiento del pueblo palestino en Gaza clama al
Cielo y sirve para abrir los ojos de muchos. El genocidio y la limpieza étnica
de los palestinos impulsados por el régimen psicópata de Netanyahu en Israel
con el apoyo del gobierno estadounidense y el lobby de Israel en Washington que
lo controla, mil veces peor que lo peor del nazismo, no pasará. El ex general
del ejército israelí Yair Gólan (1962) denunció que los soldados israelíes son
entrenados para practicar tiro al blanco con los niños palestinos como si esto
fuera un hobby. Una de mis hijas conversó hace pocos días en un hostal en
Brasil con un soldado israelí quien justificó el hecho denunciado diciendo que
“esos niños palestinos luego crecen y se convierten en terroristas”. El
genocidio palestino no pasará. Ni debemos permitir que pase. Que cada uno haga
lo que pueda. Si es unidos, mejor.
Tal como
lo hizo este viernes por otro asunto la juventud de la Falange española por las
calles de Madrid. ¡El legado de José Antonio sigue vivo!
¡Que viva
la Patria! ¡Que Viva España! ¡Que viva el pueblo palestino!