Por P.
JULIO MEINVIELLE
¿Existe irreductibilidad entre el liberalismo
y el socialismo? Ninguna. En primer lugar, porque el liberalismo
conduce al bolchevismo, como hemos indicado. En segundo lugar, porque en una y
otra ideología la condición humana es, en lo cualitativo, considerada del mismo
modo.
Uno y otro privan de religión a los
individuos: el liberalismo porque, a fuer de libertad, en él impera la
idea laica; el socialismo porque, en nombre del materialismo, sólo hace posible
la confesión atea. Y ambos privan de lo
moral: porque el liberalismo rompe los frenos que detienen los instintos, y
el socialismo impulsa todos los movimientos infrarracionales.
También destruyen la familia: el
liberalismo porque la entrega a la reglamentación de los contrayentes; el
socialismo, porque legisla el amor libre.
Destruyen las asociaciones y corporaciones: el
liberalismo, en nombre de la libertad que desata; el socialismo en nombre del
Estado que sólo ata.
La propiedad: el
liberalismo, porque al proclamar la libre competencia deja a la multitud
hambrienta esclavizada en manos de unos pocos capitalistas; el socialismo,
porque, en nombre de la igualdad, se la quita a todos por medio de la
oligarquía bolchevista.
En
resumen: que el Estado inhumano que decreta el socialismo con el fin de nivelar
todos los estómagos del universo, el liberalismo lo realiza por la lógica misma
de la idea liberal. Uno impone el desorden en virtud de la ley; el otro, al no
legislar el orden, hace que el desorden impere. Si en el liberalismo, el Estado
es una caldera colmada de moléculas que hierven al calor de las propias
pasiones, sin sufrir presión externa, en el socialismo hierven por la acción
exclusiva de la dictadura proletaria. No es posible concebir una diferencia más
accidental. Léase Rusia al desnudo de
Panait Istrati y se comprobará que no hay vicio de la sociedad liberal que no
lo produzca Rusia reagravado.
Liberales y socialistas son hijos de un mismo
padre, el lacayo Juan Jacobo. Aquéllos quieren a los individuos
libres aunque se mueran de hambre; éstos los prefieren hartos (en la práctica
también los matan de hambre), aunque vivan esclavos. Hermanastros
irreconciliables, se han amamantado en la trilogía revolucionaria, con la
diferencia de que a uno emborracha la libertad y al otro la igualdad.
P. Julio
Meinvielle, Concepción católica de la
política, Colección “Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino”,
volumen 3º, editado en Buenos Aires en el año 1974, Edición digital.