“En lo que hace a Rusia –no digo: Unión Soviética,
digo: Rusia-, considero inadmisible que se niegue su pertenencia a la misma
civilización que nosotros. Mientras hubo civilización cristiana, por supuesto.
Más aún, sostengo que, cuando nosotros ya no hacíamos referencia al
cristianismo de nuestros mayores más que como a un recuerdo nostálgico, o
vergonzoso, según los casos objeto de lágrimas o de escarnio, los rusos seguían
y siguen afirmándose con firmeza y orgullo siempre mayores en la fe de sus
antepasados. Allá, pese a las persecuciones atroces (o en respuesta a ellas) de
que es objeto constante, la preocupación religiosa no es referencia histórica,
es renovación de la fe de los confesores que dieron su gloria a la Iglesia y su
vida a la nación. De suerte que –y esto
lo sostengo desde hace muchos años-, cuando queremos hablar de “civilización
cristiana”, tomemos a Rusia como punto de partida para nuestra resurrección por
cuanto, mientras los cristianos, los católicos que seguimos resueltos en
nuestra fe en el Oeste, estamos reducidos a luchar a la defensiva aun, a veces,
contra la impaciencia irritada de quienes deberían ser nuestros pastores;
nuestros hermanos del Este han optado por dar batalla y por darla atacando”.
Alberto Falcionelli, “Los signos de los tiempos” (con perdón), Revista Moenia N° 1, Buenos Aires, Marzo 1980.