Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

miércoles, 11 de octubre de 2023

RECEMOS A SAN MIGUEL

 


Por MONS. CARLO MARIA VIGANÒ

 

DEDICACIÓN DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL


29 de setiembre de 2023


Dia 29 de setiembre. La noche de la luna.


In monte Gargano venerabilis memoria beati Michaëlis Archangeli,
quando ipsius nomine ibi consecrata fuit Ecclesia,
vili quidem facta schemate, sed cælesti præstans virtute.

[En el monte Gargano la venerable memoria del bienaventurado Arcángel Miguel, cuando allí la Iglesia fue consagrada en su nombre,
sin pretensiones en su diseño, pero dotada de celestiales virtudes].
Martirologio Romano

La Basílica Celestial de San Miguel Arcángel en el Monte Gargano, en Apulia, es un lugar de culto muy particular: debe su nombre a que el 29 de septiembre del año 493 fue consagrada personalmente por el Arcángel, y de hecho es la única iglesia en todo el mundo católico que no fue dedicada durante una ceremonia oficiada por un obispo.

San Miguel ya se había aparecido en 490 a un notable del Gargano y el 8 de mayo a San Lorenzo Majorano, obispo de Siponto. “Soy el Arcángel Miguel y estoy siempre en la presencia de Dios. La cueva es sagrada para mí, yo la elegí y soy su guardián vigilante. Allí donde se abre la roca pueden ser perdonados los pecados de los hombres. Lo que se pida en oración será escuchado. Por eso dedica la cueva al culto cristiano”.

Con estas palabras el Príncipe de la Milicia Celestial, que se presentaba bajo la apariencia de un joven, había ordenado al Obispo que le consagrara una cueva remota en el monte, después de haber liderado la batalla contra Odoacro y haberlo derrotado y puesto en fuga. con truenos, relámpagos, tormentas de arena y granizo.

Cuando por orden del papa Gelasio I los obispos de Apulia fueron a celebrar el rito, las águilas los acompañaron en la subida al Gargano, extendiendo sus alas para protegerlos del calor. Pero una vez que llegaron al monte, encontraron la cueva ya consagrada, con un altar cubierto por un palio rojo y coronado por una preciosa cruz de cristal. Todavía hoy permanece sobre una roca la huella del Arcángel, con las proporciones del pie de un niño. “No es vuestra tarea consagrar la Basílica que yo construí. Yo que la fundé, yo mismo la consagré”.

La Basílica Celeste -a la que más tarde se añadió una basílica real, tal y como la vemos aún hoy- constituye, junto con otros templos dedicados a San Miguel, una línea imaginaria que va de Irlanda a Israel: Skelling Michael (Irlanda), St. Michael's Mount (Gran Bretaña), Mont Saint Michel (Francia), La Sacra di San Michele (Piamonte), Santuario di Monte Sant'Angelo (Apulia), el Monasterio de San Miguel (Grecia) y el Monasterio del Monte Carmelo (Israel). Según la tradición, esta línea fue trazada por la espada del Arcángel cuando precipitó al infierno a Satán y a los espíritus rebeldes al principio de los tiempos.

Lo que creo que merece nuestra atención, en esta coyuntura de gran crisis y de apostasía de las naciones y de la misma Jerarquía católica, es el hecho de que la Basílica Celeste haya sido dedicada no por un ser humano al que se le concedió el Orden Sagrado, sino por un espíritu puro. Debemos leer en este acontecimiento extraordinario y milagroso un motivo de esperanza, porque a veces la Divina Providencia se digna intervenir en los asuntos humanos a través de formas que van más allá de la norma ordinaria. Imaginemos qué esplendor debió de tener el rito de dedicación celebrado por el Arcángel y sus ayudantes celestiales, y qué consternación debieron de sentir los siete obispos que habían subido a la gruta para desempeñar las funciones sagradas.

Otro elemento de meditación es la elección del emplazamiento: remoto, encaramado en el monte, alejado de los cultos paganos por la piedad de los fieles y siguiendo las instrucciones de San Miguel.

Una gruta que recuerda las catacumbas, los refugios de los primeros cristianos, las cavernas en las que se refugiaban los católicos perseguidos por Enrique VIII e Isabel I de Inglaterra para celebrar la “Misa papista”, o donde rezaban los vandeanos para escapar de los sanguinarios revolucionarios franceses. Un lugar que en cierto modo alude también a las catacumbas actuales, donde se reúnen aquéllos a los que la furia iconoclasta de Bergoglio ha condenado al ostracismo de las iglesias, para acoger al ídolo inmundo de la Pachamama, los festines de la comunidad de San Egidio, los gritos de los almuédanos y los médicos -nuevos sacerdotes- que suministran las pseudo vacunas.

Y decir que el Arcángel San Miguel, elevado para ser el Príncipe de las Milicias Celestes y el Patrono de la Santa Iglesia después de la caída de Lucifer, podría haber aspirado a muchos otros lugares, más acordes con el Escudero de María Santísima. Sin embargo, encontramos en esta elección precisamente esa humildad que le llevó a pronunciar su Quis ut Deus? en respuesta al Non serviam de Satanás.

La primera victoria de San Miguel sobre los demonios se produjo en la noche de los tiempos: fue una criatura, la más humilde entre los espíritus puros existentes en la época, que ejecutó la Justicia divina y persiguió a los rebeldes hasta el abismo. Según algunos comentaristas del Apocalipsis, una victoria aún más sensacional se producirá al final de los tiempos, cuando San Miguel mate una vez más al Anticristo, después que éste haya intentado hacer creer que ha resucitado luego de esconderse durante tres días.

De hecho, sabemos que el Anticristo es un simio de Cristo así como Satanás es un simio de Dios. También en esta ocasión, el Arcángel abatirá al hijo de la iniquidad, elevado en el aire y transportado por los demonios para imitar la Ascensión de Nuestro Señor. En el medio, la historia de la Salvación, la creación del hombre, su caída en Adán y Eva, su redención en Cristo nuevo Adán y en María Santísima la nueva Eva, la Santa Iglesia militante en la tierra, sus batallas, sus triunfos, y nuevamente las infidelidades de sus Ministros, como el Sanedrín que también tenía a San Miguel a la derecha del altar del incienso.

No olvidemos el motivo por el cual, al final de la Misa, recitamos las Oraciones Leoninas, es decir, aquellas oraciones seguidas de la oración a San Miguel que el papa León XIII ordenó elevar al Señor para evitar aquel terrible período de más de un siglo, durante el cual Satanás habría sido libre de acosar a la Iglesia. Y no olvidemos con qué diligencia esa oración fue eliminada de los ritos de la iglesia reformada, con qué rapidez eclipsó la fiesta de la Dedicación de San Miguel Arcángel al unirla a la memoria de los otros dos Arcángeles, Gabriel y Rafael.

Sigamos invocando con confianza al Príncipe de la Milicia Celestial, especialmente en estas horas de gran prueba: su poderoso patrocinio es indispensable para la Iglesia y los fieles en la batalla contra el poder de las tinieblas. Y cuando contemplamos con dolor la segregación de los católicos fieles a la Tradición, pensamos en aquella humilde y significativa elección de una cueva desnuda en las montañas, sobre la que, sin embargo, se alza la cita de la Sagrada Escritura: Terribilis est locus iste: hic domus Dei est et porta cœli [Es terrible este lugar: esta es la casa de Dios y puerta del cielo].

Pensemos en la gran basílica que se ha levantado ante ella, pero sobre todo en la Liturgia perenne a la que asiste el glorioso Arcángel. Y en los momentos en que el enemigo parece triunfar, recordemos la victoria que San Miguel trajo al principio contra Satanás y que traerá de nuevo en los últimos tiempos contra el Anticristo, y hagámonos dignos con nuestra vida ejemplar de su poderosa ayuda. Que así sea.

+ Carlo Maria, Arzobispo

29 de setiembre de 2023


Publicado originalmente en italiano el 29 de setiembre de 2023, en Omelia nella Dedicazione di San Michele Arcangelo

Fuente: https://gloria.tv/post/BuXx8fH181V74hsmi77TbsDtB

 


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