VATICANO II: INTRODUCCIÓN A UNA
NUEVA RELIGIÓN
Simposio teológico internacional
(París – 4 y 5 de octubre de
2002)
Con ocasión del cuadragésimo aniversario de la
apertura de Vaticano II (11 de octubre de 1962), un simposio teológico
internacional reunió en París, bajo el patrocinio y en los locales del
Instituto universitario San Pío X, a una sesentena de conferencistas para
estudiar el tema de la religión de Vaticano II. Los participantes estaban
repartidos en seis comisiones:
1.
la
concepción del hombre y de la sociedad (la dignidad humana, la libertad
religiosa, etc.);
2.
la
concepción de la Iglesia (la nueva eclesiología, la colegialidad, etc.);
3.
las
relaciones con las otras religiones (el ecumenismo y el diálogo
interreligioso);
4.
los
sacramentos (la liturgia);
5.
las fuentes
de la fe (la Revelación, la Escritura y la Tradición);
6.
la historia
del Concilio.
Cada comisión examinó, sobre el tema del cual
estaba encargada, los textos y la doctrina conciliares, a la luz de la
enseñanza tradicional de la Iglesia.
Los actos de las diversas intervenciones de este simposio deberían ser
publicados en los próximos meses.
He aquí la síntesis final de estos dos días de
trabajo.
Le Sel de la terre.
Declaración
final
Con ocasión del cuadragésimo aniversario de la
apertura del concilio Vaticano II, unos católicos –obispos, sacerdotes y
laicos– se reunieron en simposio en el Instituto universitario San Pío X, los
días 4 y 5 de octubre de 2002.
Ellos estudiaron los textos de este Concilio, que quiso ser pastoral y no
dogmático, a la luz de la Tradición de la Iglesia. La coherencia interna de la
doctrina conciliar fue puesta en evidencia. Proponen de ello la siguiente
síntesis.
Síntesis de
la doctrina de Vaticano II
1.
— La
novedad:
Vaticano II elabora un nuevo cristianismo, a la medida de «la nueva era
que vive hoy el género humano» (GS, n.º 4, § 2), incluso en el orden
espiritual. Se trata –según las propias palabras de los historiadores y de los
sociólogos– de una religión diferente: a pesar de la reivindicación de una fe
inmutable, la religión es profundamente transformada por el aggiornamento
espiritual que trastorna los vínculos entre los dogmas (UR, n.º 11, sobre la
jerarquía de las verdades).
2.
— La
inversión de los fines:
La nueva relación entre el cristiano y su Dios se resume en la idea del
«servicio del hombre» (GS, n.º 3). En efecto, él es «la única criatura que Dios
haya creado para sí misma» (GS, n.º 24, § 3). Aparece –en el plano temporal–
como «el centro y la cima de todas las cosas» (GS, n.º 12, § 1). Se convierte,
pues, en un fin para la misma Iglesia, que se define desde ahora como
«sacramento, es decir, como signo y como medio» para el hombre (LG, n.º 1).
Esta idea del servicio del hombre invierte lo que constituye el corazón de la
religión, pues la vocación del hombre es ponerse al servicio de Dios, de la
Iglesia y de su prójimo, en la caridad.
3.
— La
conciencia es fuente de la religión:
La verdad religiosa aparece a la conciencia del hombre (DH, n.º 1 y 3)
por su propia luz (DH, n.º 1). Dei Verbum, que trata de las fuentes de
la fe, no recuerda que creemos en razón de la autoridad de Dios que se revela,
sino que presenta la fe como la respuesta existencial del hombre al «diálogo de
la salvación» (DV, n.º 5) entablado por Dios (DV, n.º 2). En este documento, el
depósito de la fe ya no aparece en su contenido objetivo e invariable, sino que
se transmite en la «tradición viviente» (DV, n.º 12) por la cual «la Iglesia, a
lo largo de los siglos, tiende continuamente hacia la plenitud de la divina
verdad» (DV, n.º 8).
4.
— Una
teología de la celebración:
La liturgia debe convertirse en la expresión privilegiada de esta nueva religión. Desde ahora, el hombre cristiano –consagrado por su bautismo– es el sujeto del rito sagrado y del sacerdocio (LG, n.º 9 a 11). Tema fundamental de la constitución Sacrosanctum Concilium, la «participación activa» de los fieles no es la participación fervorosa que deseaba san Pío X, sino la de la asamblea como actor del rito. La celebración se presenta como un memorial, no de la cruz sino de la Cena, donde la asamblea se ofrece a sí misma.
5.
— La Iglesia
se convierte en un sacramento:
«La Iglesia del Concilio» (Pablo VI, discurso de clausura, 7 de
diciembre de 1965) se quiere solamente un «signo» de la presencia invisible de
Dios entre los hombres (UR, n.º 2), renunciando a ser la única sociedad de
salvación. En tanto que signo, es un medio (LG, n.º 1) al servicio de la venida
del verdadero Reino de Dios, el cual se extiende a las dimensiones del universo
(LG, n.º 5). La doctrina de la Iglesia-sacramento, clásica desde el Concilio,
sintetiza esta temática. Ella nos aleja de la realidad de la Iglesia, sociedad
visible a la cual se pertenece por el bautismo, la profesión de la fe católica
y la sumisión a los pastores legítimos.
6.
— La
humanidad presentada como el Reino:
Hacia este Reino convergen las religiones (NA, passim). Coincide con el
género humano entero en cuanto éste tiende a la unidad (LG, n.º 1; GS n.º 42, §
3). La Iglesia del Concilio, con las demás instituciones públicas y privadas,
deberá servir a esta unidad creciente cuyos signos –verdaderos signos de los
tiempos, como decía Juan XXIII– son la «socialización de todas las cosas» (el
reparto de las riquezas), «la reivindicación de los derechos del hombre» (GS,
n.º 41, § 3) y la preocupación común por los valores espirituales (ecumenismo,
diálogo interreligioso) (GS, n.º 42, § 1) al servicio de la paz mundial. La
idea tradicional de cristiandad (a través de la realeza social de Nuestro Señor
Jesucristo) aparece caduca, la Iglesia uniéndose oficialmente a la visión
liberal de la laicidad del Estado, como siendo la única apta para favorecer la
unidad del género humano (cf. la política concordataria de Pablo VI con los
Estados católicos después del Concilio). Esta unión aparece como la condición
del resplandor cristiano y confiere a la Iglesia del Concilio una finalidad
política (GS, n.º 42, § 2).
Conviene notar que la «unidad del género humano» no
es una idea cristiana (véase, por ej., Jn 5, 28-29), sino un esquema gnóstico
que se encuentra en la tradición masónica (Discurso de Ramsay, 1737) y del cual
el padre Teilhard de Chardin hizo un objeto teológico antes del Concilio.
7.
— La unidad
espiritual de la humanidad:
Teológicamente, esta noción de unidad del género humano se declina bajo
la forma de los grados de la comunión (UR, n.º 3). Para favorecer la unidad
religiosa del género humano, la Iglesia debe hacer penitencia de su pasado (UR,
n.º 3 y GS, n.º 19, § 3 y n.º 21, § 5) y entrar en diálogo con todos los grupos
religiosos (cf. Pablo VI, Ecclesiam Suam, 1964). Ya no es necesario
imponerles una conversión a la Iglesia católica, puesto que se pretende que
todos los cristianos, incluso los no católicos, están ya unidos a Cristo por el
bautismo (LG, n.º 15) y que los no cristianos están ordenados al pueblo de Dios
(LG, n.º 16) y poseen en su religión «semillas del Verbo» (AG, n.º 11).
8.
— La
salvación:
Por debajo de este crecimiento histórico de la unidad del género humano,
la encarnación del Hijo de Dios realiza «de alguna manera» la identificación de
todo hombre con Cristo (GS, n.º 22). La cuestión fundamental de la salvación o
de la condenación pierde su urgencia. Desde ahora la pastoral conciliar hará
economía del pecado original y de la decadencia de la naturaleza humana. La
salvación se convierte en una toma de conciencia.
Conclusión
Vaticano II aparece en ruptura radical con la
Tradición católica.
Mientras que ésta está toda centrada en Dios, en su
alabanza y en su servicio, no es exagerado considerar que el Concilio ha puesto
las bases de una religión nueva destinada principalmente a exaltar a la persona
humana y a realizar la unidad del género humano.
Los miembros del simposio (62 conferencistas, de
los cuales 25 laicos) reafirman su apego indefectible a la religión católica
tal como ha sido vivida por los fieles y enseñada por todos los papas hasta la
víspera de Vaticano II.
Siglas:
AG: Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia Ad gentes
DH: Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanæ
DV: Constitución dogmática sobre la Revelación Dei Verbum
GS: Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de este tiempo Gaudium
et spes
LG: Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium
NA: Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las otras religiones Nostra
ætate
UR: Decreto sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio
Le Sel de la terre n° 43 Hiver
2002-2003 p. 75-78.
