VICTORIAS DEL SANTO ROSARIO – II
Por FLAVIO
MATEOS
Continuamos
nuestro informe acerca de los triunfos del Santo Rosario, para la fe de la
Iglesia y la gloria de Dios, como una lección para nuestros oscuros días de
cristianismo tibio y acobardado, y en atención a la acción que debemos
emprender, en estos tiempos bajo asedio del enemigo. Uno debe esperarlo todo de
Dios y su imbatible Misericordia y Omnipotencia, pero a la vez uno debe
combatir, porque ese es el modo de mostrarle a Dios cuánto deseamos que por su
intercesión Él sea glorificado.
-En 1646, la victoria del Rosario en
Filipinas salvó el catolicismo en toda el Asia. Una flota de navíos
protestantes holandeses se apostó amenazante frente a la ciudad de Manila,
defendida sólo por dos galeones comerciales, el “Encarnación” y el “Rosario”,
armados de apuro. Entonces el venerable padre Juan de Conca O.P. se lanzó a
predicar el rosario y hacerlo rezar en los dos navíos. Los marinos hicieron el
voto de ir, en caso de victoria, en peregrinación sobre los pies desnudos a la
imagen de la Virgen del Rosario conservada en el convento dominico de Manila.
De marzo a octubre, se produjeron cinco encuentros violentos, que resultaron en
cinco victorias humanamente inexplicables para los hispano-filipinos. Desde
entonces se difundió una muy grande devoción del Rosario en todo Filipinas, llamado
el “Reino del Santo Rosario” por el papa Pío XII.
-El 12
de septiembre de 1683, fiesta del
santo nombre de María, en la batalla de Viena las armas cristianas del sacro Imperio
Romano Germánico –conducidas por el rey polaco Jan III Sobieski- obtuvieron una
extraordinaria victoria sobre los invasores islámicos, sosteniéndose en el rezo
del santo Rosario. El Imperio otomano reunió un ejército de 125.000 soldados
con intención de atacar Viena, capital de Austria. Ante la situación que se
había tornado desesperante, Leopoldo I de Habsburgo dejó la ciudad, que quedó
custodiada por 16.000 soldados. El emperador, escaso de tropas, hizo un llamado
para organizar una cruzada, y gracias al papa Inocencio XI (1676-1689) logró
formarse una Liga que contaba con príncipes alemanes y el rey polaco Sobieski,
experimentado en la guerra. Fue difícil reunir las fuerzas ya que hubo algunas
intrigas por parte de los franceses, pues Luis XIV apoyaba el galicanismo y
azuzaba a los turcos contra Polonia y Austria. Debido a la situación
desesperada de Viena, ya sitiada por los musulmanes, Sobieski envió un ejército
de sólo 20.000 hombres para defender una ciudad que parecía a punto de caer.
Finalmente pudieron reunir un ejército de 75.000 soldados. Antes de entrar en
la que se conoció como la batalla de
Kahlenberg, Sobieski hizo celebrar una misa. La victoria sobre los otomanos
fue aplastante: las pérdidas de los enemigos ascendieron a 20.000 muertos y
5.000 heridos. Sobieski escribió este mensaje al papa: "Venimus, Vidimus, Deus vincit!”. Al día
siguiente se cantó el Te Deum en la catedral de Viena. El impulso espiritual
había sido dado por el fraile capuchino Marco d’Aviano, que era capellán del
ejército austríaco y animó y arengó fervorosamente a las tropas durante toda la
batalla, sosteniéndose en el rezo del Rosario.
-Pese a
las derrotas infringidas por los ejércitos cristianos, los turcos no cesaron de
acosar a la Europa cristiana. Pero nuevamente en otra fiesta mariana serían
derrotados. El 5 de agosto de 1716,
durante la fiesta de Ntra. Sra. de las Nieves, el príncipe Eugenio al frente
del ejército imperial austríaco, obtuvo la victoria sobre los turcos que
amenazaban Europa, en Belgrado, en la batalla
de Petrovaradin. A raíz de esta victoria el papa Clemente XI (1700-1721)
dispuso que fuera celebrada por la Iglesia universal la fiesta de Ntra. Sra.
del Rosario.
-Entre 1793 y 1795, la heroica guerra de la
Vendée condujo a la gloria del martirio a una multitud de vendeanos, salvando
el catolicismo en la Francia revolucionaria, que buscaba exterminarlo. Fue el
fruto de las predicaciones del amor de la sabiduría de la cruz y el santo
Rosario por parte de San Luis María Grignion de Montfort, casi cien años antes.
-En el Japón, el rezo del Rosario, que había
sido predicado por jesuitas y franciscanos, mantuvo el coraje de los mártires
en el siglo XVI, y conservó a los japoneses firmes en la fe aun cuando
estuvieron sin sacerdotes, en todo el siglo XIX. En el siglo XX, el 6 de agosto
de 1945 los norteamericanos arrojarían la primera bomba atómica sobre la ciudad
de Hiroshima, matando a no menos de 100.000 personas. Cuatro sacerdotes
jesuitas alemanes se encontraban en ese momento en la casa parroquial de la
iglesia Nuestra Señora de la Asunción, que fue uno de los pocos edificios que
quedó en pie. Los cuatro no sólo no sufrieron daños mayores, sino que no
tuvieron ningún efecto por las radiaciones a posteriori. Los cuatro atribuyeron
el hecho a una especial protección divina: “Vivíamos
el mensaje de Fátima y rezábamos juntos el Rosario todos los días”,
explicaron.
-En 1807 se produjo la segunda invasión
inglesa a Buenos Aires (llamada en verdad Santa
María de los Buenos Aires), en el por entonces Virreinato del Río de la
Plata. El año anterior los británicos habían ocupado la ciudad y realizado todo
tipo de desmanes incluyendo profanaciones a las iglesias católicas. Pero fueron
expulsados tras la campaña de la Reconquista, encabezada por el comandante y luego
virrey Santiago de Liniers y Bremond (1753-1810), noble y militar de origen
francés, con ancestros protagonistas de la gesta vendeana. Por entonces Liniers,
se había comprometido ante la imagen de la Virgen, en la iglesia del Convento
de Santo Domingo, a reconquistar la ciudad, cosa que logró. En la segunda
invasión, luego de tomar Montevideo, los ingleses se propusieron ocupar Buenos
Aires. Fueron repelidos en lo que ha quedado para la historia como la Defensa
de Buenos Aires. Es llamativo que, hasta el día de hoy, el expediente del
proceso levantado por la Corona británica contra el general Whitelocke,
comandante de sus tropas, continúa siendo secreto, pues los británicos no se
explican cómo, según un historiador, “las veteranas tropas británicas, que
venían de vencer a las patriotas de Liniers en los Corrales de Miserere, no
pudieron alcanzar la Plaza de la Victoria y concluyeron rindiéndose. Se habían
examinado todos los argumentos. Desde el de la pequeña resistencia organizada
por el alcalde Martín de Álzaga, a la versión de los obstáculos puestos por la
población (piedras, aceite hirviendo arrojado desde las azoteas), etc. Nada
resultaba convincente a los jueces militares que juzgaban a Whitelocke”. Dice
el mismo historiador que los ingleses no habían tenido en cuenta que Liniers,
fervoroso mariano, había enterrado un rosario en el convento de Santo Domingo,
para que protegiera la ciudad. Así ocurrió y así se venció.
-El 24
de septiembre, fiesta de Ntra. Señora de
la Merced, de 1812, tuvo lugar
la batalla de Tucumán, en las inmediaciones de la ciudad de San Miguel de
Tucumán, en el corazón del territorio argentino, donde las fuerzas patriotas
criollas comandadas por el Gral. Manuel Belgrano, vencieron a los mal llamados
“realistas”, en realidad, como dice un historiador, “bonapartistas, afrancesados, iluministas y borbones”, es decir liberales sostenidos
por la corona española que bajo presión masónica había expulsado a los jesuitas
y emprendido una política influida por las ideas iluministas contra los Reinos
de ultramar. Los patriotas criollos en buena medida intentaron sostener una
Hispanidad que se venía derrumbando desde la metrópoli. Los días previos a la
batalla, Belgrano, abogado y general católico, junto a sus capellanes invocó la
protección de la Virgen de las Mercedes, la nombró Generala del Ejército y
juntos rezaron el Rosario. En la mañana del 24 de septiembre Belgrano estuvo
largo rato rezando ante el altar de la Virgen. Las fuerzas enemigas contaban
con el doble de soldados y de piezas de artillería. La batalla se tornó
indefinida y muy reñida, pero la aparición providencial de una enorme manga de
langostas que se abatió sobre la escena sembró confusión e hizo parecer a las
fuerzas españolas que había un número muy superior de tropas criollas, lo cual
provocó su retirada, quedando el campo de batalla en manos de la infantería
patriota, esto fue decisivo para su victoria. El 27 de octubre se celebró una
misa en acción de gracias; en la procesión que portaba la estatua de la Virgen,
Belgrano colocó su bastón de mando en manos de la Virgen de las Mercedes, en la
catedral de Tucumán. Belgrano envió al gobierno este mensaje: “La Patria puede
gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas en el día 24 del
corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección nos
pusimos”. La Virgen de la Merced había sido nombrada en 1687 Patrona y Abogada
de la ciudad por el Cabildo de San Miguel de Tucumán, por lo que esta victoria
refrendó tales títulos.
-Otro 24 de Septiembre, pero
de 1860, la intercesión de Ntra. Sra de la Merced fue muy clara
para todo el Ecuador. Gracias a Ella, el ejército ecuatoriano liderado por Gabriel
García Moreno, el prócer católico por excelencia, obtuvo el triunfo sobre el
ejército peruano, en la Batalla de
Guayaquil. Por ello, la Convención Nacional, en 1861 la reconoció a la
Virgen de la Merced como Patrona y Protectora de la República. Destaca la
resolución: “Que el triunfo de la causa nacional y restablecimiento de
la tranquilidad de la República han sido efectos visibles de la protección y
amparo de la Divina Providencia, mediante la poderosa intercesión de la
Santísima Virgen María en su advocación de Merced, cuyo día será memorable
entre nosotros por el completo triunfo que alcanzaron las armas de la Nación”.
¡Viva
el Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María!