“DESORIENTACIÓN DIABÓLICA”
Hermana
Lucía de Fátima, 26 de diciembre de 1957
La mencionada
vidente de Fátima habló cierta vez de la “desorientación diabólica” que se
esparcía por todas partes, particularmente dentro de la Iglesia (lo que el papa
modernista Pablo VI llamaría más adelante “humo de Satanás”), obra del “padre
de la mentira” que es sembrador de la confusión, el error, la ignorancia y la
mentira, con lo cual pretende impedir que veamos claro el camino que debemos
seguir (“Yo soy el camino, la verdad, la vida…Quien me sigue no anda en
tinieblas” ha dicho Nuestro Señor). Con el Mensaje de Fátima ha pasado lo que
la misma Hermana Lucía afirma en el acápite de esta nota: nadie le da
importancia, y he allí una victoria de Satanás.
En la
actual situación del mundo, parece aún más increíble que los católicos no
busquen la solución donde deben, y estén dando “manotazos de ahogado”, o
simplemente se conformen con lo que consideran las propias y sabias conclusiones intelectuales.
Estamos en un punto en que hay que saber orientarnos en el combate y para eso,
no hay otra brújula o gps que nos pueda ayudar mejor que el mensaje de la
Virgen en Fátima. Es lo que tratamos de difundir desde este humildísimo y
apenas frecuentado rincón de la “blogósfera”.
Es
claro que se debe resistir la tiranía mundial, las vacunaciones forzadas y sus
terribles consecuencias, pases sanitarios, etc. Pero lo es también que esta
guerra es de una envergadura tal, que humanamente hablando ya se ha fracasado
en lo sustancial, más allá de las victorias accidentales, pues detrás y por
debajo hay una crisis espiritual y moral que ya no puede revertirse,
simplemente porque “si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la salará?”, y la
sal y la luz del mundo es la Iglesia, pero hoy y tras el Vaticano II, ha
perdido su sabor y la luz apenas es visible, sólo resta un pequeño remanente
fiel, en medio de una espantosa apostasía y confusión (el papa Francisco,
hablando como el vicario del “Nuevo Orden Mundial” acaba de afirmar que "Vacunarse
contra el covid es una obligación moral", a pesar de la abrumadora
evidencia de los daños causados por muchas de esas vacunas). Entonces, es
tiempo de recordar lo que la Virgen de Fátima pidió y prometió, porque de lo
contrario por nuestra falta de fe y confianza, habremos merecido los terribles
castigos que pueden aún caer sobre nosotros.
Apuntamos simplemente algunas señales de esta
profunda desorientación, que hace falta revertir, o por lo menos de nuestra
parte, mantenernos a un lado:
-El pasado 6 de enero, el valiente Arzobispo Viganò
hizo una convocatoria a una Cruzada mundial del Rosario. Dice allí que “Para librar una batalla espiritual hacen
falta armas espirituales. Lo han entendido bien millares de católicos,
hombres sobre todo, que en varios lugares del mundo han empezado a rezar
públicamente el Rosario por la liberación de su patria. Tan loable y valerosa
iniciativa es el comienzo de un contraataque cristiano y un resurgir de la Fe,
además de un acto solemne de veneración a la Madre de Dios”. Concordamos
con esto, y de hecho ya en nuestro blog hemos hablado de las armas espirituales y del contraataque necesario de los
cristianos. Enhorabuena que un obispo lo diga. Y es indudable que el Santo
Rosario es una de nuestras armas más poderosas –la última junto con la devoción
al Corazón Inmaculado, como hizo saber la Sma. Virgen a los pastorcitos de
Fátima-, y debe proclamarse insistentemente, aplaudimos toda iniciativa a
recordárnoslo. El Rosario es nuestra gran arma de guerra en esta batalla. Si todos
los católicos que hay en el mundo –es decir, todos los bautizados- rezaran el
Rosario, no nos encontraríamos en esta situación de la Iglesia y el mundo. Pero
Mons. Viganò habla del Rosario sin mencionar en absoluto Fátima. Ahora bien, si
vinculamos el Rosario al Corazón Inmaculado de María, es claro que también
debemos vincularlo a aquello que pidió solemnemente la Virgen en la aparición
de la Sma. Trinidad del 13 de junio de 1929: debe pedirse la consagración de
Rusia, pues sólo así le será dado al mundo un tiempo de paz. Entonces,
lo que debe hacerse es convocar a los católicos a rezar el Rosario (entero de
ser posible) por el triunfo del Corazón Inmaculado de María y la consagración
de Rusia a este mismo Corazón, y no esporádicas cruzadas que dejan de lado lo
esencial. No debemos hacer lo que nuestra iniciativa nos sugiere, sino lo
que la iniciativa del Cielo nos ha mandado hacer.
-Otro
signo de desorientación lo encontramos en algunos católicos otrora lúcidos (¡oh,
los profesores e intelectuales!) que, habiendo dejado el mensaje de Fátima en
el desván de los trastos viejos, porque sería una antigualla, algo anacrónico e
inútil, se dedican a enseñar que ya estamos ante el Anticristo –o casi-, y, sin
embargo, no son capaces de ver lo que tienen enfrente, y así se inoculan el
experimento tóxico que llaman vacunas, y aceptan el relato oficial de la
pandemia a pie juntillas, sin dedicar un minuto a investigar (¿para qué si ya saben?).
-También
podemos ver la desorientación en una congregación religiosa de la Tradición que
alguna vez, cuando era enteramente fiel a su fundador (“excomulgado” por los
masones y modernistas romanos, algo que para él era un timbre de honor, una
cicatriz de la guerra, pero para sus seguidores una “mancha” en su reputación
que debía ser extirpada mediante una cirugía plástica), difundía el mensaje de
Fátima, pero que cuando empezó a caer en las ínfulas de creerse “importante” y
“poderosa”, se alejó de eso, para creer que mediante conversaciones, diplomacia
y acuerdos prácticos podía “convertir a Roma”. Recientemente un sacerdote de
esa corriente, durante un sermón, clasificó a los tradicionalistas en tres
categorías: “los parásitos, los clientes, y los fieles”. Los fieles serían
únicamente los que mostrasen una adhesión incondicional, ciega, becerril, hacia
la tal congregación, aptos entonces para recibir todos sus sacramentos. O sea, sería
algo así como el que es poseedor de un “pase sanitario”, que lo vuelve
“confiable”, mientras el resto sería gente sospechosa, de segunda categoría. Desorientación
diabólica, sin dudas.
-Finalmente
podemos hablar del desinterés en general por el tema de Fátima, pues basta dar
una mirada a las redes sociales, sitios y blogs de internet, para darse cuenta
de que abundan sobremanera las informaciones referidas a los hechos de la
“pandemia” o “plandemia”, pero no existe quien aporte algo para revertir y
combatir efectivamente esto. Por eso no nos sorprende la falta de interés,
receptividad o difusión de nuestro blog. Las tinieblas se han extendido tanto,
que la gente ya no puede ver ni distinguir lo accesorio de lo importante, lo
circunstancial de lo permanente. Esta indiferencia puede desanimarnos, sin
dudas, sobre todo el ver que nadie hace caso a la Santísima Virgen, especialmente
los buenos, los que están de nuestro lado. Pero tenemos el deber de ser fieles
y por lo tanto continuar nuestro trabajo, si Dios lo permite y a la Virgen le
agrada, y las circunstancias nos ayudan.
Hacen
falta oración y sacrificios, adhesión absoluta a la verdad y santificación
personal, para lograr que aunque sea un alma entienda que tenemos la victoria a
nuestro alcance, que debemos trabajar por el triunfo del Corazón Inmaculado,
que es una forma de trabajar por el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo, y que
vamos hacia ese triunfo glorioso, al cual tenemos que contribuir desde ahora
con nuestra fidelidad y adhesión –aquí, sí, incondicional- al mensaje de
Nuestra Señora. Sin este fervor de vida, sin este compromiso, sin esta cruz que
debemos ofrecer a María, corremos el riesgo de caer en esa desorientación
diabólica de la que hablábamos. Tomemos en serio el mensaje del Cielo, o
suframos las consecuencias, pues ya estamos avisados.
¡Viva
el Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María!