Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 11 de diciembre de 2021

¿NADA QUE HACER?

 

¿NADA QUE HACER?

  


 Por FLAVIO MATEOS

 

Digámoslo sin vueltas: Todos estamos amenazados, todos corremos un gran peligro. Visto desde todos los ángulos, el panorama no puede ser peor. Desde inicios del 2020 todo parece haberse coaligado para tejer una inmensa red donde todos los habitantes de este mundo –salvo un pequeño grupo de poderosos sin escrúpulos- queden atrapados. Una “pandemia” que, más allá de lo sanitario, todavía cuestionado, ha llevado a los gobiernos del mundo a medidas policiales coercitivas de tipo comunista, al cierre de las fronteras, al confinamiento masivo, al quiebre de las economías, a la prohibición del culto religioso, a la permanente vigilancia, a la imposición de un relato único e incuestionable. Vacunación forzada o experimentación genética obligatoria (inyección venenosa), pases sanitarios, persecución de los disidentes, censura contra la verdad, extensión de la diabólica ideología de género, facilidades para el aborto y la corrupción de los niños, profanación de iglesias católicas, desempleo, depresiones y suicidios, familias distanciadas y divididas, poblaciones enfrentadas y en permanente conflicto con sus gobernantes, crisis laboral, crisis energética, desabastecimiento de comida en los países más industrializados, hambre en los países subdesarrollados  en fin: “Nueva normalidad”, “Cultura de la cancelación”. A todo esto, el apoyo explícito y cómplice del papa Francisco y toda la jerarquía vaticana en lo que parece haberse constituido una especie de nueva religión: el “covidismo”. Y la persecución a la Misa tradicional, el ocultamiento de la religión recluida al ámbito sólo de lo privado, la prohibición de asistir a los santuarios marianos, entre tantas aberraciones nunca antes vistas. La abominación de la desolación en la Iglesia, el misterio de iniquidad a toda marcha, el humo de Satanás que todo lo envuelve.


La élite globalista tecnotrónica, precursora del reinado del Anticristo, quiere el control total mediante la esclavización de la humanidad. El esclavo perfecto es aquel que ni siquiera puede controlar o ser dueño de su propio pensamiento. Es lo que buscan los nuevos Dr. Frankenstein, mediante las nuevas tecnologías de interfaz cerebro-computadora, la nanotecnología, los métodos de digitalización ultrasofisticados, la optogenética, los electrodos implantados, la estimulación electromagnética transcraneal, el transhumanismo: obtener seres humanos sin libre albedrío, infrahumanos al servicio absoluto de los nuevos “dioses”, ese pequeño grupo de desquiciados plutócratas –masones y satanistas- que han fabricado o se han apoderado de los gobiernos liberales, democráticos y comunistas de casi todo el planeta gracias al poder de fabricar dinero “de la nada”, a sus grandes negocios de especulación y la imposición de impagables deudas a todos los países. A la vez se impone una ideología monstruosa que pretende acabar con la identidad biológica de hombres y mujeres, creando unos híbridos ajenos a toda realidad, fluctuantes en pos de sus deseos más depravados, que finalmente serán el descarte y el deshecho de un mundo donde casi no existirá la familia según Dios la creó. Sin dudas los peores criminales de la historia se han adueñado del mundo y un exterminio en ciernes se avizora. Hasta los perros oliendo el horizonte pueden sentir que lo que está llegando no huele nada bien. El mundo moderno es un fraude que está llegando a su nada glamoroso ni hollywoodense “The End”.

El diablo les ha inoculado a tan demenciales conspiradores (cuyos rostros visibles son los “filántropos” Schwab, Gates, Soros, etc.) la utopía de rehacer el Génesis, y para eso, hacer un hombre nuevo “a su imagen y semejanza”. Dios hizo al hombre libre, el diablo quiere hacerlo esclavo, sin libre albedrío, para que no pueda amar a Dios. En definitiva, quiere borrar todo rastro de la Redención de Nuestro Señor. Cosa que, va de suyo, Dios no permitirá.

Y bien, las explicaciones sobre la conspiración covídica, sobre los planes del “Nuevo Orden Mundial”, sobre la “Agenda 2030”, etc., abundan. Hay algunos pocos libros e informes muy serios y valiosos, en medio de tanto palabrerío ignaro. Ahora, cuando se trata de responder a la pregunta ¿Cómo luchar contra todo esto?, ¿Qué hacer?, ahí se pierde toda claridad y se cae en declaraciones de optimismo humanista, en resistencias que sólo piden “Libertad” o “Democracia” a sus carceleros o…se cae en la desesperación. Mientras tanto una gran parte de la población –sobre todo católico-liberal- permanece en su propio mundo de fantasía, pensando que pronto todo ha de volver a ser igual que antes. El Liberalismo nos ha conducido al Comunismo, hay que entenderlo de una buena vez. Y no se trata sólo de entenderlo para dar una “batalla cultural”: esto va más allá, esto es un problema necesariamente religioso. ¿Conferencias, charlas y videos van a cambiar la situación? No. Se van a esclarecer algunos pocos, pero todavía no estamos haciendo lo que hay que hacer. Al enemigo no lo va a frenar un puñado de personas intelectualmente esclarecidas, ni otro grupo de personas protestando, luego de muchos años de participación liberal-democrática que han consolidado el sistema. Cierto, puede haber resistencias que demoren sus planes, que obstaculicen sus plazos, que estorben sus proyectos. Pero en el fondo, esto no va a cambiar si no cambia la causa que lo ha provocado.

Para saber qué hacer hay que saber cuál es realmente el problema y cómo se llegó a esto. La primera medicina es saber la enfermedad.

Estamos en medio de la más grande Revolución de la historia. Ha comenzado instigada por aquel que dijo “No serviré” y ha sido vehiculizada por quienes luego dijeron “No queremos que éste reine sobre nosotros”. Finalmente, llegó el Concilio fatal, donde a Cristo “lo destronaron”. Y la Iglesia quedó cautiva de sus enemigos, que, aunque no lo lograrán, sólo piensan en aplastarla. Sí han tenido estupendo éxito en neutralizarla.

 “¿Quién se ha parado a considerar la cantidad de bienes que otorgó en su bondad a los hombres Aquel que tantas maldades soportó de ellos? ¿Quién considera cuántas maldades soporta todavía, incluso ahora que desde el cielo reina sobre el corazón de los fieles? A diario padece todo lo que sus elegidos sufren de parte de los réprobos. Y, aunque la Cabeza de este cuerpo que somos nosotros, se encuentra ya libre por encima de todo, sin embargo, siente todavía las heridas por medio del cuerpo que mantiene aquí abajo” (S. Gregorio Magno, Moralia)

Lo peor de esta situación es que nosotros los fieles pensamos demasiado y únicamente en nosotros mismos, en nuestra propia situación personal, en nuestra estadía en este mundo de pecado y exilio, y parece no importarnos demasiado las ofensas que se hacen a Dios, el desprecio por el Corazón de Jesús, las blasfemias y pecados contra el Inmaculado Corazón, los ataques a la Iglesia, las almas de hermanos nuestros que se pierden… “He aquí ese Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha ahorrado, hasta agotarse y consumirse, para testimoniarles su amor” (palabras de N. S. Jesucristo a Sta. Margarita María, mostrándole Su Sagrado Corazón), pero “Él vino a lo suyo, y los suyos no lo recibieron” (Jn. 1,11). Peor aún, una vez recibido, luego ¡lo expulsaron! (Vaticano II y laicización de los Estados). Para entender la magnitud del castigo que atravesamos y que aún puede desatarse con mayor violencia, por parte de la justísima mano de Dios, pensemos en lo que fue el rechazo de su propio pueblo, los judíos, al Mesías, conduciéndolo a la humillación, el vilipendio, el desprecio, y la afrenta de morir crucificado como un vulgar ladrón. El castigo fue uno de los hechos más atroces de la historia, la destrucción de Jerusalén y su magnífico templo, más la dispersión de los judíos, cargando sobre sí su propia maldición. Hoy el pueblo de Dios, la Iglesia católica, ha rechazado una y otra vez los reclamos amorosos de su Corazón y hasta se ha atrevido a desdeñar el Mensaje de la Sma. Virgen de Fátima. El resultado es una degradación, envilecimiento y podredumbre sin comparación dentro de la Iglesia oficial, infestada del pecado nefando y contranatura, la apostasía desoladora y la fornicación con los poderes de este mundo cuyo príncipe es Satanás.

Entonces, ¿todo está perdido? ¡No! Por el contrario, tenemos las armas más poderosas con las que podemos contar.

Si bien en la esfera pública, ya nada puede hacerse, visto el poder político, económico y mass-mediático de los enemigos, que poseen el dinero, las armas, la prensa, las universidades, las escuelas y la tecnología, por no decir también las mentes de las multitudes, en esta guerra de la Serpiente contra la Mujer, es decir, de Satanás contra la Virgen María, debemos dar nuestro contraataque pues contamos con la Fe, la Esperanza y la Caridad que deben ser llevadas al trono del Rey a través de una incesante actitud de reparación y confianza, de penitencia y oración, con las armas poderosísimas que el mismo Cielo nos ha dado: “Los últimos remedios dados al mundo son: el santo rosario y la devoción al Corazón Inmaculado de María. ‘Últimos’ significa que no habrá otros” (Hermana Lucía de Fátima al padre Fuentes). En cada aparición de Fátima, Ntra. Sra. pidió el rezo del rosario, al cual le ha dado un poder temible contra las fuerzas infernales y una eficacia mayor que nunca. El Rosario es un arma victoriosa y quien lo reza cuenta con esa garantía: se vuelve imbatible. Eso está históricamente probado. Por eso el Padre Pío decía: “Con el rosario se ganan batallas”. Y decía el Padre Calmel: “La Virgen del rosario no ha terminado de obtener victorias. Ella espera para eso, de nuestra parte, un fervor redoblado, una confianza más filial, un coraje sin tacha”. Con el santo rosario aplastamos la cabeza de la serpiente infernal; los demonios lo han confesado a través de los posesos, por orden de diversos exorcistas. Con la meditación del rosario nos santificamos y somos de verdad útiles a la santa Iglesia. Rezando el santo rosario vencemos al pecado y salvamos almas.

El Santo Rosario es, luego del Santo Sacrificio de la Misa, la mayor arma de destrucción masiva de enemigos de Dios con que contamos, pues es la intervención de la Santísima Virgen alrededor de sus hijos. La devoción al Corazón Inmaculado de María debe ser el remedio, la “vacuna” que debemos aplicar y aplicarnos en constantes dosis que aumenten nuestra confianza y nuestro coraje en la batalla.

Hemos de pedir a Dios, humillados y esperanzados:

Levántate, Dios, defiende tu causa;

recuerda cómo el insensato te insulta continuamente.

No te olvides del vocerío de tus adversarios,

porque crece el tumulto

de los que se levantan contra Ti”

(Salmo 73, 22-23)

 

San Luis María Grignion de Montfort nos convoca a la gran batalla:

 

“¡A las armas! ¡Tomad con una mano la Cruz y el Rosario con la otra y combatid con valor por la más noble de las causas: por el honor de Dios y la gloria de su Madre”.

 

 

 ¡Viva el Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María!

 

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