Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

lunes, 10 de noviembre de 2025

MARÍA CORREDENTORA

 


por DON CURZIO NITOGLIA

 

Introducción

 

El papa Bergoglio había negado varias veces —con bromas de pésimo gusto— que María fuera Corredentora, llegando incluso a calificar la Corredención como una “tontería”, es decir, una estupidez.

Ahora, el papa León XIV quisiera dar una sistematización doctrinal más “seria”, por medio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a las declaraciones improvisadas de Bergoglio.

De hecho, el documento Mater populi fidelis (del 4 de noviembre de 2025) de dicha Congregación, en la nota n.º 11, escribe: “es siempre inapropiado usar el título de Corredentora”.

De ello se deduce que León XIV es, en cierto sentido, aún peor que Bergoglio, aunque parezca imposible lograr semejante hazaña.

 

Importancia de la cuestión

 

La cooperación de María en la Redención de Cristo (Corredención, Mediación universal y Dispensación de las gracias) no es un asunto menor dentro de la teología dogmática católica; de hecho, toca el corazón mismo del dogma, es decir, la Salvación del género humano.

Después del pecado de Adán, Dios era libre de redimirnos o no (la gracia no se debe a la naturaleza, sino que es un don gratuito de Dios). Además, en cuanto al modo de realizar la eventual Redención, Dios era libre de redimirnos solo por medio de Cristo, o bien, con Cristo a través de María, su verdadera Madre.
Por eso, es necesario estudiar en las dos fuentes de la Revelación (la Sagrada Escritura y la Tradición), interpretadas por el Magisterio, qué es lo que Dios ha establecido.

 

Mediación de María en general

 

Santo Tomás (Suma Teológica, III, q. 26, a. 1) enseña que, para que una persona pueda llamarse mediadora, se requieren dos condiciones:

1.º) que sirva de medio entre dos extremos (mediación natural, física u ontológica);
2.º) que una a los dos extremos (mediación moral).

En pocas palabras, el mediador es una persona que:

1.º) se interpone ontológicamente entre otras dos con su presencia física,
2.º) para unirlas o volver a unirlas moralmente con su acción (si estaban unidas y luego se habían separado por discordia).

Ahora bien, María posee perfectamente estas dos características:

1.º) está ontológicamente en medio entre el Creador y la criatura, siendo verdadera Madre del Verbo Encarnado y verdadera criatura racional, y como verdadera Madre de Dios Redentor;

2.º) ha actuado moralmente para reconciliar al hombre con Dios.

Por tanto, tiene algo en común con los dos extremos, sin identificarse completamente con ninguno de ellos:

a) en cuanto Madre de Dios, se acerca al Creador y se aleja de las criaturas;
b) mientras que, como verdadera criatura, se aleja del Creador y se acerca a las criaturas.
Por eso, en cierto sentido, conviene con los dos extremos, y en otro sentido se distingue de ellos.

Además de la mediación ontológica entre Dios y el hombre, María ejerce también la mediación moral entre ambos: con su “fiat” al aceptar en su seno la Encarnación del Verbo que habría de morir en la Cruz (cooperación remota o preparatoria a la Redención de Cristo), restituyó consciente y voluntariamente a Dios —o a su gracia santificante— al hombre herido por el pecado de Adán, y al hombre le devolvió la filiación sobrenatural con Dios, haciéndole reencontrar la gracia divina.

viernes, 7 de noviembre de 2025

FREMET ET TABESCET - A PROPÓSITO DE LA ESCANDALOSA NOTA DOCTRINAL “MATER POPULI FIDELIS” - MONS. CARLO MARIA VIGANÒ

 


No es, por tanto, solo a Tucho Fernández a quien debe reprocharse esta abominable Nota, sino a todo el establishment vaticano y a sus vértices. Un establishment que, mientras exalta “la infinita dignidad del hombre” rebelde a Dios, no duda en humillar la dignidad de la Mujer envuelta en Luz. Y esto no desde hoy ni desde ayer, sino desde hace sesenta años, es decir, desde cuando la camarilla que acababa de lograr rechazar los esquemas preparatorios del Concilio logró también que fuese suprimida la proclamación del dogma de la Corredención de María Santísima, auspiciada por gran parte del Episcopado mundial y juzgada “poco ecuménica” hacia los disidentes protestantes.

 

A propósito de la escandalosa Nota doctrinal
“Mater populi fidelis”

 

La Nota Doctrinal presentada en los días pasados en el Vaticano con el único incipit en latín, Mater populi fidelis, constituye el enésimo y escandaloso ultraje de una Jerarquía traidora y desviada, que desde hace más de sesenta años, en un crescendo imparable, usa su propia autoridad para imponer artificiosamente a los Católicos sus propias desviaciones doctrinales y morales, con el fin de desmantelar la Iglesia Católica y perder las almas. La prisa —se diría casi la furia— por destruir es tal, que hace evidentes incluso las contradicciones existentes dentro de la misma estructura sinodal, afectada por un significativo bipolarismo patológico: por una parte, declara impropio el título mariano de Corredentora atribuido a la Virgen María, y por otra promueve doctor Ecclesiae a John Henry Newman, quien había defendido ese título contra los Anglicanos después de su ataque al dogma de la Inmaculada Concepción.

La indignación y el sentimiento de ultraje que invade a todo Católico ante la denigración de la Santísima Virgen hace arduo dominar la santa ira que toma al fiel cuando escucha vilipendiada a la Madre de Dios. Pero es precisamente en los momentos en los que el enemigo nos provoca para obtener de nosotros una reacción “exagerada” cuando es necesario mantener la máxima lucidez de juicio.

Al analizar y sopesar el alcance de ciertas afirmaciones, es indispensable recordar que todas las declaraciones y acciones de los funcionarios de la iglesia sinodal son artificiosas y engañosas. Ellas nos llevan a seguir al adversario en el terreno al que él quiere conducir el enfrentamiento, mientras que es precisamente allí donde no debemos dejarnos atraer en absoluto, si no queremos caer en la trampa que estos herejes nos han tendido astutamente.

Digámoslo sin rodeos: a Tucho Fernández no le importa nada la Corredención, ni mucho menos los posibles malentendidos de los fieles. Y sería patético pensar que quiere reafirmar la única mediación de Nuestro Señor, cuando ambos sus empleadores —Bergoglio y Prevost— sostienen que todas las religiones llevan igualmente a Dios. A Tucho Fernández tampoco le interesa la difusión de errores doctrinales que el Dicasterio por él indignamente presidido debería condenar prontamente, y que, por el contrario, alimenta deliberadamente. Nadie se preocupó por posibles “malentendidos doctrinales” cuando se intentó hacer pasar el inmundo ídolo de la Pachamama como imagen de la Virgen que lleva en su seno al Señor, después de que los fieles se levantaran escandalizados por el culto rendido por Bergoglio y sus cómplices a un horrendo simulacro pagano.

La confusión y la contradicción son la nota distintiva de la iglesia sinodal, su “marca de fábrica”, por así decirlo. Es, en efecto, en la aceptación de la contradicción donde el fiel debe abdicar de su propia razón y del Sensus Fidei, como una professio apostasiae exigida al seguidor.

Tucho Fernández tiene la sensibilidad espiritual de una azada y la erudición de un manual de montaje de IKEA, y está demasiado ocupado en hacer olvidar sus obscenos libelos, después de haber montado ese vergonzoso proceso-farsa “por cisma” en mi contra y firmado el Decreto de mi “excomunión”. Sus prioridades no son las de un Pastor devorado por el celo de la gloria de Dios y de la salvación de las almas, sino las de un cínico burócrata, sin Fe, nombrado con la tarea de demoler el papel, el prestigio, la credibilidad, la autoridad y la autoridad suprema, sagrada y universal de la Congregación del Santo Oficio que ya Montini había degradado a Congregación para la Doctrina de la Fe y que Bergoglio ha renombrado Dicasterio.

Si, por tanto, Tucho ha promulgado esta Nota, lo ha hecho por otros fines y es en estos en los que hay que detenerse, si se quiere comprender la índole herética y el alcance destructivo de su obra subversiva. No olvidemos que este documento estaba en preparación desde tiempos de Bergoglio y que fue publicado después de la homilía pronunciada el pasado 26 de octubre por Prevost con ocasión de la peregrinación jubilar de los “equipos sinodales y de los organismos de participación”:

jueves, 6 de noviembre de 2025

YO SEMBRARE DISCORDIAS ENTRE TI Y LA SERPIENTE...

 





Yo sembraré discordias entre Ti y la serpiente,

entre Tu Hijo y el suyo, hoy, y mañana, y siempre

 

-dijo la Voz del Padre, como abismo a otro abismo.

Y desde entonces, Madre, desde el primer principio,

 

Tú fuiste la estratega de todos Sus ejércitos.

Cual se funde la brisa con la rosa en el viento,

 

Tu hueste fue la hueste de la sola justicia

contra el solo pecado sin justicia, oh María.

 

De un lado el mal sin Bien. Del otro, El Bien sin mal.

¿Qué vínculo, Señora, entre Cristo v Satán?

 

Y Tú militas siempre con El Único Bien.

¿Qué vínculo, María, entre el aroma y la hez?

 

Por Amor consagrada, como Madre de Dios,

Te ha preservado inmune: ¡Tú, paraíso y flor!

 

¡Tú, en La Pasión del Hijo, La Compasión del Gólgota!

¡Y con siete puñales, Tú, La Corredentora!

 

Por El, con El y en El, eres, Madre, lo que eres.

¿Por Quién claman los labios cuando claman con fiebre?

 

Después del Inefable, del Verbo de la Vida,

corona, cetro y cúspide que la creación sublima,

 

nunca a tal alta cumbre subió a Dios nuestra carne,

cual Tú, Esclava y Princesa, excelsa como nadie.

 

¡Inmaculada y Pura, Prodigio entre prodigios!

¡Oh Tú, Corredentora redimida por Cristo! Amén.

 

FRAY JERONIMO VERDUZCO, O.F.M.


NOTA:

Acerca de la "Corredentora redimida”:

“Mientras los demás mortales son liberados por los méritos de Cristo Redentor (mediante el santo bautismo) de la culpa heredada, María, y sólo María entre todos, es preservada de la culpa y, por consiguiente, es redimida por Cristo de un modo más sublime que aquel con el que fueron redimidos todos los demás, o sea, con una redención preservativa. Es decir, que si todos los demás fueron levantados por Cristo después de la caída, Ella, y sólo Ella, fue preservada de caer. […] a)La redención preservativa de María es abiertamente, y hasta específicamente, distinta de la redención liberativa de todos los demás hombres; la preservación de la contaminación de la culpa es, en efecto, específicamente diversa de la liberación de la misma ya contraída; b) la redención preservativa de María precede (en el orden de intención) a la redención liberativa de todos los demás hombres; en primer lugar Cristo redimió a la Virgen y luego, junto con la Virgen, a todos los demás; c) la redención preservativa de la Virgen (distinta de la de todos los otros, y anterior a la de todos ellos), fue ordenada a la redención liberativa de todos los otros: sólo el que está inmune de culpa —como ya hemos dicho— puede cooperar a librar a los demás de la culpa. La redención pasiva de la Virgen estaba, por consiguiente, ordenada a la redención activa de todos los demás hombres y encontraba en ésta su razón fundamental de existir”.

(Diccionario Mariano, P. Gabrielle M. Roschini, O.S.M., Presidente de la Facultad Teológica «Marianum, 1961).


miércoles, 5 de noviembre de 2025

HUMILITAS - POR MONS. CARLO MARIA VIGANÒ

 


Homilía en la fiesta de San Carlos Borromeo.

 

Una vez que el fundamento es destruido, todo lo que fue construido sobre él se derrumba y cae en ruinas.

En las últimas semanas, los acontecimientos que afectan al cuerpo eclesial nos han llenado de gran dolor, porque aquello que temíamos desde los primeros discursos de León se ha materializado muy por encima de nuestras peores expectativas. Hemos sido testigos de la “peregrinación jubilar” a la Basílica de San Pedro de activistas LGBTQ, promovida por su capellán, el jesuita James Martin, y celebrada por el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Francesco Savino. Hemos visto a Prevost bendecir un bloque de hielo y predicar la conversión ecológica para ratificar y hacer propaganda de la fantasmagórica emergencia climática. Hemos visto al jefe de la Iglesia de Inglaterra recibido en el Vaticano con todos los honores —y con su “esposa” concubinaria— para dar nuevo impulso al compromiso con los objetivos sostenibles de la agenda globalista. Durante esa visita, la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pablo Extramuros fueron profanadas mediante la communicatio in sacris con pseudo-ministros de una secta cismática y herética, carente de Sucesión Apostólica. Hemos sido testigos de la Misa Pontifical Tridentina de Summorum Pontificum, con los cardenales Zuppi y Burke aclamados por conservadores y pseudo-tradicionalistas, mientras que la Conferencia Episcopal Italiana publicaba un documento promoviendo a las personas LGBTQ y normalizando la sodomía. Hemos escuchado a León pronunciar una homilía para la peregrinación jubilar de los “equipos sinodales y organismos de participación” (nótese la terminología propia del Komintern) en la que afirmaba que “nadie posee la verdad completa”, desautorizando de hecho al Papado Romano y a la Iglesia Católica. Y aún hay más: nuevamente a la estela del ecumenismo conciliar —que nunca ha sido suficientemente deplorado—, el 28 de octubre León participó en el “Encuentro Internacional por la Paz” organizado por la Comunidad de Sant’Egidio en el “espíritu de Asís”, ante el Arco de Constantino, precisamente en el día en que, en el año 312 d. C., el Emperador obtuvo la victoria sobre los paganos en el Puente Milvio, después de haber puesto la cruz de Cristo en sus estandartes. Esa misma tarde, León asistió en el Aula Pablo VI a un evento conmemorativo de la Declaración Conciliar Nostra Aetate que incluyó dos horas más de abominables actuaciones paganas, esotéricas y cabalísticas.

Finalmente, como si se quisiera sellar esta serie de ataques sistemáticos a la Santa Iglesia con la marca inconfundible del Adversario, León y Tucho Fernández (el pornógrafo) han promulgado hoy un documento que define el título de Corredentora, atribuido a la Virgen Madre de Dios, como “inapropiado”. Tucho y Prevost no hacen sino confirmar su coherencia con los subversores del Concilio Vaticano II, quienes impidieron que el dogma de la Corredención fuera proclamado durante la asamblea solemne, a pesar de la amplia petición del episcopado mundial. Y aquí vemos cómo los herejes revelan su naturaleza anti-mariana, no por casualidad vinculada a su naturaleza anti-católica, porque María Santísima es Madre y Reina de la Iglesia precisamente en virtud de su copasión y corredención. Y Satanás sabe muy bien que su derrota final será sellada por Aquella que aplastará —con su talón virginal— su cabeza rebelde.

Todo esto ha atravesado el corazón de los católicos como la afilada hoja de un puñal; porque ver a nuestra Santa Madre Iglesia desfigurada y humillada por sus Pastores es un espectáculo desgarrador que nunca imaginamos ver, y que muchos se engañaron creyendo que había terminado al concluir el largo “interludio” bergogliano. Pero la evidencia de los hechos ahora nos vuelve a hacer tocar tierra y nos muestra que el Papado Romano ha sido transformado en la función de presidencia de un parlamento sinodal, modelado según las democracias posrevolucionarias, y el Papa en líder de la Religión Universal masónica. La sinodalización de la Iglesia —como he dicho en diversas ocasiones— pretende ser el instrumento de su destrucción, intentando fundir a la Iglesia Católica en el único recipiente de la Religión de la Humanidad, así como la parlamentarización de las naciones fue concebida como el instrumento de su desestabilización, cuyas desastrosas consecuencias estamos viendo con nuestros propios ojos. Por ello, y dada la continuidad de la línea de gobierno de Prevost con la de Bergoglio, no podemos hacernos ilusiones de que las decisiones que ha tomado y las declaraciones que ha publicado sean fruto de la inexperiencia o de la ingenuidad. Constituyen una declaración de intenciones subversivas que no puede ser ignorada.

HACIA EL IDEAL MASÓNICO - POR MONS. MARCEL LEFEBVRE

 


Por MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE

 

Conferencia pronunciada por Mons. Marcel Lefebvre el 21 de noviembre de 1986 en Buenos Aires, sobre la situación de la Iglesia tras la reunión ecuménica de Asís, el 27 de octubre de aquel año.

 

Estoy contento de tener esta oportunidad de hablarles nuevamente, desgraciadamente, en este tiempo, muchas cosas han sucedido y nada ha mejorado. 

Trataré de explicar la situación actual para saber qué hacer como verdaderos hijos de la Iglesia Católica.

Les hablaré, rápidamente, de lo que parece ser el complot urdido contra la Iglesia, en contra de Nuestro Señor Jesucristo, de Dios Padre y, luego, cómo fue posible que esos autores -de los cuales el principal es el mismo Satanás- hayan logrado introducirse en la Iglesia y servirse de sus hombres para concretar sus planes. 

Nos encontramos, sin duda, en una situación trágica, por lo tanto, debemos tomar resoluciones firmes; somos los herederos de Dios que vivimos en esta época, en esta situación de la Iglesia en la que el mismo Papa está comprometido en el camino de la Revolución, por eso hemos de obrar en consecuencia, para defender a todo precio la Fe católica y la Santa Iglesia.


Ustedes conocen el libro de Sardá y Salvany: “El liberalismo es pecado”, este libro fue escrito ya hace casi un siglo y aprobado por San Pío X, aprobado por la Santa Sede. EL LIBERALISMO ES PECADO. ¿Y qué es ese pecado de liberalismo? Es la Revolución del hombre en contra de Dios; el deseo de independencia: el hombre quiso liberarse de Dios, o la libertad del hombre que quiso alejarse de Dios. 

¿De qué hizo la libertad el hombre? ¿Para qué la hizo? Hizo la libertad de pecar, de ser libre para poder pecar, para obrar según su conciencia: libertad de conciencia, libertad de prensa, libertad de pensamiento... 

Antes de producirse esto el hombre dependía de Dios y sentía esa dependencia de la Autoridad Suprema, la Verdad perfecta, la Ley misma [...] ahora festejan la independencia, los países festejan su independencia, no sería nada si se tratara de una independencia de orden político o de un hecho simplemente histórico, lo hacen festejando la de Dios. 

Podríamos preguntarnos ¿qué es ese liberalismo, cuál es su definición? Y diremos que el LIBERALISMO es una religión; una que quiere reemplazar a la Católica; que tiene sus propios sacerdotes: los dirigentes de la Masonería. Ellos son sus sagrados pontífices, ellos enseñaron esta religión en sus logias y desde allí dirigen la operación de destrucción de la Iglesia y de la Cristiandad. 

Esa religión-liberal tiene su culto laico, el de la Diosa Razón, que fuera adorada en la Catedral de París en la Revolución Francesa. El culto a la libertad; ese culto que hace estatuas que reemplazan a las de la Santísima Virgen María y a la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. 

Esta nueva religión tiene su calendario, sus gestas laicas reemplazando a las de Dios con sus mitos: el hombre, la razón, la libertad. El hombre es tratado como todopoderoso, como centro de la Creación, sin deberle nada a Dios. 

EL NEOMODERNISMO CONTRA MARÍA CORREDENTORA - «MATER POPULI FIDELIS» SE OPONE AL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

 


"La cuestión, al fin y al cabo, es clara: el culto pleno a María siempre ha sido un problema para los herejes, y la «paz» con ellos solo puede lograrse ocultando el papel de la Virgen."

 

La «Nota Doctrinal» del Cardenal Fernández (aprobada por León XIV) se opone a la Corredención, contraviniendo el magisterio papal.

Una refutación en tres puntos.

 

La plena continuidad entre Bergoglio y Prevost queda patente una vez más.

Para publicar un artículo sobre el tema, quisimos esperar a ver el texto oficial, y nuestras malas impresiones se confirmaron: el documento es incompleto y débil, pero sobre todo, se opone a una doctrina que ya forma parte del magisterio de la Iglesia. Analicemos los principales puntos críticos.

 

Los problemas del texto ya están claros en el enfoque general 

En el documento, el punto 22 afirma: “Considerando la necesidad de explicar el papel subordinado de María a Cristo en la obra de la Redención, siempre es inapropiado utilizar el título de Corredentora para definir la cooperación de María. Este título corre el riesgo de oscurecer la singular mediación salvífica de Cristo y, por lo tanto, puede generar confusión y desequilibrio en la armonía de las verdades de la fe cristiana”. Esta premisa es falsa, pues un mayor honor a la Madre de Dios —como lo explicaron innumerables santos y doctores— se aplica inevitablemente al mismo Dios: honrar a la Madre del Rey es, aún más, honrar al Rey. Pero el documento va más allá: “Cuando una expresión requiere numerosas y continuas explicaciones para evitar que se aparte de su verdadero significado, no sirve a la fe del Pueblo de Dios y se vuelve inapropiada”. Nos encontramos ante una evidente falacia: todo punto doctrinal debe ser explicado y defendido. La historia de los Concilios es precisamente la historia de las numerosas (a veces complejas, a menudo controvertidas) explicaciones de ciertas verdades específicas. El ejemplo de Homoousion (en griego: μοούσιον,  homooúsion ) es un caso ilustrativo. 



1. La corredención es enseñada por el magisterio de muchos Papas, defendida en documentos oficiales y por santos y teólogos

Dada su amplitud, sería difícil recopilar una lista de fuentes que apoyen claramente la importancia y el valor del título de Corredentora (aquí se incluyen algunos artículos sobre el tema). 

“LA LINEA DE MONSEÑOR LEFEBVRE”

 



Le Sel de la terre n° 132, Junio 2025.

 

La sentencia figura en lugar destacado en cada número de Le Sel de la terre desde su fundación: la revista se sitúa en la línea del combate por la Tradición en la Iglesia emprendido por Su Excelencia Mons. Marcel Lefebvre.

Subrayemos que esta línea se refiere ante todo al combate por la Tradición. No se trata tanto de seguir a una persona cuanto de seguir la consigna sagrada: guardar el depósito de la fe [1]. Pero, en la práctica, Mons. Lefebvre dio el ejemplo decisivo. Al enfrentarse con la Roma conciliar, recordó que el Magisterio es un órgano de transmisión —tradición— esencialmente definido y finalizado por esta operación. Si se emancipa abiertamente de ella y manifiesta su voluntad de adaptar la doctrina cristiana a la mentalidad moderna, pierde todo derecho a ser seguido [2].

En una situación hasta entonces inaudita —un concilio y una serie de papas desviando el magisterio de su finalidad y utilizándolo en sentido contrario—, Mons. Lefebvre supo actualizar la advertencia de san Pablo: “Si nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un Evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Ga 1,8).

Esta gravísima crisis tiene explicaciones humanas. Para defender la fe, fue necesario afirmar cada vez más la importancia del magisterio eclesiástico. Esta insistencia pudo hacer olvidar que dicho magisterio está él mismo al servicio de una Revelación que ya está completa. El efecto de una definición dogmática no es añadir una verdad al depósito de la fe, sino certificar con autoridad que ella pertenece a dicho depósito. Mons. Williamson gustaba compararlo con la nieve, que hace más visible la cima de una montaña. Explicaba:

“No es la definición la que hace la verdad. Solo hace nuestra certeza de la verdad. El orden real es el siguiente:
1º) El objeto real, la realidad.
2º) La verdad de la proposición que enuncia esa realidad.
3º) La definición que viene a reforzar nuestro conocimiento de esa verdad.
4º) La certeza en el espíritu del católico piadoso desde el momento en que sabe que tal verdad es objeto de una definición.
Repito: 1º) Objeto. 2º) Verdad. 3º) Definición. 4º) Certeza.”
(En Le Sel de la terre, n.º 23, p. 21).

Y desarrollaba así su comparación:

(1) La montaña produce (2) la cima, a la cual (3) la nieve solo añade (4) la visibilidad.
¿Quién pensaría decir que es la nieve la que hace la cima, o que es la cima la que hace la montaña?
La Tradición, en el momento de la muerte del último de los Apóstoles, ya constituía todo el cuerpo de la doctrina revelada de la Iglesia; las definiciones de diversas verdades no han añadido nada más a esas verdades que su certeza para los creyentes.
Solo que, a medida que la caridad se enfría, la línea de nieve en la cima desciende.
Pero de ahí a decir que, cuando no hay nieve, no hay montaña, o que donde no hay definición en cuatro condiciones no hay verdad cierta, es perder todo sentido de la montaña, todo sentido de la verdad: es la enfermedad del subjetivismo. [Ibid.]

La definición de la infalibilidad, en 1870, tuvo, a este respecto, su peligro:

“El efecto accidental de la definición de 1870 fue invertir este orden en el espíritu de los católicos y poner la definición antes que la verdad, como si fuese la definición la que hace la verdad. [...] Fue buena per se, porque permitió anclar los espíritus católicos [...].
Pero tan pronto como la definición fue cosa hecha, los liberales cambiaron de táctica: ‘Sí, de acuerdo, [...] hay un magisterio infalible [...], pero por debajo de esta cima, ¿quién ve ahora que algo sea absolutamente seguro?’
Y los liberales empezaron a poner en duda toda verdad por debajo de esa cima constituida por el conjunto de verdades definidas infaliblemente [...].
Los católicos, por más que dijeran que no, que la definición no hace la verdad, que la cima no hace la montaña, que en la enseñanza de la Iglesia hay toda una masa —una montaña— de verdades ciertas por debajo de las del vértice, nada sirvió.
En el espíritu de la gente, poco a poco, fue la cima la que hacía la montaña y no ya la montaña la que hacía la cima.” [3]

Esta desvalorización de la Tradición abría el camino a una noción revolucionaria del magisterio, inaugurada en el Vaticano II. Mons. Lefebvre supo desenmascararla. Denunciando el golpe maestro de Satanás, afirmaba la necesidad de desmitificar una enseñanza conciliar constantemente en la ambigüedad, la incoherencia y la contradicción, que reclama el respeto debido al magisterio sin querer él mismo satisfacer las condiciones de un verdadero magisterio [4].

Frente a la Roma conciliar de Pablo VI, el espíritu de Asís de Juan Pablo II, la Iglesia sinodal de Francisco, la línea de conducta quedó fijada. Y sigue siendo actual.

Entre los hijos de Mons. Lefebvre, honramos en este número a Mons. Richard Williamson. A su persona debemos mucho. Pero más allá de su personalidad —con sus grandes cualidades y sus inevitables defectos— saludemos sobre todo su fidelidad a la línea doctrinal de Mons. Lefebvre.

Su palabra ha permanecido la misma, sin atenuación ni compromiso, hasta su último aliento.

Fidelis inveniatur (1 Co 4,2): ése fue su lema episcopal.

 

[1] — ¡Guarda el depósito! 1 Tim 6, 20; 2 Tim 1, 14.
[2] — Véase a Mons. Tissier de Mallerais, citado y resumido en Le Sel de la terre n.º 131, pp. 47-59.
[3] — Íbid. — Frente a este error, Pío XII recordó en Humani generis (§ 20) que el cristiano no puede limitar mezquinamente su adhesión de fe a los únicos dogmas definidos de modo infalible.
[4] — Véanse especialmente Mons. Lefebvre, El golpe maestro de Satanás (1974; reproducido en Le Sel de la terre n.º 110, pp. 145-148) y Yo acuso al concilio, 1976.

LA MAYOR ENSEÑANZA DE MONS. LEFEBVRE

 


Por MONS. DOM TOMÁS DE AQUINO O.S.B.

De todo lo que Mons. Lefebvre nos enseñó, hay un punto que, me parece, domina sobre todos los demás. Ese punto no es otro que el de escuchar a los Papas. En efecto, si se los hubiera escuchado, ni los Estados católicos habrían sido destruidos, ni la Iglesia habría sido invadida por sus enemigos, que hoy la ocupan.

Dios instituyó la Iglesia para comunicarnos su enseñanza. Escuchar a la Iglesia es escuchar al mismo Dios. Pero ¿cómo discernir la voz de la Iglesia? La lucha de Mons. Lefebvre respondió suficientemente a esta cuestión. Basta con remitirse a ella. El P. Calderón también estudió bien la cuestión. La voz de la Iglesia está en la Tradición.

Pero volvamos más directamente a los Papas. Ellos son el verdadero Magisterio. Los Papas condenaron todos los errores de hoy. No solo los condenaron, sino que también denunciaron a los hombres y las instituciones que los concibieron y los difundieron.

Si no queremos ser sumergidos por esta crisis, escuchemos a Mons. Lefebvre, eco fiel de los Papas, y a los Papas, ecos fieles de la Verdad que es el mismo Dios.

San Benito comienza su Regla con la palabra: «Escucha», dirigida a sus discípulos. La Iglesia, más aún, nos clama: «Escucha, hijo mío, los preceptos de tu Madre e inclina el oído de tu corazón; recibe de buena voluntad y ejecuta eficazmente los consejos de tu Madre, a fin de retornar, por la obediencia, a la Tradición de la cual te apartaste por la negligencia de la desobediencia».

He aquí lo que Mons. Lefebvre nos enseñó. Escuchémoslo. Escuchemos a los Papas de antes del Concilio Vaticano II, y alcanzaremos la cumbre de la doctrina y de la santidad.

 

https://www.mosteirodasantacruz.org/post/o-maior-ensinamento-de-dom-lefebvre

martes, 4 de noviembre de 2025

"DE LA SECTA NEO-MODERNISTA QUE OCUPA LA IGLESIA CATÓLICA"

 



Le Sel de la Terre, Otoño de 2015.

  

Cincuenta años después del Concilio Vaticano II y la subsecuente reacción del movimiento tradicionalista ante la crisis de la Iglesia, se pueden distinguir tres tendencias divergentes sobre la relación a mantener entre la Iglesia Católica y la iglesia oficial. Es decir, entre el Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo y los clérigos y fieles apegados a la Jerarquía y a las reformas posconciliares.

Para algunos, estas son dos Iglesias sustancialmente distintas, absolutamente separadas, y no se puede pertenecer a las dos al mismo tiempo. Estas dos Iglesias tienen una fe diferente, ritos diferentes, una legislación diferente, y es necesario escoger entre una y otra. La lógica lleva también a ya no rezar públicamente por el papa actualmente reinante, pues es el papa de otra iglesia que no es -o ya no es- católica.

Para otros, al contrario, la Iglesia oficial, jerárquica, romana, conciliar no es una iglesia aparte, sino que es verdaderamente la Iglesia católica real, la única, la verdadera, la visible, la Iglesia de hoy, y es inadmisible hacer una distinción real entre la iglesia conciliar, oficial, y la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo. Esta lógica llevará también a pertenecer oficialmente, visiblemente, canónicamente a esta jerarquía, para asegurarse de pertenecer a la única Iglesia, católica y apostólica.

Estas dos concepciones, durante un medio siglo de debates entre tradicionalistas, los han dividido y llevado a formar dos líneas extremas, etiquetadas comúnmente como “sedevacantistas” y “ralliés”. Nuestro análisis puede parecer sumario, pero la experiencia lo ha probado: cuando un tradicionalista, clérigo o laico, ya no hace distinción entre la Iglesia oficial y la Iglesia católica, termina un día u otro poniéndose al servicio de la primera, y así abandona el combate de la fe exigido por la segunda en este tiempo de apostasía inmanente y general.

De hecho, el problema está mal planteado, como si hubiera un dilema entre sólo dos alternativas. Hay una distinción entre la Iglesia oficial y la Iglesia católica, y ésta ha sido hecha por todos nuestros antecesores del combate de la fe después del concilio. Es suficiente con refrescar nuestras memorias y recordar estas fórmulas bien conocidas: “La Iglesia ocupada”, “Roma ocupada”. La Iglesia conciliar y neo-modernista no es por lo tanto ni una Iglesia substancialmente diferente de la Iglesia Católica, ni absolutamente idéntica, ella misteriosamente tiene de la una y de la otra, es un cuerpo extraño que ocupa la Iglesia Católica. Por lo tanto, es necesario distinguirlas sin separarlas.

CUATRO RAZONES PARA RECHAZAR EL NUEVO ROSARIO

 



Por P. FABRICE DELESTRE

 

En un artículo publicado en Le Lien, boletín trimestral de la Cruzada del Rosario, y del cual damos los principales extractos, el P. Delestre presenta cuatro razones para rechazar el nuevo rosario [1].

Le Sel de la terre.

 

1.             — El rosario, tal como ha sido recitado desde la época de santo Domingo (hacia 1170-1221), es decir, desde hace ocho siglos, ha dado innumerables pruebas de su eficacia sobrenatural, tanto en el plano individual (es un instrumento poderoso de santificación, gracias al cual el cielo se ha poblado y se poblará, hasta el fin del mundo, de innumerables elegidos) como en el plano social y político, al asegurar la victoria de la cristiandad sobre los enemigos de la verdadera fe (cátaros, musulmanes y protestantes en particular: toda la historia de la Iglesia desde el siglo XIII da testimonio de ello). El santo rosario, habiendo demostrado así su perfecta eficacia durante ocho siglos para asegurar la salvación de las almas y de la Iglesia militante, no tiene ninguna razón para ser modificado sustancialmente. Además, en sus últimas apariciones de Fátima, reconocidas por la Iglesia y que el Papa evoca en su carta apostólica (§ 7), la santísima Virgen pide, en cada una de sus apariciones, la recitación diaria del rosario tal como siempre se ha practicado.

2. — El Antiguo Testamento contiene 150 salmos, que forman la trama del Oficio Divino o breviario que los sacerdotes están obligados a recitar cada día, en honor de la Santísima Trinidad y de Nuestro Señor Jesucristo. Este Oficio Divino está ordenado de tal modo que, cada semana, el sacerdote recita al menos una vez cada salmo. El rosario, con sus 150 Ave María recitados en honor de Nuestra Señora, ha sido siempre considerado, en el espíritu de la Iglesia, como el equivalente del Oficio Divino; por esta razón fue llamado “el salterio de Nuestra Señora”, lo que tenía la ventaja de subrayar bien el lugar especial y único ocupado por Nuestra Señora en la devoción de la Iglesia, y por consiguiente el culto particular que se debe rendir a la santísima Virgen María: el culto de hiperdulía.
El mismo Papa subraya esta correspondencia entre las 150 Ave del rosario y los 150 salmos del Antiguo Testamento (§ 19). ¿Por qué entonces añadir cinco nuevos misterios, haciendo así pasar el rosario a 200 Ave María, lo cual introduce confusión y rompe la bella simetría que expresaba tan bien la verdadera devoción de la Iglesia en toda su riqueza tan perfectamente ordenada?

3. — De igual modo, hay una elocuente correspondencia entre los quince misterios del rosario y los tiempos más importantes del año litúrgico:
— los cinco misterios gozosos, centrados en la encarnación y el nacimiento de Nuestro Señor, hacen eco a los tiempos litúrgicos del Adviento y de la Navidad;
— los cinco misterios dolorosos nos sumergen en el espíritu del tiempo de Cuaresma, todo orientado hacia la pasión de Nuestro Señor y su muerte en la cruz;
— finalmente, los cinco misterios gloriosos recuerdan a nuestras almas el tiempo pascual y su espíritu lleno de gozo y de esperanza sobrenatural [2].

Pero mientras que el año litúrgico tiene por fin “hacer que el cristiano participe, estación por estación y casi día por día, de los sentimientos de Cristo en sus diversos misterios y así [hacer] vivir al hombre de la vida en Dios [3]”, el rosario considera los principales misterios de la vida de Nuestro Señor de otro modo: “Prestando una atención muy explícita al lugar que ocupa Nuestra Señora en ellos [4].” De ahí se sigue que el año litúrgico y el santo rosario, complementarios uno del otro, tienen cada uno su lugar bien definido en la vida cristiana: “[…] La liturgia no suprime el rosario, que posee un carácter propio e irreductible [5].”

Proponer cinco nuevos misterios, centrados en Nuestro Señor y de los cuales María está casi totalmente ausente [6], “a fin de dar una consistencia claramente más cristológica al rosario [7]”, equivale a desnaturalizar este último al no respetar su especificidad, lo cual es muy grave. Hay aquí un peligro muy real que puede conducir a un nuevo desprecio del rosario y a nuevos ataques contra su utilidad en la vida cristiana: si se hace perder al rosario su “carácter propio e irreductible”, se volverá inútil para muchos, pues será considerado como redundante respecto de la liturgia.

OBSERVACIONES COMPLEMENTARIAS SOBRE EL NUEVO ROSARIO

 



por JOHN VENNARI

 

«Cuando se vive del espíritu de novedad, siempre se necesita una nueva novedad». Es con esta ocurrencia de Mons. Fulton J. Sheen que el publicista estadounidense John Vennari introduce el estudio que dedica al nuevo rosario en sus Catholic Family News [1]. En él desarrolla numerosos puntos ya mencionados más arriba. Al igual que el Padre Delestre, muestra que este nuevo rosario destruye la noción misma del salterio de Nuestra Señora. También subraya la muy significativa ausencia de toda referencia a la batalla de Lepanto en la carta Rosarium Virginis Mariæ.

De este largo análisis, solo ofrecemos algunos extractos que complementan los estudios anteriores. La traducción ha sido realizada por nosotros, así como los resúmenes entre corchetes que separan las citas de John Vennari.

Le Sel de la terre.

 

Desmantelamiento del salterio de Nuestra Señora

 

Imaginen que retrocedemos en el tiempo para interrogar a uno de los papas anteriores al Vaticano II, y que le preguntamos por qué ninguno de ellos añadió jamás nuevos misterios al rosario. La respuesta es fácil de imaginar:

«Porque —dirá el papa preconciliar— añadir cinco nuevos misterios significaría añadir cinco nuevas decenas al rosario. Y si añado cinco nuevas decenas, el rosario ya no podrá ser llamado el salterio de Nuestra Señora. Hasta ahora, la tradición católica, mis santos predecesores y nuestra Madre del cielo se han referido al rosario como el salterio de María, porque los ciento cincuenta Ave de las quince decenas del rosario corresponden a los ciento cincuenta salmos de David. Sería realmente atrevido de mi parte añadir ahora cinco decenas más. Eso sería destruir el concepto mismo del salterio de María, mientras que este término, santificado por un uso multise­cular, explica el origen y la esencia del rosario, y ha sido utilizado por la Reina del cielo misma. Además, si impongo al rosario este cambio radical, ¿qué podrá impedir cambios aún más radicales en el futuro?» […]

Santo Tomás de Aquino explica que el salterio de David, que comprende ciento cincuenta salmos, puede dividirse en tres partes iguales, de cincuenta salmos cada una. Estas tres partes iguales representan de forma figurada las tres etapas en las que los cristianos se encuentran: estado de penitencia, estado de justicia y estado de gloria. De la misma manera, explica el padre Antoine Fuerst, «el rosario de María está dividido en tres partes de cincuenta Ave cada una, que corresponden perfectamente a las fases de la vida de los fieles: penitencia, justicia y gloria [2].»

[John Vennari muestra luego cómo este nombre de salterio de Nuestra Señora constituye verdaderamente la denominación original del santo rosario (el beato Alain de la Roche protestó vigorosamente contra la sustitución de este término por los de “rosario” o “chapelet”), y pertenece al lenguaje común de los papas, en particular León X, San Pío V, León XIII y Pío XI.]

 

Fátima y el nuevo rosario

 

En Fátima, la Madre de Dios no pidió un rosario radicalmente renovado. A través de los niños, nos dijo que recitáramos cada día «un tercio del rosario [3]», y nos advirtió de las terribles consecuencias que acarrearía el desconocimiento de sus peticiones. Pero ahora, gracias a la reciente actualización, todo nuevo libro que reproduzca exactamente estas palabras de Nuestra Señora de Fátima deberá incluir una nota a pie de página para explicar que la expresión «un tercio del rosario» significa cinco decenas, ya que un tercio de un nuevo rosario sería de 6,66 decenas. […]

“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”

  “ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”           Por FLAVIO MATEOS   El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...