ALEKSANDR
DUGIN: ¿OTRO APÓSTOL DEL NIHILISMO POSMODERNO?
Por DON
CURZIO NITOGLIA
Dugin y la posmodernidad
Aleksandr
Dugin es un pensador ruso, nacido en Moscú el 7 de enero de 1962, de corte
fuertemente esotérico y gnóstico, con tendencias abiertamente nihilistas; es
decir, partidario de la "metafísica del no-ser/ser", que nada tiene
que ver con la metafísica grecorromana y tomista, es decir, la "metafísica
del ser", que es, por el contrario, su negación directa y diametral.
Por
desgracia, algunos católicos -en estos tiempos de confusión doctrinal y moral-
se dejan seducir por las sirenas del error y del vicio, entre los que destaca
Dugin, pero no sólo.
Por lo
tanto, no me parece ni exacto ni correcto atribuir al "tradicionalismo"
católico (es decir, a la "tradición
apostólica/patrística/escolástica") un vínculo con la filosofía de Dugin.
Por el contrario, sería más correcto destacar el vínculo de cierto falso
tradicionalismo fideísta de formación demaísta con el esoterismo en general, y
especialmente con el ruso, habiendo vivido el conde Joseph de Maistre en Rusia
durante no poco tiempo.
Es ciertamente lícito, loable y excelente
criticar a Dugin, pero no se debe pasar a manchar a Monseñor Carlo Maria Viganò
y con él a la reacción anti-mundialista.
Por lo
tanto, voy a destacar los puntos oscuros del pensamiento de Dugin, sirviéndome
de unos ensayos muy bien hechos del padre Paolo Maria Siano (La metafísica del Caos e il Soggetto Radicale
di Aleksandr Dugin, 14/19/24/29 de julio de 2021, en "CR").
La
esencia de la "metafísica de la nada" de Dugin, es decir, la
contra/metafísica, se encuentra en su libro, también traducido al italiano, La Quarta Teoria Politica, Milán,
NovaEuropa Edizioni, 2017.
El padre
Siano muestra con acierto, con citas en la mano, que el principal maestro de
Dugin es Julius Evola, no sin una pizca de Guénon también.
Un elemento poco explorado del duginismo es su amor por la llamada "revolución conservadora", que no puede remontarse al evolucionismo, ni siquiera al guénonismo o a los pensadores de la extrema derecha europea, sino al neoconservadurismo estadounidense, que tanto ha contaminado Europa e Italia y que tantas víctimas se ha cobrado gracias a los llamados teo-con pensadores, que intentan mezclar el liberalismo filosófico conservador, con el liberalismo económico salvaje y finalmente con una pizca de catolicismo, para acabar contaminando el ambiente católico conservador y moderadamente liberal.
El
esoterismo se divide en dos escuelas principales: la de la "Mano
Derecha" (religiosa, clerical, confesional) y la de la "Mano
Izquierda" (atea, no confesional, relativista y panteísta).
Hay que
decir que la naturaleza de todo esoterismo es la tendencia a hacerse Dios por
su propia fuerza. Por lo tanto, tanto si se tiende a ello con la "Mano
Derecha" (es decir, de forma conservadora, autoritaria y
contrarrevolucionaria) como con la "Mano Izquierda" (es decir, de
forma progresista, libertaria y revolucionaria) la sustancia y el fin de la
misma no cambian: la autodivinización luciferina.
Dugin
prefiere a Evola, es decir, la "primacía de la acción caballeresca y
guerrera" a Guénon, es decir, la "primacía de la contemplación
monástica".
El Padre
Siano, citando tanto a Dugin como a muchos editores de sus obras, afirma que el
Duginismo está impregnado de Tantrismo, de magia sexual, para acelerar el fin
de los tiempos; en definitiva, es una "metafísica del Caos", para uso
y consumo del clásico "hombre de orden, que hace desorden".
Para
conseguirlo nada mejor que el nihilismo metafísico, moral y lógico, que quiere
la aniquilación del ser creado e increado, de la moral objetiva y de la razón o
lógica aristotélica. En la práctica, nos encontramos en medio de la
posmodernidad, desde Nietzsche hasta Dugin.
Aunque
aprecio mucho los artículos del Padre Siano, me siento obligado, sin embargo, a
plantear educadamente una objeción a algunas de sus (...) defensas del
"atlantismo" y del "Estado de Israel" (primera parte,
página 4), de "Occidente y los EE.UU." (tercera parte, página 2),
pero espero haberlo entendido mal.
Otro
aspecto destacado por el padre Siano en relación con el pensamiento de Dugin es
la vuelta a la "coincidentia oppositorum" de Baruch Spinoza, que
justifica la unión de lo que a ojos del profano parecerían opuestos:
Muerte/Vida; Caos/Logos; Derecha/Izquierda; en definitiva, la negación del
principio de identidad y no contradicción evidente y de la sindéresis en la que
se basa la metafísica aris/tomista.
He aquí
la teorización metafísica de la "revolución conservadora" promulgada
por los neo-con de la Administración Bush, Clinton, Obama y Biden. No me suena a Putin, ni siquiera a Trump.
Según Dugin,
son los conservadores quienes deben dirigir las revoluciones, es decir, los
revolucionarios/conservadores deben dirigir la suerte de la historia. Tal vez
no sea una coincidencia que una de las familias que ha hecho todo tipo de
revoluciones en Europa desde 1744 hasta la actualidad sea precisamente la
familia Rothschild, moderadamente conservadora, en la que nuestros teo-conservadores
se basan no sólo especulativamente.
Esta
"coincidentia oppositorum" duginiana es precursora y paralela a la
teoría del género, "LGBT", "fluida" y equívoca.
No me molestaré en citar todas las citas de Dugin e invito al lector a estudiar los cuatro ensayos del padre Paolo Maria Siano donde las encontrará en detalle.
En la
tercera parte de los artículos del padre Siano se cita otro libro sobre Dugin,
editado por F. Marotta - A. Scarabelli - L. Siniscalco, Il Sole di Mezzanotte, Aurora del Soggetto Radicale, (Cusano
Milanino, AGA Edizioni, 2019), que resume y expresa bien su pensamiento, como
se expresa más ampliamente en la obra de A. Dugin, Teoria e Fenomenologia del Soggetto Radicale, (Cusano Milanino,
AGA, 2019).
El
cuaderno resumen y explicativo (El Sol de
Medianoche) explica que la Medianoche es el retorno de Dionisio, es el
adelantamiento, o más bien la inversión de la Modernidad (de Descartes a Hegel)
con la Postmodernidad (de Nietzsche/Freud a Dugin), ya que en la Modernidad
todo no ha sido aún aniquilado, mientras que en la Postmodernidad uno se
sumerge en el mar de la nada, donde todo se hunde.
Cuando
todo se aniquila y se disuelve, entonces aparece el Sujeto Radical, que sin
ayuda del exterior llega a desbancarse a sí mismo, en definitiva es el
Superhombre Niesztcheano que vuelve con Evola ('Individuo Absoluto') y con Dugin
(Sujeto Radical).
Desgraciadamente,
una vez más, en la página 3 de la tercera parte de los cuatro ensayos del padre
Siano, leemos una frase que me deja un poco perplejo ya que parece (espero
equivocarme) preferir el Occidente atlántico y pro-americano (¿y pro-sionista?)
a una posible alianza entre Europa y Rusia, que hoy, desde hace al menos veinte
años, ya no es soviética.
A
continuación, el padre Siano, citando a Dugin, explica que, según el pensador
ruso, el mundo en la época tradicional o medieval estaba abierto desde lo alto
y abierto a la Trascendencia que actuaba sobre él. Por el contrario, con la
época moderna y de la Ilustración, el mundo se cierra desde lo Alto y hacia lo
Alto, es decir, rechaza la Trascendencia. Hasta aquí todo bien, pero lo que
sorprende es la definición de Postmodernismo, en la que el mundo está invadido
por demonios y el hombre está poseído por una legión de diablos. Sin embargo,
Dugin no lo ve de forma negativa, sino todo lo contrario....
De hecho,
el Sujeto Radical Duginiano o Superhombre está abierto a lo bajo y es
victorioso sobre Dios y la Nada. Parece que este Sujeto Radical se parece mucho
a Lucifer o al menos a un ángel caído.
Finalmente,
a través de la "coincidentia oppositorum", el Mal es absorbido por el
Sujeto Radical y también es "redimido", hasta el punto de convertirlo
en un reclutador de almas elegidas, que abrirá este envite a la "Nueva Era"
en la que el cristianismo ya no tiene cabida.
Ahora
bien, si tenemos en cuenta lo que es la filosofía moderna (desde Descartes, †
1650 hasta Hegel, † 1831), podemos ver cómo la "tradición" duginiana
es muy "revolucionaria".
Todo esto
nos hace ver lo incompatible que es el pensamiento de Dugin con la recta razón
erigida en ciencia filosófica (metafísica aris/tomista) y con la Revelación
divina
Modernidad y postmodernidad
La
modernidad filosófica (moral, política, económica, teológica y espiritual) se
inicia con el fin de la primacía de la metafísica clásica sublimada por la
primera escolástica y, especialmente, la de S. Tomás de Aquino († 1274); un
final que coincidió con el advenimiento del Occamismo (siglo XIV), que abrió la
puerta al Humanismo y al Renacimiento (siglos XV y XVI), que preparó el
Cartesianismo (siglo XVII), precursor del Criticismo kantiano (siglos
XVIII-XIX) y del Idealismo alemán del siglo XIX (Schelling, Fichte y Hegel).
La
modernidad se caracteriza por el antropocentrismo y el individualismo absoluto
(Occam y el humanismo renacentista); está sistematizada por Descartes con la
primacía del pensamiento subjetivo sobre la realidad objetiva ("Cogito
ergo sum", es el pensamiento el que crea la realidad). Kant teorizará
perfectamente el subjetivismo relativista cartesiano en la teoría
("Crítica de la Razón Pura") y en la moral ("Crítica de la Razón
Práctica") y luego será superado por los idealistas alemanes, que con
Hegel llegarán a la doctrina explícita del "Yo Absoluto" (una especie
de panteísmo) y a la contradicción erigida en principio
(tesis/antítesis/síntesis).
El mundo
moderno, con el que quiere dialogar el Modernismo, tratando de conjugar
subjetivismo y cristianismo, tiende a la "creación" de un "Nuevo
Mundo", en el que el antiguo "eón" o "Dios trascendente y
personal" será sustituido por una realidad inmanentista, panteísta,
gnóstica, utópica, en definitiva por el "Paraíso en la tierra", que
es el sueño del Milenarismo, la Cábala espuria y el Humanismo.
La
secularización o laicismo es la vulgarización política de masas del
inmanentismo panteísta esotérico. Este es el corazón (esotérico y público) de
la Modernidad, que desemboca en el Ateísmo y, peor aún, en el Agnosticismo. De
hecho, el gran peligro para la humanidad es el de la sociedad
liberal/tecnocrática, consumista y libertina: "Un totalitarismo de nueva
naturaleza, mucho más actualizado y más capaz de dominación absoluta de lo que
fueron los modelos pasados, Stalin y Hitler incluidos. [...] Es el superpartido
tecnocrático".
La causa
de la irreligiosidad del mundo actual hay que buscarla en el pan-tecnicismo, es
decir, en el "agnosticismo empírico británico" y no en el
materialismo ateo comunista. De hecho, el comunismo ha producido mártires,
mientras que el laicismo liberal ha producido apóstatas y degenerados. La
sociedad consumista y opulenta es aún más impía (al menos moralmente) que el
materialismo ateo comunista, que se esforzaba por plantear el problema de Dios,
para negarlo y combatirlo; mientras que el agnosticismo hedonista es totalmente
a-religioso, a-dogmático, a-metafísico y a-apático y ni siquiera quiere
plantear el problema de Dios y de la verdad.
El hombre
de la Modernidad es el "Individuo Absoluto", el "redentor"
de sí mismo, pero desde este delirio eufórico de omnipotencia, la Modernidad se
ha sumido en un delirio disfórico o depresivo de aniquilación, a través del
Nihilismo filosófico de Nietzsche.
Cuando se
habla de posmodernismo, se corre el riesgo de significarlo a) después de la
modernidad; o b) contra la modernidad. En cambio, como observa Gianfranco
Morra, "lo posmoderno sigue estando dentro de lo moderno, del que no
constituye ni un más allá ni un contra, sino sólo una variante débil. El
posmodernismo no es la superación de lo moderno, sino su resultado nihilista.
Es una modernidad golpeada y rota, hedonista y narcisista, pluralista y lúdica,
audiovisual e instantánea, consumista y desvergonzada" (Cf. Morra, El cuarto hombre. ¿Postmodernidad o crisis
de la modernidad? Armando, Roma, 2ª ed., 1992, pp. 19-20).
En
resumen, la posmodernidad es el jaque mate o la disolución suicida de la
modernidad. Puesto que, para el posmoderno, el Ser no es, está ausente, se
escapa, entonces es prácticamente necesario vivir ya no permanentemente sino
"fluidamente", por días (en una especie de "precariedad
filosófica" anticipatoria de la económica), para salir adelante, para
dejarse llevar, para tolerarse, para extinguirse, para morir, para suicidarse y
aniquilarse si alguna vez es posible. Esto explica el enigma de Zelensky que
corre a una velocidad vertiginosa (junto con Europa) hacia la autodestrucción. El
posmodernismo es la prueba de fuego del fracaso de la modernidad, pero no
ofrece el antídoto, la salida, sino que agrava la enfermedad intelectual
idealista (error por exceso), con el irracionalismo voluntarista nihilista
(error por "exceso de defecto") y la autodestrucción.
"La
modernidad fue una edad "joven", caracterizada por fuertes ideales;
la posmodernidad, en cambio, es una edad vieja y enferma, en la que la esclerosis
de la decadencia se convierte en un gusto por la tolerancia, que no es tanto
respeto como indiferencia. Incapaz de ser creativo... Nietzsche no utiliza
todavía la palabra "posmoderno", sino otra que define mejor la crisis
de la modernidad. Esa palabra es 'nihilismo'" (Cf. Morra, ibíd., p. 23 y
25). Así, nihilismo y postmodernidad son equivalentes, o más bien el nihilismo
explica con más detalle la naturaleza del mal que nos envuelve y que amenaza
con conducir al hombre hacia el abismo de la nada, abierto de par en par por la
guerra ruso-ucraniana de febrero de 2022.
El padre
Gabriele Roschini escribió con clarividencia: "La edad moderna, que
comenzó con el humanismo, es una marcha hacia la conquista del ego, que la Edad
Media había mortificado en homenaje a Dios. Para recuperar este "yo",
mortificado por Dios, el hombre emprendió frenéticamente los caminos de la
emancipación. Lutero llegó con el protestantismo y se produjo la emancipación
del yo de la autoridad religiosa. Llegó Descartes y con su famoso método
filosófico, marcó la emancipación del ego de la filosofía tradicional, es
decir, de la filosofía perenne que es la única verdadera; emancipación
filosófica luego en los últimos términos por Kant, Hegel, etc. Llegó Rousseau y
con sus principios sociales revolucionarios marcó la emancipación del yo de la
autoridad civil. Esta emancipación continua y progresiva del ego culminó
entonces con la deificación del propio ego y la consiguiente humanización, o
mejor dicho, destrucción de Dios. Así llegó la matanza nicena de Dios en
homenaje al yo. Una vez que se quitó a Dios del camino, se quitó la luz, el
amor y la alegría; y tuvimos lo contrario, es decir: oscuridad, odio, tristeza.
Y así teníamos al hombre acabado, un cadáver andante, al que le encaja como un
guante el epitafio que Papini había preparado para sí mismo antes de ser
resucitado por la fe de Cristo: "La ascensión metafísica de mí mismo ha
fracasado. Soy una cosa y no un hombre. ¡Tócame! Estoy frío como una piedra,
frío como una tumba. Aquí está enterrado un hombre que no pudo convertirse en
Dios'. La conquista se ha convertido en derrota".
Asistimos
hoy al final comatoso (o posmoderno/nihilista) de la modernidad, que primero
hizo de Dios un hombre y del Hombre un "dios", luego "mató"
a Dios para suplantarlo por el superhombre o la trans/humanidad, y finalmente
se deslizó hacia la debilidad depresiva nihilista y autista, autodisolvente y
"geronética". Tal es la parábola que va del Cogito al Nihil (Cogito
ergo nihil sum; es decir, si el pensamiento ocupa el lugar y suplanta al Ser en
la escala de valores, tampoco es, carece de un fundamento real, de un sustrato
en el que apoyarse y, por tanto, se precipita en la nada: en el mar de la nada
todo se hunde...). Agere sequitur esse et non praecedit illud.
El
existencialismo pesimista (Schopenhauer, Sartre) y el nihilismo (Nietzsche,
Heidegger), destructores del ser y de los valores, arrojan al hombre a la
desconfianza, le quitan todo propósito en la vida y lo empujan al abismo de la
nada, al suicidio y a la perdición eterna.
Los
nihilistas filosóficos intentan hacer trampa y hacer pasar la pusilanimidad por
humildad y el orgullo por una sana y justa autoestima.
El
orgullo, en cambio, consiste en querer ser más grande de lo que nos corresponde
según nuestra naturaleza; por ejemplo, en querer alcanzar el objetivo final
desde uno mismo, en querer ser autónomo de cualquier otra entidad, en
definitiva, en el transhumanismo.
La
humildad (o sano realismo) no quiere ser ni parecer más (ni menos) de lo que la
realidad permite; si un hombre pretendiera ser el creador de sí mismo, pecaría
de presunción; si se rebajara al nivel de los animales (como los
sensacionistas) o de la pura nada de la que no hay salida (como los
nihilistas), caería en la desconfianza y el desánimo. Aquí, pues, la humildad
no tiene nada de deprimente o degradante, sino que nos mantiene dentro de los
límites adecuados, haciéndonos evitar el precipicio de la presunción (exceso) y
la desesperación (defecto). El recto y verdadero conocimiento de sí mismo es el
fundamento de la verdadera humildad, muy distinta de la falsa humildad, que en
cierto modo se asemeja al orgullo, ya que querría hacernos parecer diferentes
de lo que somos.
Ahora
bien, la filosofía moderna está impregnada de racionalismo idealista, que hace
del hombre un absoluto y esto es un exceso (soberbia), y la posmodernidad, en
cambio, está impregnada de existencialismo abatido y de nihilismo desesperado,
que hacen del hombre un no-ser, una nada, un aborto (y esto es un defecto), no
queriendo tener en cuenta la ayuda omnipotente de Dios, que "levanta a los
humildes y abate a los soberbios".
Los
orígenes próximos del posmodernismo son los de la modernidad, como ya hemos
visto. Pero, los orígenes remotos son muy diferentes. Elettra Stimilli explica
que, ya en 1974, Gershom Scholem abordó la cuestión de la relación entre la
Cábala y el nihilismo (G. Scholem, Der
Nihilismus als religiöses Phänomen, en "Eranos-Jahrbuch", nº 43,
1974, pp. 1-5).
Nihilismo metafísico clásico
La nada
es el no-ser, lo que no existe, la ausencia total de toda realidad. Santo Tomás
explica: "Idem est nihil quod nullum ens / la nada y la ausencia total de
ser son la misma cosa" (S. Th., I, q. 45, a. 1).
Varios
filósofos se han rebajado al concepto de la nada. En la antigüedad, el primero
fue Parménides, que lo concibió sin la intermediación de la potencia y, por
tanto, como la negación total del ser en acto, que es el único ser existente,
lo que conduce al monismo panteísta.
Aristóteles
introduce el concepto de potencia, que es el paso de la nada al acto o fieri.
Así, la potencia no es todavía, en cuanto al ser en acto, sino que es algo
(capacidad de ser), en cuanto a la pura nada.
Al
retomar el concepto de potencia, Tomás nos advierte de que no nos dejemos
seducir por la voluntad de poder para "entizar o cosificar" la nada,
haciendo de ella un polo negativo, como si existiera un ente o "ser al
contrario", una especie de "ente negativo", cuando es lo
contrario o la negación del ser.
Sería la
perpetuación de la mentira de Ulises que engañó a Polifemo y a los cíclopes.
"¿Quién te ha cegado?", preguntan los cíclopes a Polifemo, cegado por
Ulises, que antes le había dicho que se llamaba "Nadie". Polifemo,
por supuesto, les responde: "Nadie me cegó". Entonces los cíclopes,
concluyen que Polifemo está bromeando y no lo rescatan. Si sólo hay nada y
nadie, entonces no tiene sentido hacer nada, ya que no tendría sentido.
Nihilismo contemporáneo
El
nihilismo del siglo XX pretende dar realidad (aunque sea negativa) a la nada,
al igual que el maniqueísmo quiso dársela al mal, convirtiéndolo en un
absoluto, mientras que éste sólo es privación del bien, al igual que la nada es
privación total del ser. El maniqueísmo es un precursor del nihilismo moral.
El odio a
la nada y, por tanto, su intento de "entificación" y deificación,
proviene, según el Angélico, de que la razón de la imperfección de la creación
proviene de su origen: la nada, de la que Dios creó el ser "in quantum
creatura est ex nihilo" (De Potentia, q. 3, a. 1, ad 14). Ahora bien, el
orgullo no puede tolerar la deficiencia de la creación (véase el gnosticismo
antiguo) y, por tanto, no quiere admitir el vacío total de la nada y busca
darle cierta entidad, negativa pero aún "real"; incluso se contenta
con descender del mono, que a su vez desciende de los árboles.
La modernidad ha retomado el concepto de los
gnósticos del siglo II de desprecio a los límites humanos y ha concluido: 1) la
idea de Dios, que coincide panteísticamente con el hombre (ya que Dios no
existe), que proviene de la no aceptación del hombre de sus propios límites.
Por lo tanto, para ser plenamente ellos mismos, los hombres deben hacerse Dios
(Feuerbach); 2) la idea de Dios es un producto del capitalismo para adormecer,
como un opiáceo, al proletariado para seguir explotándolo. Por tanto, para
liberarse de la opresión capitalista hay que destruir la idea de Dios (Marx);
3) sin embargo, la inseguridad psicológica humana necesita la idea de Dios
(Kant), como una especie de oso de peluche para tranquilizarse y superar sus
ansiedades y complejos. Por lo tanto, para curarse de ella, hay que aniquilar
la conciencia de Dios (Freud).
Como
vemos, la naturaleza del nihilismo filosófico es el odio contra el "ser
por participación" (la criatura), pero sobre todo por el "ser por
esencia" (Dios) y el intento de eliminar el concepto de creación a partir
de la nada dando a la nada, una cierta antirrealidad.
Además
del odio contra Dios, la realidad y el ser creado (nihilismo metafísico), el
nihilismo odia y quisiera destruir (1) la razón humana, sustituyéndola por el
sentimiento y el instinto animal (nihilismo lógico) y (2) la moral objetiva, sustituyéndola
por el amoralismo o la transgresión (nihilismo moral).
Cuáles
son los frutos del nihilismo: la nada metafísica y la nada ética. Porque
"ex nihilo nihil fit". Si le quitas al hombre la razón, que es
precisamente lo que le hace ser hombre y diferente del animal, si le quitas el
libre albedrío y la moral objetiva o la búsqueda de un fin o propósito que
coincida con el Bien, si intentas destruir la realidad (el ser, la razón y el
libre albedrío, el propósito de la vida y las reglas que nos hacen alcanzarlo)
hundes al hombre en la apatía y la desesperación, que son los frutos de la
falta de un ideal y de un propósito.
Pero, así
como Aristóteles había objetado a los sofistas, que afirmaban: "La verdad
no existe, nada es conocible con certeza"; que si estoy seguro de la
inexistencia de la verdad y de la incognoscibilidad de la realidad, al menos
estos dos principios (inexistencia de la verdad; incognoscibilidad de la
realidad) para el sofista son verdaderos, ciertos y objetivos; así, se puede
objetar al nihilismo: si nada existe, nada tiene valor y nada es verdadero, al
menos esto es cierto, es verdadero y tiene valor y existe.
El
maestro del nihilismo moderno es Nietzsche. Ahora ha expuesto claramente los
principios del nihilismo metafísico, que pueden resumirse en una especie de
antidecálogo: 1º) en todo lo que sucede no hay sentido; 2º) con el devenir no
hay nada en absoluto; 3º) por tanto, no hay valor ni respuesta al porqué de las
cosas y los hechos; 4º) Dios mismo (o más bien su idea) ha muerto y el mundo
moderno lo ha asesinado, habiéndolo sustituido por el cogito (Descartes), por
el sentimiento (Kant) y por el "Ego Absoluto" (Hegel/Evola); 5º) la
existencia de Dios no es una entidad real, sino que es la necesidad o la
necesidad de la conciencia del hombre de autoengañarse para poder vivir, aunque
no haya ningún propósito para hacerlo y soportar el sinsentido de la
existencia; 6°) la mentira (Dios, el ser creado, la razón, el bien, el fin) es
necesaria para seguir viviendo, una especie de evasión ante el sinsentido del
mundo; 7°) las acciones humanas en sí mismas no tienen valor, somos nosotros
quienes les damos valor según nuestros gustos; 8º) por lo tanto no existe una
ley moral objetiva y real, sólo subjetiva o de la situación; 9º) por lo tanto
no hay acciones malas en sí mismas (aborto, suicidio, eutanasia, pederastia);
10º) lo mejor sería no haber nacido nunca, no ser nada, es decir, el mismo
deseo que los condenados del infierno.
Así como
los Diez Mandamientos se pueden resumir en el amor sobrenatural a Dios y al
prójimo amado propter Deum; el antidecálogo niceno se puede resumir en dos antimandamientos
principales: 1º) si Dios no existe, todo está permitido; 2º) excepto lo
verdadero y lo bueno. Esta es la locura del mundo actual, en el que todo está
permitido (suicidio, eutanasia, transexualidad...) menos buscar la verdad,
ajustarse a ella y actuar de forma moralmente consecuente, es decir, moralmente
buena.
Conclusión
Del estudio
realizado por el padre Paolo Siano sobre Aleksandr Dugin, se desprende que su
filosofía está en plena sintonía inicial con la Modernidad idealista, pero
sobre todo y de manera definitiva con su derrocamiento, es decir, con la
Postmodernidad nihilista.
Ahora
bien, la Modernidad es un error de presunción, que tiende a la autodivinización
del hombre a través de sus solas fuerzas naturales. En efecto, el subjetivismo
cartesiano y el idealismo kantiano/hegeliano se basan en la pretendida
autonomía y autosuficiencia absoluta de la criatura, y tienden al alejamiento
de lo Trascendente.
Sin
embargo, la conclusión lógica a la que conduce la Modernidad (siglo XVII /
siglo XIX) es su derrocamiento; es decir, el Nihilismo filosófico (siglo XX /
siglo XXI) 1º) moral o "sui/cidio" (destrucción de la moral); 2º)
lógico o "ratio/cidio" (negación de la recta razón) y finalmente 3º)
metafísico o "enti/cidio" (aniquilación de la realidad).
De hecho,
la Postmodernidad (desde Nietzsche/Freud hasta Dugin, pasando por la "Escuela
de Frankfurt" y el "Estructuralismo francés") es esencialmente
pesimista o destructivamente desconfiada, al haber negado todo valor a) a la
realidad ontológica; b) a la recta razón y al razonamiento lógico; y,
finalmente, c) a la moral revelada y natural.
Este
pesimismo metafísico o nihilismo radical despoja al hombre de todo propósito en
la vida, empujándolo hacia el abismo de la nada, el suicidio físico y la
perdición eterna.
En
resumen, de un exceso de euforia o del "delirio de omnipotencia"
(modernidad del siglo XIX) hemos pasado a un defecto de disforia
(postmodernidad del siglo XXI).
El mundo
moderno y contemporáneo es un enfermo de ciclotimia, un paciente bipolar que
oscila entre los delirios de grandeza y la depresión autodestructiva, sin saber
encontrar el "justo medio, no de mediocridad sino de profundidad y
altitud" entre el exceso y el defecto.
El
remedio existe y es únicamente el de volver a tomar contacto con la realidad, a
través de la "segunda y tercera navegación" platónica/aristotélica y
sobre todo tomista.
De hecho,
no se puede llegar a un acuerdo con el delirio idealista o nihilista, o con el
síndrome eufórico o disfórico. ¡No! Hay que remediarlos; por lo tanto, o se
superan, o se "hunde en el mar de la nada, en el que todo se ahoga".
La sana
metafísica platónica había llegado con la "segunda navegación" para
ir más allá de lo puramente sensible, de los fenómenos, de la materia, para
alcanzar lo inteligible, la sustancia, la esencia, a través de la lógica, la
filosofía moral o ética y la metafísica.
Sin
embargo, Platón había devaluado y despreciado lo sensible y la materia, como si
fueran intrínsecamente perversos, incluso cuando pretendía elevarse a lo
supersensible, a la metafísica. Sin embargo, ese error inicial de despreciar la
realidad material le había llevado a extraviarse, por un exceso de
espiritualismo o "angelismo".
Aristóteles
lo corrigió, sin abandonar lo bueno e ingenioso de su filosofía: a saber, el
esfuerzo por trascender lo sensible para llegar a la metafísica ("medio
físico / más allá de la naturaleza física y material").
Sin
embargo, ni siquiera el Estagirita había llegado al final del camino
filosófico. De hecho, aunque no había cometido errores sustanciales, había
encallado en la esencia o naturaleza o sustancia y no había llegado al puerto
del ser, con la "tercera navegación", que posteriormente emprendió
Santo Tomás de Aquino.
Aquino
descubrió la tierra firme, buena y excelente más allá del prolífico mar de la
navegación de lo sensible a lo supersensible. Llegó a captar la meta del
conocimiento humano: el ser como acto último, la perfección de toda sustancia,
esencia, naturaleza. En definitiva, la perfección de toda perfección (cf. S.
Th., I, q. 4, a. 1, ad 3; Ibid, I, q. 50, a. 2-3; De ente et essentia, cap. 5;
De potentia, q. 7, a. 2, ad 9; Ibid, q. 3, a. 5, ad 2; C. Gent, lib. I, cap.
38, 52-54; De anima, q. 6, a. 2).
Si
tomamos al Angélico como guía -como Dante con Virgilio y luego con Beatriz-
podremos llegar a "ver de nuevo el cielo y el Sol que mueve el mundo y las
demás estrellas".
Más allá
del ser está la nada. Por tanto, no se puede ir más allá del tomismo so pena de
volver a caer en el nihilismo. Ciertamente, se puede profundizar en el tomismo,
como lo hicieron la Segunda y la Tercera Escolástica.
El
principio de identidad y no contradicción nos enfrenta a una alternativa
radical que nos pone entre la espada y la pared: "Esse aut non esse,
tertium non datur".
Dugin,
remontándose a Baruch Spinoza (no es demasiado sorprendente, ya que el alma de
todo el esoterismo gnóstico es la Cábala y el Talmud) trata de evitar este
escollo con la estratagema, tan antigua como la sofística - combatida ya en el
300 a.C. por Sócrates, Platón y Aristóteles - de negar el principio de no
contradicción, para refugiarse en la droga mental, moral y real de la
"coincidentia oppositorum".
Una vez
más "en el mar de la nada todo se hunde", porque falta el suelo del
ser bajo nuestros pies.
Don
Curzio Nitoglia
https://doncurzionitoglia.wordpress.com/2022/05/07/dughin-apostolo-nichilismo/
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