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miércoles, 17 de septiembre de 2025

VLADÍMIR PUTIN: SU VIDA PARA ENTENDER SU MODUS OPERANDI Y SU PENSAMIENTO

 



Vladímir Vladímirovich Putin:

su vida para entender su modo de operar y su pensamiento

 

 

 Por DON CURZIO NITOGLIA

Publicado el 11 de enero de 2016.

 

Prólogo

Los recientes sucesos bélicos en Crimea y en Ucrania (enero/septiembre de 2014) nos hacen tocar con la mano lo que hasta ayer podía parecer, para la mayoría, solo una probabilidad. El Nuevo Orden Mundial quiere destruir a Putin y a la Rusia putiniana, porque juegan el papel del katéjon, es decir “el obstáculo que retiene” (San Pablo) las fuerzas de la Subversión mundialista y globalizadora (Israel, EE.UU. y Arabia Saudita wahabita). Si no hubiera existido Putin, los EE.UU. habrían hecho con Siria lo mismo que hicieron con Irak. El obstáculo que detuvo la invasión de Siria, luego de Irán y finalmente de Rusia fue Putin. Esto es un hecho y “contra el hecho no vale el argumento”. [Nota del blog: nueve años después, y tras mucho insistir, finalmente EE.UU. y aliados le torcieron el brazo a Rusia en esos países, aunque no del todo: Irán aún resiste, y sin el apoyo de Rusia no podría hacerlo].

Putin se ha convertido ya, para los medios financiados por la “contra‑iglesia”, en el neo-Hitler, el neo‑Saddam, el neo‑Gadafi o el neo‑Assad a eliminar.[Nota del blog: especialmente a partir de 2022, los hechos le dan la razón] Se empieza con la manipulación del pensamiento (Putin ya es dado por loco) mediante prensa, televisión y radio para culminar con una condena capital pública y ejemplar (como ocurrió con Saddam y Gadafi), una especie de “Nuremberg 1946/permanente” que no pasa y no debe pasar como el Shoá.

Europa e Italia del siglo XX, esclavas de los EE.UU. ya desde la Primera y sobre todo la Segunda Guerra Mundial, se han convertido en mera base logística de aterrizaje y lanzamiento para los aviones de EE.UU. e Israel (que también desde hace algunos años tiene parte de su flota aérea apostada en Cerdeña). La Unión Europea del siglo XXI es geopolítica y financieramente un apéndice de Norteamérica, de hecho una apendicitis inflamada y ya purulenta próxima a la peritonitis.

Además, la política de la UE hacia Rusia, como ocurrió con Irán y Libia, es autolesiva para la economía de la Vieja Europa. De hecho, el embargo decretado por EE.UU. y la UE contra Rusia tiene repercusiones muy graves en la economía europea, ya en semibancarrota declarada desde 2010.

El aliado natural (físico, histórico, cultural y geográfico) de Europa quizá deberían ser precisamente las naciones limítrofes del este europeo y del Mediterráneo: Rusia occidental o europea (no necesariamente la asiática), Siria y Libia.

¿No es quizá el Atlántico un espacio demasiado vasto (comparado con el Mediterráneo y Europa del Este) para poder ser cruzado fácilmente y abastecer, por ejemplo, a Europa occidental de gas, que Rusia ya no nos dará y que los yihadistas de Daesh (ISIS‑ISIL…) han casi completamente quemado en Libia después de la desaparición (ordenada por EE.UU. del presidente Obama y ejecutada por la Francia del presidente Sarkozy) de Gadafi?

Sin embargo, la UE se ha alineado, suicidamente, contra sus vecinos de tierra y mar, con quienes comerciaba (importando y exportando) y con quienes ya no podrá hacer negocios justo en el momento de su mayor necesidad.

Los políticos europeos (marionetas en manos de la Alta Finanza y los Clubes o Think‑Tank mundialistas israelo/americanos) fingen que el rey está vestido (es decir, que Europa e Italia están en plena “salud”, véase Matteo Renzi), mientras en realidad “el rey está desnudo” (véase Andersen). En verdad hay que despertar y unir nuestras fuerzas para detener el “trasvase ideológico/financiero inadvertido” hacia la plutocracia israelo/americana y entender si no nos conviene estar con Putin antes que con Washington, Tel Aviv o “Bruselas”.

Para comprender mejor la cuestión, es útil conocer la vida y el pensamiento de Vladímir Putin. En este sentido nos sirve un buen libro, bien documentado, recién salido de la editorial Mondadori de Milán, titulado Putin. Vida de un zar, escrito por Gennaro Sangiuliano, vicedirector del TG1 y colaborador del Sole 24 Ore. Me baso en él para presentar al lector los rasgos esenciales de la personalidad de Vladímir Putin.

Introducción panorámica

Vladímir Putin nació el 7 de octubre de 1952 en Leningrado (la actual San Petersburgo), ciudad soviética que sufrió el asedio más masivo y cruel durante la guerra entre Alemania y la URSS, un sitio de unos tres años en el que murieron cerca de un millón de ciudadanos. Sus padres, que vivían en Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial, escaparon de la muerte, pero su madre corrió riesgo de morir de hambre y su padre quedó gravemente herido en una pierna en batalla, lesión que lo dejó semi invalido para el resto de su vida.

El joven Vladímir era de pequeña estatura, frágil, pero de carácter muy fuerte, valiente hasta lo temerario; además poseía una inteligencia viva y rápida, lo que lo llevó a leer mucho, aunque su carácter era más bien el de un joven “de calle” turbulento y, como él mismo dijo, “un bribón”.

A los 12 años Vladímir lee El escudo y la espada, un best-seller que narra las aventuras de un 007 soviético, posteriormente convertido en popular ficción televisiva, una especie de James Bond soviético. De ese amor por el personaje nació su vocación de entrar al KGB, el servicio secreto soviético, tras obtener una brillante licenciatura en jurisprudencia en una de las universidades más prestigiosas de la URSS, del cual KGB sería luego coronel y después director (además de vicealcalde de Leningrado y presidente de Rusia desde 2000).

La mentalidad de Putin representa el intento de Rusia, tras el colapso de la URSS (1989), de resistir a la americanización, occidentalización y por ende a la globalización del mundialismo. Además, evitó la restauración del comunismo en Rusia tras 1989 debido a la incompetencia de los “demócratas”, los partidarios de Boris Yeltsin.

Sin duda Vladímir luchó con firmeza y sin piedad la guerra contra Chechenia, que fue una “guerra sucia, como fue la de los estadounidenses en Vietnam, pero con la diferencia de que la primera era parte de Rusia, mientras Indochina estaba a miles de kilómetros de Washington”. También la masiva presencia de guerrilleros chechenos en Siria e Irak —junto a talibanes e ISIS— demuestra que, si Putin no hubiera sofocado la Chechenia islámica, habría surgido un califato islámico en Rusia amenazando la seguridad global.

La crítica más común contra Putin es que Rusia no es una democracia, pero “Rusia no puede ser una democracia porque si lo fuera, no existiría”. Los politólogos llaman a su régimen “democracia controlada” para distinguirlo tanto del totalitarismo soviético como del autoritarismo zarista y, al mismo tiempo, de la “democracia libertaria y agnóstica” occidental, que olvida sus tradiciones culturales y religiosas, que en cambio son la base común de la Rusia putiniana.

Para Putin el gobierno de Rusia no puede sostenerse sin un fuerte apego al sentido de jerarquía y mando, al pueblo entendido como comunidad arraigada a su tierra o Patria, con una tradición religiosa específica (el cristianismo) y una cultura destacada (especialmente literaria, musical, física, matemática y química).

En cambio, los intelectuales occidentales han perdido el contacto con la realidad y el pueblo (que no es la masa) e instauraron una sociedad desarraigada, sin tierra, patria, religión, tradición, jerarquía, orden, disciplina y sobre todo sin alma cultural ni religiosa.

La falta de todo esto llevó, según Putin, al colapso de la URSS en 1989 y llevará al colapso de EE.UU. y Occidente atlántico, que cortó sus raíces europeas para instalarse contra su naturaleza en el desierto cultural, espiritual y tradicional del Norteamericano, que como mucho puede remitir al iluminismo británico, lo cual es la negación de la metafísica europea greco/romana y cristiana.

Un personaje que fue punto de referencia de cultura metafísica y tradicional actuó como padre y maestro para Putin: Alexander Solzhenitsyn, quien siempre recordó al Oriente y Occidente que la solución a los problemas causados por el comunismo soviético en Rusia no podía ser el liberalismo anglosajón y especialmente americano.

La adolescencia de Putin

Un episodio de la vida de Putin a los trece años revela su personalidad, carácter y modo de actuar. Una mañana un compañero de Vladímir es golpeado en el patio de su edificio por un matón mayor. Vladímir observa sin intervenir porque el matón está acompañado por un grupo, pero la amistad es sagrada para él y decide vengar al amigo. Se sienta en el centro del patio y espera que el matón regrese por la noche. Aunque la pelea parece desbalanceada, Vladímir salta sobre el matón y lo golpea con puños, patadas, arañazos y mordiscos. El matón queda abrumado por la agresividad de Putin, característica de su juventud que luego canalizó mediante el judo, la reflexión, los estudios y el deseo de unirse al KGB. Nunca abandonar a un amigo, especialmente en desgracia o dificultad, forma parte de su personalidad incluso a nivel internacional y político.

El padre de Vladímir se había alistado voluntario en una unidad de élite del Ejército Rojo perteneciente a la NKVD (antecesora del KGB) y había luchado en la batalla del río Neva, de combates encarnizados, tras la cual regresó como inválido permanente. Se inscribió joven en el Partido Comunista Soviético siendo un militante convencido.

La madre arriesgó morir de hambre durante el largo asedio de Leningrado y sufrió secuelas físicas para toda la vida. Putin confesó haber sido bautizado en secreto por ella, ferviente cristiana, contra la voluntad de su padre, ateo bolchevique.

Tras la guerra, el padre trabajó como operario especializado en una fábrica de material ferroviario.

Su hogar familiar tenía apenas 20m², con una sola habitación donde se dormía, comía y estudiaba. La calle se convirtió en el espacio habitual del joven Vladímir, quien admitió haber sido un pequeño maleante de barrio que buscaba su espacio vital en la dura periferia de Leningrado. La agresividad fue siempre parte de su carácter: no toleraba insultos y reaccionaba inmediatamente de forma violenta casi furiosa.

En la escuela fue vivaz, inteligente, indisciplinado y agresivo, pero capaz de sobresalir en los estudios. Al crecer, aunque mantenía su energía, mejoraron sus relaciones escolares, destacándose por inteligencia y empeño. Alrededor de los 13 años era uno de los estudiantes más brillantes, atento en clase, profundizando y leyendo constantemente. La disposición a la violencia permaneció, pero Vladímir la canalizó en actividades deportivas: probó boxeo, pero se rompió el tabique nasal. Luego eligió sambo, lucha típica rusa que combina elementos de karate y judo con agarres de combate popular ruso. La pasión por las artes marciales continuó, y en 1976 se convirtió en campeón de sambo de Leningrado, tras obtener el cinturón negro de sexto dan.

La vocación por el KGB

La sede del KGB en Leningrado generaba temor en todos, pero en 1968 un joven delgado de 16 años entró decidido en el edificio y preguntó a un agente cómo trabajar allí. El agente respondió molesto que no se elige el KGB, se es elegido; además, se requiere titulación en derecho. Vladímir terminó el secundario, aprendió alemán e inglés muy bien, y en 1970 superó los exámenes para ingresar en la facultad de derecho de Leningrado, cosa muy difícil en esos años, cuando la universidad estaba reservada a hijos del aparato del Partido. Ingresó y posteriormente mantuvo un carácter introvertido, suspicaz con todos, abstinente y frío de temperamento. Otra de sus pasiones era la música clásica. También era ordenado y reservado incluso en lo sentimental. Durante sus estudios conoció a una estudiante de medicina muy atractiva con quien tuvo una relación importante: planeaban casarse, pero Vladímir decidió romper el compromiso—“la decisión más difícil de mi vida”—probablemente por razones profesionales y por consejo tácito del KGB, que sugería no casarse demasiado joven.

En la facultad conoció a Anatoly Sobchak, destacado jurista atraído por ideas de economía de mercado. Putin se sintió fascinado.

El llamado del KGB

Después de cuatro años de universidad recibió una llamada: un funcionario del KGB quiso entrevistarlo y quedó impresionado por su carácter reservado pero lleno de energía, flexibilidad mental, coraje y perfecto dominio de alemán e inglés. Así fue reclutado por el KGB. A los 23 años Putin se graduó con una tesis en derecho internacional, lo que le abriría luego las puertas para trabajar como agente secreto en Alemania del Este. Eran mediados de los 70: la URSS estaba en su apogeo militar, tecnológico y político, mientras que EE.UU. atravesaba una crisis tras la guerra de Vietnam y el escándalo Watergate. El presidente Carter era inexperto; la debilidad estadounidense persistiría hasta la llegada de Ronald Reagan en 1981. Según el KGB, la caída de Nixon fue resultado de un complot de enemigos de la distensión, identificando directamente a sionistas o, mejor dicho, al lobby judío.

No obstante, la potencia de la URSS era solo fachada; la realidad era fracaso social, económico y político. El real socialismo generó miseria generalizada en toda la Unión. Sólo el vodka abundaba, alimentando un grave problema social de alcoholismo. A pesar de ello, las universidades soviéticas seguían produciendo físicos, matemáticos y químicos brillantes cuyas contribuciones eran enterradas por la burocracia.

Este fracaso fue claramente percibido por el KGB, diametralmente opuesto a la fachada exterior de poder. En los setenta se formó la consciencia del colapso inminente, aunque aún lejano, pero los gérmenes del caos eran constantes. Putin lo percibió inmediatamente.

En febrero de 1976 fue enviado a un curso operativo en OJTA, uno de los centros más cualificados de inteligencia soviética, que él calificó como “una escuela absolutamente insignificante”. En los setenta estalló la disidencia intelectual: Solzhenitsyn escribe Archipiélago Gulag en 1972, difundido globalmente en 1974. La repercusión fue aplastante incluso en la URSS. Brezhnev lo calificó de ridícula caricatura antirrusa; Solzhenitsyn respondió con argumentos sólidos: el comunismo aspiraba a durar eternamente pero fracasó irremediablemente; la salvación de Rusia requiere abandonar el marxismo-leninismo y adoptar una ideología nacional patriótica de base religiosa.

Putin coincidía plenamente con Solzhenitsyn. Andropov, director del KGB, comprendió que la situación real era esa. Putin ha afirmado que nunca participó en actividades represivas contra disidentes, ya que su función era el contraespionaje. De hecho, algunos colegas declararon que Vladímir “había adoptado los mismos puntos de vista que Sakharov y sentía un respeto especial por Solzhenitsyn”. El agente Putin se convenció cada vez más de que el sistema era corrupto y la recesión económica solo se superaría si se rompía el molde del socialismo real para adoptar una economía de mercado fundamentada en la propiedad privada, que considera natural en la esencia humana.

El matrimonio

El 28 de julio de 1983 Vladímir se casó con Ludmila, tras tres años y medio de noviazgo. También ella fue bautizada en secreto a los cinco años por su madre, cuya religiosidad latente sería clave en el despertar religioso de Putin algunos años después. Durante su noviazgo, un episodio revelador narrado por Sangiuliano muestra el carácter celoso de Putin: tras una noche de baile, Vladímir separa a Ludmila aparte y le dice con dureza: “nuestra historia no tiene futuro”. Ludmila quedó consternada.

En 1985 nació la primera hija, María, en Leningrado; la segunda, Katerina, nacerá en Dresde. La primera lleva el nombre de la madre de Putin, la segunda el de la abuela materna, según tradición.

En Alemania del Este

Putin llega a Dresde en 1985, poco después de la muerte de Chernenko y el ascenso de Gorbachov en el Kremlin. La crisis moral y material del comunismo, latente desde décadas atrás, estalla y comienza el periodo turbulento que culminará con la disolución de la URSS. En noviembre de 1989 cae el Muro de Berlín y luego se toma la sede de la Stasi, seguido el 3 de diciembre de la sede del KGB donde reside Putin, entonces mayor. Decide no usar armas; la policía de Alemania del Este está desbandada y no protege al KGB. Putin habla con los manifestantes. Solo cuando llega un grupo militar soviético la multitud se dispersa. Él dirá: “tuve la impresión de que el país ya no existía. Estaba claro que la URSS sufría esa parálisis mortal del poder”. Regresa a Leningrado en medio del caos, escasez de alimentos, falta de calefacción y desorden total. Putin se muestra desilusionado y se pregunta: “¿cómo pudieron equivocarse? ¿No leyeron nuestros informes? Nosotros ya advertíamos lo que iba a suceder”.

La perestroika y glasnost de Gorbachov no traen frutos. Gorbachov pretende diferenciar entre buen y mal comunismo sin destruir el Partido. Paralelamente, crecen la delincuencia organizada y el despertar religioso, junto al peligro de un califato islamista en repúblicas ex-soviéticas musulmanas. En 1988 empiezan conflictos en el Cáucaso que desembocan en una guerra en 1992.

Asciende Boris Yeltsin, quien desde el inicio muestra una intención real de cambio. El 15 de marzo de 1989 Gorbachov es elegido presidente de la URSS, pero el 29 de marzo Yeltsin es presidente del Congreso de la República Rusa. Desde entonces hay dos parlamentos y dos presidentes: soviético y ruso. Una estructura insostenible. Gorbachov se aísla mientras Yeltsin se fortalece como líder visionario opuesto al comunismo radical.

El 17 de agosto de 1991 ocurre un golpe de comunistas radicales contra Gorbachov, quien permanece pasivo. Yeltsin se posiciona inmediatamente y Putin apoya a Yeltsin. Su actitud decisiva frustra el golpe. Gorbachov es destituido por Yeltsin, quien decreta el fin de la URSS y del PCUS.

Putin consideró abandonar el KGB para una carrera académica como asistente de su antiguo profesor Sobchak—gran jurista que en 1990 se convierte en alcalde de Leningrado con Putin como vicealcalde. En 1993 ocurre otro golpe contra Yeltsin y Sobchak. Durante las horas más críticas, Sobchak se resguarda en la dacha de Yeltsin cerca de Moscú, pero el arresto de Yeltsin falla dos veces. Putin regresa urgentemente a Leningrado (ya llamada San Petersburgo), reúne hombres armados y los despliega en el aeropuerto. El golpe fracasa gracias a la reacción militar eficiente: Yeltsin ordena el asalto con fuerzas especiales Alfa, coordinado por el entonces teniente coronel Vladímir Putin.

La conversión religiosa

En 1991 la dacha [casa de campo] familiar de Putin se incendió. María, su hija mayor, quedó dentro junto a su secretaria mientras Vladímir entraba, la sacaba por el balcón en brazos de personas que acudieron en su ayuda, y luego ayudaba a la secretaria a bajar con sábanas improvisadas. En un acto de valentía entró nuevamente para recuperar una bolsa con todos sus ahorros, pero falló. Envuelto en una manta bendita, emergió justo antes del derrumbe total. A este episodio se atribuye oficialmente su conversión a la Iglesia Ortodoxa, aunque ya había sido bautizado en secreto.

Los oligarcas y la mafia rusa dominan la familia Yeltsin

Tras el fin del rigor soviético, Rusia entra en un estado de incertidumbre donde Yeltsin cae víctima del alcohol, la enfermedad y las ambiciones de sus hijas. Oligarcas y especuladores compran industrias rusas por centavos, y la mafia penetra estatalmente. Sobchak era un hombre de cultura pero no de gobierno; desligado de la realidad. Sangiuliano compara la Rusia de principios de los 90 con la Palermo de los setenta: capital libre y crimen organizado reemplazando al Estado.

El único capaz de enfrentar la crisis fue Vladímir Putin. “Yeltsin tuvo méritos históricos pero también deméritos incontestables. Defendió a Rusia de los remanentes del estalinismo, pero permitió el auténtico Far West socioeconómico. Apostó por economistas estilo neo‑Chicago boys liderados por Egor Gaidar y Anatoli Chubais—enemigo acérrimo de Putin—quienes promovieron una terapia de choque basada en teorías ultra‑liberales”.

Los oligarcas que rodearon a Yeltsin incluyen a Boris Berezovski, Vladímir Gusinski, Mijaíl Jodorkovski, Alexéi Mordashov, Oleg Deripaska, Roman Abramovich, muchos de origen israelí, apoyados por poderosos centros financieros internacionales. Se menciona sobre todo que el rescate del FMI en 1998 fue esencialmente un auxilio a bancos extranjeros, no a la economía rusa.

El 25 de julio de 1998 Putin es nombrado director del nuevo KGB (FSB), aunque esta agencia ya no tiene el poder antiguo; muchos agentes gobiernan para los oligarcas o la mafia. Durante este período revalida su lealtad a Sobchak: lo hizo exiliar a Francia. No abandona a un amigo en desgracia.

El 9 de agosto de 1999 Yeltsin, aún con un atisbo de sentido patriótico, nombra a Putin viceprimer ministro, reconociendo que solo Putin tenía la fuerza, inteligencia y valor para enfrentar a los oligarcas y la mafia que habían invadido la sociedad rusa.

La guerra contra el islamismo checheno

El 13 de septiembre de 1999 un edificio habitado por familias de policías explota en Moscú: terrorismo checheno. La respuesta de Yeltsin es firme, pero quien toma el mando es Putin, quien pronuncia una frase que quedó famosa: “no importa dónde se escondan, los perseguiremos donde sea, incluso en el baño. Y los mataremos en el baño”. Comienza así el conflicto con los independentistas chechenos islamistas. En la primera guerra de independencia (1991) Chechenia se declara independiente; en 1994 Yeltsin envía 40000 soldados, pero tras dos años admite la independencia. Putin, asumido ya como jefe del gobierno, actúa: usa la aviación para bombardear posiciones chechenas, con ataques masivos y brutales. Para agosto de 1996 Rusia anuncia la eliminación de mil guerrilleros. Putin declara: “estaba convencido de que si no los deteníamos pronto, nos convertiríamos en una segunda Yugoslavia. Fue necesario retomar Daguestán y expulsar a los guerrilleros chechenos”.

La segunda guerra: contra los oligarcas

Putin no solo se niega a ser manipulado por los oligarcas sino que decide que era hora de romper con ellos. Aunque Yeltsin aun figura como jefe formal, debe ceder el poder debido a su dependencia del alcohol, los oligarcas y la mafia—considerada brazo armado de la oligarquía neoliberal “rusa”. Occidente no quería que Putin llegara al poder, ya que habría defendido los intereses de su patria, no del Nuevo Orden Mundial. Sin embargo, intelectuales como Sakharov, Zinoviev y Solzhenitsyn estimularon la opinión pública contra la globalización de Rusia.

El 31 de diciembre de 1999 Yeltsin entrega el poder real: “dos coroneles de las Fuerzas Estratégicas entregan a Putin los códigos de lanzamiento de armas nucleares: verdadero cetro de poder”. Poco después Yeltsin anuncia su dimisión anticipada.

Sangiuliano escribe que el conservadurismo de Putin difiere enormemente del neoconservadurismo liberal estadounidense: para Putin, la política rusa debe basarse en su tradición social, cultural y religiosa, no en valores liberal-democráticos occidentales genéricos. En Pascua ortodoxa, con su familia, acude siempre a la catedral de San Isaac en San Petersburgo. “Si Rusia se volvió grande —repite Putin— no fue por un zar, una guerra o un partido político; el mérito es del cristianismo”.

La guerra contra los oligarcas apátridas y mundialistas

Putin define al oligarca como “exponente de la alta finanza que busca influir en la política desde las sombras”; en resumen—perteneciente a una sociedad secreta que dirige el mundo a través del dinero. Los tres enemigos de Putin son las sectas secretas, la alta finanza apátrida y el globalismo mediante la banca sobre la política.

Según Sangiuliano, los oligarcas con los que Putin luchó desde 1996 hasta su victoria total en 2013 eran casi todos de origen israelí, controlando la industria, medios y bancos rusos para subyugar al país al Nuevo Orden Mundial impulsado por EE.UU. e Israel.

Conclusión

En el desorden global actual Putin encarna (en lo que la fragilidad humana permite) la fuerza sana que:

  1. Resiste la globalización.
  2. Evitó la restauración del comunismo en Rusia.
  3. Anticipó por décadas la lucha contra ISIS al erradicar la Chechenia islamista en 1996.
  4. Combate la democracia libertaria occidental que traiciona sus raíces culturales y religiosas.
  5. Previene el colapso del Occidente atlántico, pues este ha cortado sus raíces culturales y religiosas.
  6. Entendió desde los setenta la degradación interna de la URSS, opuesta a su fachada aparente de poder.
  7. Comprende ahora que la grandeza de EE.UU./UE es solo apariencia; su decadencia cultural, moral y económica es el cáncer que lo corroe internamente.
  8. Lucha contra la alta finanza internacional que intentó apoderarse de Rusia, ofreciendo un ejemplo a Occidente.
  9. Fue rechazado por EE.UU. porque habría defendido los intereses de su patria y no del Nuevo Orden Mundial; intelectuales como Sakharov, Zinoviev y Solzhenitsyn movilizaron la opinión pública contra la globalización rusa.
  10. Enfrenta enemigos poderosos: sectas secretas, alta finanza apátrida y globalismo.
  11. Insiste en que un país debe reencontrar su origen religioso, base moral de la sociedad; las tradiciones culturales e históricas no son opciones sino pilares de la fortaleza nacional; la nación se sostiene con familias unidas, numerosas, moralmente ordenadas y religiosas.

Putin lo resume en una frase pronunciada el 4 de diciembre de 2015 ante la Asamblea Federal Rusa:

“Nuestra fuerza está en la unidad, en la combatividad. En el apego a la familia, en el crecimiento demográfico, en el progreso de nuestra vida interior.”

 

d. Curzio Nitoglia

11/1/2016

https://doncurzionitoglia.wordpress.com/2016/01/11/putin-modus-operandi/

  


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