Por ROBERT MORRISON
19/12/2022
“Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:18)
Las palabras de Jesús reconfortan porque la Iglesia jamás será vencida, pero
también advierten que las puertas del infierno intentarán derrotar a la
Iglesia, y por momentos parecerán próximas a lograrlo. Cornelius A. Lapide
abundó en las palabras de Nuestro Señor en su comentario sobre el Evangelio de
San Mateo:
“Por tanto, con esta palabra Cristo anima primero a su Iglesia para que no
se desanime al verse atacada por todo el poder de Satanás y de los hombres
inicuos. En segundo lugar, Él, por así decirlo, toca una trompeta para ella,
para que ella siempre mire con su armadura puesta contra tantos enemigos, que
la atacan con tal odio.”
Cuando
vemos a la Iglesia atacada por Satanás, no debemos desesperar, Nuestro Señor
nos dijo que pasaría, por lo tanto, nuestra respuesta debería ser confiar en
Dios y pelear como verdaderos cristianos.
Satanás
siempre le hizo la guerra no solo a la Iglesia sino a toda la humanidad. Hoy
percibimos que ataca con más intensidad que la que jamás hayamos visto, y sin
necesidad de esconderse. Si bien todos podríamos identificar diversas maneras
en las que estos ataques se han hecho más evidentes en los últimos años, los
siguientes horrores muestran hasta qué punto Satanás ha aumentado su poder en
la sociedad secular:
La
defensa del aborto, no solo como una última instancia a lamentar, sino como un
derecho fundamental a valorar.
El
ataque a los niños, particularmente por medio de una pedofilia extendida.
La
promoción agresiva del transgénero y la identidad de género fluido como una
verdad no negociable que todos debemos aceptar si deseamos participar en la
sociedad.
La
insistencia en que debemos aceptar las mentiras más absurdas y malvadas de
parte de nuestro gobierno, los medios de comunicación y los supuestos
“educadores”.
Una creciente
tiranía médica que ensalza una “ciencia” auto contradictoria frente al sentido
común y la realidad claramente observable.
El
aparente cumplimiento de la advertencia profética de Sor Lucía, que señalaba
que “la batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del
matrimonio y la familia”.
El
aumento del “Satanismo” explícito, con clubes satánicos en escuelas e inclusos
mensajes satánicos en los espectáculos para niños.
Entonces tenemos esto y otros signos evidentes de la creciente influencia de Satanás en la sociedad. Podemos no saber por qué Satanás tiene una influencia más tangible hoy en día, pero no podemos cuestionar que evidentemente es así.
Dado que Satanás está ejerciendo una mayor influencia en la sociedad secular, esperaríamos encontrarlo en condiciones de intensificar su guerra contra la Iglesia. Y sin duda tenemos muchos indicios de su creciente ataque a la Iglesia Católica, incluyendo entre otros:
La
adoración de Francisco a la Pachamama.
El
apoyo del Vaticano a diversas iniciativas anticatólicas del Gran Reseteo,
incluyendo la “vacuna”.
El
Sínodo de la Sinodalidad, abiertamente herético e inmoral.
Los mayores ataques directos y viles de Francisco al catolicismo tradicional,
mientras acoge a diversas religiones no católicas.
A la
luz de estas realidades irreverentes y otras, podemos ver que las puertas del
infierno parecen estar próximas a prevalecer contra la
Iglesia. Tal como dijo el cardenal Gerhard Müller sobre el Sínodo de la
Sinodalidad en su revolucionaria entrevista con Raymond Arroyo, “si triunfan, será el fin
de la Iglesia Católica.”
Sin
embargo, debemos reconocer que, a diferencia de los escándalos en las
religiones no católicas, todas estas realidades blasfemas son ajenas a la
naturaleza de la Iglesia. Satanás y sus seguidores han usado las
manifestaciones del espíritu del Vaticano II para atacar a la Iglesia Católica
de la misma manera en que un combatiente podría intentar envenenar a su
enemigo. No podemos culpar a la Iglesia por estos males, así como no podríamos
acusar a la víctima envenenada por el veneno que su enemigo le ha introducido
en su cuerpo. No obstante, para algunos pensadores poco críticos, estos
crecientes escándalos provenientes de Roma sugieren que la Iglesia Católica no
puede ser la verdadera Iglesia establecida por Nuestro Señor. Pero tal
conclusión ignoraría totalmente, o malinterpretaría, las palabras de Nuestro
Señor sobre las puertas del infierno — lejos de indicar que la Iglesia no es de
Dios, los violentos ataques de las puertas del infierno echan luz sobre la
institución que Satanás más odia. De hecho, si leemos las palabras de San
Jerónimo, deberíamos concluir que la falta de persecución por
parte de Satanás, especialmente hoy en día, sería una prueba concluyente de que
la Iglesia no es de Dios:
“Sabemos
que la Iglesia será castigada por la persecución hasta el fin del mundo, pero
no puede ser destruida; será probada, pero no vencida, porque esa es la promesa
de un Dios omnipotente cuya palabra es como una ley de la naturaleza.”
Por eso
tenemos esta realidad paradójica: como las puertas del infierno están atacando
violentamente a la Iglesia, podemos estar seguros que hoy la Iglesia es
el único lugar para nosotros. Si no fuera por la promesa de
Jesús de que las puertas del infierno no prevalecerían contra la Iglesia,
podríamos pensar que es mejor abandonar la Iglesia. Pero la promesa de Nuestro
Señor solo se aplica a la Iglesia Católica, que es la única Iglesia que Él
estableció — la Iglesia es el único “puerto seguro.” Tal como enfatizó Michael
Matt en su reciente video de The Remnant, si abandonamos la fe católica
perderíamos esta protección prometida por Nuestro Señor.
Todo
esto debiera tranquilizar a los católicos que deciden permanecer en la Iglesia,
pero debemos considerar otros dos aspectos para determinar “dónde plantarse”
mientras las puertas del infierno intentan prevalecer contra la Iglesia: si
debemos ser católicos tradicionalistas; y si los ataques de Satanás a la
Iglesia nos imponen ciertas obligaciones específicas.
Primero,
debemos reconocer que Satanás no está
“atacando” a la Iglesia Conciliar (que Francisco ha apodado convenientemente
Iglesia Sinodal). Es más, Satanás utiliza a la Iglesia Conciliar y sus
perversiones para hacerle la guerra a la Iglesia Católica. En esta batalla, solo la inmutable fe
católica y los católicos tradicionalistas están siendo atacados por los
infiltrados. Como tal, debería ser desconcertante para los católicos
sinodales encontrar que, si bien Satanás tiene más poder que nunca sobre el
mundo y odia a la Iglesia Católica más que a nada en el mundo, sus pastores
aplauden la nueva primavera en la que todos los credos (excepto el catolicismo
tradicional) son acogidos. Les guste o no, los católicos sinodales están con
Francisco, Cupich y el padre James Martin, mientras estos falsos sacerdotes
atacan a los católicos tradicionalistas por creer y practicar lo que todos los
santos creyeron y practicaron; y por eso Satanás se asegura que las puertas del
infierno estén siempre al servicio de la Iglesia Sinodal.
Más aún, Nuestro Señor nos dijo que
juzguemos por los frutos, y podemos observar claramente que los frutos del
catolicismo tradicional son sencillamente íntegros y genuinamente católicos,
mientras que los frutos de la Iglesia Sinodal son asombrosamente pútridos y
anticatólicos. Ningún observador sensato puede pensar que la Iglesia
Sinodal es la beneficiaria de la promesa de Nuestro Señor, que las puertas del
infierno no prevalecerán — es mucho más lógico ver a la Iglesia Sinodal como
una parte vital de las puertas del infierno. Por lo tanto, debemos ser
“católicos tradicionalistas” sin queremos seguir siendo católicos.
Esta
realidad advierte a nuestro análisis la segunda consideración sobre qué actitud
adoptar: si la situación nos impone ciertas obligaciones específicas. Claramente, debemos defender el catolicismo
tradicional y oponernos a la Iglesia Sinodal y todas sus pompas. Si bien todos podemos desempeñar un papel
consistente con nuestro deber de estado, ciertamente los obispos tienen las
mayores responsabilidades.
¿Es conveniente
que los buenos pastores encuentren escondites cómodos y seguros mientras los
lobos devoran el rebaño? ¿No es, acaso, que los pastores tienen la obligación
de hacer todo lo posible por ahuyentar a los lobos? Los pastores no se pueden
excusar de sus deberes lamentándose porque los lobos son sus compañeros
obispos, incluyendo uno vestido de blanco: Nuestro Señor dijo que nos
cuidáramos de los lobos con piel de oveja. Si Él hubiera querido decirnos que
soportáramos pacientemente a los lobos con piel de oveja, obviamente habría
encontrado las palabras para expresar esa idea.
Sobre
este punto, debemos considerar los graves daños causados por soportar
pacientemente a los lobos a medida que devoran al rebaño. León XIII dejó en
claro que nos volvemos cómplices de los enemigos si permanecemos callados:
“Estos son nuestros enemigos, cuyo plan
es (y ni siquiera lo ocultan, pero lo hablan en el exterior) aniquilar en lo
posible, la verdadera religión, la verdadera religión católica. Para lograrlo,
no retroceden ante nada; saben bien que la intimidación de las almas buenas
simplificará su objetivo… Desistir o guardar silencio frente a tales clamores
contra la verdad es debilidad pura o vacilación en la fe. En ambos casos,
serían una gran deshonra a Dios. La salvación del alma propia y la de los demás
sería puesta en grave peligro, pues tal acción actuaría en favor de los
enemigos de la fe, porque no hay nada que avive más la audacia de los malvados
que la debilidad de los buenos… Permítanme añadir: los cristianos han nacido
para luchar.” (del P. A Roussel, Liberalismo y Catolicismo, p.
131).
Por eso tenemos el
deber de defender la verdad, lo que significa que debemos defenderla por
completo, en la medida de nuestras posibilidades.
También
parece apropiado que cada uno de nosotros coopere con la gracia de Dios en la
medida de nuestras posibilidades. Si defendiéramos un fuerte atacado por un
enemigo que busca torturar y matar las almas inocentes en el interior,
indudablemente haríamos todo lo posible por vencer al enemigo. Sabemos que en esta batalla espiritual somos fuertes en
proporción a nuestra determinación por hacer la voluntad de Dios como santos.
Tal como leemos de San Pablo al comenzar el Adviento, debemos ponernos las
armas de la luz:
“La
noche está avanzada, y el día está cerca; desechemos por tanto las obras de las
tinieblas, y vistámonos las armas de luz. Andemos como de día, honestamente, no
en banquetes y borracheras, no en lechos y lascivias, no en contiendas y
rivalidades; antes bien, vestíos del Señor Jesucristo.” (Romanos 13: 12-14)
Si
deseamos defender valientemente frente las puertas del infierno, debemos actuar
como si realmente creyéramos en lo que Jesús y Sus santos enseñaron. Esto
significa que debemos esforzarnos por llevar una vida santa.
¿Dónde nos paramos cuando las puertas del infierno parecen próximas a
prevalecer contra la Iglesia? Si nos definimos como católicos tradicionales
decididos a hacer todo lo posible por defender el Cuerpo Místico de Cristo,
Satanás nos odiará. Pero si nos definimos así, podemos tener la confianza
absoluta de que Dios jamás nos abandonará y que estaremos entre aquellos que Él
utiliza para defender a Su Iglesia de los violentos ataques por parte de las
puertas del infierno. ¡Que la Santísima Virgen María nos ayude siempre a luchar
como verdaderos cristianos! ¡Inmaculado corazón de María, ruega por
nosotros!
FUENTE: https://gloria.tv/post/Zbzv18PwVMuT23Aq2dA3DMoGS