Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

lunes, 27 de diciembre de 2021

COMO EL IMPERIO ROMANO, RUSIA SE CONVERTIRÁ

 

COMO EL IMPERIO ROMANO, RUSIA SE CONVERTIRÁ

 

 


  

Por FLAVIO MATEOS

 

A medida que Rusia va cobrando cada vez mayor protagonismo en la escena geopolítica mundial, por su antagonismo a la imposición del utópico y homicida proyecto del “Gran Reseteo” o Nuevo Orden Mundial comandado por la alianza del Foro de Davos, los países de la OTAN y el Vaticano, que promueven un globalismo sodomita y abortivo que arrase con todo resto de la civilización cristiana y con toda idea de patria o estado-nación, a través de un enmascarado “capitalismo inclusivo” a la vez que de un “sanitarismo” forzado, todo lo cual no es otra cosa que el comunismo que las élites de la judeo-masonería aplican a las masas mediante la satánica ideología de género y la “cultura de la cancelación”, mientras esa élite de “benefactores” y jerarcas anticristianos se mantienen al margen y a cubierto con todos sus privilegios que los convierte a sus propios ojos en “super-humanos” (“seréis como dioses”), va quedando más claro, decimos, en el tablero mundial, el papel que está llamado a jugar el país más grande del mundo, en los tiempos que atravesamos y muy en lo inmediato. En estos momentos, la “Operación Covid” se está utilizando para desestabilizar a todos los países del mundo, y Rusia no es la excepción. Se ha abierto una brecha en el hasta ahora monolítico Kremlin y los quintacolumnistas trabajan sin descanso para debilitar lo que hasta ahora venía siendo el mayor mérito de Vladimir Putin, la consolidación de la unidad del país debajo de un ideal patriótico, forjado en mil años de historia, a partir de su identidad cristiana. En esa coyuntura, ¿el papel de Rusia como contradictor del Occidente apóstata sería una apuesta al derechismo “perenialista” que quisiera volver a una “edad dorada” de la humanidad? En absoluto. Desde luego, Rusia es un país que ofrece sus problemas y que necesariamente debe convertirse al catolicismo, si quiere sobrevivir a la gran amenaza que se cierne sobre ella, pero en la actualidad sigue manteniendo su propia “agenda” y no está dispuesta a dejarse avasallar, como ya sí han decidido los países occidentales bajo la órbita norteamericana. Pero para intentar ubicarnos en el punto de mira correcto, más allá de los propios protagonistas, deberemos –nos parece inevitable- volver a Fátima, aunque la mayoría de los católicos sigue ignorando este tema y enviando mensajes desesperados a los muy maltratados católicos del mundo. Los más lúcidos expositores ignoran o descartan este tema, no sólo por una falta de visión teológica, sino también por una ignorancia de los hechos que invitan a sostener una esperanza cierta, a pesar de la oscuridad del panorama.

Si no volvemos a Fátima, mal comprenderemos lo que está pasando ahora. Aún más, lo que ha pasado en Rusia desde la caída del comunismo, o desde que empezó a caer, antes aún del derrumbe del Muro de Berlín.

En principio recordemos las palabras de la Santísima Virgen en Fátima, el viernes 13 de julio de 1917:

“Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar. Pero, si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.

Para impedirla vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados. Si atienden mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe.”

La Hermana Lucía volvería muchas veces (lo decimos en otro artículo) sobre la consagración de Rusia, así en 1936:

“[El Santo Padre] la hará [la consagración de Rusia], pero será tarde. Sin embargo el Corazón Inmaculado de María salvará a Rusia, ella le está confiada

(Carta de la Hna. Lucía al Padre GonÇalvès, 18 de mayo de 1936). 

En mayo de 1952, en Tuy, España, cerca del límite con Portugal, donde Lucía era religiosa Dorotea, Nuestra Señora le dijo:

Haz saber al Santo Padre que siempre espero la consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón. Sin esta Consagración, Rusia no se va a convertir ni el mundo tendrá paz”.

Pero vayamos al día cuando el Cielo pidió solemnemente la consagración de Rusia. En las notas biográficas de la Hna. Lucía, escritas en mayo de 1936, consta ese momento donde la Santísima Virgen realizó el pedido. Fue durante la gran teofanía trinitaria del 13 de junio de 1929. Así lo cuenta la Hna. Lucía:

 Había pedido y obtenido licencia de mis superioras y del confesor, para hacer la Hora Santa de once a medianoche, de los jueves a los viernes. Estando una noche sola, me arrodillé entre la balaustrada, en medio de la capilla, postrada, para rezar las oraciones del Ángel. Sintiéndome cansada, me incorporé y continué rezando con los brazos en cruz.

La única luz era la de la lámpara. De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar apareció una Cruz de luz que llegaba hasta el techo. En una luz más clara se veía, en la parte superior de la Cruz, un rostro de un Hombre y Su Cuerpo hasta la cintura. Sobre su pecho había una paloma igualmente luminosa, y clavado en la Cruz, el cuerpo de otro hombre.

Un poco por debajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un Cáliz y una Hostia grande sobre la cual caían unas gotas de Sangre que corrían a lo largo del Rostro del Crucificado y de una herida en Su pecho. Escurriendo por la Hostia, esas gotas caían dentro del Cáliz. Bajo el brazo derecho de la Cruz estaba Nuestra Señora. (Era Nuestra Señora con Su Corazón Inmaculado en Su Mano) (...) Bajo el brazo izquierdo (de la Cruz), unas grandes letras, como si fueran de agua clara cristalina, que corrían hacia el altar, formaban estas palabras: ‘Gracia y Misericordia’. Comprendí que me era mostrado el misterio de la Santísima Trinidad y recibí luces sobre este misterio que no me es permitido revelar”.

La Santísima Virgen dice:

- "Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado; prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por los pecados cometidos contra Mí, que vengo a pedir reparación; sacrifícate por esta intención y reza.

(Memorias de la Hermana Lucía. Compilación del P. L. Kondor, SVD. Introducción y notas del P. Dr. J.M. Alonso, CMF, Fátima, Portugal, Postulaçâo, 1978, pp. 140-145).

En nuestro libro sobre Fátima dedicamos largo espacio a considerar por qué este pedido había sido realizado el año 1929. Vamos a dedicarnos ahora a prestar atención a la fecha en que se hizo: 13 de junio.

La Iglesia venera ese día a San Antonio de Padua, el santo más significativo que ha dado Portugal. Pero más allá de este dato, la fecha, además de ser otro día trece, es coincidente con otro hecho capital para la Iglesia Católica y la humanidad. El 13 de junio de 313 se publicaba en Nicomedia el llamado “edicto de Milán”, cuyo origen data de febrero-marzo de 313, cuando el encuentro de Constantino y Licinio en la ciudad de Milán. Los liberales, modernistas y detractores de la Iglesia son encarnizados enemigos de lo que ellos dicen habría comenzado entonces: la “Iglesia triunfalista”, la “Iglesia constantiniana”. Los más virulentos afirman que ahí nació la Iglesia “usurpadora” y aliada de los poderosos, la “Iglesia represora” que no sería la misma Iglesia que la del “dulce Nazareno”. Todas ellas viles calumnias ya ampliamente respondidas, por cierto.

Tenemos que entender lo que significa lo ocurrido en 313, o en realidad a partir del 28 de octubre de 312 cuando Constantino, tras haber tenido la visión del Lábaro (“Por este signo vencerás”) derrotó a Majencio y entró triunfante a Roma. “Salió pagano de las Galias, llegó cristiano delante de Roma”, se ha dicho. El padre Rohrbacher lo sintetiza diciendo que con el edicto de Milán y la conversión de Constantino, “se termina un combate de tres siglos entre la Iglesia de Cristo y la Roma idólatra. Durante tres siglos, Roma idólatra persigue a la Iglesia por sus emperadores y por sus ídolos, y durante tres siglos la Iglesia sufre y muere en sus mártires. Y, al fin de esos tres siglos, Roma idólatra ve morir a la vez a sus ídolos y a sus emperadores con toda su raza, mientras que la Iglesia, sobreviviéndolos a todos, ve otro signo que ostenta sobre su casco y sus estandartes, el signo hasta ahí ignominioso de Cristo, la cruz, que será a partir de ahí el glorioso estandarte de la humanidad regenerada”.

La Iglesia, hasta entonces perseguida, prohibida, criminalizada, oculta en las catacumbas, acusada de toda suerte de crímenes, martirizada con las torturas y ejecuciones más atroces, ahora no solo es reconocida, respetada y dejada en libertad de acción, sino que además sube al trono y vence al Imperio de manera milagrosa, sin resistencia armada ni acciones diplomáticas, sólo mediante el portentoso milagro presenciado por y operado en Constantino, quien es el hombre decisivo, el elegido por Dios. Siendo de pronto la Iglesia reivindicada por el Emperador, que emite leyes que le son favorables, recuperando así su libertad, sus derechos y sus propiedades confiscadas, da comienzo entonces lo que llegará a ser la Cristiandad: el poder espiritual estará sobre el poder de los emperadores, que favorecerán la obra evangelizadora de la única arca de salvación. A partir del estado de pacificación –que no de paz pues surgirán los herejes y perturbadores- la Iglesia empezará a construir lo que a lo largo de mil años será el esplendor de la Verdad puesto en obra. Luego de haber plantado los fuertes cimientos a través de la prueba de la persecución, la Iglesia ahora se dedicará a difundir por el mundo –en principio por la Europa paganizada- lo que Cristo ha enseñado. Será la civilización occidental que comienza de este modo, a partir de la conversión de Roma. Teología, Filosofía, Leyes, Artes, Ciencias, impulsados por las virtudes teologales y el espíritu de los Evangelios, alcanzarán su cumbre, simbolizados en la Suma Teológica y las catedrales góticas. Fue la añadidura que advino, de tanto buscar “el Reino de Dios y su justicia”.

Como explica el padre Jean-Baptiste Aubry, a partir del edicto de Milán, Constantino: 1°) reconocía oficialmente el reino de Jesucristo sobre el mundo, y la conquista de la sociedad por la Iglesia. Es la vida pública de la Iglesia y su derecho a la ciudadanía reconocida en el Imperio, al mismo tiempo que la abolición oficial y motivada de la idolatría, como lo explican las palabras de Constantino proclamando el edicto de paz en la Basilica Ulpiana; 2°), por el mismo edicto, Constantino abole igualmente la ley constitutiva del Imperio que sometía la religión al poder civil, haciéndola una parte de ese poder y, prohibiendo toda religión no aprobada por el Estado, hacía de la profesión de fe cristiana un crimen de lesa majestad” (Cours d’Histoire ecclésiastique et théologie de l’histoire de l’Église (OEuvres complètes de Jean-Baptiste Aubry, t. VII), Paris, Desclée de Brouwer et V. Retaux, 1899, p. 235-247. Le sel de la terre n°85, pág. 53).

“Más aún, -dice el mismo autor- si el poder de la Iglesia data sobre todo de legislaciones cristianas de la segunda época, hay que agregar acá que al salir de las Catacumbas, por la proclamación del edicto de Milán, la Iglesia no solamente devenía libre de vivir, sino aun ella tomaba, entre los hombres, su verdadero lugar, es decir el trono. Constantino declaraba no solamente que ella podía vivir y mostrarse públicamente, sino que ella había vencido, que ella debía reinar por encima mismo de los reyes, y que el poder civil le debía su respetuosa protección” (Ibidem)

Dios es el supremo maestro de la historia y todos los jugadores juegan el papel que Él les ha misteriosamente asignado, para que cooperen a su Obra. Frecuentemente la Providencia ha utilizado a los paganos, ya sea para castigar a su pueblo elegido por su prevaricación, ya para ayudarlo a volver al sitial de honor en que lo había colocado. Un solo ejemplo de esto último lo tenemos en Ciro, ayudando al pueblo judío a retornar del cautiverio en Babilonia, y a reconstruir el Templo de Jerusalén. El de Constantino es otro signo de Dios muy significativo, que estaba más allá de todo “cálculo humano”, siempre pequeño y mezquino, siempre husmeando con mirada puramente humana y poniéndole límites a la Libertad de Dios. Pues bien, a lo que queremos ir es a que en Fátima la Virgen nos ha entregado una misión y nos ha regalado una profecía. El cumplimiento de la misma sigue demorado, debido a nuestras prevaricaciones. Ese mensaje y esa profecía involucran a una nación, Rusia, que como el antiguo Imperio romano, que pasó de perseguir a los cristianos a volverse él mismo un imperio cristiano, del mismo modo Rusia está atravesando el proceso de pasar de perseguir ferozmente a los cristianos (ya abandonó el comunismo), a volverse o volver a tomar sus raíces cristianas (cismática) y, por fin, católica y protectora de la Iglesia (tras su consagración al Corazón Inmaculado). Así como hemos visto que la supervivencia de la Iglesia a lo largo de la historia está vinculada al poder temporal o político, el cual o es cristiano o compite con la Iglesia y se vuelve su enemigo mortal, así pues cuando la Iglesia con el Vaticano II sucumbió a la seducción del mundo y dejó de ser perseguida para ser “amiga” y “compañera” del mundo, entonces firmó su sentencia de muerte. Pero como la Iglesia no puede ser vencida y extinguida, debe nuevamente –a no ser que sean ya los tiempos finales y sea inminente la aparición del Anticristo, cosa que por diversas razones que explicamos en otro lugar no creemos- surgir en su rescate el poder político, del cual al fin y al cabo no podría obtenerse su accionar en favor de la Iglesia si no fuese por la Misericordia de Dios para con sus hijos. Y aquí entra a jugar su papel relevante la fe de los fieles, el sacrificio y la oración. Este es el papel llamado a jugar por nosotros, y por descuidar o desdeñar ese papel, es porque se prolonga el castigo en la Iglesia y el mundo.

Con esto no decimos que vaya a retornar una edad dorada o “nueva cristiandad”, porque eso no es lo que la Virgen prometió, ni cabe en los tiempos dispuestos por Dios, pero sí un tiempo de paz, y sabemos lo que eso significa: paz hacia la Iglesia, que particularmente en los tiempos modernos, a partir de lo que se considera el inicio de la “Edad de Sardes”, esto es la reforma protestante, ha sido constante y crecientemente combatida. Especialmente desde dentro mismo. Pero hablar de esto nos llevaría a considerar el Apocalipsis, y el final de la quinta edad de la Iglesia al cual estaríamos arribando, esto es Sardes, pero no es el tema de este artículo.

Para continuar con el vínculo entre dos fechas tan significativas, el 13 de junio de 313 y el 13 de junio de 1929, Rusia podría –nótese el conjetural, no somos profetas- estar llamada a jugar el papel de la nueva Roma y Putin el del nuevo Constantino que intervengan en el momento humanamente más desesperado para los verdaderos cristianos, cuando la Iglesia Católica atraviese la más grave situación de crisis en toda su historia, en el cual ya ha entrado en la recta final desde los años del concilio Vaticano II. Que decir esto no es aventurado, basta con considerar las palabras de la Virgen de Fátima: “…el Corazón Inmaculado de María salvará a Rusia, ella le está confiada” y “El Santo Padre me consagrará Rusia que se convertirá y será concedido al mundo un cierto tiempo de paz”. ¿Qué significa una Rusia consagrada y convertida? Significa una Rusia católica y especialmente dedicada a honrar el Corazón Inmaculado. Y eso cuando el Occidente alguna vez católico se ocupa exactamente de lo contrario. El lector puede sumar a esto algunos datos sumamente interesantes, mientras considera las palabras de María:

-El 13 de mayo de 1984, en Severomorsk, norte de Rusia, fueron destruidos dos tercios de los armamentos de la flota soviética, a raíz de un incendio en el depósito de municiones que comenzó esa fecha y se extendió hasta el 17 de mayo. Un periódico extranjero afirmó que fue el mayor desastre naval de Rusia desde la Segunda guerra mundial. La catástrofe comenzó la fecha de la primera aparición de Fátima y culminó en el aniversario de la canonización de Santa Teresita de Lisieux, que es oficialmente la protectora de Rusia. El hecho sucedió un mes y medio después de la consagración a la Virgen–sin mención directa de Rusia- que había hecho Juan Pablo II, el 25 de marzo en la Plaza San Pedro. Es probable que eso haya ayudado a acelerar la crisis que atravesaba la URSS, y que la llevó menos de diez años después a su caída.

-El Muro de Berlín, que había sido erigido un día 13 de agosto de 1961, cayó el 9 de noviembre de 1989, fecha del aniversario de la primera dedicación pública conocida de una iglesia católica, la Archibasílica del Salvador, hoy conocida como San Juan de Letrán en 324, bajo Constantino. Es decir, el muro se hizo en la fecha en que los enemigos de la Iglesia evitaron que los niños fueran a la cita con la Virgen en Fátima, y cayó el aniversario de cuando el Papado tuvo su primera Iglesia sede. La fecha en que se consagró públicamente la Iglesia madre –hoy lo sigue siendo- del Catolicismo, cayó el mayor símbolo mundial del Comunismo.

-El 13 de abril de 1991, un mes antes de la fecha aniversario de la primera aparición de Fátima, la Iglesia católica volvió a tener presencia en Rusia. Ese día Monseñor Tadeusz Kondrusiewicz fue entronizado arzobispo de Moscú en la Iglesia de San Luis de Francia. Unas semanas más tarde, fue el turno de Monseñor Joseph Werth, que fue recibido con gran pompa en Novosibirsk.

-La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el mayor imperio del mal que haya jamás existido, fue disuelta el 8 de diciembre de 1991, esto es, el día en que la Iglesia católica festeja la Inmaculada Concepción (una fiesta que por cierto, los ortodoxos rusos no celebran).

-La Unión Soviética dejó de existir formalmente el 25 de diciembre de 1991, fecha de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Ese día se arrió la bandera roja del Kremlin. Es decir, la fecha del nacimiento del Niño Dios fue la fecha de la muerte del hombre que se había hecho dios.

-El 13 de marzo de 1999, cadetes de la guardia del Kremlin portaron el relicario de Santa Teresa del Niño Jesús, delante de un antiguo edificio de la KGB, en una visita itinerante de las reliquias de la santa protectora de Rusia y patrona de las misiones, que recorrió todo el país. Nueve meses después, el 31 de diciembre de 1999, asumía el gobierno Vladimir Putin, y Rusia comenzaba su recuperación. Actualmente unas reliquias de la santa permanecen en la catedral de Moscú.

-Finalmente, Vladimir Putin, bautizado según el rito cristiano ortodoxo (con el nombre Miguel), nació el 7 de octubre de 1952, esto es, cuando la Iglesia católica celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Recordemos que la Virgen en Fátima se presentó de ese modo y pidió rezar el rosario en cada una de sus apariciones.

Podemos añadir que en el pasado, han sido dos hombres llamados Vladimir quienes han configurado a Rusia, para el bien y para el mal: el príncipe Vladimir fue quien a partir de su bautismo en 988 cristianizó a toda Rusia. Y fue Vladimir Lenin, quien implantó lo contrario del cristianismo, el comunismo, en 1917. ¿Será acaso el actual y tercer Vladimir, Putin, quien conduzca a Rusia hacia el camino que el Cielo le ha señalado?

Y bien, ¿son estas fechas anteriores “casualidades”? ¿Acaso las consagraciones parciales o incompletas que realizaron los papas, no pudieron haber obtenido sus efectos? Afirmamos que sí, y damos un ejemplo: “El 24 de octubre de 1940 Sor Lucía fue ordenada por uno de sus directores espirituales, el Obispo de Gurza, a escribir al Papa y pedir la consagración del mundo con “mención especial” de Rusia. La medida del obispo era una tentativa de conseguir que el Papa hiciese algo por lo menos en forma de una consagración, porque durante los once años anteriores Pio XI y Pio XII habían hecho caso omiso repetidas veces a las peticiones de consagrar Rusia. La correspondencia de Sor Lucía revela que ella se perturbaba por esta instrucción, porque sabía que Nuestra Señora había pedido sólo la consagración de Rusia, no del mundo. Sin embargo, porque estaba bajo santa obediencia, Sor Lucía tuvo recurso al Señor en oración delante del Santísimo Sacramento expuesto, para preguntarle sobre lo que debería hacer. Nuestro Señor le respondió que, si el Papa hiciese lo que el Obispo de Gurza le había pedido, recompensaría este acto abreviando los días de la II Guerra Mundial, pero que no llevaría a cabo la paz mundial, como hubiese logrado la consagración explicita de Rusia por el Papa junto con todos los obispos. Por eso el 2 de diciembre de 1940, Sor Lucía escribió al Papa pidiendo la consagración del mundo con mención especial de Rusia”. (John de Marchi, La verdadera historia de Fátima, The Fatima Center).

El 13 de mayo de 2017, el cardenal Paul Cordes, en el Congreso Mariano de Kazakhstan, declaró que Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984 «se abstuvo de mencionar explícitamente a Rusia, porque los diplomáticos del Vaticano le pidieron insistentemente que no mencionara dicho país, porque podrían surgir eventualmente otros conflictos políticos (…) Poco después fui invitado por él a almorzar. Le confió a nuestro pequeño círculo el deseo que él tuvo de mencionar asimismo a Rusia en dicha consagración, pero que él cedió luego a sus consejeros» (http://viens-seigneur-jesus.forumactif.com/t27261-le-cardinal-cordes-demolit-la-ligne-de-parti-sur-laconsecration-de-la-russie).

También es cierto que hubo una conspiración de la élite mundialista para desmantelar y autodemoler el ya de por sí gastado y obsoleto sistema soviético, para instalar en Rusia una democracia liberal según el modelo norteamericano, de manera tal que acelerase la unificación global para alcanzar al fin el largamente deseado por las élites mundialistas “Nuevo Orden Mundial” (ya proclamado públicamente por el presidente de Estados Unidos George Bush en un discurso el 11 de septiembre de 1990). Pero es cierto también que Dios es el Señor de la historia, y permite al poder del enemigo desarrollarse y conspirar para al final utilizar Él para sus propósitos el mal que el diablo suscita. Eso es lo que está ocurriendo también hoy mismo, sin que podamos ver el revés de la trama. Dios sigue teniendo el control final de la historia.

Si en 1919 todo parecía a pedir de la judeo-masonería para alcanzar al fin el proyectado gobierno mundial, pero finalmente el proyecto fracasó, así también setenta años después, en 1989, todo parecía acabado y un mundo según el liberal y masónico modelo norteamericano parecía poder lograrse, para al fin poner en escena un comunismo reciclado y aggiornado, en una moderna fusión de Lenin y Disney, aborto y Coca-Cola, con el gobierno mundial de los banqueros y tecnócratas controlándolo todo. Caído el régimen soviético los oligarcas judíos se dedicaron a depredar alevosamente los recursos de Rusia y hasta hubo aprestos para hacer ingresar a Rusia en la OTAN (como lo hicieron los otros países del este europeo). Pero entonces surgió inesperadamente, culminando el milenio, un líder que no estaba de acuerdo con ese plan. Si en su momento Stalin significó un dolor de cabeza para los amos del mundo, lo que los llevó a, fracasadas las tentativas de eliminarlo internamente, promover la figura de Hitler para oponérsele, ahora surgía otro líder, esta vez más difícil de asir ya que no se trataba de un tirano comunista, por lo cual nuevamente el plan de alcanzar un gobierno mundial, se retrasaba. De manera tal que podemos ver que Rusia está jugando un rol central al apostar a su propia agenda de gobierno, en retrasar la concreción de un gobierno mundial, y por lo tanto también, la aparición del Anticristo.

Siendo esto así, la promesa de Nuestra Señora, y la necesidad de la devoción a su Corazón Inmaculado, van quedando cada vez más evidentes. Fue muy clara la Hermana Lucía cuando dijo:

“Yo me alegro del progreso que la devoción al Corazón Inmaculado de María está teniendo en todas partes. Ella será la que, en los tiempos actuales, nos salvará. Sería necesario intensificar mucho la oración y el sacrificio por la conversión de Rusia. Aunque la consagración de esta nación no haya sido hecha en los términos pedidos por Nuestra Señora, veremos si obtenemos su retorno a Dios. Tengo grandes esperanzas, porque Dios conoce bien las dificultades.”

(Carta al Padre Aparicio, 2 de marzo de 1945)

La victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial trajo como consecuencia el Vaticano II, que se ocupó de desactivar el peligro que significaba el Corazón Inmaculado, y también la conversión de Rusia. Vino la “guerra fría” contra los tradicionalistas en la Iglesia, que supieron mantener viva esta devoción. Pero la misma ha persistido, y toca a nosotros hacerla crecer. Como ha afirmado la Hermana Lucía, “Dios conoce bien las dificultades”, por eso ha ayudado obteniéndonos diversas gracias a través de las consagraciones parciales de los papas, como ya lo hemos visto. Lo cual nos anima a persistir en este camino, porque para Dios no hay imposibles.

 

¡Viva el Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María!

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