Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

lunes, 27 de octubre de 2025

LA MISA DEL CARDENAL BURKE EN SAN PEDRO, UNA AMABLE CONCESIÓN DE LA IGLESIA SINODAL

 


Por FRANCESCA DE VILLASMUNDO

 

«Roma domina el arte de la contradicción: bendice a los creyentes tradicionales mientras desmantela la fe que los formó. Este espectáculo disimula la represión. El humo del incienso puede elevarse de nuevo desde San Pedro, pero el humo que invade la Iglesia sigue siendo el de la confusión.»

 

Después de tres años de prohibición, el papa León XIV permitió al cardenal Burke celebrar la misa tradicional en la basílica de San Pedro, el sábado 25 de octubre de 2025. Al mismo tiempo, León XIV presidía el Jubileo de los equipos sinodales y de los organismos participativos, durante el cual negó que la Iglesia posea la Verdad.

Es interesante observar que estos dos acontecimientos —el Jubileo de los equipos sinodales y de los órganos participativos, y la peregrinación Summorum Pontificum— ocurrieron al mismo tiempo en Roma. Durante la peregrinación, el cardenal estadounidense Burke pudo celebrar, con la autorización de León XIV, la misa tradicional dentro de la Basílica de San Pedro, tras los tres años de prohibición bergogliana.

Esta misa fue percibida en los ambientes conservadores como una victoria para el movimiento Summorum Pontificum y como una apertura por parte del nuevo Pontífice. Si bien no se puede negar esa apertura, existe sin embargo otra lectura que va más allá de la apariencia inmediata: León XIV utiliza el mecanismo habitual de los modernistas —dos pasos adelante, uno atrás—, lo que permite que la Revolución, en este caso la Revolución modernista conciliar, continúe su marcha progresista, conforme a la famosa doctrina hegeliana de la tesis–antítesis–síntesis.

Chris Jackson, periodista católico estadounidense y antiguo redactor de The Remnant, analiza esta autorización en un artículo interesante, algo irónico, calificándola como “una amable concesión de la iglesia sinodal que sigue su propio camino”:

“Un espectáculo a la vez glorioso y vacío: el cardenal Raymond Burke, flanqueado por portadores de antorchas, en procesión con cientos de fieles desde la basílica de San Celso y San Julián hasta San Pedro. El incienso se eleva bajo las nubes de bronce del Bernini mientras el cardenal celebra la misa pontifical según el rito antiguo en el altar de la Cátedra: por primera vez en dos años, la peregrinación Summorum Pontificum está autorizada dentro de la basílica.

La multitud aplaude. Las cámaras graban. Casi al mismo tiempo, León XIV preside el “Jubileo de los equipos sinodales y de los organismos participativos”, predicando que nadie “posee toda la verdad” y que la Iglesia debe “caminar juntos”.”

 “La yuxtaposición es perfecta: en un altar, la antigua fe expresada en latín y en el silencio; en otro, la nueva religión del diálogo proclamada en prosa bajo los aplausos.”

Desde el Concilio Vaticano II, mezclar los géneros —tradición y modernismo— ha sido una constante para hacer aceptar el progresismo neomodernista y neoprostestante. Ya san Pío X evocaba este fenómeno resumiéndolo así, en sustancia: tal página de su obra podría ser firmada por un católico; pasad la página, y leeréis a un modernista.

Esto mismo analiza Chris Jackson a la luz de la posmodernidad actual, inclusiva y “arcoíris”, análisis que hacemos nuestro:

“El mensaje de Roma es claro. La misa antigua puede volver, pero sólo con permiso, para sostener la unidad de una Iglesia que ha redefinido la unidad misma. Lo que antes fue el culto cotidiano del cristianismo es hoy una demostración ocasional, montada para exhibir la inclusión.”

La misa tradicional en San Pedro no fue el signo de una nueva era, sino un gesto para sostener la inclusividad de la iglesia conciliar.

«Sí, el espectáculo era maravilloso», continúa Jackson. «Pero la belleza también puede ser utilizada como un arma. La misa tradicional en San Pedro no fue el signo de una nueva era; fue la ocasión de tomarle una instantánea. Un momento que no puede borrar un programa que redefine la doctrina como “discernimiento”, la autoridad como “participación” y el rito romano como una pieza de museo brevemente reanimada para los turistas. El incienso se elevaba, pero el humo de la represión persistía».

Una represión casi encarnada en la iglesia sinodal, que debe avanzar su plan destructor del principio de Verdad. Chris Jackson lo explica así:
«En su homilía para el jubileo sinodal, León XIV declaró que la Iglesia “no es simplemente una institución religiosa… Es el signo visible de la unión entre Dios y la humanidad”. Los equipos sinodales —afirmó— encarnan esta unión, pues “las relaciones no responden a la lógica del poder, sino a la del amor”.
«En esta teología, el “amor” se convierte en un disolvente. La jerarquía se disuelve en favor del sentimiento; la definición es reemplazada por el diálogo. León XIV advierte contra el “poder mundano”, al mismo tiempo que pide que “nadie imponga sus ideas” y que “nadie sea excluido”. Esta propuesta parece benigna, hasta que se comprende que los únicos excluidos son aquellos que aún creen que la fe debe excluir el error».

León XIV: «Ser una Iglesia sinodal es reconocer que la verdad no se posee»

Durante este Jubileo sinodal, León XIV afirmó además: «Ser una Iglesia sinodal es reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca juntos, dejándose guiar por un corazón inquieto, enamorado del Amor».
El hombre sinodal —comenta el periodista estadounidense— prefiere, por tanto, «estar equivocado juntos que tener razón solo».

Al dar con una mano la autorización para celebrar una misa tradicional en la basílica de San Pedro de Roma, y con la otra la autorización para la destrucción de la Iglesia católica —reemplazando la jerarquía por los equipos sinodales, relativizando la verdad, ya que no saber se convierte en una virtud, buscando la unidad mediante la inclusividad doctrinal y no por la doctrina, arruinando el sacerdocio por medio del servicio común, transformando “el Arca de la Salvación en una balsa de viajeros inciertos sobre la dirección del río”—, León XIV «corona la revolución conciliar», continúa Jackson, quien añade:

«El fin de semana del 25 y 26 de octubre de 2025 ilustra perfectamente las contradicciones de la Iglesia posconciliar. En un extremo de la basílica, el cardenal Burke celebraba la misa tradicional ante una multitud de fieles, mientras el incienso subía bajo las bóvedas. En el otro extremo, León XIV predicaba que “nadie posee toda la verdad” y que “la autoridad debe ceder el paso a la participación”. (…) El corazón de la revolución permanece intacto. (…) La misa antigua sigue, luminosa, pero sólo como una reliquia autorizada a brillar un fin de semana al año, mientras la nueva Iglesia se felicita por haberlo permitido.»

Y Chris Jackson concluye su artículo sin concesiones:

«Roma domina el arte de la contradicción: bendice a los creyentes tradicionales mientras desmantela la fe que los formó. Este espectáculo disimula la represión. El humo del incienso puede elevarse de nuevo desde San Pedro, pero el humo que invade la Iglesia sigue siendo el de la confusión.»

Nuestros mayores, con Mons. Lefebvre, tenían razón desde el principio: esa falsa iglesia no es la Iglesia católica.

Podemos preguntarnos hasta qué punto tendremos que seguir hundiéndonos antes de que los obispos y cardenales, mudos desde hace 60 años, abran los ojos y ladren para proteger el rebaño del Señor. Es evidente que nuestros mayores, con Mons. Lefebvre, tenían razón desde el principio: esa falsa iglesia no es la Iglesia católica; es “una secta”, como la calificó Mons. Tissier de Mallerais, sostenida por “hombres de Iglesia que no son en absoluto católicos”, como decía Mons. Williamson. Estos herejes se apoderaron de los puestos clave en medio de un silencio cómplice ensordecedor. Y aquellos que ven pero no hablan públicamente ya no pueden ser considerados buenos pastores, porque dejan que el lobo devore todo el redil.

Sin embargo, para conservar la esperanza en estos tiempos de apostasía, tiempos de inclusividad, en los que los malos pastores se disfrazan de buenos pastores ante los “tradicionalistas” para engañarlos mejor, mantengamos presente que la Iglesia católica —ella, y sólo ella— posee la Verdad, y de manera infalible, porque le fue dada por el Espíritu Santo, es decir, por Dios.

 

https://www.medias-presse.info/lmesse-cardinal-burke-saint-pierre-rome-concession-eglise-synodale/211057/

 

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