Por LUIS
ÁLVAREZ PRIMO
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almas en pena esperan digna sepultura en Ucrania, pero el desquiciado régimen
de Zelensky se niega a recibir sus cuerpos, no obstante haberlo acordado en
Estambul hace una semana. Varios
camiones congeladores rusos conteniendo los cadáveres ucranianos debidamente
identificados se hallan a la espera en un punto de encuentro en la frontera
desde hace días, pero ninguna autoridad ucraniana se presenta. No hace falta
haber leído “La Ciudad Antigua” de Fustel de Coulanges para saber que desde la
noche de los tiempos el hombre de todas las culturas supo que era una
obligación moral irrenunciable dar digna sepultura a los muertos. A la
marioneta cocainómana de Kiev y a sus titiriteros de la OTAN y la Unión Europea
no parece importarles, ganados como están por el más craso materialismo. Como
dijo María Zakharova, la elocuente la portavoz del Ministerio de Relaciones
Exteriores de la Federación de Rusia, a la mafia ucraniano-otanista no le
importa el pueblo ucraniano, ni vivo ni muerto, salvo como carne de cañón, y
sus representantes serán malditos por muchas generaciones por venir.
Se
especula sobre los motivos del rechazo y la incomparecencia: algunos dicen que
el gobierno de Zelensky no quiere indemnizar con pensiones a las familias de
los soldados muertos, otros agregan que la OTAN presume que entre los cadáveres
hay un cierto número de quienes fueran mercenarios o funcionarios militares de
la OTAN. En cualquier caso, tratándose de una acción exclusivamente humanitaria
previamente acordada, no hay justificación moral ninguna para esta situación,
que constituye un nuevo escándalo que el vil periodismo del colectivo
occidental ya no puede encubrir.
Como
tampoco puede ocultar que Rusia dio una respuesta durísima y devastadora a la
provocación ucraniano-otanista de la semana pasada por los atentados
terroristas de Bryansk, Kursk y Crimea, con el lanzamiento quirúrgico de 452
dispositivos aéreos sobre objetivos militares ucranianos. Se esperan nuevos
golpes rusos en respuesta a los ataques ucraniano-otanistas a las cuatro bases
estratégicas (nucleares) rusas. Al mismo tiempo el ejército de la Federación
avanza imparable, conquistando nuevas regiones como Dnipropetrovsk. El espacio
vital de Ucrania se reduce progresivamente. El régimen ucraniano de Zelensky
podría haber evitado todas las trágicas consecuencias de esta guerra: muerte,
destrucción y pérdidas territoriales hasta convertirse en un estado fallido, si
hubiera firmado los acuerdos de Estambul en febrero de 2022.
Así las
cosas, los contrastes entre la situación en EE.UU. y Rusia se profundizan:
mientras Trump se pelea con quien hasta ayer parecía su gran activo, Elon Musk,
Vladimir Putin se reúne y coordina meticulosamente sus acciones de gobierno con
un equipo de colaboradores, a cual más profesional, leal y experimentado. Y hasta se toma el tiempo para dar una conferencia
sobre la importancia de la lengua rusa.
Pepe
Escobar, el destacado analista político brasileño, comentaba hace poco que
entre tantas diferencias en el arte de gobierno entre Trump (Biden) y Putin se
puede señalar que los primeros magistrados estadounidenses no leen ni estudian,
mientras que Vladimir Putin lee atentamente los numerosos “dossier”
cuidadosamente preparados que le llegan a diario a su escritorio.
Los
resultados están a la vista. Rusia, conducida por un gran estadista, no sólo ha
derrotado al régimen de Zelensky y a los 32 países miembros de OTAN en Ucrania.
Además, mientras el dólar y la economía anglo estadounidense y europea
tiemblan, el rublo (Bank of America dixit) y la economía rusa se fortalecen.
Mientras que el imperialismo judeomasónico de los primeros es repudiado en el
mundo y marchan a un creciente aislamiento, Rusia teje alianzas con los BRICS
+, que representan el 60 % de la población mundial.
El
genocidio en Gaza continua. Ciertamente, el enorme sufrimiento del pueblo
palestino clama al cielo, pero sirve para desenmascarar y exponer de un modo
irreversible al criminal estado sionista de Israel, que nunca debería haber
sido fundado como se lo hizo. Su gobierno de sociópatas se desespera enfurecido
por involucrar a los Estados Unidos en un conflicto armado con Irán. Trump
resiste a la maniobra, escarmentado y humillado luego del fracaso de su
enfrentamiento con los huties de Yemen. Irán avanza inexorable con sus planes
para enriquecer uranio. Hace unos días declaró que se hizo de un botín de
importante documentación estratégica del gobierno israelí.
En Rusia
la vida transcurre con paz social y un envidiable dinamismo económico y
cultural. La población está abroquelada en torno a la figura de Vladimir Putin.
En Estados Unidos parece haber un creciente estado de descomposición política,
social y cultural. A cinco meses de iniciado su gobierno, Trump se vuelve cada
vez más irrelevante y no puede liberarse del nido de sionistas del cual él
mismo forma parte. Parafraseando el slogan de campaña de Bill Clinton en 1992 que
buscaba explicar sintéticamente la causa de los problemas que aquejaban a la
ciudadanía (It’s the economy, stupid), habría que decir hoy en EE.UU.: “It’s
the Jewish question, stupid!”. También en la Argentina.