por
DON CURZIO NITOGLIA
Introducción
En este artículo se examinan los
desarrollos más recientes del diálogo judeo-cristiano, y la cuestión de la
mutación ocurrida de la doctrina de la “sustitución” a la doctrina de las
“salvaciones paralelas”, en referencia a la más que significativa visita del
Papa Benedicto XVI a la Sinagoga el 17 de enero de 2010 y al ‘meollo’ de las
palabras que allí fueron pronunciadas tanto por Benedicto XVI como por el
rabino Riccardo Di Segni, así como a los acontecimientos más recientes que se
han sucedido.
IDENTIDAD
ÉTNICA DE ISRAEL, IDENTIDAD ESPIRITUAL DEL CRISTIANISMO
Rabí Riccardo Di Segni
Durante la visita de Benedicto XVI al
Templo Mayor de Roma, fue hecha por parte del Rabino Jefe de Roma, Riccardo Di
Segni, una lección de exégesis sobre “Israel-Pueblo-Tierra”.
En la conciencia judía, dijo Di Segni, es
«fundamental e irrenunciable» recordar que la tierra santa «es la tierra de
Israel» por «la promesa hecha repetidamente por el Señor a nuestros Patriarcas
de darla a sus descendientes». Una promesa, subrayó el rabino, que «se basa en
la Biblia» la cual para católicos y judíos tiene, «aun en las diferentes
lecturas, un significado sagrado».
ATRIBUCIÓN
DE ALCANCE TEOLÓGICO A LA SHOAH
QUE PARA EL CRISTIANISMO NO
ES NI LUGAR TEOLÓGICO NI DOGMA DE FE
Benedicto XVI
Por desgracia, en su discurso en la Sinagoga el Papa afirmó: “La shoah” marca “la
cumbre del camino del odio”, que quería “matar a Dios” (1).
Ahora bien, todo esto no puede quedar sin
consecuencia sobre la tendencia actual – que se va generalizando cada vez más –
de conferir alcance teológico y “neo-dogmático” a un hecho histórico como la
shoah, en cuanto “nuevo Holocausto”, que parece incluso haber querido
reemplazar al de Cristo. En efecto, el odio de satanás movió a unos hombres (el
Sanedrín con el pueblo judío sometido a él y con la connivencia de los
dominadores romanos) a matar a Jesucristo, en su naturaleza humana. Este es el
verdadero vértice del odio contra Dios.
La shoah no es ni un “lugar teológico” – que, en la metodología de Melchor Cano, es un criterio de prueba teológica – ni un dogma de fe, porque los dogmas de fe tienen por objeto exclusivamente verdades reveladas. Ningún cristiano está, por tanto, autorizado a enfatizaciones engañosas.
La pertenencia a la Iglesia no puede ser
condicionada por la aceptación de un hecho histórico, que no es, no puede y no
debe convertirse en un dogma de fe.
En todo caso, se trata de una pertenencia que no concierne al pueblo judío, el
cual está interesado en el diálogo pero no ciertamente en la asimilación;
riesgo que, en cambio, correría la Iglesia, si continuase el proceso de
judaización desencadenado desde hace tiempo y del cual, por ejemplo, entre las
realidades eclesiales emergentes, el Camino Neocatecumenal es una ‘punta’ de
lanza.
DERIVAS
SINCRETISTAS Y MODERNISTAS Y PROCESO DE JUDAIZACIÓN PRESENTES EN LA IGLESIA
Donde se suprime la Presencia Real del
Señor – en una celebración (el rito particular neocatecumenal) la cual ya no es
el Sacrificio eucarístico que reactualiza el Sacrificio de Cristo, sino solo
una fiesta asamblearia que “conmemora” la Cena con la mezcla del recuerdo de la
salida de los judíos de Egipto – ¿no ha entrado acaso ya “la abominación de la
desolación”?
Hoy, en las enseñanzas y en las prácticas, sobre todo a los niveles más
avanzados, se asiste a una progresiva judaización del cristianismo,
arbitrariamente atribuida a un pretendido espíritu-del-concilio, que asume
también connotaciones neo-protestantes.
De este proceso es prueba un reciente
artículo firmado por Marco Cassuto Morselli, “El
judaísmo y los derechos culturales”, donde él afirma, entre otras
cosas:
«No hay una Nueva Alianza, que se
contraponga a una Vieja Alianza. No hay tampoco una única Alianza Viejo-Nueva
que obligaría a los judíos a hacerse cristianos o a los cristianos a hacerse
judíos. Hay una única Torá eterna que contiene muchas Alianzas, los muchos
modos en que el Santo, bendito sea, revela su amor por los hombres e indica los
caminos para llegar al encuentro con Él» (salvo que los judíos siguen siendo
“el pueblo de la Alianza” y nosotros los goyim…).
En la conclusión, Morselli cita a Elias
Benamozegh, el conocido rabino de Livorno, que en una obra póstuma publicada en
París en 1914 escribía: «La reconciliación soñada por los primeros cristianos
como una de las condiciones de la Parusía, o advenimiento final de Jesús: el
retorno de los judíos al seno de la Iglesia, sin el cual las diversas
confesiones cristianas están de acuerdo en reconocer que la obra de la
redención permanece incompleta, este retorno se efectuará no como se lo ha
esperado, sino del único modo serio, lógico y duradero, y sobre todo del único
modo provechoso para el género humano. Será la reunión del judaísmo y de las
religiones que de él derivan, y, según la palabra del último de los profetas,
el sello de los videntes, como los doctores llaman a Malaquías, “el retorno del
corazón de los hijos a sus padres”» (Mal., 3,24) (2).
Esta es una cita instrumental de Malaquías,
que habla también de la reconciliación de los padres hacia los hijos. Y nadie
autoriza a pensar que “los padres” sean los judíos y “los hijos” sean los
cristianos, los cuales son ante todo hijos de Dios en el Hijo (Jn., Prólogo
12-14).
DIÁLOGO
EN “SENTIDO ÚNICO”
Está el hecho de que los judíos se han
reapropiado de algún modo de Cristo como rabino y profeta y no ciertamente como
Dios… y, hoy, en referencia al diálogo, llegan a sostener: «El diálogo
judeo-cristiano había llegado en los últimos meses a un punto de crisis que
parecía insuperable, en torno a la cuestión de la conversión de los judíos. En
un reciente encuentro entre Autoridades rabínicas y Autoridades episcopales
italianas se ha aclarado que no hay ninguna intención por parte de la Iglesia
Católica de operar activamente para la conversión de los judíos y que de
conversión se habla solo en una perspectiva escatológica» (3) (cita del
artículo de Marco Cassuto Morselli arriba indicado – cfr. Comunicado de la CEI
reproducido a continuación).
Ciertamente, no puede existir de parte de
la Iglesia – en materia de conversión, que es un don ligado a la libertad
inviolable de cada uno – ningún comportamiento coercitivo hacia nadie,
incluidos los judíos; pero esto no significa que la Iglesia deba renunciar a
anunciar al Señor a todos, incluidos los judíos. Estos tienen toda la libertad
de seguir rechazándolo y esperar a “su” Mesías, pero no tienen el derecho de
asimilarnos a ellos después de haber aniquilado la Encarnación, el Sacrificio y
la Resurrección de Cristo con la connivencia de la apostasía ya interna a los
hombres de Iglesia.
Es asimismo cierto que los judíos no deben ser perseguidos. El antisemitismo,
la furia destructora contra cualquier pueblo, en cuanto criaturas de Dios, debe
ser condenado sin reservas. Esto parece ser compartido por todo hombre de buena
voluntad, antes aún que por un verdadero cristiano.
Dicho esto, declaraciones como la de la CEI que se
reporta aquí a continuación, así como las expresiones sobre el valor de las
falsas religiones presentes en la Declaración Conciliar Nostra aetate y las ulteriores
posiciones respecto a los judíos no solo no son impuestas con autoridad
infalible, sino que son posiciones “pastorales” ambiguas y peligrosísimas, en
contraste con el Magisterio precedente, también porque abren el camino al
indiferentismo y al relativismo religioso y, peor aún, al sincretismo, cuyos
estragos tenemos ante los ojos día tras día.
En el encuentro con el rabino Laras de Milán y Di
Segni de Roma, el cardenal Bagnasco declaró: «No hay, de la manera más
absoluta, ningún cambio en la actitud que la Iglesia Católica ha desarrollado
hacia los Judíos, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II. A este
respecto, la Conferencia Episcopal Italiana reafirma que no es intención de la
Iglesia Católica obrar activamente para la conversión de los judíos» (4).
En virtud de aquel encuentro y de aquella
declaración de la CEI, se reanudó la celebración común de la Jornada de
reflexión judeo-cristiana, que cae cada año el 17 de enero y que hace tres años
no vio la participación de los judíos.
«Ha sido común la convicción – se lee en el comunicado – de que la reanudación
de tal Celebración ayudará a la comprensión recíproca y hará más fructuosa la
colaboración para el crecimiento del amor hacia Dios y el prójimo. El camino
recorrido en estos últimos decenios ha sido extraordinario y lleno de frutos
para todos. En tal horizonte, por tanto, continuará la reflexión sobre las Diez
Palabras, como Benedicto XVI había auspiciado en la sinagoga de Colonia».
Este año, por lo tanto, para la Jornada de reflexión judeo-cristiana, se retomó
el cuarto mandamiento, según la numeración judía: «Acuérdate del día de Sábado
para santificarlo». «La fe en el Dios de los Padres, recibida como don – se
afirmó al término del encuentro – hace responsables a los creyentes cristianos
y judíos para la edificación de una convivencia basada en el respeto de la
Enseñanza de Dios».
Ahora bien, nosotros no podemos y no debemos
ignorar que la referencia a los diez mandamientos, los judíos la hacen también
cuando atribuyen su observancia a los “noaquitas”, ni podemos olvidar que Noé
para ellos no forma parte de la Historia de la Salvación, la cual comienza con
Abraham, y por eso noaquitas son todos los no judíos, incluidos nosotros,
mientras que los judíos se consideran Pueblo Sacerdotal al cual pertenecen la
Alianza y las promesas.
Por lo tanto, si los hombres de la “Iglesia conciliar” se prodigan en este
reconocimiento, otro tanto no puede decirse por parte de los judíos respecto a
la Iglesia y a los cristianos, que pertenecen a la Nueva y Eterna Alianza, para
ellos inconcebible y todavía por ellos rechazada.
Hay que subrayar, además, que el compromiso
expresado con las palabras: «No es intención de la Iglesia Católica obrar
activamente para la conversión de los judíos» eventualmente podía ser tomado, si
hubiera sido lícito, solo por una persona, que goza de una representatividad
tal como para poder hablar en nombre de la entera Iglesia, y esta persona es el
Papa, y no una simple conferencia episcopal.
CONCLUSIÓN
La irrevocabilidad de la predilección pertenece
al “Nuevo Israel”, es decir, a la Iglesia, fuera de la cual la vieja Alianza no
tiene ni sentido ni fin. Las ramas viejas han sido cortadas y las nuevas han
sido injertadas en el tronco del Israel de Abraham que creyó en el Cristo
venidero. La Ley antigua no tiene por sí misma ya ninguna savia y las ramas
estériles podrán recobrar vida solo del injerto en Cristo (véase San Pablo).
La irrevocabilidad de la predilección está aquí
y solo aquí. El único objeto de una predilección irrevocable es la Iglesia. De
esta predilección irrevocable los judíos incrédulos quedan fuera por su
elección.
La Antigua Alianza vive, en la parte en que
aún debía continuar viviendo después de la venida de Cristo, en la Iglesia que
es el Nuevo Israel, no según la carne, sino fruto de la Nueva y Eterna Alianza.
Viviendo en la Antigua Alianza, la fe de los judíos no justifica ni salva,
porque ya no es la fe de Abraham y de los justos que creyeron en el Cristo
venidero, ni es la de aquellos que han acogido al Cristo venido.
La descendencia permanece “marcada”
eternamente mientras se niegue a reconocer al Señor Jesús. En efecto, si es
cierto que el Señor es fiel a sus promesas y por lo tanto nunca ha revocado la
Antigua Alianza, es igualmente cierto que sus destinatarios la han rechazado, y
que en la Sangre Preciosa de Cristo se ha sancionado la Nueva y Eterna Alianza,
que ha llevado a cumplimiento la Salvación la cual viene, sí, de los judíos,
pero sin prescindir del Señor Jesús.
Por lo tanto, para salvarse, a los judíos
no les basta la Torá y los Profetas (ni mucho menos el Talmud), sino que deben
reconocer a Jesús Señor como Cristo, es decir, como Mesías, como aquel que
debía venir: es precisamente por su fe en el Cristo venidero que Abraham
recibió su justificación y se convirtió en el “padre de los creyentes”.
Ahora los judíos se están reapropiando de
Jesús como rabino, como profeta, pero no ciertamente como Hijo de Dios y por lo
tanto como Dios. Muchos rabinos, como Neusner (5), reconocen Sus enseñanzas que
están ligadas también a las fuentes judaicas, pero rechazan el Sermón de la
Montaña que, curiosamente, sintetiza la Ley Nueva…. Jesús, tanto durante la
Última Cena como en el Calvario, así como más allá de Su tumba vacía, hizo algo
completamente nuevo que estalló en otro horizonte: el de la Creación Nueva, iniciada
por el “fiat” de María y por la concepción virginal de aquel Hijo que dijo otro
“fiat” definitivo.
Esta es la gran, maravillosa, salvadora
herencia que el Señor nos ha dejado, y es también nuestra identidad, sobre la
cual no aceptamos ni interferencias ni descuentos, en el sentido de diluciones
y desvíos aportados por falsos profetas y malos maestros, hijos del modernismo.
En cuanto a las derivaciones sincretistas,
el riesgo que corre seriamente cierta ala posconciliar de la Iglesia, presente
en las declaraciones de muchos obispos (Zollitsch, por ejemplo), es considerar
la Muerte en la Cruz de Cristo solo como un gran acto de solidaridad y no lo
que es y realiza: un sublime acto de Amor, ciertamente, pero un amor
expiatorio, oblativo, don de sí hasta el fin, en el cual se funden Justicia y
Misericordia por parte de Dios y obediencia y entrega total por parte del
hombre-Jesús para todo hombre.
En este sentido, la Cruz de Nuestro Señor
Jesucristo es el Kippur perenne, afirmado por el cardenal Koch y cuestionado
por Di Segni (6); porque es el restablecimiento de la Justicia en el reverso de
la desobediencia original a través del doble «Fiat», el de la Anunciación y su
inseparable relación con el misterio de Getsemaní, cuando “el Soberano de la
Historia dijo el «Fiat» del sufrimiento y de la unión con la existencia de
todos los hombres, para liberar a cada hombre, cada vez único, de la muerte y
hacerlo entrar en otra realidad de vida eterna” (7).
NOTAS:
1 – Discorso tenuto durante la visita
alla Sinagoga di Roma, il 17 gennaio 2009.
2 – MARCO CASSUTO MORSELLI, L’ebraismo e i
diritti culturali, http://www.nostreradici.it/ebrediritti.htm.
3 – Ibidem.
4 – Dichiarazione del card. Bagnasco
nell’incontro con i rabbini Laras e Di Segni, 22 settembre 2009.
5 – JACOB NEUSNER, Disputa
immaginaria tra un rabbino e Gesù, Casale Monferrato, Piemme, 1996.
6 – L’Osservatore Romano, 7 e 29
luglio 2011. Entrambi i testi sono consultabili sulla rete Internet alla
URL http://www.internetica.it/Croce-Kippur_CristianiedEbrei.htm
7 – GIUSEPPE SIRI, Getsemani, Roma,
Comunità SS. Vergine Maria, 1987.
https://doncurzionitoglia.wordpress.com/2025/09/19/contra-ciancias-3/
