"Jesús, pues, no es nuestro, sino después de haber sido
primero de María. Digo más: no será completamente nuestro, sino a condición de
sernos siempre dado por Ella. El oficio que Ella ha cumplido en la Encarnación,
al dar a Jesús al mundo, continúa cumpliéndolo en cada alma. Tal es la
disposición del plan divino: disposición tan tierna como sabia, a la cual toda
alma cristiana se siente feliz en adaptarse. ¡Si supiésemos hasta qué punto la
Santísima Virgen desea hacernos partícipes del don divino! Únicamente para eso
los recibió Ella.
El amor divino de que estamos sedientos, Ella lo bebió
en su manantial el día bendito de la Anunciación, y se ha convertido en su
Corazón en un amor desbordante, que no busca sino derramarse sobre nosotros,
repartirlo con todos: he aquí su oficio…Asumió tal deber en la hora de su
primer Fiat, y en su calidad de Madre lo cumple. ¡Y yo, su hija, salgo fuera de
mí de gozo cuando pienso en todas las ternuras, en todas las compasiones, en todas
las prerrogativas a las cuales el título de hija me da derecho! Realmente, nada
hay que yo no pueda esperar de semejante mediación:
Se ha dicho que un corazón de madre es la obra maestra
de Dios. ¡Qué será, pues, el Corazón de María, ‘creado expresa y exclusivamente
para amar con amor maternal el Verbo Encarnado!...’ (P. Bainvel).
Jamás salió de manos del Creador un corazón más rico
de amor… He aquí un pensamiento que debe hacernos saltar de gozo: ¡este Corazón
tan afectuoso y tan puro, este Corazón exquisitamente delicado y generoso nos
ama!...Ningún derecho teníamos a pretender sus ternuras, que parecían
reservadas para solo Jesús…Mas es tan excesiva la generosidad de nuestro
Hermano mayor, que tiene a bien compartir con nosotros su tesoro.
Reparemos en ello: el título de Madre que damos a
María no es puramente honorífico. Responde a un hecho vivido y encierra una
realidad espléndida. Al ser hecha Madre de Jesús, la Santísima Virgen consintió
por este mismo acto en ser la Madre de todos los que habían de formar parte de
su Cuerpo místico."
Sor
Jean-Baptiste, La fe en el amor de Dios,
Apostolado de la Prensa, Madrid, 1956.