“Cualquier acción política sana entre
nosotros deberá colocar a su cabeza a la Madre de Dios, vencedora de todas las
herejías y exorcista de los demonios todos”.
Por P. LEONARDO
CASTELLANI
Pobre patria. No se
ve remedio próximo a sus grandes males ocultos o manifiestos. Nuestra única
estrella es la opinión pública consciente más y más; y, la constancia y lucidez
de muchos jefes patriotas. Por desgracia, aislados y divididos entre sí.
El remedio no puede
ser solamente político, tiene que empezar por ser religioso. Esto no implica
que deben cesar de hacer la (posible) política, los que de eso tienen vocación
(…)
En las Misas
comunes de la Virgen hay un “tracto” que llama la atención: “Sancta Dei
Genitrix, cunctas hæreses sola interemisti in universo mundo”: Santa
Madre de Dios, tú sola has matado las herejías en el mundo universo.
María Santísima no
fue teóloga ni doctora de la Iglesia. Si se dijera por ejemplo de San Agustín,
daría en la tecla. Aunque siempre sería exagerado; pues, San Agustín no mató
todas las herejías ni en vida, ni después con sus libros. Al contrario, algunas
herejías se apoyaron en sus libros, como la luterana, la calvinista y la
jansenista. ¿Por qué traduce la Iglesia esa extraña afirmación: “Mataste
todas las herejías”, que no parece verdad?
Dos razones se nos
ofrecen:
Una, que todas las
herejías han sido adversas a María Santísima, desde Nestorio, que siguiendo a
Arrio, negó en el siglo V que ella fuese Madre de Dios, hasta el actual
progresismo o modernismo, que sugiere lo mismo, llamándola capciosamente “Madre
de Jesús”, como lo hace el nuevo o novelero o nuevaolero Catecismo
Francés, siguiendo, según creemos, a otroquetal Catecismo Holandés.
Por no decir “Madre
de Dios”, suprimen el Ave María.
Entre estos dos,
todas las herejías, que son innúmeras, o han intentado rebajar a María o han
callado acerca de ella. Y tenemos ante los ojos la cuarta Gran Herejía, el
Protestantismo, que suprimió airadamente el culto de la Graciaplena, tratándolo
de idolatría. Mas, al mismo tiempo, los españoles, aquí en América, plantaban
más imágenes de María que todas las que quemaron en Alemania e Inglaterra los
herejes.
Hay una sola
herejía (que yo sepa) que tomó el nombre de María: los “mariavitas” polacos,
que al principio de este siglo contaron en Polonia un millón de adeptos. Mas,
era mejor que no lo hiciesen, pues tomaron el nombre de la Virgen sin Mancha
para profanarlo con idioteces, blasfemias e indecencias. San Pío X los condenó
en 1910, los llamados viejocatólicos suizos los excomulgaron en 1924 y
actualmente los bolches los han hecho desaparecer. Fue fraguada en 1906 por un
sacerdote apóstata y una monja más loca que una cabra; la cual pretendía la
Virgen se había encarnado en ella —que no tenía nada de virgen.
La segunda razón y
causa de la primera es que la Santísima Virgen por su sola presencia rebate
todas las herejías; como si dijéramos que solamente una imagen de la Virgen
hace temblar o rechinar a los herejes, como hace temblar a los demonios en los
exorcismos; pues parecería en ellos, que la invocación a María les hace más
efecto que la misma invocación a Cristo o a la Santísima Trinidad…
Lo que pasa es que
todos los dogmas cristianos como que convergen y van a centrarse en María
Santísima; pues, en efecto:
a) La Inmaculada
Concepción supone el Pecado Original, la base de toda dogmática católica;
b)
La
Encarnación de Cristo en y por María expresa la Redención, el otro dogma
central correlativo al del Pecado: “Qui propter nos homines et propter
nostram salutem descendit de cælis; et incarnatus est de Spiritu Sancto ex
Maria Virgine” —dice el Credo de Nicea, que Su Santidad Paulo VI
recitó y glosó días pasados. Me hicieron saber que un sacerdote porteño dijo
desde el púlpito que no habría que llamar “Redentor” a Jesucristo. Si eso es
verdad, a ese cuitado tendría que salir a defenderlo Sánchez Viamonte.
c)
Finalmente,
la fiesta de la Asunción de María a los cielos simboliza la resurrección de la
carne; y de añadidura, la infalibilidad del Papa.
La resurrección y
asunción de María a los cielos es hoy día un dogma de fe definido. Él supone la
inerrancia del Papa; porque no hay una palabra acerca de él en la Escritura: el
hecho ha sido observado por la tradición, y refirmado por la autoridad del
Pontífice.
Si nuestro país
medio descristianizado y presa de politiqueros y herejes y pillastres, ha de
ser salvado, lo será por la permanente devoción a María Santísima, y la
intervención benévola de la Patrona de Buenos Aires y del país todo, venerada
en Luján, y en diez santuarios del interior.
Cualquier acción
política sana entre nosotros deberá colocar a su cabeza a la Madre de Dios,
vencedora de todas las herejías y exorcista de los demonios todos.
R.P. Leonardo
Castellani, S.J.
(Tomado de “Jauja”
nº 23, noviembre de 1968)