VICTORIAS
DEL SANTO ROSARIO - I
Por FLAVIO
MATEOS
Muchos
santos y personas piadosas destacadas en la Iglesia han recibido visiones de un
triunfo de la Iglesia, cuando todo parezca perdido. Ana María Taigi, por
ejemplo, la admirable visionaria y ama de casa que tuvo un gran protagonismo en
la Iglesia en los tiempos de la hegemonía de Napoleón sobre Europa y cuando Roma
vivía tiempos turbulentos, y que era incluso consultada por el Papa, dejó esta
profecía: “Naciones enteras volverán a la
unidad de la fe y la faz de la tierra será renovada…En ese tiempo, la religión
cristiana se difundirá por todas partes y no habrá más que un Pastor. Rusia e
Inglaterra se someterán, China se convertirá”. No habla del tiempo de la Parusía,
sino antes de esta. Coincide, pues, con numerosas otras profecías. Pensamos que
se trata del triunfo del Corazón Inmaculado de María.
El
triunfo del Corazón Inmaculado tiene que ser deseado, buscado, pedido y
preparado, especialmente por los dos últimos remedios que nos ha dado el Cielo:
el santo Rosario y la devoción al Corazón Inmaculado.
A lo
largo de los últimos siglos la Iglesia ha confiado especialmente en el santo
Rosario como arma poderosísima para vencer a sus enemigos. Desde la predicación
de Santo Domingo de Guzmán y del Beato Alano de la Roche, hasta el fervor de
San Luis María Grignion de Montfort, la expansión del rosario –así como la
devoción al Sagrado Corazón- ha prendido fuego, como quería Nuestro Señor, al
mundo entero, allí donde ha sido abrazado con sincero corazón y respaldado por
las autoridades de la Iglesia, obteniendo resonantes victorias y sorprendentes e
“imposibles” conversiones.
La
causa católica tiene un arma poderosísima, verdaderamente invencible, mediante
la cual se une en intenciones a Jesús y María en los misterios que nos han
obtenido la Redención y el triunfo sobre el diablo y la muerte.
Respecto
del último santo mencionado, es interesante observar que San Luis María escribió
su librito El secreto admirable del
Santísimo Rosario hacia el año 1710, pero el mismo permaneció en manuscrito
y sin publicar hasta 1911 en francés, y hasta 1928 en español. Quizás Dios, que
sabe mejor que nosotros el mejor momento para cada cosa, haya querido, a falta
de apóstoles como aquellos, hacer que este tipo de obras apareciesen en los
tiempos de Fátima, donde la ofensiva del enemigo recrudecía, y por lo tanto
había que hacer más fuerte, más consciente y más eficaz nuestra contraofensiva,
disponiendo de tales obras, en reemplazo de tales apóstoles. Lo mismo había ocurrido
con su Tratado de la verdadera devoción a
la Santísima Virgen que, escrito c. 1712, fue descubierto en 1842 y
publicado en 1843. Desde entonces se sucederían una serie impresionante de
apariciones marianas, que jalonaban el bravo combate de la Iglesia católica
contra sus enemigos: 1846, La Salette; 1858, Lourdes; 1871, Pontmain; 1876,
Pellevoisin; 1879, Knock; 1917, Fátima. La gran obra de San Luis María
contribuiría como pocas para dar a la devoción mariana todo el relieve que
merecía, luego vendrían las entusiastas recomendaciones papales,
particularmente de León XIII con sus doce encíclicas sobre el Rosario.
Hay que
decirlo y convencerse de ello: tenemos armas poderosísimas en nuestras manos,
para llevar este combate contra las fuerzas del Infierno: “Ella ha dicho […]
que Dios daba los dos últimos remedios
al Mundo: el santo Rosario y la devoción
al Corazón Inmaculado de María, y siendo los dos últimos remedios, eso
significa que no habrá otros” (La Hna. Lucía de Fátima al Padre Fuentes).
Ya hemos
visto la insistencia de la vidente de Fátima sobre el Rosario y que la Sma.
Virgen lo ha recomendado en cada aparición. Veamos en breve el poder victorioso
del santo Rosario contra todos los enemigos de la Iglesia: musulmanes,
protestantes, liberales, masones y comunistas, en algunos hechos históricos.
Entiéndase que cuando se habla de vencer a los enemigos, no se trata de la hoy
muy de moda práctica de desear aplastarlos para humillarlos y mediante esto,
enancarse uno mismo sobre su propia vanagloria (cosa que buscan hoy muchos
“derechistas” contra los “izquierdistas”, que hacen lo mismo), sino que se
trata de una victoria del honor de Dios mancillado, si es posible mediante la
conversión de los enemigos, en todo caso siempre para que brille la Verdad y
así manifiesta, todo el mundo sepa quién es Dios y que de Éste, nadie se burla.
Se
comprenderá así mejor porqué la Sma. Virgen ha insistido tanto en que lo
recemos. Como decía Santa Juana de Arco, los hombres pelearán y Dios obtendrá
la victoria, es parte primordial de la pelea la oración confiada a María
Santísima:
-A
comienzos del siglo XIII, el rosario salvó el sur de Francia de la herejía de
los Cátaros (puros) también llamados Albigenses, nueva versión de los antiguos
maniqueos, que habían puesto en serio riesgo toda la sociedad civil, ya que
había cobrado muchos adeptos. El papa Inocencio XIII publicó contra los
Albigenses una Cruzada a la cual Santo Domingo contribuyó con su predicación. El
12 de septiembre de 1213 fue manifiesta la virtud del rosario
para obtener la victoria de los cristianos sobre los enemigos de la Iglesia, en
inferioridad numérica, en la imponente Batalla de Muret, al sur de Toulouse,
Francia.
-El 7 de octubre de 1571, en la gloriosísima Batalla de Lepanto, “la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos, ni esperan ver
los venideros” según palabras de Miguel de Cervantes, que combatió en
ella, la Cristiandad triunfa contra la
dominación musulmana, que hasta entonces parecía volverse imbatible (y que
contaba además ¡con el apoyo de Francia, junto a los protestantes!, una
ignominia que aún está pagando la “hija mayor” de la Iglesia, con la invasión
musulmana a sus tierras, por vías masónico-democráticas), triunfo obtenido en
condiciones desventajosas, merced a la intervención divina. La Liga Santa,
compuesta por el Imperio español, la República de Venecia, los Estados
Pontificios, la República de Génova, la Orden de Malta, el Gran Ducado de
Toscana, el Gran Ducado de Saboya, los Caballeros de San Lázaro y la Orden
Militar de San Esteban, venció gracias a la intervención de la Sma. Virgen
María a través del Santo Rosario, que había encarecido rezar el papa San Pío V,
en su convocatoria a la Cruzada. A raíz de esta extraordinaria victoria fue
instituida la fiesta de Ntra. Sra. de las Victorias, luego transformada en la
fiesta de Ntra. Sra. del Santo Rosario, celebrada el 7 de octubre. Asimismo se
agregó a las Letanías lauretanas la invocación “Auxilio de los cristianos”.
Hombres valientes como don Juan de Austria, el comandante supremo de las
fuerzas cristianas, que arengó a sus soldados, crucifijo en mano, del siguiente
modo: «Este es el día en que la Cristiandad debe mostrar su poder, para aniquilar
esta secta maldita y obtener una victoria sin precedentes… Estáis aquí por
voluntad de Dios, para castigar el furor y la maldad de esos perros bárbaros;
poned vuestra esperanza únicamente en el Dios de los ejércitos, que reina y
gobierna el universo… Recordad que vais a combatir por la Fe; ningún cobarde
ganará el Cielo» (palabras estas
últimas que hoy repiten insensatamente algunos sedevacantistas insanos que ya
dieron por vencida la Iglesia…excepto en su reducido círculo de “valientes” e “iluminados”),
aquellos hombres, decimos, fueron la expresión de las anónimas plegarias tanto
del clero celoso como del pueblo sencillo y fiel que sostuvo con sus rosarios
el poder victorioso de la batalla. Por eso el Senado veneciano hizo
inscribir en una pintura alusiva, encargada para el salón de sesiones, esta
leyenda: “No fue el valor, ni las armas, ni los jefes, sino María del Rosario
quien nos hizo victoriosos”. Entendamos hoy más que nunca, en que la humanidad
se encuentra siendo objetivo de una diabólica Revolución comunista a nivel
mundial, dónde reside nuestra esperanza, nuestra fuerza y nuestra victoria.
-1 de
noviembre de 1628, la ciudad
francesa de Rochelle, sostenida por Inglaterra, amenazaba extender el
protestantismo a toda Francia. Por orden del rey Luis XIII, el Rosario fue
rezado solemnemente en el convento dominico de Faubourg Saint-Honoré en Paris,
en presencia de toda la corte. El rey asimismo demandó a un célebre predicador
dominico, predicar una misión a las fuerzas armadas. Se distribuyeron 15.000
rosarios entre las tropas, las cuales
cada noche llevaron en triunfo una estatua de la Virgen alrededor de la ciudad,
portando antorchas, mientras rezaban el rosario (cual si fuese un nuevo
Josué con el Arca de la Alianza, alrededor de los muros de Jericó). La ciudad
fue finalmente tomada, entrando los dominicos en primer lugar. En acción de
gracias el rey hizo construir la iglesia Nuestra Señora de las Victorias en
Paris.
¡Viva
el Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María!