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martes, 4 de noviembre de 2025

¿DEBEN REZARSE LOS MISTERIOS LUMINOSOS?

 



Por P. PETER SCOTT

Publicado en Le Sel de la terre, n.º 78,
Otoño de 2011, pp. 177-179.

 

En su carta apostólica del 16 de octubre de 2002, Rosarium Virginis Mariæ, el papa Juan Pablo II intentó modificar el rosario, añadiendo en particular cinco misterios llamados “misterios luminosos”, para distinguirlos de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.

Desgraciadamente, esta carta, que pretende promover el rosario, está impregnada de naturalismo de principio a fin. Considera el rosario como una experiencia psicológica semejante a las oraciones y meditaciones de las religiones no católicas. De ahí la importancia que atribuye a “la implicación antropológica del rosario” (§ 25), que ilumina el misterio del hombre.

Entre las “mejoras” del rosario propuestas en este espíritu, se encuentra la adición de los misterios luminosos. Estos fueron elegidos expresamente para no ofender a los protestantes; es decir, se hallan enteramente descritos en los Evangelios y ninguno de ellos menciona explícitamente a la Santísima Virgen. Esto concuerda perfectamente con la intención manifiesta del papa de hacer que el rosario sea más “cristocéntrico”, lo cual significa en la práctica que se vuelve menos explícitamente mariano.

Los “cinco momentos significativos —misterios ‘luminosos’” (§ 21) que él escogió son: el bautismo de Cristo en el Jordán, su autorrevelación en las bodas de Caná, el anuncio del Reino de Dios con la invitación a la conversión, su transfiguración y la institución de la Sagrada Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual.

Todos ellos son hermosos episodios tomados de los Evangelios, muy apreciados como manifestaciones de la bondad de Jesús, en los cuales se revela a sí mismo, así como su poder, su misericordia o su reino.

Sin embargo, es muy interesante notar que ninguno de estos “momentos” tiene una relación directa con el misterio de la redención. Solamente la institución de la Sagrada Eucaristía se refiere a él indirectamente, en cuanto es la institución de su renovación incruenta.

La introducción de estos misterios constituye, por consiguiente, una relativización del énfasis tradicional en los misterios esenciales de la redención, contenidos en los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.

No es por casualidad, sin embargo, que los misterios tradicionales del rosario estén centrados en el misterio de la redención: preparado en los misterios gozosos, cumplido en los misterios dolorosos y aplicado en los misterios gloriosos. Si la Tradición nos los ha transmitido de esta manera, es porque son los principales misterios que debemos meditar para ser salvados. Citemos al papa León XIII en una de sus encíclicas anuales sobre el rosario:

“El rosario ofrece un medio práctico y fácil de inculcar y hacer penetrar en las mentes los dogmas principales de la fe cristiana… El rosario […] conduce a contemplar y venerar sucesivamente los principales misterios de nuestra religión: aquellos en primer lugar por los cuales el Verbo se hizo carne, y María, madre y siempre virgen, acepta con santa alegría esta maternidad; luego las amarguras, los tormentos, los suplicios de Cristo sufriente, que pagaron la salvación de nuestra raza; y finalmente, sus misterios gloriosos.” [1]

El resultado de este cambio de orientación es que se desvía poco a poco la atención de los fieles de la redención, concebida como el rescate de las almas de los pecadores, como el precio del pecado que debía pagarse, la satisfacción por la ofensa hecha a Dios. La nueva teología llamada “del misterio pascual” considera que eso no es necesario, que Dios no es tan infantil como para exigir el pago de un rescate por los pecados y, por consiguiente, que basta con meditar la manifestación del amor de Dios, de su gloria o de su misericordia.

Porque “cada uno de estos misterios es una revelación del Reino ya presente en la persona de Jesús” (Rosarium Virginis Mariae, § 21). La consecuencia de la recitación de estos misterios luminosos es el marchitamiento del rosario, la pérdida de su carácter mariano explícito y el desvío de nuestra atención de la unión con el acto redentor de Cristo, acto que únicamente puede salvarnos de nuestros pecados. Poco a poco, el rosario se volverá vacío y estéril, y dejará de ser recitado.

Por consiguiente, debemos rechazar esta “mejora” opcional y permanecer fieles a la tradición fija y probada de la Iglesia, que ha santificado a tantas generaciones de santos.

Aunque no sea en sí un pecado recitar los misterios luminosos junto con católicos modernos, ciertamente deberíamos disuadirlos de hacerlo, y evitar la venta o la compra de folletos o estampas que presenten los misterios luminosos.

 

NOTAS:

 [1]  — Ad hanc Rosarii commendationem ex precatione ipsa profectam, accedit ut in eodem insit facilis quidam usus ad summa fidei christianae capita suadenda animis et inculcanda. […] Quippe in eo, cum pulcherrima fructuosaque prece certo ordine continuata, recolenda succedunt et contemplanda praecipua religionis nostrae mysteria : illa primum quibus Verbum caro factum est, et Maria, virgo integra et mater, materna illi officia sancto cum gaudio praestitit ; tum Christi dolentis aegritudines, cruciatus, supplicium, quorum pretio salus generis nostri peracta ; tum eiusdem plena gloriae mysteria, et de morte triumphus, et ascensus in caelum, et demissus inde divinus Spiritus, atque Mariae sideribus receptae splendida claritudo, denique cum gloria Matris et Filii consociata caelitum omnium gloria sempiterna. Magnae Dei Matris, 8 septembre 1892.

  

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