Por P. FLAVIO MATEOS, SAJM
“…el Señor Dios le dará el trono
de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su
reinado no tendrá fin”.
“El
Universo no es un proceso natural, como piensan los evolucionistas o
naturalistas, sino que es un poema gigantesco, un poema dramático del cual Dios
se ha reservado la iniciación, el nudo y el desenlace; que se llaman
teológicamente Creación, Redención, Parusía”. Así lo llamaba el padre
Castellani.
Nuestra
vida es una aventura espiritual rumbo a la eternidad. Y, lo queramos o no,
nuestra vida está inserta en ese combate gigantesco entre el Cielo y el
Infierno. Es lo que vimos brevemente días pasados cuando la fiesta de San
Miguel Arcángel. Esto es así porque somos creaturas e hijos de Dios. Nuestra
alma inmortal, a veces incomprensible hasta para nosotros mismos, indiferente
para el resto del mundo, ha motivado que un Dios se encarnara y sufriera la
muerte en la cruz para rescatarnos. Como si fuera poco, nos ha dado en herencia
a su Santísima Madre. Y Ella, personalmente, se involucra en nuestra vida, al
parecer insignificante, como se involucra en los combates más trascendentes de
la Iglesia, especialmente a partir del siglo XIII, donde le reveló a santo
Domingo de Guzmán el santo Rosario.
Ese
combate recrudece, esa guerra se hace más pesada, más cruel, más dura, a medida
que nos acercamos al desenlace de la guerra, con el esperado triunfo de Cristo
Rey. En esa guerra iniciada por Lucifer en los comienzos, vivimos y recibimos
nuevos ataques contra el Reinado de Cristo.
Hace
unos pocos días, el nuevo papa, nuevo por su elección pero viejo y rancio en
sus ideas, que no hacen sino continuar los errores y la apostasía iniciada con
el Vaticano II, particularmente agudizados con Francisco, hizo su video mensual
del mes de octubre, pero no para alentar el rezo del Rosario, como había hecho
en doce encíclicas su predecesor onomástico León XIII, sino para festejar los
60 años del documento Nostra Aetate,
la carta más señalada de la rendición vaticana ante la Sinagoga de Satanás.
Dice
León XIV a manera de oración, titulada “Por
la colaboración entre las distintas tradiciones religiosas”:
Que los ejemplos concretos de
paz,
justicia y fraternidad en las religiones
nos impulsen a creer que es posible vivir
y trabajar juntos, más allá de las diferencias.
Que las religiones no sean usadas como arma ni muralla,
sino vividas como puentes y
profecía:
haciendo creíble el sueño del
bien común,
acompañando la vida, sosteniendo
la esperanza
y siendo levadura de unidad en un
mundo fragmentado.
Tristemente sigue la línea
inaugurada en el Vaticano II: derrotismo ante los poderes mundanos y
descoronamiento de Cristo Rey. Con un lenguaje humanista, pacifista y vacuo
pide que las religiones no sean usadas como arma ni muralla. Sin embargo, las
falsas religiones son usadas por el diablo como armas para destruir la única
religión verdadera y para perder las almas que la Iglesia católica tiene por
fin rescatar.
Ya dijo N.S. Jesucristo que
Él no vino a traer la paz:
“No creáis que he venido a traer la paz sobre la tierra. No he venido a
traer paz, sino espada”. (Mt. 10,34)
“¿Pensáis
que vine aquí para poner paz en la tierra? No, os digo, sino división. Porque
desde ahora, cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos, y dos contra
tres. Estarán divididos, el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la
madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y
la nuera contra su suegra”. (Lc. 12,51-53)
El
rosario es un arma
Nuestro Señor sabía que
iba a ser rechazado por el mundo y que ese combate de los suyos contra el mundo
sería hasta el fin. Por eso Él, pacífico y pacificador, Príncipe de la paz, sin
embargo, no vino a prometer una falsa paz irénica, en una “cultura del encuentro”
utópica y una fraternidad universal que no puede existir fuera de su Reino, o
sea fuera de la Iglesia católica.
Porque el que no acepta a
Cristo está bajo la influencia del Enemigo. Por lo tanto, existe una muralla
invisible entre uno y otro, entre la verdad y el error.
¿Qué la religión no debe
ser usada como un arma? Desde el momento en que Lucifer declaró la guerra, y
San Miguel contraatacó, el hijo fiel de Dios no puede estar desarmado nunca.
¿No se representa a San Miguel acaso con una espada en la mano?
Y acá precisamente entra
en la historia el santo Rosario, tal como lo conocemos hoy. ¿Qué ha sido el
Rosario desde sus inicios, sino un arma en defensa de la fe católica?
Pero el lenguaje sentimental y humanista cree que las armas con que nos defendemos son un símbolo del mal que infligimos. Errado. Combatimos en defensa propia y porque amamos al enemigo, deseando que éste se convierta. Reconocemos que existen las legiones que son instrumentalizadas por las fuerzas del mal y debemos repelerlas, a la vez que rezamos por ellos. Eso se ve claramente en la aparición del Rosario.
Es decir
que el Rosario es un arma por la cual se obtiene la verdadera paz, y esta paz
es la que da libertad a la Santa Iglesia de Cristo. Por eso la paz está
prometida al Corazón Inmaculado, cuando el papa consagre a Rusia. Una paz que
implica la defensa contra los enemigos de la Iglesia, que nunca dejarán de
existir en este mundo.
El
Rosario, o Salterio de Jesús y María, fue instituido por Santo Domingo, el
fundador de los Dominicos, que fueron los encargados de difundirlo. Según la
tradición apareció en 1212, cuando en Toulouse, Francia, Nuestra Señora
irrumpió en la historia, apareciendo a Santo Domingo de Guzmán. En ese momento,
en la Iglesia de Francia, hubo un movimiento herético, que tuvo un gran poder
sobre la gente, el movimiento llamado de los Albigenses o los Cátaros, o sea
los “puros”. Era una nueva manifestación de los antiguos maniqueos. Esta
herejía era peligrosa no sólo para la Iglesia sino también para la sociedad
toda. Por eso el Papa Inocencio III estaba preparando una Cruzada para detener
la revuelta, cuando Nuestra Señora intervino, eligiendo a un joven Sacerdote de
los Cánonigos Regulares de España, Domingo de Guzmán, que estaba en Tolouse
predicando. El Beato Alano de Rupe relata que Santo Domingo, afligido por la
herejía de los Albigenses, se postró en el suelo en un pequeño bosque, a las
afueras de la ciudad, orando incesantemente y haciendo penitencia para implorar
la ayuda de la Reina del Cielo, cuando se le apareció, en un esplendor de
Gloria, la Virgen del Rosario. Fue, presumiblemente, la noche entre el 24 y el
25 de marzo de 1212, la noche de la Anunciación de la Santísima Virgen María,
que se mantuvo durante muchos siglos, la fiesta del Rosario.
La Virgen
María, ofreciendo a Santo Domingo una Guirnalda de 15 Lirios y 150 Rosas (de la
cual se derivan los quince Misterios del Rosario), le dijo: "Toma y recita
Mi Rosario: ¡verás grandes maravillas! Obtendrás todo lo que me pidas en el
rosario.”. En el lugar donde apareció la Virgen del Rosario a Santo Domingo, se
levantó la Iglesia de los Jacobinos, la más majestuosa de las Iglesias
dominicanas, de estilo gótico, en forma de M de María, dividida en el medio por
8 columnas monumentales, que en cada una de los capiteles se dividen en ocho
ramas. Las columnas simbolizan el Árbol del Rosario, y hay ocho columnas, pues
ocho son las letras que forman la palabra: Rosarium. Las ramas que se ramifican
de cada columna son ocho, y ocho son las letras que forman las palabras: Ave
María. Un simbolismo expresivo del Rosario, como el Árbol del Ave María. La
Iglesia de los Jacobinos, desde 1369, alberga además el cuerpo de Santo Tomás
de Aquino.
Victorias del Rosario
Y bien,
fue gracias al rosario que se salvó a Francia de la herejía de los Cátaros.
El 12 de septiembre de 1213 fue manifiesta la
virtud del rosario para obtener la victoria de los cristianos sobre los
enemigos de la Iglesia, en inferioridad numérica, en la imponente Batalla de
Muret, al sur de Toulouse, Francia. Hubo que pelear con las armas, pero lo
decisivo fue el rosario de María. Fue la principal arma y la principal muralla
contra los herejes.
A partir
de entonces, se sucedieron las batallas por la Cristiandad contra los herejes e
invasores: no se fue a su encuentro para dialogar con quienes sólo querían
acabar con los cristianos.
Repasemos
someramente algunos hechos:
-El 7
de octubre de 1571, la gloriosa Batalla de Lepanto, donde la
Cristiandad triunfa contra la dominación musulmana, que hasta entonces parecía
volverse imbatible, gracias al rezo del santo rosario, convocado por el glorioso
papa san Pío V (que no sólo fue el que codificó la santa Misa, además tuvo el
mérito de excomulgar a la impiadosa y hereje Reina de Inglaterra).
-1° de
noviembre de 1628, la ciudad francesa de Rochelle, sostenida por
Inglaterra, amenazaba extender el protestantismo a toda Francia. Por orden del
rey Luis XIII, el Rosario fue rezado solemnemente en un convento dominico de
Paris, en presencia de toda la corte. El rey asimismo demandó a un célebre
predicador dominico, predicar una misión a las fuerzas armadas. Se
distribuyeron 15.000 rosarios entre las tropas, las cuales cada noche
llevaron en triunfo una estatua de la Virgen alrededor de la ciudad, portando
antorchas, mientras rezaban el rosario. La ciudad fue finalmente tomada,
entrando los dominicos en primer lugar. En acción de gracias el rey hizo
construir la iglesia Nuestra Señora de las Victorias en Paris.
-En 1646,
la victoria del Rosario en Filipinas salvó el catolicismo en toda el Asia. Una
flota de navíos protestantes holandeses se apostó amenazante frente a la ciudad
de Manila, defendida sólo por dos galeones comerciales, el “Encarnación” y el
“Rosario”, armados de apuro. Entonces el venerable padre Juan de Conca O.P. se
lanzó a predicar el rosario y hacerlo rezar en los dos navíos. Los marinos
hicieron el voto de ir, en caso de victoria, en peregrinación sobre los pies
desnudos a la imagen de la Virgen del Rosario conservada en el convento
dominico de Manila. De marzo a octubre, se produjeron cinco encuentros
violentos, que resultaron en cinco victorias humanamente inexplicables para los
hispano-filipinos. Desde entonces se difundió una muy grande devoción del
Rosario en todo Filipinas, llamado el “Reino del Santo Rosario” por el papa Pío
XII.
-El 12 de
septiembre de 1683, fiesta del santo nombre de María, en la batalla
de Viena las armas cristianas del sacro Imperio Romano Germánico –conducidas
por el rey polaco Jan III Sobieski- obtuvieron una extraordinaria victoria
sobre los invasores islámicos, sosteniéndose en el rezo del santo Rosario.
-Pese a
las derrotas infringidas por los ejércitos cristianos, los turcos no cesaron de
acosar a la Europa cristiana. Pero nuevamente en otra fiesta mariana serían
derrotados. El 5 de agosto de 1716, durante la fiesta de Ntra. Sra.
de las Nieves, el príncipe Eugenio al frente del ejército imperial austríaco,
obtuvo la victoria sobre los turcos que amenazaban Europa, en Belgrado, en
la batalla de Petrovaradin. A raíz de esta victoria el papa
Clemente XI (1700-1721) dispuso que fuera celebrada por la Iglesia universal la
fiesta de Ntra. Sra. del Rosario.
-Entre 1793
y 1795, la heroica guerra de la Vendée condujo a la gloria del martirio a
una multitud de vendeanos, salvando el catolicismo en la Francia
revolucionaria, que buscaba exterminarlo. Fue el fruto de las predicaciones del
amor de la sabiduría de la cruz y el santo Rosario por parte de San Luis María
Grignion de Montfort, casi cien años antes.
-En
el Japón, el rezo del Rosario, que había sido predicado por
jesuitas y franciscanos, mantuvo el coraje de los mártires en el siglo XVI, y
conservó a los japoneses firmes en la fe aun cuando estuvieron sin sacerdotes,
en todo el siglo XIX.
-En 1807 se
produjo la segunda invasión inglesa a Buenos Aires (llamada en verdad Santa
María de los Buenos Aires), en el por entonces Virreinato del Río de la
Plata. El año anterior los británicos habían ocupado la ciudad y realizado todo
tipo de desmanes incluyendo profanaciones a las iglesias católicas. Pero fueron
expulsados tras la campaña de la Reconquista, encabezada por el comandante y
luego virrey Santiago de Liniers (1753-1810), noble y militar de origen
francés, con ancestros protagonistas de la gesta vendeana, que se sostuvo mediante
el rezo del santo Rosario.
--Ya
entrado el siglo XX, los cristeros mejicanos se acompañaban del Rosario en
todos los instantes de su vida. “Los
cristeros oraban y cantaban a altas horas de la noche, rezando colectivamente
el Rosario, de rodillas, y cantando los laudes a la Virgen o a Cristo, entre
las decenas” (Jean Meyer).
Hubo
varias victorias importantes también en el transcurso del siglo XX, pero para
no extendernos demasiado no las vamos a mencionar. Queda patente el poder del
santo rosario, cuando se lo reza con fe, convicción y amor.
Así lo
enseñaba a rezar el padre Pío, del que se cuenta lo siguiente:
“El Padre Pío llegó a
San Giovanni Rotondo en septiembre de 1916: aquella sería su morada definitiva
durante más de cincuenta años, hasta su muerte, en 1968. Hacía pocas semanas
que había llegado, cuando tuvo una nueva visión, que años más tarde refirió al
padre Tarcisio da Cervinara, pero llamándola, por humildad, “sueño”.
«Parecía que me
encontraba en la ventana del pequeño coro de la iglesita de S. Giovanni Rotondo
y, en la placita que está delante, estaba apiñada una multitud inmensa. Después
de haber observado toda aquella innumerable multitud de personas, asomándome a
la ventana del coro, pregunto: “¿Quiénes sois? ¿Qué queréis?”. Y toda esa
muchedumbre, en coro, con voz estentórea y ensordecedora, grita a voz en
cuello: “¡La muerte del Padre Pío!”. ¡¡¡Me di cuenta de que eran todos
demonios!!! A estas palabras, volví al coro para orar. Enseguida me vino al
encuentro la Virgen que, con dolorida mirada materna y con gesto decidido, me
puso entre las manos un “Arma” diciéndome: “¡Con esta “Arma” eres tú quien
vencerá!” La usé desde la ventana del coro y toda aquella gente cayó
fulminantemente al suelo quedando aturdida. Me desperté. Después me dormí de
nuevo y me encontré en la misma ventana. Vi de nuevo una numerosa muchedumbre.
Maravillado, y no sin una cierta desilusión, dije gritando: “¡Ah!, ¿no estáis muertos?”.
Y de nuevo pregunté: “¿Quiénes sois?”… Responden: “¡Somos cristianos!”.
Aliviado, digo a todos: “Sois hijos de Jesús… Entonces, ¡venid conmigo!
¡Seguidme y obedecedme! ¡Y jamás nadie os hará daño!”. Y añadí: “Estrechad
siempre en vuestra mano el “Arma de María” y obtendréis siempre y en todas
partes victoria sobre los enemigos infernales”».
Esa “Arma” era el
rosario, que el padre Pío no se cansaba de rezar todo el día.
(Del libro Padre
Pío contra satanás, de Marco Tosatti, Homo Legens, 2018)
Habla la
Santísima Virgen
Por si no
fuera suficiente, la misma Santísima Virgen en Lourdes le dijo a Santa
Bernardita: “Recen el rosario por los pecadores”. Y en la más importante de sus
apariciones del siglo XX en Fátima, ha mandado rezar el rosario en todos sus mensajes:
13 de mayo: Rezad el tercio [o corona del Rosario] todos
los días a fin de obtener la paz para el mundo y el fin de la guerra…
13 de junio: Quiero que vosotros […] digáis el tercio
todos los días…
13 de julio: Quiero que vosotros […] continuéis recitando
el tercio todos los días en honor de Nuestra Señora del Rosario…
19 de agosto: Quiero que vosotros
[…] continuéis recitando el tercio todos los días…
13 de septiembre: Continuad diciendo el tercio…
13 de octubre: Quiero […] que se continúe siempre recitando
el tercio todos los días…
El 13 de octubre de 1917, última de sus apariciones
públicas en Fátima, la Santísima Virgen, luego de pedir se le hiciese allí una
capilla en su honor, dijo: “Yo soy Nuestra Señora del Rosario”.
Y durante el milagro del sol, mientras
el sol giraba, los tres pastores, Lucía, Jacinta y Francisco tuvieron una
visión que simbolizaba las tres coronas del Rosario:
-Representando a los
Misterios Gozosos: San José se apareció con el Niño Jesús y Nuestra Señora: San
José y el Niño Jesús bendecían a la multitud;
-Representando los
Misterios Dolorosos: Nuestro Señor se apareció con Nuestra Señora de los
Dolores;
-Representando los
Misterios Gloriosos: La Virgen María en el Cielo fue vista sosteniendo el
escapulario del Monte Carmelo.
Diría luego la hermana Lucía:
“El
santo rosario y el Corazón Inmaculado de María son los dos últimos recursos que
Dios da a l mundo”.
Hablan
los Papas
Pero
asimismo los papas anteriores a la crisis conciliar han recomendado una y otra
vez la devoción del santo Rosario.
Sixto IV (1478),
decía que “el Rosario es un medio eficaz para honrar a Dios y a la
Virgen, y para ahuyentar los graves males del mundo”.
León X (1514),
afirmaba que “había sido instituido contra los heresiarcas y herejías”.
San Pío V, (1566),
decía que “con este modo de orar, encendidos con sus meditaciones e
inflamados con sus plegarias, los hombres se volvían otros, las herejías se
disipaban y brillaba la luz de la fe católica”. Fue este papa quien
mediante la bula Consueverunt
Romani Pontifices (17 de septiembre de 1569) expone el origen y los
frutos del Rosario, lo aprueba oficialmente como práctica de oración, lo
recomienda a todos los fieles y confiere indulgencias, definiendo además
claramente la estructura del Rosario: 15 decenas de Avemarías con los
Padrenuestros correspondientes, ligadas a la meditación de los misterios de la
vida de Cristo y de la Virgen.
Pío IX (1857),
el Papa de la Inmaculada y del Syllabus, aconseja a todos los cristianos: “Rezad
esta oración tan sencilla… Anunciad que el Papa no se contenta con bendecir el
Rosario, sino que lo reza cada día y quiere que sus hijos hagan otro tanto. Tal
es mi última palabra, que os dejo como recuerdo”.
León XIII fue el papa que escribió
12 encíclicas sobre el rosario. Decía:
"En
aquellas personas, familias y pueblos donde la práctica del Rosario ha
permanecido en un sitio de honor, no hay que temer que la ignorancia y los
errores perniciosos destruyan la fe" (Magnum, 7 de septiembre de 1892).
En otra
encíclica del mismo año, afirma que el Rosario es “una magnífica forma de
oración, un medio eficaz para conservar la fe y un modelo sobresaliente de
virtud perfecta” (Magnae Dei Matris).
En Laetitiae
Sanctae (1893), presenta el Rosario como una solución sobrenatural de los
problemas sociales y políticos.
Un año
más tarde explica, cómo el Rosario es el resumen de toda la religión cristiana,
a través de María (1894: Jucunda Semper).
En Adjutricem
Populi (1895), señala cómo el propósito final del Rosario es el Reino de
Cristo Rey sobre todas las almas.
Decía el
papa Pío XI en su encíclica dedicada
al rosario (Ingravescentibus malis): “Cuando el impío poder mahometano,
confiando en su poderosa flota y en sus aguerridos ejércitos, amenazó a los
pueblos de Europa con la ruina y la esclavitud, entonces -por sugerencia del
Soberano Pontífice- se imploró fervorosamente la protección de la Madre
celestial y el enemigo fue derrotado y sus naves hundidas. Así los fieles de todos
los tiempos, tanto en la desgracia pública como en la necesidad privada, se
dirigen en súplica a María, la benigna, para que acuda en su ayuda y les
conceda socorro y remedio contra los dolores del cuerpo y del alma. Y nunca su
poderosísima ayuda fue esperada en vano por quienes la imploraron con piadosa y
confiada oración”.
Y el papa Pío XII, en su encíclica sobre el
rosario Ingruentium
Malorum 1951:
“…con
alegre expectación y reanimada esperanza vemos acercarse ya el próximo mes de
octubre, durante el cual los fieles acostumbran acudir con mayor frecuencia a
las iglesias, para en ellas elevar sus súplicas a María mediante las oraciones
del santo Rosario. Oraciones que este año, Venerables Hermanos, deseamos se
hagan con mayor fervor de ánimo, como lo requieren las necesidades cada día más
graves; pues bien conocida Nos es la poderosa eficacia de tal devoción para
obtener la ayuda maternal de la Virgen, porque, si bien puede conseguirse con
diversas maneras de orar, sin embargo, estimamos que el santo Rosario es el
medio más conveniente y eficaz, según lo recomienda su origen, más celestial
que humano, y su misma naturaleza. ¿Qué plegaria, en efecto, más idónea y más
bella que la oración dominical y la salutación angélica, que son como las
flores con que se compone esta mística corona? A la oración vocal va también
unida la meditación de los sagrados misterios, y así se logra otra grandísima
ventaja, a saber, que todos, aun los más sencillos y los menos instruidos,
encuentran en ella una manera fácil y rápida para alimentar y defender su
propia fe. Y en verdad que con la frecuente meditación de los misterios el
espíritu, poco a poco y sin dificultad, absorbe y se asimila la virtud en ellos
encerrada, se anima de modo admirable a esperar los bienes inmortales y se
siente inclinado, fuerte y suavemente, a seguir las huellas de Cristo mismo y
de su Madre. Aun la misma oración tantas veces repetida con idénticas fórmulas,
lejos de resultar estéril y enojosa, posee (como lo demuestra la experiencia)
una admirable virtud para infundir confianza al que reza y para hacer como una
especie de dulce violencia al maternal corazón de María.
Monseñor
Lefebvre y los teólogos
“Rezar el
rosario es, ante todo, pasar tiempo con la Virgen, Madre de Dios, recordando su
unión a los misterios de Cristo, presentándole nuestra súplica a fin de que
ella misma la presente a Jesús […] es una bella conversación penetrada de fe,
de confianza y de amor, con la Madre de Dios y la nuestra” P. Calmel)
“El
rosario es una escuela de contemplación, pues nos eleva poco a poco por encima
de la oración vocal y de la meditación razonada o discursiva. Los antiguos
teólogos han comparado este movimiento de contemplación al movimiento en
espiral que describen ciertos pájaros como la golondrina para elevarse muy
alto. Este movimiento en espiral es también como un camino que serpentea para
hacer sin fatiga la ascensión de una montaña” (P. Garrigou-Lagrange)
“[El
Rosario] viene a ser un compendio del Evangelio, una especie de historia de la
vida, pasión y triunfos del Señor, puesta con claridad al alcance de los más
rústicos, y propia para grabar en su memoria la verdad del Cristianismo”. (Bergier,
Diccionario de Teología)
Monseñor
Lefebvre tenía claro que el combate es sobre todo sobrenatural y por eso
afirmaba: ““Pienso que ustedes están de
acuerdo conmigo, que el gran medio de salvar la Iglesia y de salvar las almas
es la oración, y la oración especialmente a la Virgen María y el santo Rosario
en particular”.
Y no dudaba también en hablar del rosario como de un
arma: “El rosario, es nuestra arma. Él debe ser nuestra arma contra el demonio,
contra satanás. Los ejemplos magníficos suscitados por la recitación del
rosario y que la Historia ha transmitido deben incitaros a rezarlo a menudo, e
incluso rezar las tres coronas si podéis. Confiad por lo tanto en la Santísima
Virgen María”.
Dicho
todo lo cual, hay que saber usar de esta “arma” para que su efecto sea el
deseado, que no es otro que unirse cada vez más a Jesucristo para hacer la
voluntad de Dios. Y ésta es su gloria a través de nuestra santificación, como
miembros de la Iglesia militante. Porque hay que saber que, si nuestro corazón
no es recto, no podremos obtener lo que más necesitamos, que es configurarnos a
Jesucristo. Hemos sabido de personas que cometían graves pecados y reincidían
en ellos. Preguntados si rezaban, afirmaban rezar todos los días el rosario.
Pero si el rosario no nos santifica, si no sirve de barrera contra el diablo y
sus argucias, no es culpa del rosario, sino porque no se tiene la intención
santa al rezarlo o se piden cosas malas. Del mismo modo hace un tiempo atrás se
empezaron a organizar “Rosarios de hombres” en varios países de Europa y
América. En principio loable iniciativa. Pero, por lo menos en Argentina, ello
fue manipulado por grupos de jóvenes liberales para desviar esa iniciativa
hacia fines políticos partidistas. Y todo acabó en la nada.
No
queremos con esto afirmar que incluso en estos casos no se deba esperar
absolutamente nada, porque el Rosario tiene en estos últimos tiempos un poder
de conversión asombroso. Pero lo que sí hay que entender es que debe tomarse el
rosario como un santo y seña del cristiano que quiere ser fiel soldado de
Cristo rey, que quiere ser el más devoto hijo de la Virgen, y renovar cada vez
sus promesas bautismales.
Por lo
tanto, la oración debe ser, como lo indica el Catecismo: devota, recogida,
humilde, confiada y perseverante.
«Se ha dicho
que la forma monótona del rosario engendra rutina —escribe el padre
Garrigou-Lagrange O.P.—. Toda oración puede degenerar en rutina, incluso el
Ordinario de la Misa, incluso el prólogo de san Juan leído al final del
sacrificio. Pero ello proviene, no ciertamente de que estas grandes oraciones
sean imperfectas, sino de que no las decimos como se debe, con fe, con
confianza y con amor». […] Un gran medio para que nuestros rosarios no
degeneren en oración mecánica es evitar la precipitación: «Es una lástima ver
cómo la mayoría dicen su rosario o su corona. Lo dicen con una precipitación
sorprendente y hasta se comen una parte de las palabras. ¡No se querría hacer
un cumplido de esta manera ridícula al último de los hombres, y se cree que
Jesús y María quedarán honrados! Después de eso, ¿hay que extrañarse de que las
más santas oraciones de la religión cristiana queden casi sin ningún fruto, y
que, después de mil y diez mil rosarios recitados, no se sea más santo? Frenemos
nuestra precipitación natural al recitar nuestro rosario. [...] Una decena
dicha pausadamente nos será más meritoria que miles de rosarios recitados de apuro,
sin reflexionar ni detenerse».
Menéndez
y Pelayo escribió estos versos, para contestar a los que dicen que el rosario
no es bueno por ser repetitivo:
“Que
el Rosario ¿son repeticiones?
Tú
no entiendes de amores y tristezas:
¿Qué
pobre se cansó de pedir dones?
¿Qué
enamorado de decir ternezas?
Otro punto a destacar es la eficacia actual de los
misterios de la vida de Cristo. “Es la divinidad de Cristo la que nos va a
dar la clave de esta cuestión: Nuestro Señor Jesucristo, siendo Dios, puede
hacer eficaces para nosotros hoy los misterios de su vida pasada. Los misterios
no son, por tanto, simples recuerdos. En su encíclica sobre la liturgia Mediator
Dei, del 20 de noviembre de 1947, el papa Pío XII dice que ellos no son
solamente la causa pasada de nuestra salvación, sino que son también la «causa
actual: […] en razón de los méritos y de las oraciones de la vida de Cristo,
estos misterios son la fuente de la gracia divina. Se prolongan en nosotros por
sus efectos». Dom Columba Marmion comenta diciendo: «Si el tiempo de merecer ha
cesado para Nuestro Señor, el tiempo de comunicar el fruto de sus méritos dura
y se continuará hasta la salvación del último de los elegidos; Cristo está
siempre vivo para interceder por nosotros (Hb 7, 25)». (P. Marie-Dominique OP)
Por esto
es importante acostumbrarse a leer en los Evangelios los pasajes donde están
narrados los misterios del rosario, para tenerlos más presentes cuando lo
rezamos. Asimismo, hacer la meditación que es parte de los cinco primeros sábados
de mes, pedidos por Nuestra Señora del Rosario de Fátima.
Vamos a
terminar citando las quince promesas
a quienes recen el santo Rosario, dadas por la Santísima Virgen al beato Alano
de Rupe en el siglo XV:
1. Los que fielmente me
sirven mediante el rezo del Santo Rosario, recibirán insignes gracias.
2. Yo prometo mi
protección especial, y las más notables gracias a todos los que recitasen el
Santo Rosario.
3. El Rosario será la
defensa más poderosa contra las fuerzas del infierno. Se destruirá el vicio, se
disminuirá el pecado y se vencerá a todas las herejías.
4. Por el rezo del Santo
Rosario, crecerán las virtudes y también las buenas obras. Las almas obtendrán
la misericordia de Dios en abundancia. Se apartarán los corazones del amor al
mundo y sus vanidades y serán elevados a desear los bienes eternos. Ojalá que
las almas hiciesen el propósito de santificarse por este medio.
5. El alma que se
recomienda a mí por el rezo del Santo Rosario, no perecerá jamás.
6. El que recitase el
Rosario devotamente, aplicándose a meditar los Sagrados Misterios, no será
vencido por la mala fortuna. En Su justo juicio, Dios no lo castigará. No
sufrirá la muerte improvisa. Y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y
será digno de alcanzar la vida eterna.
7. El que conserva una
verdadera devoción al Rosario, no morirá sin los sacramentos de la Iglesia.
8. Los que fielmente rezan
el Santo Rosario, tendrán en la vida y en la muerte, la Luz de Dios y la
plenitud de Su gracia. En la hora de la muerte, participarán de los méritos de
los santos en el Paraíso.
9. Yo libraré del
Purgatorio a los que han acostumbrado rezar el Santo Rosario.
10. Los que permanecen fieles
hijos del Santo Rosario, merecerán un grado elevado de gloria en el Cielo.
11. Se obtendrá todo lo
que se me pidiere mediante la recitación del Santo Rosario.
12. Todos los que propagan
el Santo Rosario recibirán mi auxilio en sus necesidades.
13. Para los devotos del
Santo Rosario, he obtenido de mi Divino Hijo, la intercesión de toda la Corte
Celestial durante la vida y en la hora de la muerte. 14. Todos los que rezan el
Santo Rosario son hijos míos, y hermanos de mi unigénito Jesucristo.
15. La devoción al Santo
Rosario es gran señal de la predestinación.
Tengamos
pues absoluta confianza en que no hay ningún problema que no podamos resolver
gracias al Rosario.
Pidamos a
la Santísima Virgen nos haga verdaderos devotos del santo rosario y nos
mantenga fieles hasta el último instante de nuestra vida. Y que la Santa
Iglesia vuelva a obtener pronto las victorias del rosario, así como ocurrió en
el pasado, en esta guerra que le han declarado las sectas masónicas y la sinagoga
de Satanás, para que Cristo vuelva a ser coronado por las autoridades del
Vaticano, y venga pronto el Reinado de su Sagrado Corazón y del Corazón
Inmaculado de María.
Que así
sea.
Ave María
Purísima
Sin
pecado concebida.