por DON CURZIO NITOGLIA
Introducción
El papa Bergoglio había negado varias veces —con bromas de pésimo gusto—
que María fuera Corredentora, llegando incluso a calificar la Corredención como
una “tontería”, es decir, una estupidez.
Ahora, el papa León XIV quisiera dar una sistematización doctrinal más
“seria”, por medio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a las
declaraciones improvisadas de Bergoglio.
De hecho, el documento Mater populi fidelis (del 4 de noviembre
de 2025) de dicha Congregación, en la nota n.º 11, escribe: “es siempre
inapropiado usar el título de Corredentora”.
De ello se deduce que León XIV es, en cierto sentido, aún peor que
Bergoglio, aunque parezca imposible lograr semejante hazaña.
Importancia de la cuestión
La cooperación de María en la Redención de Cristo (Corredención,
Mediación universal y Dispensación de las gracias) no es un asunto menor dentro
de la teología dogmática católica; de hecho, toca el corazón mismo del dogma,
es decir, la Salvación del género humano.
Después del pecado de Adán, Dios era libre de redimirnos o no (la gracia
no se debe a la naturaleza, sino que es un don gratuito de Dios). Además, en
cuanto al modo de realizar la eventual Redención, Dios era libre de redimirnos
solo por medio de Cristo, o bien, con Cristo a través de María, su verdadera
Madre.
Por eso, es necesario estudiar en las dos fuentes de la Revelación (la Sagrada
Escritura y la Tradición), interpretadas por el Magisterio, qué es lo que Dios
ha establecido.
Mediación de María en general
Santo Tomás (Suma Teológica, III, q. 26, a. 1) enseña que, para que una
persona pueda llamarse mediadora, se requieren dos condiciones:
1.º) que sirva de medio entre dos extremos (mediación natural, física u
ontológica);
2.º) que una a los dos extremos (mediación moral).
En pocas palabras, el mediador es una persona que:
1.º) se interpone ontológicamente entre otras dos con su presencia
física,
2.º) para unirlas o volver a unirlas moralmente con su acción (si estaban
unidas y luego se habían separado por discordia).
Ahora bien, María posee perfectamente estas dos características:
1.º) está ontológicamente en medio entre el Creador y la criatura,
siendo verdadera Madre del Verbo Encarnado y verdadera criatura racional, y
como verdadera Madre de Dios Redentor;
2.º) ha actuado moralmente para reconciliar al hombre con Dios.
Por tanto, tiene algo en común con los dos extremos, sin identificarse
completamente con ninguno de ellos:
a) en cuanto Madre de Dios, se acerca al Creador y se aleja de las
criaturas;
b) mientras que, como verdadera criatura, se aleja del Creador y se acerca a
las criaturas.
Por eso, en cierto sentido, conviene con los dos extremos, y en otro sentido se
distingue de ellos.
Además de la mediación ontológica entre Dios y el hombre, María ejerce también la mediación moral entre ambos: con su “fiat” al aceptar en su seno la Encarnación del Verbo que habría de morir en la Cruz (cooperación remota o preparatoria a la Redención de Cristo), restituyó consciente y voluntariamente a Dios —o a su gracia santificante— al hombre herido por el pecado de Adán, y al hombre le devolvió la filiación sobrenatural con Dios, haciéndole reencontrar la gracia divina.











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