NOTA PREVIA DEL BLOG: Este artículo fue escrito hace
algunos años atrás, 2016 (aparecido primero en el blog Non Possumus y luego en Syllabus)
mucho antes de la última estocada asesina contra la Santísima Virgen por parte
de las autoridades vaticanas encabezadas por el papa León. Se podrá ver que hay
una política continua, coherente y deliberada de excluir a María del plan
salvífico redentor para así, sobre las ruinas del catolicismo, construir una nueva
religión neo-protestante. Nos encontramos, pues, dentro del mensaje de Fátima y
nuestro lugar debe estar junto a la Virgen y, por lo tanto, no podemos estar
bien con todos, es decir también con las autoridades modernistas vaticanas.
Ojalá alguna vez lo entiendan los conservadores, tradiliberales y tradiacuerdistas,
varios de ellos exitosos youtubers e influencers de mucha audiencia y poco
celo católico -como acaba de verse ante los últimos escándalos vaticanos-, para
quienes el problema no está en Roma o en el papa sino en el lefebvrismo y la
resistencia que ellos juzgan “exagerada”. Los conservadores son los mejores
aliados de los progresistas, porque los malos avanzan cuando los buenos no
resisten y se callan. Esta fue la última oportunidad de demostrar quién es
quién en el espectro tradicionalista y en quiénes se puede confiar y en quiénes
no.
Gaude,
Maria Virgo: cunctas hæreses sola interemisti in universo mundo.
Pero
Vos sois, oh Madre santísima, Vos sois y habéis sido la roca contra la cual se
han estrellado todos los errores y Vos lo seréis siempre. Vos sola habéis
triunfado sobre todas las herejías: apenas se ha levantado una en el mundo
cristiano que no os haya atacado; y no hay una sola que no haya sido confundida
por Vos: cunctas hæreses sola interemisti in universo mundo, reconoce toda la
Iglesia con san Agustín: “la victoria que habéis alcanzado, y que alcanzaréis
en todos tiempos sobre todos vuestros enemigos, completará vuestro
triunfo”. (Anuario
de María, M. Menghi - D’Arville)
Si todas las herejías
han atacado a la Santísima Virgen María, ¿qué será el modernismo que es
la cloaca de todas herejías? ¿Cómo no la va a atacar si Ella
es quien aplastará la cabeza de la serpiente infernal? Pero el modernismo no
ataca a Nuestra Madre de manera abierta como Nestorio, Lutero o Calvino o
cualquier otro heresiarca. Poco a poco, el modernismo ha querido despojarla de
sus prerrogativas, de sus glorias, de la devoción del pueblo cristiano hacia
Ella.
Dijo Sor Lucía de
Fátima al P. Fuentes:
“Padre, la Santísima
Virgen no me dijo que nos encontramos en los últimos tiempos del mundo, pero me
lo dio a demostrar por tres motivos: el primero, porque me dijo que el
demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen y una batalla decisiva
es una batalla final, en donde se va a saber de qué partido es la victoria, de
que partido es la derrota. Así que ahora, o somos de Dios o somos del
demonio; no hay término medio”.
El Tercer Secreto de Fátima debía revelarse en 1960, pues en esta fecha sería más claro. En este año, luego de leerlo, el papa Juan XXIII lo desechó diciendo: Esto no concierne a mi pontificado. Después el papa jamás quiso escuchar hablar de Fátima. El futuro cardenal Oddi le preguntó por qué no revelaba el secreto. “No me hable de eso”, respondió el papa. Pero Monseñor Oddi insistió: “Si usted quiere, yo no le hablaré más, pero no podré impedir a la gente de hablar de ello. Yo mismo tuve que hacer una centena de sermones para anunciar su revelación”. De nuevo el papa le respondió: “Ya le dije que no me hable de él”. (Mystères et vérités cachés du troisième secret de Fatima pág. 138).
Juan XXIII inauguró
el Concilio, en octubre de 1962, con un discurso que se hizo célebre por sus
poco afortunadas ironías sobre los niños de Fátima: “Nos parece justo
disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre
infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos fuese inminente”.
(Antonio Socci, el Cuarto Secreto de Fátima).
Nuestra Señora de
Fátima pidió al papa y los obispos de todo el mundo la Consagración de Rusia a
su Corazón Inmaculado. Si se realizaba, habría paz, de lo contrario, Rusia
esparcirá sus errores por el mundo promoviendo guerras y persecuciones contra
la Iglesia.
Entonces, no solo no
se publicó el secreto en 1960, tampoco se realizó (hasta hoy) la Consagración
de Rusia. El papa Juan XXIII rechazó el remedio dado por el Cielo y prefirió el
remedio humano diplomático, ecumenista, conciliador.
En 1963, en la
segunda sesión del concilio, la Comisión presentó un documento preparatorio
"De la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y Madre de los
hombres" (De beata Virgine Matre Dei et hominum), que de acuerdo con
el proyecto original, sería un decreto por separado. Además, 313 padres
firmaron un voto para que el Concilio definiera de manera solemne el dogma de
María Mediadora de todas las gracias y confirmara su título de Corredentora. Al
P. Karl Rahner esto no le gustó en absoluto. En un texto escrito a todos los
participantes de la conferencia de Fulda en agosto de 1963, expresó su gran
preocupación respecto al documento. Si el texto fuese adoptado, “causaría un
daño inimaginable desde el punto de vista ecuménico, tanto para los Orientales
como para los Protestantes”. Rahner sugirió que para reducir su importancia
era necesario presionar, con toda la insistencia posible, para que el esquema se
convirtiera en un capítulo, o el epílogo, del esquema sobre la
Iglesia. Esto, para él, sería “la manera más fácil de suprimir del esquema
las afirmaciones que teológicamente no están suficientemente desarrolladas y
sólo ocasionarían un daño incalculable desde el punto de vista ecuménico”.
El
29 de octubre de 1963, se puso la siguiente pregunta para votación: “¿Les
place a los Padres conciliares que el esquema respecto a la Santísima Virgen
María, Madre de la Iglesia, sea revisado para convertirse en el capítulo VI del
esquema sobre la Iglesia?” Los resultados de la votación fueron de 1114 a
favor y 1074 en contra. (Fuente)
En este día por la
noche, el P. Congar, a quien Juan Pablo II nombrará cardenal, anotó en su diario: “La
mariología, por lo menos la que siempre quieren agregar, es un verdadero
cáncer”. (Mystères et vérités cachés du troisième secret de
Fatima pág. 365)
Por su parte el P.
Berto, teólogo de Mons. Lefebvre durante el concilio, escribió después de esta
votación: “El trabajo fue formidable, esto no es nada; fue sobre todo
doloroso. ¡Cuántas veces, después de los votos del 29 y 30 de octubre, yo
lloré, estallé en sollozos sobre estas pobres hojas que cubría de escritura! El
castigo de Dios vino sobre estos votos. […] El funesto voto de
la víspera, apostatando del Evangelio de las bodas de Caná, lejos de invitar a
la Santísima Virgen, le significó su despido. ¡Ella estorbaba! La Virgen
estorbaba el Concilio que la invitó a salir. ¡Oh! Ella no se lo hizo decir dos
veces. La tierra no tembló, el rayo no cayó en San Pedro. La Virgen María salió
discretamente en un profundo silencio; tan discretamente, en un silencio tan
profundo, que ella no dijo Vinum non habent, y los destinos de la
segunda sesión fueron sellados”.
Y no solo esto. Todos los puntos
mencionados por Nuestra Señora en Fátima fueron ignorados en el Vaticano II: La
devoción a su Corazón Inmaculado no fue ni siquiera mencionado, en cambio, su
fiesta, doble de segunda clase, fue rebajada a una simple memoria facultativa. El
infierno, que tanto terror causó a los niños videntes, ni siquiera fue
mencionado en las actas del concilio. ¡El Rosario, el cual Nuestra Señora pidió
en todas sus apariciones que se rezara, no tuvo el derecho ni de una sola mención!
Y no solamente fue ignorado, peor que
eso: el concilio rechazó claramente reconocer el rosario como oración litúrgica
de la Iglesia. Durante la tercera sesión, el Cardenal Cerejeira, apoyándose
en la petición de ciento trece obispos, pidió modificar el n° 67 de Lumen
Gentium de la siguiente manera: “Que a las “prácticas y
ejercicios de piedad” sea agregado: “entre las cuales se distingue el
rosario”. Pero la comisión encargada de preparar el capítulo sobre la
Virgen María juzgó que “el concilio no debía designar una devoción
particular”. (Mystères et vérités cachés du troisième secret de
Fatima pág. 362).
Debido al ecumenismo,
el concilio ignoró absolutamente el pedido de Nuestra Señora de rezar por la
conversión de los pecadores. El concilio asimismo se negó a tener en cuenta la
condenación del comunismo por la Santísima Virgen en su mensaje del 13 de julio
de 1917 y permaneció mudo sobre el flagelo del siglo XX.
De este modo el concilio se pronunció
contra el mensaje de Fátima. Todos los temas abordados en el secreto de Fátima
fueron descartados de los debates del concilio, incluso podemos decir que fue
en una dirección diametralmente opuesta. Se puede decir que el concilio
Vaticano II fue un contra-Fátima así como fue un contra-Syllabus.
Luego del concilio,
un tal “Grupo ecuménico de Dombes” tomó un gran impulso. Fundado en 1937
por el P. Couturier y el pastor protestante suizo Baümlin, reúne unos cuarenta
teólogos; durante mucho tiempo se ha reunido en la abadía cistercense de
Nuestra Señora de Dombes que le dio su nombre. Se ha dado por tarea, entre
otras cosas, durante más de diez años, “el reflexionar de manera
constructiva sobre las “piedras de tropiezo” marianas entre católicos y protestantes”.
Para ellos, “La
figura de María está marcada por la historia de nuestras divisiones, pero Ella
ha sido iluminada con una nueva luz por el concilio Vaticano II. Al rechazar un
texto separado sobre la Virgen María, los Padres conciliares reemplazaron la
reflexión teológica a su respecto en el conjunto de la teología cristiana y la
han reconducido a sus fuentes en la Escritura y la Tradición de la Iglesia”.
Es así que presentan una conclusión en su escrito “La bienaventurada Virgen
María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de su Iglesia”.
Allí se afirma
también:
“La auténtica
doctrina católica debió evitar los excesos de la devoción Mariana”.
“Sobre el plan
dogmático, la proclamación de los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción
concierne solo a la Iglesia romana que las formuló. En la medida que esta
Iglesia se estime comprometida por sus propias declaraciones sobre la
“jerarquía de verdades”, ella debería reconocer que estos dos dogmas, puesto
que no pertenecen a la expresión común de la fe al momento de la separación, no
pueden obligar a otros cristianos. En efecto, la afirmación de la “jerarquía de
verdades” en el Vaticano II ya no permite sostener, sin poner muchos matices,
ciertas afirmaciones anteriores. Sin duda que la fe es siempre la misma en
tanto que ella responde a la autoridad de Dios revelándose. Pero además de la
dimensión histórica y humana de su transmisión, ciertas declaraciones son tan
fundamentales que se sostienen en el símbolo mismo de la fe; las otras son
subordinadas a las primeras”. (Fuente)
En 2001, la
Pontificia academia mariana concedió su premio al grupo de los Dombes por su
trabajo sobre la Virgen María. (Fuente)
Ya en 1996 el papa
Juan Pablo II invitó a esta misma Pontificia Academia Mariana que en ese año
iba a celebrar su XII Congreso Mariológico Internacional en Polonia, a estudiar
la posibilidad de la definición de los títulos marianos de Mediadora,
Corredentora y Abogada. Tras varias reuniones de trabajo, la Comisión publicó
una declaración donde se hacen las siguientes afirmaciones:
“Los títulos
propuestos –Corredentora, Mediadora y Abogada- resultan ambiguos ya que pueden
entenderse de diversos modos. Nos ha parecido además que no es conveniente
abandonar la línea teológica seguida en el concilio Vaticano II, el cual
no ha querido definir ninguno de ellos: no utilizó en su magisterio el título
de Corredentora; y de los títulos Mediadora y Abogada ha hecho un uso muy
sobrio (Lumen Gentium 62) Aunque se atribuyeran a esos títulos unos contenidos
por los que se pudiera aceptar su pertenencia al depósito de la Fe, su
definición, en la actual situación, no resultaría, sin embargo, teológicamente conveniente,
en cuanto que tales títulos y las doctrinas inherentes a ellos, necesitan
todavía una ulterior profundización y una renovada perspectiva trinitaria,
eclesiológica y antropológica. Finalmente, los teólogos, especialmente los no
católicos, se han mostrado sensibles a las dificultades ecuménicas que
implicaría una definición de los susodichos títulos”. (Osservatore Romano,
4 de junio de 1997, 10).
Vemos entonces que en primer lugar los
dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción son el estorbo para la
“reconciliación” entre católicos y protestantes. Se “resuelve” el punto
invocando la “jerarquía de verdades” establecida en el concilio Vaticano II. En
segundo lugar, se impide la definición del dogma de la Mediación de la
Santísima Virgen y su título de Corredentora y Abogada. En tercer lugar se
insiste en volver a las “fuentes en la Escritura”, remarcar que Lutero y
demás heresiarcas creían en la Virginidad y Maternidad de Nuestra Señora
(ver acá),
olvidando que Lutero entre otras herejías dijo:
“Que la Virgen María
haya sido concebida sin pecado original, de esto no hay una sola palabra ni en
el evangelio ni en otras partes de las Escrituras” (Sermón sobre Lc. 11.27-28)
“La Madre María es,
en verdad, digna de alabanza; pero al alabarla debemos tener mucho cuidado de
no perder de vista al Hijo que Ella os dio”. (Sermón sobre Is. 9: 1-7)
“Cuanto más méritos y
dignidad se atribuyen a María, tanto más mengua la gracia divina y se reduce la
verdad del Magníficat” (Obras
de M. Lutero, Tomo VI, pág. 402).
“El papa quiere que
se ore en el nombre de la Virgen María; esto no significa alabar a María, sino
deshonrarle de la peor manera y convertirla en un ídolo (Segundo sermón sobre el
Magníficat).
“María, la amada y
santa Virgen y Madre de Dios, fue convertida en el papado en execrable ídolo (Comentario
de Gén. Cap. 6: 1-5).
“El cántico Salve
Regina es una gran blasfemia contra Dios pues allí se la llama a María “madre
de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra”. Y no mucho mejor es el
cántico Regina Coeli, donde llaman a María “Reina del Cielo” (Sermón
sobre Mat. I: 1-16).
En 2015, el P.
Raniero Cantalamessa predicó el retiro de Adviento al papa Francisco y a
la curia romana. Allí afirmó:
“La novedad más
grande del trato conciliar sobre la Virgen consiste, como se sabe, precisamente
en el lugar en el que se inserta, y es eso en la constitución sobre la Iglesia.
Con eso el Concilio – no sin sufrimientos y laceraciones- realizaba una profunda
renovación de la mariología, respecto a la de los últimos siglos. El discurso
de María ya no es en sí mismo, como si ella ocupara una posición
intermedia entre Cristo y la Iglesia, sino reconducido, como había sido en
la época de los Padres, en el ámbito de esta última. María es vista, como decía
san Agustín, como miembro más excelente de la Iglesia, pero un miembro de ella,
no fuera, o encima. […]
“Lo que quisiera
hacer es poner de relieve la importancia ecuménica de esta mariología
del Concilio, es decir, cómo podría contribuir – y está contribuyendo- a
acercar a católicos y protestantes sobre este delicado terreno y controvertido
que es la devoción a la Virgen. […]
“No es este el
lugar para hacer una revisión histórica, quiero solamente decir cuál camino me
parece la salida de esta triste situación sobre María. Tal camino pasa por un
sincero reconocimiento por parte de nosotros los católicos por el hecho de que
muchas veces, en los últimos siglos, hemos contribuido a volver a María
inaceptable a los hermanos protestantes, honrándola a veces de manera exagerada
y desconsiderada, y sobre todo no colocando tal devoción dentro de un cuadro
bíblico bien claro que dejara ver su rol subordinado respecto a la
Palabra de Dios, al Espíritu Santo y al mismo Jesús. La mariología en los
últimos siglos se había vuelto una fábrica continua de nuevos títulos,
nuevas devociones, muchas veces en polémica con los protestantes usando
a veces a María -¡nuestra madre común!- como un arma contra ellos”.
El colmo: el día 13
de octubre, 99 aniversario del Milagro del Sol en Fátima y comienzo del centenario,
el papa Francisco recibió a un grupo de luteranos en el
aula Paulo VI, donde se colocó una estatua de Lutero en el lugar de honor y le
fue regalado un libro de lujo con las 95 tesis del heresiarca. La Santísima
Virgen fue de nuevo abofeteada, al igual que en el escandaloso
viaje de
Francisco a Suecia.
(Y entre paréntesis,
¿qué podemos pensar cuando Mons. Fellay fue recibido el mismo 13 de octubre por
Francisco? Sin olvidar, por supuesto, la extraña imagen que pintaron
en la capilla de la FSSPX de Madrid queriendo hacerla pasar por la Virgen
María, así como la horrenda estatua que colocaron sobre la misma).
Así que, siendo el concilio Vaticano II
el origen de esta tremenda Revolución en contra de la Virgen María y contra
Fátima, este mismo concilio, como dice Mons.
Williamson, es el obstáculo para la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón
de María. No debemos aceptar este concilio ni siquiera a la “luz de la
Tradición”.
Como dijo Mons.
Lefebvre: Nosotros hemos querido conservar la fe y abandonar ese medio
que quería convertirnos en protestantes, que quería hacernos abandonar nuestra
santa Religión. Entonces huyamos para conservar nuestra fe, y reunámonos donde
podamos, allí donde el Buen Dios o la Providencia nos indique, un lugar donde
podamos reunirnos para conservar la fe. (Sermón del 22 de diciembre de
1990)
No debemos rendirnos:
“la Santísima Virgen, en estos últimos tiempos en que estamos viviendo, ha
dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no
hay problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual,
que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o a la vida de
nuestras familias, sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida
de los pueblos y naciones. No hay problema, repito, por más difícil que sea,
que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario”. (Entrevista a
Sor Lucía por el P. Alonso).
Y no lo olvidemos, el
decreto ya ha sido firmado por el Altísimo: “Al fin mi Corazón Inmaculado
triunfará”.
Pidamos como San Pio
X: Oh, Virgen Santísima, que habéis sido agradable al Señor y os
convertisteis en su Madre; Virgen Inmaculada en vuestro cuerpo, en vuestra
alma, en vuestra fe y en vuestro amor, mirad con ojos benévolos a los infelices
que imploran vuestra poderosa protección. La serpiente infernal, contra quien
fue lanzada la maldición primera, continúa combatiendo y tentando a los pobres
hijos de Eva. Vos, Madre nuestra bendita, nuestra Reina y Abogada, vos que
habéis aplastado la cabeza del enemigo desde el primer instante de vuestra
concepción, acoged las plegarias que, unidos a vos en un solo corazón, os
rogamos presentéis ante el trono de Dios, para que jamás nos dejemos arrastrar
a las emboscadas que nos son preparadas, sino que alcancemos el puerto de
salvación y que, en medio de tantos peligros, la Iglesia y la sociedad
cristiana canten una vez más el himno de la liberación, de la victoria y de la
paz. Amén.
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