Por P. PETER
SCOTT
Publicado en
Le Sel de la terre, n.º 78,
Otoño de 2011, pp. 177-179.
En su carta
apostólica del 16 de octubre de 2002, Rosarium Virginis Mariæ, el papa
Juan Pablo II intentó modificar el rosario, añadiendo en particular cinco
misterios llamados “misterios luminosos”, para distinguirlos de los misterios
gozosos, dolorosos y gloriosos.
Desgraciadamente,
esta carta, que pretende promover el rosario, está impregnada de naturalismo de
principio a fin. Considera el rosario como una experiencia psicológica
semejante a las oraciones y meditaciones de las religiones no católicas. De ahí
la importancia que atribuye a “la implicación antropológica del rosario” (§
25), que ilumina el misterio del hombre.
Entre las
“mejoras” del rosario propuestas en este espíritu, se encuentra la adición de
los misterios luminosos. Estos fueron
elegidos expresamente para no ofender a los protestantes; es decir, se hallan
enteramente descritos en los Evangelios y ninguno de ellos menciona
explícitamente a la Santísima Virgen. Esto
concuerda perfectamente con la intención manifiesta del papa de hacer que el
rosario sea más “cristocéntrico”, lo cual significa en la práctica que se
vuelve menos explícitamente mariano.
Los “cinco momentos
significativos —misterios ‘luminosos’” (§ 21) que él escogió son: el bautismo
de Cristo en el Jordán, su autorrevelación en las bodas de Caná, el anuncio del
Reino de Dios con la invitación a la conversión, su transfiguración y la
institución de la Sagrada Eucaristía, expresión sacramental del misterio
pascual.
Todos ellos son
hermosos episodios tomados de los Evangelios, muy apreciados como
manifestaciones de la bondad de Jesús, en los cuales se revela a sí mismo, así
como su poder, su misericordia o su reino.
Sin embargo, es
muy interesante notar que ninguno de estos “momentos” tiene una relación
directa con el misterio de la redención. Solamente la institución de la Sagrada
Eucaristía se refiere a él indirectamente, en cuanto es la institución de su
renovación incruenta.
La introducción de
estos misterios constituye, por consiguiente, una relativización del énfasis
tradicional en los misterios esenciales de la redención, contenidos en los
misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.
No es por casualidad, sin embargo, que los
misterios tradicionales del rosario estén centrados en el misterio de la
redención:
preparado en los misterios gozosos, cumplido en los misterios dolorosos y
aplicado en los misterios gloriosos. Si
la Tradición nos los ha transmitido de esta manera, es porque son los
principales misterios que debemos meditar para ser salvados. Citemos al
papa León XIII en una de sus encíclicas anuales sobre el rosario:
“El rosario ofrece
un medio práctico y fácil de inculcar y hacer penetrar en las mentes los dogmas
principales de la fe cristiana… El rosario […] conduce a contemplar y venerar
sucesivamente los principales misterios de nuestra religión: aquellos en primer
lugar por los cuales el Verbo se hizo carne, y María, madre y siempre virgen, acepta
con santa alegría esta maternidad; luego las amarguras, los tormentos, los
suplicios de Cristo sufriente, que pagaron la salvación de nuestra raza; y
finalmente, sus misterios gloriosos.” [1]
El resultado de
este cambio de orientación es que se desvía poco a poco la atención de los
fieles de la redención, concebida como el rescate de las almas de los
pecadores, como el precio del pecado que debía pagarse, la satisfacción por la
ofensa hecha a Dios. La nueva teología llamada “del misterio pascual” considera
que eso no es necesario, que Dios no es tan infantil como para exigir el pago
de un rescate por los pecados y, por consiguiente, que basta con meditar la
manifestación del amor de Dios, de su gloria o de su misericordia.
Porque
“cada uno de estos misterios es una revelación del Reino ya presente en la
persona de Jesús” (Rosarium
Virginis Mariae, § 21). La consecuencia de la recitación de estos
misterios luminosos es el marchitamiento del rosario, la pérdida de su carácter
mariano explícito y el desvío de nuestra atención de la unión con el acto
redentor de Cristo, acto que únicamente puede salvarnos de nuestros pecados.
Poco a poco, el rosario se volverá vacío y estéril, y dejará de ser recitado.
Por
consiguiente, debemos rechazar esta “mejora” opcional y permanecer fieles a la
tradición fija y probada de la Iglesia, que ha santificado a tantas
generaciones de santos.
Aunque no
sea en sí un pecado recitar los misterios luminosos junto con católicos
modernos, ciertamente deberíamos disuadirlos de hacerlo, y evitar la venta o la
compra de folletos o estampas que presenten los misterios luminosos.
NOTAS:
[1] — Ad
hanc Rosarii commendationem ex precatione ipsa profectam, accedit ut in eodem
insit facilis quidam usus ad summa fidei christianae capita suadenda animis et
inculcanda. […] Quippe in eo, cum pulcherrima fructuosaque
prece certo ordine continuata, recolenda succedunt et contemplanda praecipua
religionis nostrae mysteria : illa primum quibus Verbum caro factum est,
et Maria, virgo integra et mater, materna illi officia sancto cum gaudio
praestitit ; tum Christi dolentis aegritudines, cruciatus, supplicium, quorum
pretio salus generis nostri peracta ; tum eiusdem plena gloriae mysteria, et de
morte triumphus, et ascensus in caelum, et demissus inde divinus Spiritus,
atque Mariae sideribus receptae splendida claritudo, denique cum gloria Matris
et Filii consociata caelitum omnium gloria sempiterna. Magnae Dei Matris,
8 septembre 1892.
