"La
cuestión, al fin y al cabo, es clara: el culto pleno a María siempre ha sido un
problema para los herejes, y la «paz» con ellos solo puede lograrse ocultando
el papel de la Virgen."
La «Nota Doctrinal» del Cardenal Fernández
(aprobada por León XIV) se opone a la Corredención, contraviniendo el
magisterio papal.
Una refutación en tres puntos.
La
plena continuidad
entre Bergoglio y Prevost queda patente una vez más.
Para
publicar un artículo sobre el tema, quisimos esperar a ver el texto oficial, y
nuestras malas impresiones se confirmaron: el documento es incompleto y débil,
pero sobre todo, se opone a una doctrina que ya forma parte del magisterio de
la Iglesia. Analicemos los principales puntos críticos.
Los
problemas del texto ya están claros en el enfoque general
En el
documento, el punto 22 afirma: “Considerando la necesidad de explicar
el papel subordinado de María a Cristo en la obra de la Redención, siempre
es inapropiado utilizar el título de Corredentora para
definir la cooperación de María. Este título corre el riesgo de oscurecer
la singular mediación salvífica de Cristo y, por lo tanto, puede generar
confusión y desequilibrio en la armonía de las verdades de la fe cristiana”.
Esta premisa es falsa, pues un mayor honor a la Madre de Dios —como lo
explicaron innumerables santos y doctores— se aplica inevitablemente al mismo
Dios: honrar a la Madre del Rey es, aún más, honrar al Rey. Pero el documento
va más allá: “Cuando una expresión requiere numerosas y
continuas explicaciones para evitar que se aparte de su verdadero
significado, no sirve a la fe del Pueblo de Dios y se vuelve inapropiada”. Nos
encontramos ante una evidente falacia: todo punto doctrinal debe
ser explicado y defendido. La historia de los Concilios es precisamente la
historia de las numerosas (a veces complejas, a menudo controvertidas)
explicaciones de ciertas verdades específicas. El ejemplo de Homoousion (en
griego: ὁμοούσιον, homooúsion )
es un caso ilustrativo.
1. La
corredención es enseñada por el magisterio de muchos Papas, defendida en
documentos oficiales y por santos y teólogos
Dada su amplitud, sería difícil recopilar una lista de fuentes que apoyen claramente la importancia y el valor del título de Corredentora (aquí se incluyen algunos artículos sobre el tema).
En el
punto 18 del documento se lee: «Algunos Pontífices han usado este
título sin detenerse a explicarlo. Generalmente, lo han presentado
de dos maneras distintas: en relación con la maternidad divina, en cuanto que
María, como madre, hizo posible la Redención realizada por Cristo; en
referencia a su unión con Cristo junto a la Cruz redentora». La expresión
elegida resulta, cuanto menos, problemática. En la Enciclopedia
Católica, bajo la entrada Corredentora, se
recuerda que este término «fue usado por primera vez en el siglo XIV, en
el Tractatus de praeservatione gloriosissimae Virginis Mariae por
un Minorite anónimo», encontrándose en algunos decretos del Santo Oficio […] y
de la Sagrada Congregación de Ritos. Y se añade: «Los Romanos Pontífices,
desde Pío IX hasta Pío XII, enseñaron repetidamente, de manera suficientemente
clara, la cooperación inmediata de la Santísima Virgen en la Redención»
[véase el vol. IV, 1950, col. 640]. Para las enseñanzas de estos Papas sobre la
Corredención, remitimos a los textos contenidos en el Libro de
Oro de María Santísima y presentamos al final del artículo una
lista, extraída de dicho volumen, de las principales declaraciones papales, que
son bastante explícitas.
Pero
incluso si admitiéramos —y esto no es en absoluto una concesión— que la doctrina
requería aclaración, no está claro por qué deberíamos evitar proporcionarla
rechazando un título utilizado eficazmente en las encíclicas y decretos de las
Congregaciones.
2. La
inaceptable coartada del no dogma, por dos sencillas razones.
Independientemente
del contenido del documento en cuestión, una excusa inaceptable que se suele
usar para negar o al menos oscurecer la corredención es
recurrir a la no definición del dogma. Pero este argumento se desmorona
fácilmente por dos razones:
A) No
existe un sistema absoluto según el cual lo que no es dogma sea indiferente. De
hecho, los fieles deben un profundo respeto incluso al
magisterio que no es estrictamente infalible (lo veremos con más detalle en el
siguiente punto). Como ya hemos dicho, la cooperación inmediata de la
Santísima Virgen en la Redención ha sido enseñada consistentemente
—por seis Papas— en actos de magisterio inequívoco, así como en otros
documentos oficiales de la Iglesia.
B)
Ciertamente, la Iglesia puede estudiar y revisar posteriormente (siempre con
prudencia y en consonancia con la verdad) aquello que no ha sido establecido
dogmáticamente. Pero aquí surge el problema crucial respecto al «magisterio»
del Vaticano II y posconciliar. ¿Cumple este magisterio los
requisitos mínimos para ser definido como tal, no solo en cuanto al mérito de
lo que parece enseñar, sino también en cuanto al método con
que se propone? ¿Puede realmente reformar? ¿Tiene realmente el poder de obligar,
cuando en toda la vida eclesiástica se sitúa en el centro la libertad
religiosa, es decir, la libertad de las restricciones más necesarias? A
estas y a otras tantas preguntas, solo cabe una respuesta razonable: no.
3. El
neomodernismo contra María Corredentora.
Aunque no
han faltado referencias positivas a «María Corredentora» incluso después del
Concilio Vaticano II, cabe señalar que el considerable estancamiento en
el avance de esta devoción y doctrina relacionada coincide con el triunfo de
los movimientos neomodernistas y ecuménico-indiferentistas en la década de
1960. De nuevo, el punto 18 del documento contiene una confesión a medias: «El
Concilio Vaticano II evitó usar el título de Corredentora por razones
dogmáticas, pastorales y ecuménicas». El problema, al fin y al cabo, es claro: el culto pleno a María siempre
ha sido un problema para los herejes, y la «paz» con ellos solo puede lograrse
ocultando el papel de la Virgen.
Resumen
de algunas enseñanzas papales sobre la Corredención:
Pío IX
– Ineffabilis Deus
De ello se deduce que, así como Cristo, el mediador
entre Dios y los hombres, habiendo asumido la naturaleza humana, aniquiló el
decreto de condenación existente contra nosotros, clavándolo como vencedor en
la Cruz, así también la Santísima Virgen, unida a Él por un vínculo muy
estrecho e indisoluble, pudo expresar, con Él y por medio de Él ,
una enemistad eterna contra la serpiente venenosa y, obteniendo una clara
victoria sobre ella, aplastó su cabeza con su pie inmaculado.[1]
León XIII
– Supremo apostolatus officio
De hecho, la Virgen Inmaculada, elegida para ser
la Madre de Dios, y por esta misma razón hecha corredentora del género
humano, goza con su Hijo de un poder y una gracia tan grandes que ninguna
criatura, sea humana o angélica, jamás ha podido alcanzar ni podrá alcanzar
jamás uno mayor.[2]
León XIII
– Jucunda semper expectatione
“Cerca de la cruz de Jesús estaba María, su
Madre”, quien, movida por un sentimiento de infinita caridad hacia nosotros,
con el fin de aceptarnos como hijos, incluso ofreció a su Hijo a la justicia
divina, muriendo en su corazón con él, traspasada por la espada del
dolor.[3]
León XIII
– Adjutricem populi
De hecho, desde allí, según los planes de Dios,
ella comenzó a velar por la Iglesia y a asistirnos y protegernos como una madre
de tal manera que, así como ella había sido instrumento del misterio de
la redención humana, así también, con el poder casi ilimitado que le había sido
conferido, fue dispensadora de la gracia que para todos los tiempos deriva de
esta redención.[4]
Pío X – Ad diem illum
La consecuencia de esta comunión de sentimientos y
sufrimientos entre María y Jesús es que María «se hizo legítimamente digna de
reparar la ruina humana» y, por tanto, de dispensar todos los tesoros que Jesús
nos obtuvo con su muerte y su sangre. Ciertamente, solo Jesucristo tiene el
derecho propio y particular de dispensar esos tesoros que son fruto exclusivo
de su muerte, puesto que por su naturaleza es el mediador entre Dios y los
hombres. Sin embargo, mediante esa comunión de dolores y angustias, ya
mencionada entre la Madre y el Hijo, a la Augusta Virgen se le concedió ser
«con su Hijo unigénito la más poderosa mediadora y conciliadora del mundo
entero». La fuente es, pues, Jesucristo y «todos hemos recibido algo de su
plenitud; de Él todo el cuerpo, unido en todas sus coyunturas por la
comunicación, recibe el crecimiento propio del cuerpo y se edifica en la
caridad». Pero María, como bien observa san Bernardo, es el «acueducto», o
incluso aquella parte por la cual la cabeza se une al cuerpo y le transmite
fuerza y eficacia; En resumen, el
cuello. San Bernardino de Siena dice: «Ella es el cuello de nuestra cabeza, por
medio del cual comunica todos los dones espirituales a su cuerpo místico». Es
evidente, pues, que debemos atribuir a la Madre de Dios una virtud que produce
gracias: esa virtud que solo proviene de Dios. Sin embargo, puesto que María
sobrepasa a todas en santidad y en unión con Jesucristo, y fue asociada
por Jesucristo en la obra de la redención, ella nos procura de
congruo, como dicen los teólogos, lo que Jesucristo nos procuró de
condigno, y es la suprema dispensadora de la gracia.[5]
Benedicto
XV – Inter Sodalicia
[La Santísima Virgen] estuvo presente en la
crucifixión de su Hijo no sin un plan divino […] sufrió tanto
y casi murió con su Hijo que sufrió y murió, abdicó de sus derechos maternales
sobre su Hijo por la salvación de los hombres, y sacrificó a su Hijo, en la
medida en que le pertenecía, para aplacar la justicia de Dios, de modo
que se puede decir con razón que ha redimido al género humano con Cristo.[6]
Pío XI
– Oración radiofónica para la clausura del Jubileo de la Redención
Humana
Oh Madre de piedad y misericordia, que
estuviste presente como compasiva y corredentora con tu dulcísimo Hijo en
el acto en que realizó la Redención del género humano…, conserva y aumenta
continuamente en nosotros, te rogamos, los preciosos frutos de la Redención y
de tu compasión. [7]
Pío XII
– Mystici Corporis
Finalmente, soportando sus inmensos dolores con un
espíritu fuerte y confiado, más que todos los fieles cristianos, como
una verdadera Reina de los mártires , “completó lo que faltaba a los
sufrimientos de Cristo… por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia” (Col. I,
24).[8]
Pío XII
– Ad caeli reginam
Ahora bien, en la realización de la obra de
redención, la Santísima Virgen María estuvo ciertamente estrechamente
asociada con Cristo […] “Así como Cristo, por el título particular de
redención, es nuestro señor y nuestro rey, así también la bienaventurada Virgen
(es nuestra señora) por la singular contribución que hizo a nuestra
redención , aportando su sustancia y ofreciéndola voluntariamente por
nosotros, deseando, pidiendo y procurando de manera singular nuestra
salvación”.[9]
[1] U.
Bellocchi, Todas las encíclicas y principales documentos pontificiales
emitidos desde 1740: Pío IX, LEV, 1993.
[2] http://www.vatican.va/content/leo-xiii/it/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_01091883_supremi-apostolatus-officio.html.
[3] http://www.vatican.va/content/leo-xiii/it/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_08091894_iucunda-semper-expectatione.html.
[4] http://www.vatican.va/content/leo-xiii/it/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_05091895_adiutricem.html.
[5] https://www.vatican.va/content/pius-x/it/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_02021904_ad-diem-illum-laetissimum.html.
[6] Enc.
Catt., Vol. IV, 1950, entrada: Coredemptrix , col.
640.
[7] Osservatore
Romano, 29/30 de abril de 1935 , cit. en Enc.
Catt., Vol. IV, 1950, entrada: Co-redemptrix , col.
641.
[8] http://www.vatican.va/content/pius-xii/it/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_29061943_mystici-corporis-christi.html.
[9] La
cita entre comillas es de Suárez (De mysteriis vitae Christi ,
disp. XXII, secc. II: éd. Vivès, XIX, 327 ) , aquí retomada
por Pío XII. Véase: http://www.vatican.va/content/pius-xii/it/encyclals/documents/hf_p-xii_enc_11101954_ad-caeli-reginam.html.
FUENTE (EXTRACTO)
http://nonpossumus-vcr.blogspot.com/2025/11/el-neomodernismo-contra-maria.html
