COMO
EL IMPERIO ROMANO, RUSIA SE CONVERTIRÁ
Por
FLAVIO MATEOS
A
medida que Rusia va cobrando cada vez mayor protagonismo en la escena
geopolítica mundial, por su antagonismo a la imposición del utópico y homicida
proyecto del “Gran Reseteo” o Nuevo Orden Mundial comandado por la alianza del
Foro de Davos, los países de la OTAN y el Vaticano, que promueven un globalismo
sodomita y abortivo que arrase con todo resto de la civilización cristiana y con
toda idea de patria o estado-nación, a través de un enmascarado “capitalismo
inclusivo” a la vez que de un “sanitarismo” forzado, todo lo cual no es otra
cosa que el comunismo que las élites de la judeo-masonería aplican a las masas mediante
la satánica ideología de género y la “cultura de la cancelación”, mientras esa
élite de “benefactores” y jerarcas anticristianos se mantienen al margen y a
cubierto con todos sus privilegios que los convierte a sus propios ojos en “super-humanos”
(“seréis como dioses”), va quedando más claro, decimos, en el tablero mundial, el
papel que está llamado a jugar el país más grande del mundo, en los tiempos que
atravesamos y muy en lo inmediato. En estos momentos, la “Operación Covid” se
está utilizando para desestabilizar a todos los países del mundo, y Rusia no es
la excepción. Se ha abierto una brecha en el hasta ahora monolítico Kremlin y
los quintacolumnistas trabajan sin descanso para debilitar lo que hasta ahora
venía siendo el mayor mérito de Vladimir Putin, la consolidación de la unidad
del país debajo de un ideal patriótico, forjado en mil años de historia, a
partir de su identidad cristiana. En esa coyuntura, ¿el papel de Rusia como
contradictor del Occidente apóstata sería una apuesta al derechismo
“perenialista” que quisiera volver a una “edad dorada” de la humanidad? En
absoluto. Desde luego, Rusia es un país que ofrece sus problemas y que necesariamente debe convertirse al
catolicismo, si quiere sobrevivir a la gran amenaza que se cierne sobre
ella, pero en la actualidad sigue manteniendo su propia “agenda” y no está
dispuesta a dejarse avasallar, como ya sí han decidido los países occidentales
bajo la órbita norteamericana. Pero para intentar ubicarnos en el punto de mira
correcto, más allá de los propios protagonistas, deberemos –nos parece
inevitable- volver a Fátima, aunque la mayoría de los católicos sigue ignorando
este tema y enviando mensajes desesperados a los muy maltratados católicos del
mundo. Los más lúcidos expositores ignoran o descartan este tema, no sólo por
una falta de visión teológica, sino también por una ignorancia de los hechos
que invitan a sostener una esperanza cierta, a pesar de la oscuridad del panorama.
Si no
volvemos a Fátima, mal comprenderemos lo que está pasando ahora. Aún más, lo
que ha pasado en Rusia desde la caída del comunismo, o desde que empezó a caer,
antes aún del derrumbe del Muro de Berlín.
En
principio recordemos las palabras de la Santísima Virgen en Fátima, el viernes
13 de julio de 1917:
“Visteis el infierno, a donde van las almas de los
pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la
devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán
muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar. Pero, si no dejan de ofender
a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche
iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de
que va a castigar al mundo de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre
y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.
Para impedirla vendré a pedir la consagración de
Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados.
Si atienden mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá
sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia.
Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias
naciones serán aniquiladas. Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará. El
Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo
algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe.”
La Hermana Lucía volvería muchas veces (lo decimos en otro artículo)
sobre la consagración de Rusia, así en 1936:
“[El Santo Padre] la hará [la consagración de
Rusia], pero será tarde. Sin embargo el Corazón Inmaculado de María
salvará a Rusia, ella le está confiada”
(Carta de la
Hna. Lucía al Padre GonÇalvès, 18 de mayo de 1936).
En mayo de 1952, en Tuy, España, cerca del límite con Portugal, donde
Lucía era religiosa Dorotea, Nuestra Señora le dijo:
“Haz saber
al Santo Padre que siempre espero la consagración de Rusia a Mi Inmaculado
Corazón. Sin esta Consagración, Rusia no se va a convertir ni el mundo
tendrá paz”.
Pero vayamos al día cuando el Cielo pidió
solemnemente la consagración de Rusia. En las notas biográficas de la Hna.
Lucía, escritas en mayo de 1936, consta ese momento donde la Santísima Virgen
realizó el pedido. Fue durante la gran teofanía trinitaria del 13 de junio de
1929. Así lo cuenta la Hna. Lucía:
“Había
pedido y obtenido licencia de mis superioras y del confesor, para hacer la Hora
Santa de once a medianoche, de los jueves a los viernes. Estando una noche
sola, me arrodillé entre la balaustrada, en medio de la capilla, postrada, para
rezar las oraciones del Ángel. Sintiéndome cansada, me incorporé y continué
rezando con los brazos en cruz.
La única luz era la de la lámpara. De
repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar
apareció una Cruz de luz que llegaba hasta el techo. En una luz más clara se
veía, en la parte superior de la Cruz, un rostro de un Hombre y Su Cuerpo hasta
la cintura. Sobre su pecho había una paloma igualmente luminosa, y clavado en
la Cruz, el cuerpo de otro hombre.
Un poco
por debajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un Cáliz y una Hostia
grande sobre la cual caían unas gotas de Sangre que corrían a lo largo del
Rostro del Crucificado y de una herida en Su pecho. Escurriendo por la Hostia,
esas gotas caían dentro del Cáliz. Bajo el brazo derecho de la Cruz estaba
Nuestra Señora. (Era Nuestra Señora con Su Corazón Inmaculado en Su Mano) (...)
Bajo el brazo izquierdo (de la Cruz), unas grandes letras, como si fueran de agua clara cristalina, que corrían
hacia el altar, formaban estas palabras: ‘Gracia y Misericordia’. Comprendí que
me era mostrado el misterio de la Santísima Trinidad y recibí luces sobre este
misterio que no me es permitido revelar”.
La Santísima Virgen dice:
- "Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga,
en unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Corazón
Inmaculado; prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la
justicia de Dios condena por los pecados cometidos contra Mí, que vengo a pedir
reparación; sacrifícate por esta intención y reza”.
(Memorias
de la Hermana Lucía. Compilación del P. L. Kondor, SVD.
Introducción y notas del P. Dr. J.M. Alonso, CMF, Fátima, Portugal, Postulaçâo,
1978, pp. 140-145).
En nuestro libro sobre Fátima dedicamos largo espacio a considerar
por qué este pedido había sido realizado el año 1929. Vamos a dedicarnos ahora
a prestar atención a la fecha en que se hizo: 13 de junio.
La Iglesia venera ese día a San Antonio de Padua, el santo
más significativo que ha dado Portugal. Pero más allá de este dato, la fecha,
además de ser otro día trece, es coincidente con otro hecho capital para la
Iglesia Católica y la humanidad. El 13
de junio de 313 se publicaba en Nicomedia el llamado “edicto de Milán”,
cuyo origen data de febrero-marzo de 313, cuando el encuentro de Constantino y
Licinio en la ciudad de Milán. Los liberales, modernistas y detractores de la
Iglesia son encarnizados enemigos de lo que ellos dicen habría comenzado entonces:
la “Iglesia triunfalista”, la “Iglesia constantiniana”. Los más virulentos afirman
que ahí nació la Iglesia “usurpadora” y aliada de los poderosos, la “Iglesia
represora” que no sería la misma Iglesia que la del “dulce Nazareno”. Todas
ellas viles calumnias ya ampliamente respondidas, por cierto.
Tenemos que entender lo que significa lo ocurrido en 313, o
en realidad a partir del 28 de octubre de 312 cuando Constantino, tras haber
tenido la visión del Lábaro (“Por este
signo vencerás”) derrotó a Majencio y entró triunfante a Roma. “Salió
pagano de las Galias, llegó cristiano delante de Roma”, se ha dicho. El padre Rohrbacher
lo sintetiza diciendo que con el edicto de Milán y la conversión de Constantino,
“se termina un combate de tres siglos
entre la Iglesia de Cristo y la Roma idólatra. Durante tres siglos, Roma
idólatra persigue a la Iglesia por sus emperadores y por sus ídolos, y durante
tres siglos la Iglesia sufre y muere en sus mártires. Y, al fin de esos tres
siglos, Roma idólatra ve morir a la vez a sus ídolos y a sus emperadores con
toda su raza, mientras que la Iglesia, sobreviviéndolos a todos, ve otro signo que
ostenta sobre su casco y sus estandartes, el signo hasta ahí ignominioso de Cristo,
la cruz, que será a partir de ahí el glorioso estandarte de la humanidad
regenerada”.
La Iglesia, hasta entonces perseguida, prohibida, criminalizada,
oculta en las catacumbas, acusada de toda suerte de crímenes, martirizada con
las torturas y ejecuciones más atroces, ahora no solo es reconocida, respetada
y dejada en libertad de acción, sino que además sube al trono y vence al
Imperio de manera milagrosa, sin resistencia armada ni acciones diplomáticas,
sólo mediante el portentoso milagro presenciado por y operado en Constantino,
quien es el hombre decisivo, el elegido por Dios. Siendo de pronto la Iglesia reivindicada
por el Emperador, que emite leyes que le son favorables, recuperando así su
libertad, sus derechos y sus propiedades confiscadas, da comienzo entonces lo
que llegará a ser la Cristiandad: el poder espiritual estará sobre el poder de
los emperadores, que favorecerán la obra evangelizadora de la única arca de
salvación. A partir del estado de pacificación –que no de paz pues surgirán los
herejes y perturbadores- la Iglesia empezará a construir lo que a lo largo de
mil años será el esplendor de la Verdad puesto en obra. Luego de haber plantado
los fuertes cimientos a través de la prueba de la persecución, la Iglesia ahora
se dedicará a difundir por el mundo –en principio por la Europa paganizada- lo
que Cristo ha enseñado. Será la civilización occidental que comienza de este
modo, a partir de la conversión de Roma. Teología, Filosofía, Leyes, Artes,
Ciencias, impulsados por las virtudes teologales y el espíritu de los
Evangelios, alcanzarán su cumbre, simbolizados en la Suma Teológica y las
catedrales góticas. Fue la añadidura que advino, de tanto buscar “el Reino de
Dios y su justicia”.
Como explica el padre Jean-Baptiste Aubry, a partir del edicto
de Milán, Constantino: 1°) reconocía oficialmente el reino de Jesucristo sobre
el mundo, y la conquista de la sociedad por la Iglesia. Es la vida pública de la
Iglesia y su derecho a la ciudadanía reconocida en el Imperio, al mismo tiempo
que la abolición oficial y motivada de la idolatría, como lo explican las
palabras de Constantino proclamando el edicto de paz en la Basilica Ulpiana; 2°),
por el mismo edicto, Constantino abole igualmente la ley constitutiva del
Imperio que sometía la religión al poder civil, haciéndola una parte de ese
poder y, prohibiendo toda religión no aprobada por el Estado, hacía de la
profesión de fe cristiana un crimen de lesa majestad” (Cours d’Histoire
ecclésiastique et théologie de l’histoire de l’Église (OEuvres complètes
de Jean-Baptiste Aubry, t. VII), Paris, Desclée de Brouwer et V. Retaux,
1899, p. 235-247. Le sel de la terre n°85, pág. 53).
“Más aún, -dice el mismo autor- si el poder de la Iglesia
data sobre todo de legislaciones cristianas de la segunda época, hay que
agregar acá que al salir de las Catacumbas, por la proclamación del edicto de
Milán, la Iglesia no solamente devenía libre de vivir, sino aun ella tomaba,
entre los hombres, su verdadero lugar, es decir el trono. Constantino declaraba
no solamente que ella podía vivir y mostrarse públicamente, sino que ella había
vencido, que ella debía reinar por encima mismo de los reyes, y que el poder
civil le debía su respetuosa protección” (Ibidem)
Dios es el supremo maestro de la historia y todos los
jugadores juegan el papel que Él les ha misteriosamente asignado, para que
cooperen a su Obra. Frecuentemente la Providencia ha utilizado a los paganos,
ya sea para castigar a su pueblo elegido por su prevaricación, ya para ayudarlo
a volver al sitial de honor en que lo había colocado. Un solo ejemplo de esto
último lo tenemos en Ciro, ayudando al pueblo judío a retornar del cautiverio
en Babilonia, y a reconstruir el Templo de Jerusalén. El de Constantino es otro
signo de Dios muy significativo, que estaba más allá de todo “cálculo humano”,
siempre pequeño y mezquino, siempre husmeando con mirada puramente humana y
poniéndole límites a la Libertad de Dios. Pues bien, a lo que queremos ir es a que
en Fátima la Virgen nos ha entregado una misión y nos ha regalado una profecía.
El cumplimiento de la misma sigue demorado, debido a nuestras prevaricaciones.
Ese mensaje y esa profecía involucran a una nación, Rusia, que como el antiguo Imperio
romano, que pasó de perseguir a los cristianos a volverse él mismo un imperio
cristiano, del mismo modo Rusia está atravesando el proceso de pasar de
perseguir ferozmente a los cristianos (ya abandonó el comunismo), a volverse o
volver a tomar sus raíces cristianas (cismática) y, por fin, católica y
protectora de la Iglesia (tras su consagración al Corazón Inmaculado). Así como
hemos visto que la supervivencia de la Iglesia a lo largo de la historia está
vinculada al poder temporal o político, el cual o es cristiano o compite con la
Iglesia y se vuelve su enemigo mortal, así pues cuando la Iglesia con el
Vaticano II sucumbió a la seducción del mundo y dejó de ser perseguida para ser
“amiga” y “compañera” del mundo, entonces firmó su sentencia de muerte. Pero
como la Iglesia no puede ser vencida y extinguida, debe nuevamente –a no ser
que sean ya los tiempos finales y sea inminente la aparición del Anticristo,
cosa que por diversas razones que explicamos en otro lugar no creemos- surgir
en su rescate el poder político, del cual al fin y al cabo no podría obtenerse
su accionar en favor de la Iglesia si no fuese por la Misericordia de Dios para
con sus hijos. Y aquí entra a jugar su papel relevante la fe de los fieles, el
sacrificio y la oración. Este es el papel llamado a jugar por nosotros, y por
descuidar o desdeñar ese papel, es porque se prolonga el castigo en la Iglesia
y el mundo.
Con esto no decimos que vaya a retornar una edad dorada o
“nueva cristiandad”, porque eso no es lo que la Virgen prometió, ni cabe en los
tiempos dispuestos por Dios, pero sí un tiempo de paz, y sabemos lo que eso
significa: paz hacia la Iglesia, que particularmente en los tiempos modernos, a
partir de lo que se considera el inicio de la “Edad de Sardes”, esto es la
reforma protestante, ha sido constante y crecientemente combatida.
Especialmente desde dentro mismo. Pero hablar de esto nos llevaría a considerar
el Apocalipsis, y el final de la quinta edad de la Iglesia al cual estaríamos
arribando, esto es Sardes, pero no es el tema de este artículo.
Para continuar con el vínculo entre dos fechas tan
significativas, el 13 de junio de 313 y el 13 de junio de 1929, Rusia podría
–nótese el conjetural, no somos profetas- estar llamada a jugar el papel de la
nueva Roma y Putin el del nuevo Constantino que intervengan en el momento humanamente
más desesperado para los verdaderos cristianos, cuando la Iglesia Católica
atraviese la más grave situación de crisis en toda su historia, en el cual ya
ha entrado en la recta final desde los años del concilio Vaticano II. Que decir
esto no es aventurado, basta con considerar las palabras de la Virgen de Fátima:
“…el Corazón Inmaculado de María
salvará a Rusia, ella le está confiada” y “El Santo Padre me consagrará Rusia que se
convertirá y será concedido al mundo un cierto tiempo de paz”. ¿Qué significa una Rusia consagrada y
convertida? Significa una Rusia católica y especialmente dedicada a honrar el
Corazón Inmaculado. Y eso cuando el Occidente alguna vez católico se ocupa
exactamente de lo contrario. El lector puede sumar a esto algunos datos
sumamente interesantes, mientras considera las palabras de María:
-El 13 de mayo de 1984, en Severomorsk, norte de Rusia, fueron
destruidos dos tercios de los armamentos de la flota soviética, a raíz de un
incendio en el depósito de municiones que comenzó esa fecha y se extendió hasta
el 17 de mayo. Un periódico extranjero afirmó que fue el mayor desastre naval
de Rusia desde la Segunda guerra mundial. La catástrofe comenzó la fecha de la
primera aparición de Fátima y culminó en el aniversario de la canonización de
Santa Teresita de Lisieux, que es oficialmente la protectora de Rusia. El hecho
sucedió un mes y medio después de la consagración a la Virgen–sin mención
directa de Rusia- que había hecho Juan Pablo II, el 25 de marzo en la Plaza San
Pedro. Es probable que eso haya ayudado a acelerar la crisis que atravesaba la
URSS, y que la llevó menos de diez años después a su caída.
-El Muro de Berlín, que había sido erigido un día 13 de agosto de
1961, cayó el 9 de noviembre de 1989,
fecha del aniversario de la primera dedicación pública conocida de una
iglesia católica, la Archibasílica del Salvador, hoy conocida como San Juan
de Letrán en 324, bajo Constantino. Es decir, el muro se hizo en la fecha en
que los enemigos de la Iglesia evitaron que los niños fueran a la cita con la
Virgen en Fátima, y cayó el aniversario de cuando el Papado tuvo su primera
Iglesia sede. La fecha en que se consagró públicamente la Iglesia madre –hoy lo
sigue siendo- del Catolicismo, cayó el mayor símbolo mundial del Comunismo.
-El 13 de abril de 1991, un mes antes de la fecha aniversario de
la primera aparición de Fátima, la Iglesia católica volvió a tener presencia
en Rusia. Ese día Monseñor Tadeusz Kondrusiewicz fue entronizado arzobispo
de Moscú en la Iglesia de San Luis de Francia. Unas semanas más tarde, fue el
turno de Monseñor Joseph Werth, que fue recibido con gran pompa en Novosibirsk.
-La Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, el mayor imperio del mal que haya jamás existido, fue disuelta el 8 de diciembre de 1991, esto es, el día
en que la Iglesia católica festeja la Inmaculada Concepción (una fiesta
que por cierto, los ortodoxos rusos no celebran).
-La Unión Soviética dejó de existir formalmente el 25
de diciembre de 1991, fecha de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
Ese día se arrió la bandera roja del Kremlin. Es decir, la fecha del nacimiento
del Niño Dios fue la fecha de la muerte del hombre que se había hecho dios.
-El 13 de marzo de 1999, cadetes de la guardia del Kremlin portaron
el relicario de Santa Teresa del Niño Jesús, delante de un antiguo edificio de
la KGB, en una visita itinerante de las reliquias de la santa protectora de
Rusia y patrona de las misiones, que recorrió todo el país. Nueve meses
después, el 31 de diciembre de 1999, asumía el gobierno Vladimir Putin, y Rusia
comenzaba su recuperación. Actualmente unas reliquias de la santa permanecen en
la catedral de Moscú.
-Finalmente, Vladimir Putin, bautizado según el rito cristiano ortodoxo
(con el nombre Miguel), nació el 7 de octubre de 1952, esto es, cuando
la Iglesia católica celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.
Recordemos que la Virgen en Fátima se presentó de ese modo y pidió rezar el
rosario en cada una de sus apariciones.
Podemos
añadir que en el pasado, han sido dos hombres llamados Vladimir quienes han
configurado a Rusia, para el bien y para el mal: el príncipe Vladimir fue quien
a partir de su bautismo en 988 cristianizó a toda Rusia. Y fue Vladimir Lenin,
quien implantó lo contrario del cristianismo, el comunismo, en 1917. ¿Será
acaso el actual y tercer Vladimir, Putin, quien conduzca a Rusia hacia el
camino que el Cielo le ha señalado?
Y bien,
¿son
estas fechas anteriores “casualidades”? ¿Acaso las consagraciones parciales o
incompletas que realizaron los papas, no pudieron haber obtenido sus efectos?
Afirmamos que sí, y damos un ejemplo: “El
24 de octubre de 1940 Sor Lucía fue ordenada por uno de sus directores
espirituales, el Obispo de Gurza, a escribir al Papa y pedir la consagración
del mundo con “mención especial” de Rusia. La medida del obispo era una
tentativa de conseguir que el Papa hiciese algo por lo menos en forma de una
consagración, porque durante los once años anteriores Pio XI y Pio XII habían
hecho caso omiso repetidas veces a las peticiones de consagrar Rusia. La
correspondencia de Sor Lucía revela que ella se perturbaba por esta
instrucción, porque sabía que Nuestra Señora había pedido sólo la consagración
de Rusia, no del mundo. Sin embargo, porque estaba bajo santa obediencia, Sor
Lucía tuvo recurso al Señor en oración delante del Santísimo Sacramento
expuesto, para preguntarle sobre lo que debería hacer. Nuestro Señor le
respondió que, si el Papa hiciese lo que el Obispo de Gurza le había pedido,
recompensaría este acto abreviando los días de la II Guerra Mundial, pero que
no llevaría a cabo la paz mundial, como hubiese logrado la consagración
explicita de Rusia por el Papa junto con todos los obispos. Por eso el 2 de
diciembre de 1940, Sor Lucía escribió al Papa pidiendo la consagración del
mundo con mención especial de Rusia”. (John de Marchi, La verdadera historia de Fátima,
The Fatima Center).
El 13
de mayo de 2017, el cardenal Paul Cordes, en el Congreso Mariano de Kazakhstan,
declaró que Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984 «se abstuvo de mencionar
explícitamente a Rusia, porque los diplomáticos del Vaticano le pidieron
insistentemente que no mencionara dicho país, porque podrían surgir
eventualmente otros conflictos políticos (…) Poco después fui invitado por él a
almorzar. Le confió a nuestro pequeño círculo el deseo que él tuvo de mencionar
asimismo a Rusia en dicha consagración, pero que él cedió luego a sus
consejeros» (http://viens-seigneur-jesus.forumactif.com/t27261-le-cardinal-cordes-demolit-la-ligne-de-parti-sur-laconsecration-de-la-russie).
También
es cierto que hubo una conspiración de la élite mundialista para desmantelar y
autodemoler el ya de por sí gastado y obsoleto sistema soviético, para instalar
en Rusia una democracia liberal según el modelo norteamericano, de manera tal
que acelerase la unificación global para alcanzar al fin el largamente deseado
por las élites mundialistas “Nuevo Orden Mundial” (ya proclamado públicamente
por el presidente de Estados Unidos George Bush en un discurso el 11 de
septiembre de 1990). Pero es cierto también que Dios es el Señor de la
historia, y permite al poder del enemigo desarrollarse y conspirar para al
final utilizar Él para sus propósitos el mal que el diablo suscita. Eso es lo
que está ocurriendo también hoy mismo, sin que podamos ver el revés de la
trama. Dios sigue teniendo el control final de la historia.
Si en
1919 todo parecía a pedir de la judeo-masonería para alcanzar al fin el proyectado
gobierno mundial, pero finalmente el proyecto fracasó, así también setenta años
después, en 1989, todo parecía acabado y un mundo según el liberal y masónico
modelo norteamericano parecía poder lograrse, para al fin poner en escena un
comunismo reciclado y aggiornado, en una moderna fusión de Lenin y Disney,
aborto y Coca-Cola, con el gobierno mundial de los banqueros y tecnócratas
controlándolo todo. Caído el régimen soviético los oligarcas judíos se dedicaron
a depredar alevosamente los recursos de Rusia y hasta hubo aprestos para hacer
ingresar a Rusia en la OTAN (como lo hicieron los otros países del este
europeo). Pero entonces surgió inesperadamente, culminando el milenio, un líder
que no estaba de acuerdo con ese plan. Si en su momento Stalin significó un
dolor de cabeza para los amos del mundo, lo que los llevó a, fracasadas las
tentativas de eliminarlo internamente, promover la figura de Hitler para
oponérsele, ahora surgía otro líder, esta vez más difícil de asir ya que no se
trataba de un tirano comunista, por lo cual nuevamente el plan de alcanzar un
gobierno mundial, se retrasaba. De manera tal que podemos ver que Rusia está
jugando un rol central al apostar a su propia agenda de gobierno, en retrasar
la concreción de un gobierno mundial, y por lo tanto también, la aparición del
Anticristo.
Siendo
esto así, la promesa de Nuestra Señora, y la necesidad de la devoción a su
Corazón Inmaculado, van quedando cada vez más evidentes. Fue muy clara la Hermana
Lucía cuando dijo:
“Yo me
alegro del progreso que la devoción al Corazón Inmaculado de María está
teniendo en todas partes. Ella será la que, en los tiempos actuales, nos
salvará. Sería necesario intensificar mucho la oración y el sacrificio
por la conversión de Rusia. Aunque la consagración de esta nación no haya
sido hecha en los términos pedidos por Nuestra Señora, veremos si obtenemos su
retorno a Dios. Tengo grandes esperanzas, porque Dios conoce bien las
dificultades.”
(Carta
al Padre Aparicio, 2 de marzo de 1945)
La
victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial trajo como consecuencia el Vaticano II, que se ocupó
de desactivar el peligro que significaba el Corazón Inmaculado, y también la
conversión de Rusia. Vino la “guerra fría” contra los tradicionalistas en la
Iglesia, que supieron mantener viva esta devoción. Pero la misma ha persistido,
y toca a nosotros hacerla crecer. Como ha afirmado la Hermana Lucía, “Dios
conoce bien las dificultades”, por eso ha ayudado obteniéndonos diversas
gracias a través de las consagraciones parciales de los papas, como ya lo hemos
visto. Lo cual nos anima a persistir en este camino, porque para Dios no hay
imposibles.
¡Viva
el Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María!