Por P.
FLAVIO MATEOS
“‘Asia’ significa orgullo, y representa a la
raza humana”.
San
Cesáreo de Arlés, Comentario al Apocalipsis.
“Visión
religiosa de la crisis actual” se titula un viejo artículo del padre
Castellani, donde decía algo como esto: “El Superhombre está al nacer, junto
con la Superfederación de las naciones del orbe en una sola, y la palingenesia
total del Universo visible, por obra de la Ciencia Moderna”.
La crisis
actual es paradojal.
Por un
lado, los que quieren esa unificación global bajo un gobierno totalitario, por
obra de la tecno-ciencia moderna, son los apóstatas occidentales
ultraliberales, tecnócratas revolucionarios, judaizados e impiadosos reseteadores.
Deben destruir todo orden anterior, no conservar nada, hacerlo todo nuevo, diseñar
un mundo unificado donde el patriotismo y la religión sean desintegrados,
mediante una unificación planetaria en base al tecno-humanismo (o trans-humanismo)
y una religión sincrética que asocie todos los cultos. Así en su dialéctica
revolucionaria –que ahora más que nunca se justifica en los imparables avances
tecnológicos-, prepararían la alfombra roja para la llegada del Anticristo. No
hay duda que esos sujetos –los cuatro jinetes del Apocalipsis- son satanistas.
Son los que siguen avivando la guerra de Ucrania, la formación del Gran Israel
y la Agenda 2030.
Por el
otro lado, el grupo de naciones contendientes, que recientemente se reunieron
en China (Rusia y naciones del lejano Oriente, básicamente) propugna, al
parecer, desde el conservadorismo y el soberanismo anti-liberal, un mundo equilibrado
y justo en una diversidad de tradiciones, culturas y religiones. Proyecto más
que ambicioso, utópico, porque eso sólo lo puede lograr Jesucristo, y en la paz
de una sola Religión, no en la armoniosa convivencia multirreligiosa que se propone.
Porque indudablemente que cuando se pregona esa convivencia y tolerancia mutua, es en
base a que se excluya la preeminencia de una sola religión, y eso es lo que
acontece con la Religión Católica en todo Oriente (al igual que en todo
Occidente). Y si bien la iniciativa de estos países da un frenazo tremendo (¡spasíbo!)
a la Revolución yanqui-anglo-sodo-judaizante, por el otro a la vez también acelera
la desaparición del katejon, puesto
que gran parte de esos países (China, Corea del Norte, Pakistán, India) son
perseguidores del catolicismo y, obviamente, nada les importa lo que ocurra con
la Iglesia católica y el Papa, en su actual deriva apóstata que la mantiene
cautiva del proyecto judeo-masónico de destruirla volviéndola inocua por no
tener ya casi las fuentes de la gracia a partir de los Sacramentos, lo que ocurrió
en el Vaticano II. En definitiva, ese nuevo eje alternativo a Occidente puede
ver desaparecer la Iglesia sin intervenir en ello, porque además ve a la
Iglesia actual como parte de ese Occidente decadente. La destrucción de Europa
va de la mano de esta derrota de la civilización occidental y de esta caída de
la Iglesia.
Por otra
parte, más allá de las buenas iniciativas, los buenos deseos y las buenas acciones
que se puedan invocar, convocar y practicar, ese anhelo de concretar un nuevo
orden mundial multipolar será imposible porque los globalistas occidentales no
darán el brazo a torcer, pues detrás de esa gente –que como ya dijimos son
satanistas- está el Enemigo que quiere llevar el mundo a las condiciones necesarias
para la aparición del Anticristo lo antes posible. Por lo tanto, debe haber
guerra, es decir, la Tercera Gran Guerra, y por eso siguen los preparativos
para ello por parte de los demenciales gobernantes europeos. En un gesto
claramente provocativo, Donald Trump acaba de cambiar el nombre del “Departamento
de Defensa” USA a “Departamento de Guerra”.
En el fondo, y más allá de unos y otros,
puesto que hay involucrados ideólogos trasnochados, hay estadistas destacados,
hay simples empleados de la Sinagoga, hay agentes de la masonería y hay simplemente
delincuentes acreditados, detrás de esto hay un proyecto unipolar de origen
gnóstico, contra un proyecto multipolar de origen gnóstico, uno de izquierda y
otro de derecha (aunque hay mezcla en ambos lados). Los primeros pretenden
acabar con toda idea de Dios fundiendo las religiones –pero sabiendo que el
enemigo es la Religión Católica- en un sincretismo subjetivo emocional
ecológico, que tiende a la “Nueva Era” teilhardiana. Los segundos pretenden
conservar sus características nacionales en tanto están adheridas a una tradición
religiosa específica, sólo que siendo que “los dioses de los paganos son
demonios” (Salmo 95), el encumbramiento tecno-económico-militar no puede
sustentarse en esa anunciada bonanza vecinal: negarlo sería negar el pecado
original. Y el ultra materialismo del actual paraíso socialista, que resulta gracias
al eficiente y diríase místico capitalismo, vigente en China, lleva el germen
de su autodestrucción. Puesto que, cuando se ve el lujo, las comodidades, la sofisticación
y el deslumbramiento ultra tecnológico que se apodera de las embelesadas almas
de quienes carecen del conocimiento del verdadero y único Dios, nos encontramos
ante un reflejo del capitalismo de bienestar que volvió tarados a los
anglosajones y europeos que perdieron su identidad a manos del consumo de
diversiones y placeres sin fin. Es por esa razón que en nuestros pobres países
sub desarrollados la apostasía avanza a pasos más lentos y trastabillados. La
pobreza tiene sus ventajas y los Evangelios ya nos lo enseñaron.
Sólo
Rusia, que está entre Oriente y Occidente, se encuentra en una situación peculiar,
como que es objeto de una particular elección de Dios por medio de la Virgen en
Fátima. El comunismo austero y pobre actuó de conservante de la antigua mística
cristiana refugiada en los iconos de la Virgen, y el ultra capitalismo liberal
que no pudo penetrar –pese a que para ello derribaron el Telón de Acero- permitió
un reflorecimiento del milenario cristianismo eslavo. China estaba a las
puertas de su conversión masiva en 1949 (había dejado de ser país de misión y
tenía más sacerdotes promedio que México) cuando con ayuda de Rockefeller y
cía. se le impuso la revolución comunista. Hoy el gigante amarillo es la otra
cara de los Estados Unidos, y lo está desplazando de los mercados mundiales.
Así pues, la “supervivencia del más apto” exige que Estados Unidos de América
sea “grande de nuevo” o deje de ser Estados Unidos, para ser un país de segunda
línea. ¿Puede el orgullo norteamericano soportar esa humillación? El campeón de
la Libertad no puede bajar del podio, evidentemente. En los planes de los
globalistas aún sigue siendo el elegido para cumplir ese mesianismo de la
libertad, con objeto de instaurar la República universal.
¿Cómo se
define esto?
No
vislumbramos más que dos opciones, de cara a un futuro no muy lejano.
O Rusia
es consagrada, según el pedido hecho por de la Virgen de Fátima, y a través de
un portentoso milagro se convierte al catolicismo, ayuda a restaurar a Europa
diezmada por las hordas musulmanas en connubio con la masonería, (no
descartamos tras este portento la conversión de numerosos asiáticos) y es, por
lo tanto, el breve y resonante triunfo del Corazón Inmaculado de María, o, en
una guerra calamitosa global, terriblemente devastadora, quedan todos los focos
de poder gravemente afectados, y surge el gran pacificador, el Anticristo, para
ejercer su reinado de terror durante tres años y medio. Para llegar a ese momento
tiene que haberse avanzado mucho más en la persecución a la Iglesia católica,
particularmente al santo Sacrificio de la Misa.
De lo que
es seguro es que toda la suerte de lo porvenir depende de lo que ocurra en la
Iglesia de Roma, más de lo que ocurra en Washington, Moscú o Pekín. Aunque
parezca todo lo contrario. El mundo no se enteró que lo que ocurría en una
perdida gruta de Belén, era más trascendente que lo que Roma, Atenas o
Jerusalén estaban por entonces contemplando.
Cualquiera
de estas dos opciones, ha de suceder pronto.
A
prepararse, pues, rezando el santo Rosario.
