Por DON CURZIO NITOGLIA
La shoah es el fruto del Antisemitismo cristiano, de ella
nacen “Nostra aetate” y el “Estado de Israel” (Benedicto XVI)
En la página 39 del libro Judíos y Cristianos
(Cinisello Balsamo, San Paolo, 2019) se encuentra la primera conferencia de
JOSEPH RATZINGER – BENEDICTO XVI, Gracia y Llamada sin arrepentimiento.
Observaciones sobre el tratado de Judaeis.
Ratzinger comienza, de inmediato, con la shoah, escribiendo:
“Desde los tiempos de Auschwitz, está claro que la Iglesia debe repensar la
cuestión de la naturaleza del Judaísmo. El Vaticano II – con su Declaración Nostra
aetate – ha dado, al respecto, las primeras indicaciones fundamentales” (Judíos
y Cristianos, cit., p. 39).
Por lo tanto, la shoah, según Ratzinger, es el principio y
fundamento de la teología judaizante de Nostra aetate y del Vaticano II.
Ratzinger vuelve varias veces sobre la cuestión de la shoah y
pone de relieve su importancia no solo “teológica”, sino también geopolítica;
por ejemplo, en la página 65 escribe: “Los acontecimientos de la shoah hicieron
aún más urgente la existencia de un Estado para los Judíos”.
Así pues, la shoah no es importante solo teológicamente,
siendo el terminus a quo de Nostra aetate, sino que reviste una
importancia política y social tan grande que justifica el expolio
super-liberal, a partir del 15 de mayo de 1948, por parte de los Sionistas de
la mitad de Palestina, que estaba habitada por “no/judíos” desde el 135, hasta
llegar actualmente al ulterior expolio de otro 30% de la tierra palestina.
Finalmente, la shoah haría lícito incluso el actual genocidio (2024), que se
está perpetrando contra los Palestinos de la franja de Gaza y de Cisjordania.
¿Cómo justificar tal “expropiación plutocrática”?
Ratzinger lo intenta en la página 66, escribiendo: “El pueblo judío en base al derecho natural, como cualquier otro pueblo, tiene derecho a un propio territorio”, pero no me parece que pudiera robarlo a los legítimos propietarios que vivían allí desde hacía unos 1900 años: los Palestinos, que en gran parte han sido expulsados de sus casas desde 1948 y en muchos casos asesinados brutalmente. Sin embargo, el derecho a robar y a matar no está contemplado por la Ley natural y divina, que es decididamente preconciliar.
Incluso la shoah, para Ratzinger, no solo funda la teología
judaizante del Vaticano II y la existencia del Estado de Israel, sino también
el hecho de que tal Estado judío “puede ser expresión de la fidelidad de Dios
al pueblo de Israel” (cit., p. 66) y, además, “en el Estado actual [de Israel,
ndr] se puede ver un signo de la perdurable Alianza de Dios con Israel” (Judíos
y Cristianos, cit., p. 15).
En resumen, el Estado israelí es un signo de la Antigua
Alianza con Israel “nunca abrogada” (Juan Pablo II, Discurso en la sinagoga de
Maguncia, 17 de noviembre de 1980; Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, n.
121). En cambio, tal Alianza fue rota por Dios después del deicidio y
reemplazada con la Nueva y Eterna Alianza.
En lo que concierne al Sionismo, el papa Bergoglio se adelanta
mucho y obtiene la aprobación de Ratzinger, “papa Emérito”, sin demasiados
rodeos. En efecto, este último cita (Judíos y Cristianos, cit., p. 123)
el Discurso del papa Francisco a una delegación del “Congreso Judío Mundial”
(28 de octubre de 2015), en el cual afirma: “Atacar a los Judíos es
Antisemitismo, pero un ataque directo al Estado de Israel es también
Antisemitismo”.
Por lo tanto, según Bergoglio, ni siquiera se puede criticar
la política del Gobierno israelí, bajo pena de “Antisemitismo”; por ejemplo,
quien criticase la orden impartida por el Gobierno de Netanyahu a los
francotiradores del Ejército Israelí de apuntar a los Palestinos (incluso
cristianos, como sucedió en un convento de monjas el 17 de diciembre de 2023),
incluso ancianos, mujeres y niños para golpearlos mortalmente, sería un
peligroso Antisemita.
En resumen, el hecho de que los Judíos, ayudados ya desde 1917
por Gran Bretaña, hayan ocupado, en 1948/49, con las armas la mitad de
Palestina y se la hayan apropiado, no solo no es un robo acompañado de varios
asesinatos, sino que es un signo de que Dios no ha roto el Viejo Pacto con
Israel, sino que lo ha renovado.
Sin embargo, Dios habría violado (“quod repugnat”) el 7.º y el 5.º Mandamiento que Él mismo había dado
al pueblo de Israel en el monte Sinaí (1300 a. C.), aprobando luego (1948 d.
C.) los robos y asesinatos cometidos por un agresor injusto contra los
legítimos y pacíficos propietarios de Palestina. Ahora, Dios no puede
desobedecer Su Ley, pues sería una contradicción que en Dios es absolutamente
imposible: “Ego sum Dominus et non mutor”
(Mal., III, 6).
Ratzinger continúa, impertérrito, en la página 86 – en el
capítulo titulado “Carta del papa Benedicto XVI al rabino Arie Folger” del 23
de agosto de 2018 – donde escribe: “La triste historia del Antisemitismo
cristiano, que últimamente ha desembocado en la triste historia del
Antisemitismo nazi y nos está delante con el triste culmen de Auschwitz” (cit.,
p. 86).
¡Qué tristeza! El Cristianismo no ha propugnado el
Antisemitismo biológico o racial, sino un Antijudaísmo de debate teológico, que
lo colocaba en oposición y contradicción con el Judaísmo talmúdico, el cual
negaba y sigue negando la Divinidad y la Mesianidad de Jesucristo y la SS.
Trinidad: los dos dogmas fundamentales del Cristianismo.
La “Pontificia Comisión Bíblica”
Documento “El pueblo judío y sus Santas Escrituras” (24 de
mayo de 2001), retomado por Benedicto XVI (Judíos y Cristianos, 2019)
Ratzinger, luego, aumenta la dosis, reproduciendo en el libro
citado (Judíos y Cristianos, 2019), de la página 103 a la 112, su
Prefacio al Documento de la “Pontificia Comisión Bíblica” del 24 de mayo de
2001, El pueblo judío y sus Santas Escrituras, en el cual escribía:
“El drama de la shoah ha colocado la cuestión [de las
relaciones entre Judaísmo y Cristianismo, ndr] bajo otra luz. Se planteaban dos
problemas principales:
1.º problema) ¿Pueden los Cristianos, después de todo lo que ha sucedido,
seguir avanzando con tranquilidad con la pretensión de ser los herederos
legítimos de la Biblia de Israel? ¿Pueden continuar con una interpretación
cristiana de esta Biblia o no deberían, más bien, renunciar a una pretensión,
que a la luz de lo ocurrido no puede sino aparecer como presunción?” (Judíos
y Cristianos, cit., pp. 110-111).
Esta primera pregunta retórica del entonces (2001) cardenal
Joseph Ratzinger, retomada y sostenida por el “papa/emérito” Benedicto XVI en
2019, presupone ya implícitamente una respuesta de condena de los Cristianos,
del Cristianismo y del Nuevo Testamento, es el colmo del absurdo y nos revela
el fin hacia el cual tiende el diálogo judeo/cristiano: la “judaización” de los
hombres de la Iglesia de Cristo, fracasada en el concilio dogmático de
Jerusalén (año 49/50) y lograda en el concilio pastoral Vaticano II
(1962-1965).
De hecho, después de la shoah, el Cristianismo o el Nuevo
Testamento, según Ratzinger, ya no sería el heredero legítimo de la Antigua
Alianza, que Dios había establecido con los Patriarcas en vista del Mesías
venidero en la Nueva y Eterna Alianza.
Por lo tanto, el Nuevo Pacto en la Sangre del Verbo Encarnado,
que el Señor estableció con todos los hombres (Judíos y Gentiles) convertidos a
Cristo, según Ratzinger, habría sido revocado (por la shoah y por la teología
judaizante del Vaticano II, que nace del «holocausto» del pueblo de Israel, el
cual querría reemplazar el Holocausto de Cristo), mientras que la Antigua
Alianza sería irrevocable y el Concilio Vaticano II “irreversible”.
Por ello, todo el Nuevo Testamento, el Cristianismo, la
Iglesia de Cristo, el Holocausto de Jesús serían un engaño, una mentira
abrogada por la shoah, por el Estado israelí, y definida como tal (“De
abrogando Novo Testamento”) por el Vaticano II hasta Benedicto XVI y el
papa Francisco, que no están en relación de oposición sino de sustancial
continuidad. La interpretación cristiana de la Biblia o del Antiguo Testamento,
dada por Jesús en los Evangelios, siempre según Ratzinger, no podría continuar
existiendo, sería una presunción por parte del Cristianismo “post/shoahístico”.
La “Pontificia Comisión Bíblica” (1993)
Documento “La interpretación de la Biblia en la Iglesia”,
retomado por Benedicto XVI (en Judíos y Cristianos, 2019)
Este Documento de 1993 de la “Pontificia Comisión Bíblica”
(titulado La interpretación de la Biblia en la Iglesia, n. 22), fue
luego retomado por Joseph Ratzinger, que lo cita en Judíos y Cristianos
(2019), y expone el:
2.º problema: “¿No ha contribuido acaso
la presentación de los Judíos y del pueblo judío, en el mismo Nuevo Testamento,
a crear una hostilidad hacia este pueblo, la cual ha favorecido la ideología
[nazi, ndr] de aquellos que querían suprimirlo?” (Judíos y Cristianos,
cit., p. 111).
Hemos llegado incluso a la blasfemia objetiva – por parte de
un Documento de la “Pontificia Comisión Bíblica” promulgado en 1993 bajo el
Pontificado de Juan Pablo II (1978/2005) y apropiado en 2019 también por el
“papa/emérito” Benedicto XVI – contra el Nuevo Testamento, negándole la divina
Inspiración e Inerrancia. De hecho, en este caso el culpable no es el Cristiano
individual, que se desvió de su Religión y odió, persiguió y mató, sino que es
el Nuevo Testamento en sí el culpable de genocidio. Si no estuviera escrito con
claridad, costaría creerlo.
Esta es una forma de Marcionismo invertido: Marción (1), en el
siglo II, creía – gnósticamente – que el Antiguo Testamento con su Dios era
malo, y solo el Nuevo Testamento era bueno; ahora – cabalísticamente – se
considera (Ratzinger en 2019 y la Pontificia Comisión Bíblica en 1993) malvado
el Nuevo Testamento y bueno solo el Antiguo Testamento.
El texto del Encuentro ecuménico en Jerusalén
(1994)
“Israel, la
Iglesia y el mundo”, retomado por Benedicto XVI (en Judíos y
Cristianos, 2019)
El rabino DAVID ROSEN, en 1994, organizó un encuentro
interreligioso en Jerusalén. Por la parte católica fue invitado el entonces
cardenal Joseph Ratzinger, quien dio una conferencia titulada Israel, la
Iglesia y el mundo. El texto completo de la conferencia se encuentra en el
libro de BENEDICTO XVI, Muchas religiones, una única alianza, Cinisello
Balsamo, San Paolo, 2007.
Ratzinger desarrolló su tema, partiendo del Catecismo de la
Iglesia Católica (CIC) de 1992, n. 121, que a su vez retomaba lo dicho el 17 de
noviembre de 1980 en la sinagoga de Maguncia por Juan Pablo II: “La Antigua
Alianza nunca ha sido revocada”.
Según Ratzinger, en su intervención realizada en Jerusalén en
1994:
a) la primera tarea que Judíos y Cristianos deben llevar a
cabo es la reconciliación mutua: “Después del horror de la shoah, la iniciativa
de este acercamiento debe venir ante todo de los Cristianos”;
b) además, cita el Evangelio según Juan (IV, 22): “La
salvación viene de los Judíos” para recordar, inapropiadamente, que es el
Judaísmo talmúdico quien salva al mundo y también a los Cristianos; sin
embargo, la frase del Evangelio de Juan fue pronunciada por Jesús en el pozo de
Jacob en el diálogo con la Samaritana (Juan, IV, 9-42), quien le había
preguntado si la salvación venía de los samaritanos con su culto en el Templo
del monte Garizím o de los judíos con el culto en el Templo de Jerusalén. Jesús
respondió que en la Antigua Alianza: “Ustedes [Samaritanos] adoran lo que no
conocen; nosotros [Judíos] adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene
[en el Antiguo Testamento] de los Judíos” y no de los Samaritanos, que
“profesaban una religión fundamentalmente judía pero mezclada con influencias
politeístas de divinidades asirias” (F. SPADAFORA, Diccionario bíblico,
Roma, Studium, III ed., 1963, pp. 542-544, entrada “Samaría, Samaritanos”) por
lo que no conocían correctamente la Religión monoteísta de Yahvé, la cual era
profesada en su totalidad en Jerusalén; sin embargo, Jesús añadió: “Vendrá un
tiempo, y es ahora, en el que los verdaderos fieles adorarán al Padre en
espíritu y verdad” (Juan, IV, 23); es decir, ni con los sacrificios de animales
en el Templo judío de Jerusalén, ni en el Templo samaritano del monte Garizím,
sino en la Iglesia de Cristo, mediante el Sacrificio de la Nueva y Eterna
Alianza renovado mística o “en espíritu y verdad” en la Misa cristiana;
c) Ratzinger afirma que “no existe culpa colectiva de los
Judíos por la condena a muerte de Jesús”, sin embargo los Judíos (capataces y
pueblo) lo desmienten ya que gritaron unánimemente: “Su sangre caiga sobre
nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt., XXVII, 25); es decir, “la
responsabilidad de su muerte es toda nuestra y de nuestros hijos” (F.
SPADAFORA, Pilato, Rovigo, Instituto Padano de Artes Gráficas, 1973, pp.
129-130; DENIS BUZY, St Matthieu, en La St Bible, dirigida por L.
PIROT – A. CLAMER, vol. IX, París, 1946, p. 367 ss.; P. JOUON, Recherches de
science religieuse, París, n. 26, año 1926, p. 175; H. L. STRACK – P. BILLERBECK,
Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch, 4 voll., Múnich,
1922-1928, II vol., p. 1023), formando así un pueblo que tiene una religión que
dura aún hoy y persiste en el rechazo de Cristo, que “merece aún la muerte
porque como hombre se hizo Dios”.
Benedicto XVI afirma también que “el Templo [de Jerusalén,
ndr] con su culto no podrá restaurarse aunque la situación política pudiera
permitirlo” (Judíos y Cristianos, cit., p. 40).
Ahora, según la profecía de Jesús, del Templo no quedaría
“piedra sobre piedra” (Mt., XXIV, 2; Mc., XIII, 2; Lc., XXI, 6; XIX, 43-44) y
“Jerusalén será pisoteada por los Gentiles hasta que se cumplan los tiempos de
los Gentiles” (Lc., XXI, 24); es decir, hasta que “duren los Gentiles, es
decir, hasta el fin del mundo, la nación judía no se restablecerá jamás” (M.
SALES, Comentario al Evangelio según San Lucas, II ed., Proceno –
Viterbo, Effedieffe, 2015, p. 119, nota 24).
Por lo tanto, el intento de reconstruir el Templo, destruido
en el 70 por Vespasiano y Tito, debe verse como la voluntad de demostrar que la
profecía de Jesús era falsa y que, por lo tanto, Él no es Dios. Sin embargo,
según algunos Padres de la Iglesia (S. Ireneo de Lyon, S. Hipólito Romano, S.
Cirilo de Jerusalén, S. Juan Damasceno), durante el Reino del Anticristo final
(poco antes de la Parusía), muy probablemente se reconstruirá el Templo de
Jerusalén al menos en parte, pero luego el Anticristo también perseguirá al
Judaísmo rabínico, el Templo será destruido y entonces “Omnis Israel salvabitur
/ Israel en masa se convertirá a Cristo” (Rom., XI, 26).
NOTAS:
1 – Cfr. Enciclopedia Católica, Ciudad del Vaticano, 1952, vol. VIII,
cols. 36-38, entrada “Marción” a cargo de ERIK PETERSON; PIETRO PARENTE, Diccionario
de Teología Dogmática, Roma, Studium, IV ed., 1957, pp. 252-253, entrada
“Marcionismo”; V ed., Proceno – Viterbo, Effedieffe, 2018.
2 – Adversus haereses, V, 30, 3; V, 25, 2 y 4.
3 – Comm. in Danielem, IV, 49.
4 – Cfr. AUGUSTIN LÉMANN, El Anticristo, Proceno, Effedieffe, 2014, pp.
100-102; GIANLUCA MARLETTA, La guerra del Templo. Escatología e historia del
conflicto mediooriental, San Demetrio Corone – Cosenza, Edizioni Irfan,
2018; MAURIZIO BLONDET, Los fanáticos del Apocalipsis, Rimini, Il
Cerchio, 1992.
https://doncurzionitoglia.wordpress.com/2025/08/30/contra-ciancias-2/