Por JUAN MANUEL DE PRADA
Cualquier persona
que no haya perdido el ‘oremus’ sabe que lanzar en represalia a un ataque
terrorista miles de bombas sobre un territorio donde se hacinan dos millones de
personas sin posibilidad de escapatoria es una bestialidad desorbitada. En
España, sin ir más lejos, hemos padecido ataques terroristas crudelísimos; y
nadie reclamó bombardear desiertos remotos, mucho menos las provincias vascas,
porque, aun en la ofuscación del dolor, aflora en las conciencias la convicción
de que los crímenes no pueden ser respondidos indiscriminadamente, haciendo
pagar a justos por pecadores. Sobrecoge comprobar que esta convicción se ha
desmoronado en la conciencia de nuestra época, que contempla con naturalidad –y
hasta jalea– los bombardeos indiscriminados sobre Gaza; y que, en el colmo de
la hemiplejia moral, señala como ‘antisemitas’ (como si los palestinos no
fueran también un pueblo semita) a quienes se atreven a denunciarlos. Este
pavoroso eclipse de la conciencia parece afligir de manera todavía más
desquiciada a las gentes de derechas, convencidas de que Israel actúa como una
suerte de ‘katejon’ frente a la barbarie musulmana. Especialmente lastimosa
resulta esta actitud en muchos sedicentes católicos, que ni siquiera atienden
las lágrimas angustiadas de los cristianos palestinos.
¿Cómo explicar este
eclipse de la conciencia? Señalaba Donoso sagazmente que las escuelas liberales
son siempre inferiores a las socialistas porque son «antiteológicas y
escépticas»; de tal modo que, situadas ante la cuestión del bien y del mal,
«ignoran el arte de plantearla y el modo de resolverla», ocupándose sólo de
solucionar «males particulares». De este modo, particularizando el mal, «lo
descubren sólo en ciertas formas políticas», que inevitablemente serán aquellas
que preconizan las escuelas socialistas. Y si las escuelas socialistas
defienden a los palestinos (aunque, desde luego, casi todas con la boca chica),
inmediatamente resolverán que los palestinos encarnan el mal. Y «señalando el
mal allí donde no está y el remedio allí donde no se encuentra –concluye
Donoso–, la escuela liberal ha puesto la cuestión fuera de su verdadero punto
de vista, con lo cual ha introducido la confusión y el desorden en las regiones
intelectuales».
Y en las gentes de
derechas ha ocurrido algo más que ni siquiera la clarividencia de Donoso acertó
a profetizar. A medida que fueron desprendiéndose de la fe cristiana (o
rutinizándola hasta convertirla en una cáscara huera), las derechas dieron en
profesar otro ‘mesianismo’ muy diverso al que profesaron sus ancestros. Así
empezaron a ver en el pueblo judío una suerte de ‘mesías colectivo’ que, por
haber derramado su sangre en mil persecuciones, estaba oscuramente legitimado
para cobrarse esa deuda en la sangre de otros pueblos, convertidos en instrumentos
de una justa expiación. Pero todo esto es pensamiento mágico, propio de
escuelas sin teología que nos conducen hasta el barranco.