Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 8 de enero de 2022

VICTORIAS DEL SANTO ROSARIO - I

  

VICTORIAS DEL SANTO ROSARIO - I

  

 

Por FLAVIO MATEOS

 

Muchos santos y personas piadosas destacadas en la Iglesia han recibido visiones de un triunfo de la Iglesia, cuando todo parezca perdido. Ana María Taigi, por ejemplo, la admirable visionaria y ama de casa que tuvo un gran protagonismo en la Iglesia en los tiempos de la hegemonía de Napoleón sobre Europa y cuando Roma vivía tiempos turbulentos, y que era incluso consultada por el Papa, dejó esta profecía: “Naciones enteras volverán a la unidad de la fe y la faz de la tierra será renovada…En ese tiempo, la religión cristiana se difundirá por todas partes y no habrá más que un Pastor. Rusia e Inglaterra se someterán, China se convertirá”. No habla del tiempo de la Parusía, sino antes de esta. Coincide, pues, con numerosas otras profecías. Pensamos que se trata del triunfo del Corazón Inmaculado de María.

El triunfo del Corazón Inmaculado tiene que ser deseado, buscado, pedido y preparado, especialmente por los dos últimos remedios que nos ha dado el Cielo: el santo Rosario y la devoción al Corazón Inmaculado.

A lo largo de los últimos siglos la Iglesia ha confiado especialmente en el santo Rosario como arma poderosísima para vencer a sus enemigos. Desde la predicación de Santo Domingo de Guzmán y del Beato Alano de la Roche, hasta el fervor de San Luis María Grignion de Montfort, la expansión del rosario –así como la devoción al Sagrado Corazón- ha prendido fuego, como quería Nuestro Señor, al mundo entero, allí donde ha sido abrazado con sincero corazón y respaldado por las autoridades de la Iglesia, obteniendo resonantes victorias y sorprendentes e “imposibles” conversiones.

La causa católica tiene un arma poderosísima, verdaderamente invencible, mediante la cual se une en intenciones a Jesús y María en los misterios que nos han obtenido la Redención y el triunfo sobre el diablo y la muerte.

Respecto del último santo mencionado, es interesante observar que San Luis María escribió su librito El secreto admirable del Santísimo Rosario hacia el año 1710, pero el mismo permaneció en manuscrito y sin publicar hasta 1911 en francés, y hasta 1928 en español. Quizás Dios, que sabe mejor que nosotros el mejor momento para cada cosa, haya querido, a falta de apóstoles como aquellos, hacer que este tipo de obras apareciesen en los tiempos de Fátima, donde la ofensiva del enemigo recrudecía, y por lo tanto había que hacer más fuerte, más consciente y más eficaz nuestra contraofensiva, disponiendo de tales obras, en reemplazo de tales apóstoles. Lo mismo había ocurrido con su Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen que, escrito c. 1712, fue descubierto en 1842 y publicado en 1843. Desde entonces se sucederían una serie impresionante de apariciones marianas, que jalonaban el bravo combate de la Iglesia católica contra sus enemigos: 1846, La Salette; 1858, Lourdes; 1871, Pontmain; 1876, Pellevoisin; 1879, Knock; 1917, Fátima. La gran obra de San Luis María contribuiría como pocas para dar a la devoción mariana todo el relieve que merecía, luego vendrían las entusiastas recomendaciones papales, particularmente de León XIII con sus doce encíclicas sobre el Rosario.

Hay que decirlo y convencerse de ello: tenemos armas poderosísimas en nuestras manos, para llevar este combate contra las fuerzas del Infierno: “Ella ha dicho […] que Dios daba los dos últimos remedios al Mundo: el santo Rosario y la devoción al Corazón Inmaculado de María, y siendo los dos últimos remedios, eso significa que no habrá otros” (La Hna. Lucía de Fátima al Padre Fuentes).

Ya hemos visto la insistencia de la vidente de Fátima sobre el Rosario y que la Sma. Virgen lo ha recomendado en cada aparición. Veamos en breve el poder victorioso del santo Rosario contra todos los enemigos de la Iglesia: musulmanes, protestantes, liberales, masones y comunistas, en algunos hechos históricos. Entiéndase que cuando se habla de vencer a los enemigos, no se trata de la hoy muy de moda práctica de desear aplastarlos para humillarlos y mediante esto, enancarse uno mismo sobre su propia vanagloria (cosa que buscan hoy muchos “derechistas” contra los “izquierdistas”, que hacen lo mismo), sino que se trata de una victoria del honor de Dios mancillado, si es posible mediante la conversión de los enemigos, en todo caso siempre para que brille la Verdad y así manifiesta, todo el mundo sepa quién es Dios y que de Éste, nadie se burla.

Se comprenderá así mejor porqué la Sma. Virgen ha insistido tanto en que lo recemos. Como decía Santa Juana de Arco, los hombres pelearán y Dios obtendrá la victoria, es parte primordial de la pelea la oración confiada a María Santísima:

-A comienzos del siglo XIII, el rosario salvó el sur de Francia de la herejía de los Cátaros (puros) también llamados Albigenses, nueva versión de los antiguos maniqueos, que habían puesto en serio riesgo toda la sociedad civil, ya que había cobrado muchos adeptos. El papa Inocencio XIII publicó contra los Albigenses una Cruzada a la cual Santo Domingo contribuyó con su predicación. El 12 de septiembre de 1213 fue manifiesta la virtud del rosario para obtener la victoria de los cristianos sobre los enemigos de la Iglesia, en inferioridad numérica, en la imponente Batalla de Muret, al sur de Toulouse, Francia.

-El 7 de octubre de 1571, en la gloriosísima Batalla de Lepanto, “la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos, ni esperan ver los venideros” según palabras de Miguel de Cervantes, que combatió en ella,  la Cristiandad triunfa contra la dominación musulmana, que hasta entonces parecía volverse imbatible (y que contaba además ¡con el apoyo de Francia, junto a los protestantes!, una ignominia que aún está pagando la “hija mayor” de la Iglesia, con la invasión musulmana a sus tierras, por vías masónico-democráticas), triunfo obtenido en condiciones desventajosas, merced a la intervención divina. La Liga Santa, compuesta por el Imperio español, la República de Venecia, los Estados Pontificios, la República de Génova, la Orden de Malta, el Gran Ducado de Toscana, el Gran Ducado de Saboya, los Caballeros de San Lázaro y la Orden Militar de San Esteban, venció gracias a la intervención de la Sma. Virgen María a través del Santo Rosario, que había encarecido rezar el papa San Pío V, en su convocatoria a la Cruzada. A raíz de esta extraordinaria victoria fue instituida la fiesta de Ntra. Sra. de las Victorias, luego transformada en la fiesta de Ntra. Sra. del Santo Rosario, celebrada el 7 de octubre. Asimismo se agregó a las Letanías lauretanas la invocación “Auxilio de los cristianos”. Hombres valientes como don Juan de Austria, el comandante supremo de las fuerzas cristianas, que arengó a sus soldados, crucifijo en mano, del siguiente modo: «Este es el día en que la Cristiandad debe mostrar su poder, para aniquilar esta secta maldita y obtener una victoria sin precedentes… Estáis aquí por voluntad de Dios, para castigar el furor y la maldad de esos perros bárbaros; poned vuestra esperanza únicamente en el Dios de los ejércitos, que reina y gobierna el universo… Recordad que vais a combatir por la Fe; ningún cobarde ganará el Cielo» (palabras estas últimas que hoy repiten insensatamente algunos sedevacantistas insanos que ya dieron por vencida la Iglesia…excepto en su reducido círculo de “valientes” e “iluminados”), aquellos hombres, decimos, fueron la expresión de las anónimas plegarias tanto del clero celoso como del pueblo sencillo y fiel que sostuvo con sus rosarios el poder victorioso de la batalla. Por eso el Senado veneciano hizo inscribir en una pintura alusiva, encargada para el salón de sesiones, esta leyenda: “No fue el valor, ni las armas, ni los jefes, sino María del Rosario quien nos hizo victoriosos”. Entendamos hoy más que nunca, en que la humanidad se encuentra siendo objetivo de una diabólica Revolución comunista a nivel mundial, dónde reside nuestra esperanza, nuestra fuerza y nuestra victoria.

-1 de noviembre de 1628, la ciudad francesa de Rochelle, sostenida por Inglaterra, amenazaba extender el protestantismo a toda Francia. Por orden del rey Luis XIII, el Rosario fue rezado solemnemente en el convento dominico de Faubourg Saint-Honoré en Paris, en presencia de toda la corte. El rey asimismo demandó a un célebre predicador dominico, predicar una misión a las fuerzas armadas. Se distribuyeron 15.000 rosarios entre las tropas, las cuales cada noche llevaron en triunfo una estatua de la Virgen alrededor de la ciudad, portando antorchas, mientras rezaban el rosario (cual si fuese un nuevo Josué con el Arca de la Alianza, alrededor de los muros de Jericó). La ciudad fue finalmente tomada, entrando los dominicos en primer lugar. En acción de gracias el rey hizo construir la iglesia Nuestra Señora de las Victorias en Paris.

 

¡Viva el Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María!

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