Ya hemos
destacado anteriormente la teología panteísta de Laudate Deum (en
continuidad con Laudato si’), así como la dogmatización de la causa
antropogénica del cambio climático. Este artículo busca resaltar brevemente la
cita de una autora extremadamente particular, en la nota a pie de página 41,
que arroja una sombra adicional sobre las fuentes de la nueva
"ecoteología".
El número
66 de la exhortación dice: "Dios nos ha unido a todas sus criaturas. Sin
embargo, el paradigma tecnocrático nos puede aislar del mundo que nos rodea, y
nos engaña haciéndonos olvidar que todo el mundo es una 'zona de
contacto'". La oscuridad del texto, que remite al panteísmo según el cual
"todo está conectado"[1], se ve agravada por la nota a pie de página
que remite a un libro de Donna J. Haraway: Cuando las especies se
encuentran.
¿Quién es
Donna J. Haraway?
Pocas
personas conocen a Donna J. Haraway, que saltó a la fama especialmente en los
años 1990. La escritora y filósofa es considerada la líder de una escuela de
pensamiento que se ha autodenominado "ciberfeminista",
"ecofeminista" o incluso "feminismo poshumano" o "post-generismo".
El sello
distintivo de su trabajo –un ataque mordaz al antropocentrismo– es extender la
teoría de género a las cuestiones tecnológicas (como la modificación del cuerpo
humano) y, más allá, al reino animal. Es zoóloga y filósofa, egresada de la
Universidad Yale, donde recibió un homenaje. Cabe mencionar que creció con una
madre católica y fue educada por religiosas en Colorado.
También
cabe mencionar que recibió una beca Fulbright –según algunos,
un sistema de cooptación de personas prometedoras de todo el mundo para
contribuir al progreso de la agenda del establishment angloamericano–
para viajar a París y estudiar filosofía de la evolución en la Fundación
Teilhard de Chardin.
El
ciberfeminismo
La
popularidad de la pensadora estadounidense comenzó en 1985, cuando publicó en
la Socialist Review su Manifiesto para Cyborgs:
ciencia, tecnología y feminismo socialista en la década de 1980, que más
tarde se convirtió simplemente en el Manifiesto Cyborg (publicado
en Francia en 2002).
Este es
un ensayo considerado un hito del nuevo feminismo, que en última instancia
niega la identidad de las mujeres y se opone al viejo feminismo. Haraway aboga
por superar los dualismos sociales y biológicos: critica la estructura binaria
de la cultura occidental que ha generado divisiones entre categorías como
masculino/femenino y natural/artificial.
Estos
dualismos, afirma Haraway, "han sido todos sistemáticos en las lógicas y
prácticas de dominación de las mujeres, las personas de color, la naturaleza,
los trabajadores, los animales… todos constituidos como otros". Se
introduce entonces el concepto de cyborg como una síntesis liberadora, una
entidad que representa una fusión de lo orgánico y lo tecnológico,
trascendiendo las distinciones tradicionales de género y naturaleza.
El cyborg
desafía la idea de una naturaleza humana inmutable, a medida que cada vez más
personas utilizan la tecnología para ampliar sus capacidades: prótesis, bypass,
aparatos auditivos e incluso dentaduras postizas pueden indicar que el
hombre-máquina ya es una realidad. El concepto de cyborg representa un rechazo
a las fronteras rígidas, particularmente aquellas que separan lo
"humano" de lo "animal" y lo "humano" de lo
"máquina".
"El
cyborg no sueña con una comunidad según el modelo de la familia orgánica, esta
vez sin el proyecto edípico. El cyborg no reconocería el Jardín del Edén; no
está hecho de barro y no puede soñar con volver al polvo", explica
el Manifiesto de Haraway.
Antiespecismo
y odio contra la natalidad
En sus
dos libros de la década de 1990, Primate Visions: Gender, Race, and
Nature in the World of Modern Science (1990, sin traducir) Simianas,
Cyborgs, and Women. The Reinvention of Nature (1991), Haraway retoma
la metáfora del cyborg para explicar cómo las contradicciones fundamentales de
la teoría y la identidad feministas deben unirse, en lugar de resolverse, de
una manera similar a la fusión de la máquina y el organismo en los cyborgs.
En este
texto, Haraway critica el capitalismo revelando cómo los hombres han explotado
el "trabajo reproductivo" de las mujeres para que no logren la
igualdad total en el mercado laboral. Por lo tanto, dar a luz a un hijo
representa una gran amenaza para la vida de una mujer profesional.
La
filósofa insistió en este punto en un texto más reciente titulado Making
kin, resultado de un grupo de trabajo con otras cinco feministas. La
esencia del argumento es que no debemos tener hijos –un acto contaminante que
genera otros problemas– sino reorganizarnos en un sentido "familiar"
a las personas que ya existen.
Algo
entre la retribalización de la sociedad y el intento de crear sustitutos de la
familia, como es el caso de quienes, en lugar de hijos, tienen perros y gatos o
incluso objetos. Este tema de los "compañeros animales" más allá de
las diferencias entre especies se repite en el mismo libro citado por el Papa.
Cthulhuceno
La
culminación del pensamiento de Haraway se encuentra en el libro Cthulhuceno de
2016. Para los no iniciados, Cthulhu es la monstruosa deidad
con tentáculos de las historias de terror de H.P. Lovecraft, que espera en el
abismo para regresar a la tierra a exterminar al hombre. Para Haraway, es
necesario atravesar esa fase (el Cthulhuceno) para salvarnos del
desastre del Antropoceno (es decir, literalmente, "la era del
hombre"), marcado por la superpoblación.
"¿Qué
pasará cuando la humanidad, habiendo alterado irremediablemente el equilibrio
del planeta Tierra, deje de ser el centro del mundo? Y en plena crisis
ecológica, ¿qué relaciones se pueden restablecer no solo entre los individuos
humanos, sino también entre todas las especies que habitan el planeta?"
La
respuesta, según Haraway, es implementar un pensamiento "expansivo"
en este planeta infectado, un cambio de paradigma en el que, como se explicó
anteriormente, en lugar de engendrar hijos, se crean "vínculos de parentesco"
a través de "decisiones íntimas y personales destinadas a crear vidas
florecientes y generosas sin traer niños al mundo".
Llegados
a este punto cabe preguntarse seriamente cómo un autor así puede ser
considerado un punto de referencia para la exhortación apostólica. De hecho, es
una de los tres únicos autores citados, excluyendo al Papa Francisco (o los
diversos sínodos que se hacen eco de sus pensamientos), Pablo VI y las Naciones
Unidas.
Parece
obvio que tal "magisterio" ya no tiene ningún vínculo con la
Tradición y persigue un objetivo totalmente ajeno al cristianismo, llevando el
modernismo a sus consecuencias más verdaderas y profundas: la asunción
total del pensamiento dominante en el mundo, incluso el más abiertamente
anticristiano.
[1] Instrumentum
laboris del Sínodo para la Amazonía, n. 25: "La vida de las
comunidades amazónicas que aún no han sido influenciadas por la civilización
occidental se refleja en las creencias y rituales sobre la acción de los
espíritus, de la divinidad –llamada de tantas maneras– con y en la tierra, con
y en relación con la naturaleza". Esta cosmovisión se encuentra en el
"mantra" (sic) de Francisco: "todo está vinculado". Si esta
no es la expresión de un tipo de panteísmo modernista, o incluso directamente
pagano, ¿cómo podemos llamarlo?
Fuentes:
Laudate Deum/Haraway – FSSPX.Actualités
Imagen: Rusten Hogness, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons
https://fsspx.news/es/news-events/news/%E2%80%9Claudate-deum%E2%80%9D-una-cita-extra%C3%B1a-86479
Más sobre esa vieja demente: