Por P. LEONARDO CASTELLANI
Un
Religioso español que ocupa un alto cargo y pasó por la Argentina hace un año,
me decía: “Los españoles nos hemos cansado de elegir el mal menor. El mal menor
es un mal. Nosotros queremos elegir el bien”. En efecto, un gobierno que obliga
a sus súbditos a elegir entre dos males es un pésimo gobierno: su deber es
conseguir el bien, el bien común. Eso de parte de un gobierno es
mucho más que una trampa, es una extorsión; porque los dos males nos son
impuestos voluntariamente, por libre decisión; y no como consecuencias externas
forzosas, como sería por ejemplo una guerra.
El
principio moral de que es lícito elegir un mal menor vale en determinados
casos, por ejemplo, el de la “legítima defensa”; “servato moderamine
inculpate tutelae”, como dicen. No vale en todos. En el caso de conciencia
propuesto por el film El mar no perdona, por ejemplo, el capitán
del bote salvavidas que da muerte directamente a algunos de los náufragos para
salvar al resto, procede inmoralmente.
En
el caso de error, no se puede elegir el “menor error”. ¿Cuál es el menor error?
¿Por ventura el error mezclado con verdades? Ésos suelen ser los más
perniciosos… El liberalismo es un error. ¿Puedo elegir el liberalismo para
alejar al comunismo? No. Debo rechazarlos ambos. El error más grande del
hombre. El liberalismo es pecado, escribió Sardá y Salvany, un
librito muy útil para la Argentina que habría que proponerle a Emecé.
Si
hay una discusión entre siete hombres, uno de los cuales dice que dos más dos
son cuatro, otros tres dicen que dos más dos son cinco, y los otros tres
restantes que dos y dos son cuatrocientos, ¿debería el primero ponerse de parte
de los del cinco porque es un error menor? Aquí en la Argentina muchísimos se
pondrían de inmediato, sobre todo si les dan a ellos 5 por cada 2 y 2.
La
parábola no es tan idiota como parece, porque de hecho el liberalismo ha
sometido muchas veces al sufragio universal cosas que son de derecho natural;
es decir, simplemente “verdades”; en lo cual la mayoría no tiene autoridad
maldita. Un solo hombre que tiene la verdad es más mayoría que
50.000 hombres que estuviesen en el error. Lo saben los héroes y los mártires.
San Atanasio fue condenado en tales y tales Concilios por tales o cuales
crímenes, la mayoría de los Obispos estaban de acuerdo, el Papa se callaba la
boca; más él decía tenazmente: “No es verdad”. Él era la mayoría; o
por lo menos ahora lo es.
Cuando
el nacionalismo argentino votó a Perón, Perón aparecía como un bien; y a osadas
lo era, dado lo poco que puede conocer la multitud al hombre al cual vota, en
el sistema nuestro. Los obispos también prácticamente recomendaron votar por
él. Los “teóricos” actuales del “mal menor” no aciertan.
Ayudar
a huir a un delincuente en lugar de someterlo a proceso, oír su defensa y
castigarlo so el delito se prueba, eso es un desafuero tremendo a la Justicia y
a la Moral y al Derecho. El delincuente tiene derecho a ser
castigado, porque solo el castigo puede reintegrarlo al orden -enseñó
Platón-. Esos paganos antiguos tenían más moral que muchos católicos de
ahora; de los cuales yo soy el párroco ¡ay de mí! Porque me veo forzado a
decirles las verdades que el propio párroco a lo mejor calla. ¿Le dijo el
párroco a Atilio Dell´Oro que por restablecer la ley 1.420 quedaba excomulgado?
Tememos que no.
El
rojillo español anónimo que escribe en La Razón “El pulso de
este mundo” representa gravemente a un Cardenal (25-1-58) que discute con un
ministro ¡en Roma! Acerca de “la manera de evitar el comunismo”, y lo manda que
se encierre en la sacristía. ¡Eso quisiera él! El Cardenal define simplemente
un punto moral, que es lo que corresponde a su oficio. El rojillo español hace
mucho que ha perdido el pulso; y quiere definir, el cuitado, el pulso de este
mundo.
El nacionalista
para serlo debe estar situado en el plano moral. ¿Qué es nacionalismo, pues, si
no es una reacción ética contra la desintegración demagógica, las utopías y los
engaños del liberalismo? El nacionalista debe vivir en el plano ético o el
plano religioso; el liberal puede habitar en el plano estético. En ese plano,
el plano de la política pura (o sea, impura), de las
“tácticas”, de las “combinaciones”, del mal menor, de los maquiavelismos
baratos y de las mentiras estratégicas, el nacionalista se encuentra en
posición mucho más débil que sus adversarios, y es el más infeliz de todos los
hombres; porque no tendrá éxito ni en este mundo ni en el otro.
El liberalismo es
un error: es una utopía irrealizable basada en un error teológico. Eso, cuando
es sincero, como lo fue en algunos grandes hombres del siglo pasado; que lo que
esta “democrassia” que nos sirven ahora, eso es simplemente mentira.
La mas triste de
las mentiras, la mentira que ya no engaña a nadie.
FUENTE:
https://peregrinodeloabsoluto.wordpress.com/2023/08/23/el-mal-menor/