Por AGUSIN DE
BEITIA
Bajo un
cielo cambiante, con algunos ratos de sol, y con un ruido de fondo estruendoso
de un festejo popular que increíblemente las autoridades de la Ciudad hicieron
confluir en el mismo lugar, una multitud de fieles se congregó este
sábado en la porteña Plaza de Mayo para unirse al mundo en un
Rosario sólo de hombres que se desplegó en más de 150 ciudades
de 30 países.
La multitud reunida en la icónica plaza, frente a la catedral metropolitana de
Buenos Aires, fue estimada por los organizadores entre 1,5 y 2 mil personas,
aunque otros, más entusiastas, hablaron de entre 4 y 5 mil personas.
En un discurso leído antes de la oración, se adelantó el propósito de este
ruego, que es alcanzar las promesas hechas por la Virgen del Rosario a Santo
Domingo de Guzmán: “Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán,
se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la
gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su deseo por las cosas
eternas”.
Ese discurso
inicial puso la lucha del cristiano de hoy en la perspectiva de aquellos que
libraron la Batalla de Lepanto contra el turco: “morir a nosotros y al
mundo”. Porque, como se dijo en esas palabras introductorias a la oración
mariana, “nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra
los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas,
contra los espíritus del mal que habitan en el espacio”.
"Frente
a un modelo de hombre vacío de Dios y de sentido, nosotros tenemos un modelo
infinitamente perfecto, e infinitamente hombre. Frente a una sociedad que
destruye las relaciones de familia y hasta el mismo concepto de la Patria,
nosotros levantamos en una Cruz al Rey que muere por su Iglesia”, decía ese texto
inaugural.
“La opción que se nos plantea hoy desde una sociedad cada vez más
secularizada y anticatólica -leyó el orador- es precisamente
incompatible con nuestro modelo, que es Cristo”.
Luego de
esas palabras iniciales, pasadas las 11 de la mañana, los feligreses se
pusieron de rodillas, en una imagen impactante, para comenzar a rezar ante dos
estatuas de la Santísima Virgen María, una de Nuestra Señora del Rosario y otra
de la Virgen de Luján, tal como sucedió el pasado 28 de mayo, cuando la
convocatoria fue nacional.
El
recogimiento se vio afectado por el ensordecedor sonido ambiente, que provenía
de un festejo popular que tenía lugar sobre unas gradas dispuestas apenas a
unos metros de distancia, frente al Palacio de Gobierno de la Ciudad. Allí,
personas con atuendos tradicionales del altiplano bailaban y cantaban al son de
una música cuyo volumen ahogó por largos momentos la oración.
Un contrapunto de sonidos entre las dos convocatorias que, dicho sea de paso,
es inexplicable que se haya producido. Porque ambas
movilizaciones debieron pedir sus respectivos permisos al gobierno de la Ciudad
y no era muy difícil de prever que se iba a producir ese entorpecimiento, más
grave y dañino en lo que respecta a este acto de devoción católica, que es la
fe de nuestra nación. Pero es un contraste que le dio, de alguna forma, su
nota a la jornada. El contraste entre el mundo y la fe, entre la esfera y
la cruz.
Como sea,
fue conmovedor otra vez ver cómo hombres mayores se esforzaban por mantenerse
postrados hasta que no resistían más, para luego perseverar en la oración de
rodillas. A uno y otro lado, sacerdotes estuvieron disponibles para
confesiones.
Mientras se
recorrían las cuentas de los misterios gozosos, las reflexiones preparadas para
la ocasión invitaron a meditar sobre “la obediencia de la fe”, el “amor
fraterno”, “la pobreza de espíritu”, “el amor a la ley de Dios” y “el deseo y
la búsqueda de Dios”.
Al finalizar
el rosario, los fieles peregrinaron alrededor de la Plaza de Mayo con la imagen
en andas de la Virgen del Rosario. Otra vez volvieron a resonar los gritos
de “Viva Cristo Rey” y “Viva la Argentina católica”.
El recorrido terminó en el interior de la catedral, donde esta vez, además de
verse al arzobispo emérito de La Plata, monseñor Héctor Aguer, que había estado
al frente del rosario en mayo, se hizo presente monseñor Enrique Eguía Seguí,
obispo auxiliar de Buenos Aires, quien dio la bendición final.
El rosario
se ofreció “en reparación por las muchas ofensas cometidas contra el
Inmaculado corazón de María, por el fin del aborto en el mundo, porque sepamos
llevar la cruz que Dios nos ha regalado en nuestro breve tránsito por la
Tierra, por la castidad que nos atañe, y especialmente por nuestros hermanos
perseguidos”.
En particular se mencionaron los casos de Nicaragua, China, Oriente Medio,
Nigeria y tantos otros lugares, pero también se aludió a “nuestra San
Luis, que hoy mismo está sitiada, sin poder celebrar la liturgia pública,
con las imágenes de nuestra Madre ocultas y a resguardo” por un encuentro
Plurinacional de Mujeres. Otro ejemplo de ese contraste entre el mundo y la fe
que también estuvo presente este sábado en la Plaza de Mayo.
Fuente:https://www.laprensa.com.ar/521210-El-mundo-unido-en-un-Rosario-de-hombres.note.aspx