Por FLAVIO MATEOS
Un muy penetrante análisis del reciente documento de
Francisco, llamado Laudate Deum, exhortación
apostólica que es todo un papelón (otro mamarracho de los que acostumbra
expeler el actual pontificado), lo encontramos en el agudo artículo de Fernando
del Pino Calvo-Sotelo, destacado especialista en la materia que supuestamente
Francisco pretende abordar con toda seriedad (https://www.fpcs.es/laudate-deum-o-el-nuevo-dogma-climatico/).
Sin pelos en la lengua, el autor califica el contenido
del documento como “un intento de subvertir el orden
político-económico occidental mediante el miedo a unos apocalipsis inventados”,
encontrando que “más allá de esta agenda de poder subyace una ideología anti
humanista y ferozmente anticristiana”. Así pues, “se trata de una exhortación
política más que apostólica, con un lenguaje más próximo a un informe de la ONU
que a un documento magisterial de la Iglesia”.
Es tan
escandalosamente mediocre a la vez que visiblemente funcional a una agenda mundialista el documento de Francisco (permítannos decir: de la Iglesia
Sinodal), que el autor que mentamos dice que “Laudate Deum trata de
la “crisis climática” dando por sentado que tal cosa existe. Sin embargo, más
de 1.800 científicos (entre ellos dos premios Nobel de Física) se han unido a
la Declaración del Clima Mundial, que niega la existencia de ninguna emergencia
climática y denuncia la evidente injerencia de la política en la ciencia del
clima a la vez que reconoce las enormes limitaciones de los imprecisos
modelos de predicción en los que se basan las predicciones climáticas, en
abierto contraste con la credulidad de Laudate Deum”.
El apabullante alarmismo climático, postulado de una agenda
de connotaciones pseudo-religiosas (la Agenda 2030), ha llegado al fin a ser
establecido como discurso y doctrina oficial por parte de la neo-Iglesia
post-conciliar y, ahora, sinodal (o, para decirlo mejor, democrática). Esa agenda
que pretende –por las buenas o por las malas, por persuasión propagandística o
imposición coercitiva- “convertirnos” ecológicamente, tiene que tener,
necesariamente, sus figuras protocolares, sus apóstoles destacados, sus
pontífices y sus misioneros. Y eso a pesar de que el ocupante de Santa Marta
despotrique siempre contra el proselitismo. Este proselitismo climático-friendly
parece no disgustarle, como se ha visto en su reciente Laudato Deum, segunda parte o complemento de Laudato Si.
Pero esta agenda, que no es otra cosa que la pretensión
de instalar un gobierno mundial bajo la cobertura de una emergencia climática
que involucre religiosamente a todos los habitantes del planeta, tiene que tener
necesariamente una mise-en-scène. Esa
puesta en escena es una parodia que sumerge el orden sobrenatural para lanzarnos
a una visión naturalista cuyas consecuencias –como alguna vez ha explicado bien
el Cardenal Pie, siguiendo al Concilio Vaticano I- lleva al panteísmo, el
ateísmo y el socialismo. La Providencia divina aparece totalmente ausente de la
exhortación bergogliana, y la ambigüedad usual de los liberales nos lleva a
preguntarnos si ese “Laudate Deum” va dirigido al verdadero Dios o se refiere a
la “madre naturaleza”, puesto que el Dios que es Creador no parece tener
ninguna injerencia ante la “omnipotencia” humana para amenazar la “Casa común”.
Más aún, Laudate Deum afirma que “Dios nos
ha unido a todas sus criaturas” y parece haber una interdependencia que ha de
conducir a una final interdependencia mutua entre las criaturas y el Creador
(esto, por otra parte, es lo que postula la famosa película “Avatar”). Sería a raíz
de esa interdependencia (“Dios nos ha unido a todas sus criaturas”, somos “compañeros
de camino”, dice el documento vaticano) que el hombre se habría tornado tan
extremadamente peligroso hacia la naturaleza (Laudate Deum describe
a los seres humanos como “seres altamente peligrosos”, n.28).
Si el mundo ha de ser regido por un gobierno mundial,
bajo el cetro de quien será el “Anticristo”, es coherente que “el hombre
disminuya para que aquel crezca”. Pero esta disminución del hombre, luego de haber
sido exaltado con el humanismo conciliar, se realiza sin dejar de postular su carácter
divino, sólo que esta divinidad ha de ser una chispa en la divinidad de la
creación toda. Es la única manera de someterlo a directivas de carácter comunista
sin que el hombre se vea tentado a rebelarse. La amenaza que se le quiere hacer
sentir en base al peligro de la “Casa común”, es el pretexto de dominación para
la sociedad que ha de recibir al Anticristo, máximo exponente de la divinidad
compartida, emanación cósmica del Todo y al cual todas las criaturas deben someterse.
Pero hemos hablado de una puesta en escena y aquí aparece
la falsificación del Cristianismo.
Una de las figuras estelares de esa agenda climática, y por tanto una militante
salvacionista de la humanidad entera, es la joven sueca Greta Thunberg.
El escritor Sylvain Durain reflexiona del siguiente
modo:
Tras
fijarse en los efectos miméticos producidos por el feminismo y la ideología de
género, señala que «este ciclo mimético acabará por reducir la existencia de
los individuos a su simple sexo, que podrán ir cambiando al no ser más que la
expresión de una nueva contradicción sistémica».
Y
prosigue: «La indiferenciación general provocada por esta naturalización
produce lo que René Girard llamó una crisis sacrificial. Cuando las personas se
ven reducidas a pensarse en términos sexuales, las diferencias se reducen.
Habiendo desaparecido las jerarquías desde hace mucho tiempo, no hay diferencia
ya entre hombres y mujeres, estudiantes y maestros, mañana entre humanos y robots,
y pasado mañana entre el hombre y Dios: estamos al comienzo de un
enfrentamiento primitivo violento. Esta situación va a llevar a los individuos
a volver a sus viejos reflejos arcaicos, los de la guerra de todos contra
todos. Es fácil constatar que ya casi hemos llegado a ese estado. Para salir de
esta crisis hay que encontrar una nueva religión, con nuevas sacerdotisas
sacrificiales y un nuevo chivo expiatorio. Aquí es donde entra en juego Greta.
Pura creación de la Open Society de Soros, esa niña corresponde totalmente a
los arquetipos de la Pitia de nuestros antepasados: joven, inocente, asexuada,
discapacitada, se convierte en la sacerdotisa de la Madre Tierra Gaia. Creer
que el debate es entre climático convencidos y climático escépticos es no entender
nada de lo que realmente está en juego. Esta nueva religión, que llamamos
gaiática, propone una visión antropológica que haría soñar al mismo Satanás:
presentar a la humanidad como el enemigo principal de la naturaleza. La diosa
Gaia está furiosa, sus hijos se portan mal y tendremos que imponerles un severo
castigo. Greta, la pobre, no es más que una víctima de esta
instrumentalización, pero consigue sacar a la calle a jóvenes atomizados que se
convierten en seguidores de una religión inmanente que no controlan. De hecho,
¿quién podría desear la destrucción de la naturaleza? En respuesta a esta
pregunta, proponemos otras: si amáis tanto la naturaleza, ¿por qué violáis sus
reglas básicas, como la complementariedad hombre/mujer? ¿Por qué negarse a
admitir que si esta naturaleza se debe preservar es porque es el vestigio de la
Santísima Trinidad? Poner la Tierra al mismo nivel que Dios es indiferenciar al
Creador de su creación, es poner a la raza humana en peligro de muerte al
colocarla como chivo expiatorio universal. Nosotros respetamos la naturaleza
salvaguardando su orden divino, y quien tiene que administrarlo es el hombre.
Greta, el golem gaiático, es el símbolo perfecto de este ecologismo anti-Dios,
anti-humano y anti-esperanza. La naturaleza, que tiene horror al vacío, ha
rellenado los errores religiosos modernos con un sincretismo pagano-gnóstico» (https://balmeslibreria.com/la-revolucion-gaiatica/).
El
postulado común o “comunista” que promueve la Agenda 2030, en una suerte de
disimulado panteísmo, se está viendo en crisis ahora debido a la guerra –lo
decimos en singular, es una guerra en varios frentes- que las facciones más
extremas de la Sinagoga de Satanás (llámese sionismo internacional) llevan a
cabo con el objetivo de alcanzar el gobierno mundial “a su manera”: por la
fuerza.
Mientras
tanto, la Agenda debe seguir sosteniéndose y para eso nada mejor que un
constante bombardeo mediático que nos reclama desertar del sentido común ante
la emergencia climática.
Una sustitución religiosa se promueve, donde el hombre
debe dejar de pecar contra Dios (¿quién habla de eso ya?), para ahora dejar de
pecar contra la Tierra, llamada la “Casa común”. La manera de someter al hombre
es a través de una causa superior a él mismo, otra manera de ecumenismo o
universalismo que deja a un lado la única religión verdadera para colocar en su
lugar una nueva falsa religión: el Ambientalismo.
En esta sustitución de una religión –el Catolicismo-
por otra –el Ambientalismo-, encontramos un paralelismo indudable entre la
figura de la mencionada Greta, su misión y su discurso, y los avisos del Cielo
a partir de las apariciones de la Virgen en Fátima.
Veamos:
-Dios quiso establecer en el mundo la devoción al
Corazón Inmaculado de María. Para eso eligió a una jovencita llamada Lucía dos
Santos. El diablo quiere establecer en el
mundo la “devoción” a la “Madre Tierra”. Para eso eligió a una jovencita
llamada Greta Thunberg.
-Lucía vio el Inmaculado Corazón de María ultrajado
por los pecados de la humanidad. Greta
vio al planeta Tierra ultrajado por la contaminación ambiental.
-La Virgen quiere reparación. La Tierra necesita ser reparada.
-Lucía vio el fuego del Infierno, adonde van las almas
de los pobres pecadores. Greta alertó:
“Nuestra Casa está en llamas”, y ese fuego amenaza con incendiar a todos los
hombres, debido al “calentamiento global”.
-Lucía escuchó decir de la Virgen que si los hombres
no se enmiendan vendría una guerra terrible. Greta dice que si los hombres no se enmiendan y bajan la huella de
carbono vendrá una catástrofe terrible.
-Para impedir todas esas calamidades, la Virgen
anunció que volvería para pedir la consagración de Rusia a su Corazón
Inmaculado. Para impedir esas calamidades
Greta anuncia que sólo la Agenda 2030 puede salvarnos.
– “¡No ofendan más a Nuestro Señor que ya está
muy ofendido!”, dijo la Sma. Virgen. Y advirtió también la Madre de Dios: “Si se
atienden Mis deseos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus
errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los
buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias
naciones serán aniquiladas”. Greta por su
parte nos avisa: “Si no hemos culminado los cambios necesarios para
aproximadamente el año 2030, desencadenaremos probablemente una reacción en cadena
irreversible y fuera del control humano. Pasaremos a un punto de no retorno que
será catastrófico». Y además que “la gente está muriendo, ecosistemas
enteros se están derrumbando. Estamos en el comienzo de una extinción
masiva".
-Lucía logró convencer a sus padres de que las
apariciones eran verdaderas, sobre todo a su madre que era desconfiada,
haciendo que todos rezasen el Rosario con más fervor. Greta, por su parte, logró convertir a sus padres a su religión climática,
logrando que adoptaran otras opciones en su estilo de vida a fin de reducir su
propia huella de carbono y dejar de consumir carne.
-Lucía se entrevistó con obispos, cardenales y papas. Greta fue recibida y dio discursos en las
Naciones Unidas, el Foro Económico Mundial y otros organismos internacionales.
También fue recibida por el papa.
El lector podrá advertir que hemos
pasado de una joven vidente de la Virgen que no fue suficientemente escuchada
porque según el papa que inauguró el Concilio no había que prestar atención a
los “profetas de calamidades”, a otra joven que llama la atención y es
escuchada y difundida porque ahora sí hay que escuchar y difundir a los “profetas
de calamidades”. Pero unos profetas nos advertían contra el pecado de los hombres
que rechazan a Dios, nos advertían contra la Revolución que amenazaba a la Iglesia
y el mundo con sus errores y sus horrores, en cambio ahora, utilizando la misma
premura, nos urgen a “salvarnos” del “cambio climático” si dejamos de pecar “contra
la Casa Común”. Nunca un papa se ocupó seriamente de Fátima en algún documento
de envergadura salido del Vaticano, en cambio los nuevos apóstoles climáticos
redoblan sus esfuerzos para convencer a los cristianos del mundo entero que
deben preocuparse no por evitar el Infierno, sino un inexistente calentamiento
global. No nos invitan a ser devotos del Corazón Inmaculado, sino devotos de la
Pachamama. Hemos dejado a un lado el orden sobrenatural, para ser conducidos de
lleno al más craso naturalismo. Y todo con una envoltura pseudo-mística, a
través de figuras patéticas que remedan tanto la santidad de una joven vidente,
como la sabiduría de quien debería conducir la Iglesia para gloria de Dios y
salvación de las almas, confirmadas en la fe católica, pero en cambio se vale
de “la fe” para querer llevar a todos a un sincretismo anticristiano, donde la “fraternidad”
masónica será la que lleve a las almas a su perdición. Esta naturalización de
la “fe” se expresa en el número 61 de Laudate
Deum: “A los fieles católicos no quiero dejar de
recordarles las motivaciones que brotan de la propia fe. Aliento a los hermanos y hermanas de otras
religiones a que hagan lo mismo, porque sabemos que la fe auténtica no sólo da
fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura
los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo
lo creado”. ¿Cuál será la “fe auténtica”, para Francisco? Por todo lo que deja
dicho en Laudate Deum, no es la fe
católica. No es la fe que debería advertir una y otra vez al mundo: “¡Que no se
ofenda más nuestro Señor, que ya está muy ofendido”.