Por MONS. CARLO MARIA
VIGANÒ
DEDICACIÓN
DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL
29 de setiembre de 2023
Dia 29 de setiembre. La noche de la luna.
In monte Gargano venerabilis memoria beati Michaëlis Archangeli,
quando ipsius nomine ibi consecrata fuit Ecclesia,
vili quidem facta schemate, sed cælesti præstans virtute.
[En el monte Gargano la venerable memoria del bienaventurado Arcángel Miguel, cuando
allí la Iglesia fue consagrada en su nombre,
sin pretensiones en su diseño, pero dotada de celestiales virtudes].
Martirologio Romano
La Basílica Celestial de San Miguel Arcángel en el Monte Gargano, en Apulia, es
un lugar de culto muy particular: debe su nombre a que el 29 de septiembre del
año 493 fue consagrada personalmente por el Arcángel, y de hecho es la única
iglesia en todo el mundo católico que no fue dedicada durante una ceremonia
oficiada por un obispo.
San
Miguel ya se había aparecido en 490 a un notable del Gargano y el 8 de mayo a
San Lorenzo Majorano, obispo de Siponto. “Soy el Arcángel Miguel y estoy
siempre en la presencia de Dios. La cueva es sagrada para mí, yo la elegí y soy
su guardián vigilante. Allí donde se abre la roca pueden ser perdonados los
pecados de los hombres. Lo que se pida en oración será escuchado. Por eso
dedica la cueva al culto cristiano”.
Con estas
palabras el Príncipe de la Milicia Celestial, que se presentaba bajo la
apariencia de un joven, había ordenado al Obispo que le consagrara una cueva
remota en el monte, después de haber liderado la batalla contra Odoacro y
haberlo derrotado y puesto en fuga. con truenos, relámpagos, tormentas de arena
y granizo.
Cuando
por orden del papa Gelasio I los obispos de Apulia fueron a celebrar el rito,
las águilas los acompañaron en la subida al Gargano, extendiendo sus alas para
protegerlos del calor. Pero una vez que llegaron al monte, encontraron la cueva
ya consagrada, con un altar cubierto por un palio rojo y coronado por una
preciosa cruz de cristal. Todavía hoy permanece sobre una roca la huella del
Arcángel, con las proporciones del pie de un niño. “No es vuestra tarea consagrar
la Basílica que yo construí. Yo que la fundé, yo mismo la consagré”.
La
Basílica Celeste -a la que más tarde se añadió una basílica real, tal y como la
vemos aún hoy- constituye, junto con otros templos dedicados a San Miguel, una
línea imaginaria que va de Irlanda a Israel: Skelling Michael (Irlanda), St.
Michael's Mount (Gran Bretaña), Mont Saint Michel (Francia), La Sacra di San
Michele (Piamonte), Santuario di Monte Sant'Angelo (Apulia), el Monasterio de
San Miguel (Grecia) y el Monasterio del Monte Carmelo (Israel). Según la
tradición, esta línea fue trazada por la espada del Arcángel cuando precipitó
al infierno a Satán y a los espíritus rebeldes al principio de los tiempos.
Lo que
creo que merece nuestra atención, en esta coyuntura de gran crisis y de
apostasía de las naciones y de la misma Jerarquía católica, es el hecho de que
la Basílica Celeste haya sido dedicada no por un ser humano al que se le
concedió el Orden Sagrado, sino por un espíritu puro. Debemos leer en este
acontecimiento extraordinario y milagroso un motivo de esperanza, porque a
veces la Divina Providencia se digna intervenir en los asuntos humanos a través
de formas que van más allá de la norma ordinaria. Imaginemos qué esplendor
debió de tener el rito de dedicación celebrado por el Arcángel y sus ayudantes
celestiales, y qué consternación debieron de sentir los siete obispos que
habían subido a la gruta para desempeñar las funciones sagradas.
Otro
elemento de meditación es la elección del emplazamiento: remoto, encaramado en
el monte, alejado de los cultos paganos por la piedad de los fieles y siguiendo
las instrucciones de San Miguel.
Una gruta
que recuerda las catacumbas, los refugios de los primeros cristianos, las
cavernas en las que se refugiaban los católicos perseguidos por Enrique VIII e
Isabel I de Inglaterra para celebrar la “Misa papista”, o donde rezaban los
vandeanos para escapar de los sanguinarios revolucionarios franceses. Un lugar
que en cierto modo alude también a las catacumbas actuales, donde se reúnen aquéllos
a los que la furia iconoclasta de Bergoglio ha condenado al ostracismo de las
iglesias, para acoger al ídolo inmundo de la Pachamama, los festines de la
comunidad de San Egidio, los gritos de los almuédanos y los médicos -nuevos
sacerdotes- que suministran las pseudo vacunas.
Y decir
que el Arcángel San Miguel, elevado para ser el Príncipe de las Milicias
Celestes y el Patrono de la Santa Iglesia después de la caída de Lucifer,
podría haber aspirado a muchos otros lugares, más acordes con el Escudero de
María Santísima. Sin embargo, encontramos en esta elección precisamente esa
humildad que le llevó a pronunciar su Quis ut Deus? en
respuesta al Non serviam de Satanás.
La
primera victoria de San Miguel sobre los demonios se produjo en la noche de los
tiempos: fue una criatura, la más humilde entre los espíritus puros existentes
en la época, que ejecutó la Justicia divina y persiguió a los rebeldes hasta el
abismo. Según algunos comentaristas del Apocalipsis, una victoria aún más
sensacional se producirá al final de los tiempos, cuando San Miguel mate una
vez más al Anticristo, después que éste haya intentado hacer creer que ha
resucitado luego de esconderse durante tres días.
De hecho,
sabemos que el Anticristo es un simio de Cristo así como Satanás es un simio de
Dios. También en esta ocasión, el Arcángel abatirá al hijo de la
iniquidad, elevado en el aire y transportado por los demonios para imitar
la Ascensión de Nuestro Señor. En el medio, la historia de la Salvación, la
creación del hombre, su caída en Adán y Eva, su redención en Cristo nuevo Adán
y en María Santísima la nueva Eva, la Santa Iglesia militante en la tierra, sus
batallas, sus triunfos, y nuevamente las infidelidades de sus Ministros, como
el Sanedrín que también tenía a San Miguel a la derecha del altar del incienso.
No
olvidemos el motivo por el cual, al final de la Misa, recitamos las Oraciones
Leoninas, es decir, aquellas oraciones seguidas de la oración a San Miguel que
el papa León XIII ordenó elevar al Señor para evitar aquel terrible período de
más de un siglo, durante el cual Satanás habría sido libre de acosar a la
Iglesia. Y no olvidemos con qué diligencia esa oración fue eliminada de los
ritos de la iglesia reformada, con qué rapidez eclipsó la fiesta de la
Dedicación de San Miguel Arcángel al unirla a la memoria de los otros dos
Arcángeles, Gabriel y Rafael.
Sigamos
invocando con confianza al Príncipe de la Milicia Celestial, especialmente en estas
horas de gran prueba: su poderoso patrocinio es indispensable para la Iglesia y
los fieles en la batalla contra el poder de las tinieblas. Y cuando
contemplamos con dolor la segregación de los católicos fieles a la Tradición,
pensamos en aquella humilde y significativa elección de una cueva desnuda en
las montañas, sobre la que, sin embargo, se alza la cita de la Sagrada
Escritura: Terribilis est locus iste: hic domus Dei est et porta cœli [Es
terrible este lugar: esta es la casa de Dios y puerta del cielo].
Pensemos
en la gran basílica que se ha levantado ante ella, pero sobre todo en la
Liturgia perenne a la que asiste el glorioso Arcángel. Y en los momentos en que
el enemigo parece triunfar, recordemos la victoria que San Miguel trajo al
principio contra Satanás y que traerá de nuevo en los últimos tiempos contra el
Anticristo, y hagámonos dignos con nuestra vida ejemplar de su poderosa ayuda.
Que así sea.
+ Carlo
Maria, Arzobispo
29 de
setiembre de 2023
Publicado originalmente en italiano el 29 de setiembre de 2023, en Omelia nella
Dedicazione di San Michele Arcangelo
Fuente: https://gloria.tv/post/BuXx8fH181V74hsmi77TbsDtB