O sea,
el papa anticatólico. Nadie puede ignorar su actitud marcadamente
anti-hispánica, como enrolado en la corriente progresista que está. Pero además
parece que tuviera una tirria especial contra la Hispanidad.
Por
supuesto que lo de los viajes del papa es una actitud demagógica comenzada por
Pablo VI, en pro de una “Iglesia en salida” que en verdad lo que hacía era
abrazar las ideas del mundo, en una transmisión periodística-televisiva que
quería volver “friendly” al papa, cuando en realidad lo rebajaba a ser una
figura política o mediática más, cuyo discurso no difería demasiado de los
líderes políticos mundiales, pregonadores de un “Nuevo Orden Mundial” fraterno,
sin Cristo Rey, por supuesto.
Pero es
interesante señalar que en 12 años (intolerables) de pontificado, Jorge Mario Bergoglio
visitó 71 países alrededor del mundo, incluyendo varios países que de católicos
no tienen nada, como Sri Lanka o Mongolia. Y bien: Francisco nunca ha
pisado España. Es el único papa reciente que no lo ha hecho. Tampoco ha
visitado su país natal, la Argentina (allí lo conocemos bien, y él sabe que
es impopular, excepto en las sinagogas).
Es
curioso, porque en España no es extraña la papolatría, y no es un país donde la
tradición católica sea fuerte.
De modo
tal que, indirectamente, el demoledor Francisco nos ha dejado señalado quién es
el enemigo que tanto teme: la Hispanidad.
Del
otro lado, una Rusia que se ha negado a consagrar como la Virgen ha pedido en
1929, para que al fin se convierta.
Ahora
se ha señalado que Francisco, de recuperarse lo suficiente, ha de reunirse con
el judeo-masón Carlos III de Inglaterra.
Si esa
no es una reunión masónica, ¿qué es?